Oración de una hermana iraquí
25.02.06
Las religiosas Dominicas de la Presentación en Iraq, como toda religiosa, oran con el libro de la Liturgia de las Horas, en el cual una de las partes importante son los salmos. Uno de estos últimos días, hermana Nejma, al abrir su libro se encontró con un salmo con el que se sintió completamente identificada con el salmista, cosa que no siempre ocurre.
El salmo empezaba con esta frase: ”Alzo mi voz gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga. En mi angustia te busco Señor mío; y de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios gimo y meditándolo me siento desfallecer”.(Sl. 76).
El salmo continúa en esta misma tónica y Nejma al terminar la oración comunitaria oraba así al Señor: "Ya ves Dios mío, desde mi tierna infancia no he conocido otra cosa que guerras, embargo, hambre y muerte. ¿Hasta cuándo Señor? ¿No va a terminar nunca esta situación tan tremenda? Tengo como un vago recuerdo de mi niñez cuando iba con mi familia a casa de mis abuelos, allí correteábamos con mis hermanos entre los trigales, el calor era menos fuerte que en Bagdad.
En los días de fiesta íbamos al santuario de Mar Behnam… y ahora, ya ves en qué situación nos encontramos: Mi pobre país está destrozado, no tenemos gobierno porque gobierna el terror y la angustia, los cristianos no sólo somos gente despreciada sino odiada. Muchos cristianos se van y cada vez quedamos menos. Mi padre dice que no saldrá nunca de Iraq, porque hay que dar testimonio de nuestra fe. Yo he visto tanto dolor en mi familia: Mi hermano mayor muerto en la guerra Iraq-Irán. ¡Qué día tan horrible cuando nos trajeron su féretro! Recuerdo como gritó mi pobre madre al ver el cajón delante de mi casa. Después... ha sido mi tío y varios familiares que han muerto".
Algunas veces me dicen: - “¿Por qué no pides marchar a otro país en que esté tu congregación y así podrías vivir tranquila?”. - "Pero yo no quiero abandonar a mis hermanos iraquies. Tú, Señor, has puesto en mi corazón el deseo de vivir entregada a los más necesitados. Quiero servir a mi pueblo sin hacer distinción ni de religión ni de etnias. Dame Señor, fortaleza para ser testigo de tu amor misericordioso en medio de mi pueblo. Aquí hay mucha gente que nos necesita, ancianos solos, enfermos, muchos niños huérfanos…
Tú necesitas mis manos, mis pies y mi corazón para ser el buen samaritano, aunque en ciertos momentos no pueda más. Sé tú entonces el Buen Samaritano, cura mis heridas ante tanto dolor, hazme instrumento de tu paz y concedemos pronto la paz".
Texto: Hna. Maria Núria Gaza.
http://blogs.periodistadigital.com/btbf/trackback.php/14879
25.02.06
Las religiosas Dominicas de la Presentación en Iraq, como toda religiosa, oran con el libro de la Liturgia de las Horas, en el cual una de las partes importante son los salmos. Uno de estos últimos días, hermana Nejma, al abrir su libro se encontró con un salmo con el que se sintió completamente identificada con el salmista, cosa que no siempre ocurre.
El salmo empezaba con esta frase: ”Alzo mi voz gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga. En mi angustia te busco Señor mío; y de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios gimo y meditándolo me siento desfallecer”.(Sl. 76).
El salmo continúa en esta misma tónica y Nejma al terminar la oración comunitaria oraba así al Señor: "Ya ves Dios mío, desde mi tierna infancia no he conocido otra cosa que guerras, embargo, hambre y muerte. ¿Hasta cuándo Señor? ¿No va a terminar nunca esta situación tan tremenda? Tengo como un vago recuerdo de mi niñez cuando iba con mi familia a casa de mis abuelos, allí correteábamos con mis hermanos entre los trigales, el calor era menos fuerte que en Bagdad.
En los días de fiesta íbamos al santuario de Mar Behnam… y ahora, ya ves en qué situación nos encontramos: Mi pobre país está destrozado, no tenemos gobierno porque gobierna el terror y la angustia, los cristianos no sólo somos gente despreciada sino odiada. Muchos cristianos se van y cada vez quedamos menos. Mi padre dice que no saldrá nunca de Iraq, porque hay que dar testimonio de nuestra fe. Yo he visto tanto dolor en mi familia: Mi hermano mayor muerto en la guerra Iraq-Irán. ¡Qué día tan horrible cuando nos trajeron su féretro! Recuerdo como gritó mi pobre madre al ver el cajón delante de mi casa. Después... ha sido mi tío y varios familiares que han muerto".
Algunas veces me dicen: - “¿Por qué no pides marchar a otro país en que esté tu congregación y así podrías vivir tranquila?”. - "Pero yo no quiero abandonar a mis hermanos iraquies. Tú, Señor, has puesto en mi corazón el deseo de vivir entregada a los más necesitados. Quiero servir a mi pueblo sin hacer distinción ni de religión ni de etnias. Dame Señor, fortaleza para ser testigo de tu amor misericordioso en medio de mi pueblo. Aquí hay mucha gente que nos necesita, ancianos solos, enfermos, muchos niños huérfanos…
Tú necesitas mis manos, mis pies y mi corazón para ser el buen samaritano, aunque en ciertos momentos no pueda más. Sé tú entonces el Buen Samaritano, cura mis heridas ante tanto dolor, hazme instrumento de tu paz y concedemos pronto la paz".
Texto: Hna. Maria Núria Gaza.
http://blogs.periodistadigital.com/btbf/trackback.php/14879