Los microchips que intentan controlar nuestra vida
La implantación en el cuerpo humano de microchips está suscitando la polémica en Estados Unidos, donde algunas empresas comienzan a utilizarlos con la intención de controlar los movimientos de sus empleados. Los pequeños aparatos, además de proporcionar información acerca de la vida íntima de los ciudadanos, aportan los datos sobre su historial médico. Y esto es sólo el principio de lo que puede ser el fin de la intimidad.
El control del ser humano parece ser una de las características del desarrollo tecnológico. Hubo un libro, “1984”, de George Orwell, que ya predijo la existencia de una sociedad, en donde el autor intuyó la existencia de un Gran Hermano que controlaba la vida de cada ciudadano a través de su presencia en una gran pantalla en cada hogar.
En la actualidad, esta premonición parece hacerse realidad, pero sin la necesidad de que ningún líder se entrometa en nuestras casas, sólo un pequeño chip, ese mínimo mecanismo tecnológico que procesa información y, además, transmite datos a cerca de nuestros movimientos y, quizás, algún día de nuestros sentimientos y pensamientos.
LA POLÉMICA ESTÁ SERVIDA.
El uso creciente de microcircuitos de identificación implantados en el cuerpo humano, que sirven tanto para el control de empleados como para acceder a la historia médica de sus portadores, ha levantado la polémica en Estados Unidos.
Varias asociaciones de derechos civiles han protestado contra lo que consideran un nuevo paso en la invasión de la intimidad de los trabajadores, mientras que sus fabricantes insisten en que es una tecnología avanzada y de usos múltiples.
La empresa de vídeo-vigilancia "Citywatcher.com", de Cincinnati (Ohio), es la primera que ha empezado a utilizar los "chips" para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de la compañía.
Su presidente, Sean Darks, explicó a EFE cómo dos de sus empleados, que se presentaron como voluntarios, y él mismo, se han implantado un chip de silicona, que tiene el tamaño de un grano de arroz, se coloca dentro de la piel y funciona como una tarjeta de acceso a las áreas protegidas.
Darks explicó que “la medida es perfectamente legal porque es voluntaria” y aseguró que él mismo fue el primero en inyectárselo “por seguridad, porque no se pierde y no se puede robar”. Según Darks, su empresa utiliza el dispositivo “únicamente para verificar la identidad”.
"La implantación de los chips ha sido y seguirá siendo completamente voluntaria, así que no daña en absoluto el área privada de nuestra vida. Para nosotros es una medida de seguridad muy eficaz", se defendió Darks.
Estos microcircuitos son obra de la empresa "VeriChip", filial de "Applied Digital Solutions", de Palm Beach (Florida), que en octubre de 2004 recibió el consentimiento por parte de la Dirección de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) para comercializar el producto.
John Procter, portavoz de "VeriChip", explicó que la compañía trabaja fundamentalmente sobre dos aplicaciones de esta tecnología: para identificación, como en el caso de "Citywatcher.com", y para su utilización en hospitales. "Es un aparato muy útil en pacientes con dificultades para comunicarse, como pueden ser los enfermos de Alzheimer. Mediante un escáner se puede acceder a su historial médico", dijo Procter.
“LA SENSACIÓN DE UN PELLIZCO”.
El chip se inyecta bajo la piel mediante una jeringuilla con una aguja un poco más gruesa de lo normal. “La sensación es la de un pellizco”, explica Darks “y al cabo de un par de días ya no notas que lo llevas”. El código tiene registrado un código de 16 dígitos mediante el cual se reconoce al usuario y permite el acceso al historial médico del portador.
“Un lector recoge los datos, envía la información al sistema central, éste reconoce al sujeto y la puerta de acceso al área restringida se abre”, explica Darks. Este chip, según sus promotores, facilitará a hospitales, médicos y pacientes mejorar la asistencia y evitar errores, con información precisa sobre cada paciente y su condición sanitaria.
Además de estos usos, Procter recordó que la Secretaría de Justicia mexicana ya utiliza este tipo de tecnología para identificar a sus empleados.
El "chip" tiene también otros usos menos altruistas y, por ejemplo, una discoteca en Barcelona (España) utiliza estas cápsulas con sus clientes VIP. Le sirve para identificarlos en la entrada y para que puedan pagar sus consumiciones mediante una cuenta especial.
La discoteca utiliza este sistema de forma pionera entre sus clientes más selectos, a los que ha ofrecido la posibilidad de inyectarse un chip identificativo por poco más de 100 euros. De este modo, la discoteca controla la asistencia de sus clientes y ellos pueden dejarse la cartera en casa porque el chip proporciona al local la información sobre su saldo disponible.
Más de medio centenar de clientes de esta discoteca ya se han dejado implantar este mecanismo para evitarse el engorro de tener que llevar la cartera encima, por lo que parece que este sistema comienza a tener éxito.
La empresa “VeriChip” calcula que aproximadamente 200 personas en todo el mundo llevan ya estos ingenios implantados en su cuerpo. Pero esta tecnología futurista, más propia de la literatura del escritor George Orwell, tiene también cada vez más detractores.
LOS DETRACTORES: “UNA PÉSIMA INICIATIVA”.
Entre ellos está "Profesionales de la tecnología por la responsabilidad social", un grupo ubicado en Palo Alto (California), que protesta por lo que consideran "una pésima iniciativa".
Lisa Smith, miembro de este grupo, aseguró a EFE que "la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad".
"Existen otras formas de identificación menos invasivas que también son adecuadas, por muy voluntario que esto sea", dijo Smith. Esta activista hizo también una reflexión sobre los caminos opuestos hacia los que se dirige la tecnología: "Por un lado, las innovaciones permiten una vulneración cada vez mayor de la intimidad, pero por el otro, dotan a los ciudadanos de más herramientas para poder defenderla".
Tanto "VeriChip" como "Citywatcher.com" se aferran al carácter voluntario de los implantes para rechazar cualquier acusación.
Procter asegura que aporta "más discreción y más seguridad a las compañías", mientras que Darks argumenta que jamás pediría a sus empleados algo que él mismo no estuviese dispuesto a hacer.
Por Isabel Martínez Pita.
EFE-REPORTAJES-it
Esta noticia es de America Online.
La implantación en el cuerpo humano de microchips está suscitando la polémica en Estados Unidos, donde algunas empresas comienzan a utilizarlos con la intención de controlar los movimientos de sus empleados. Los pequeños aparatos, además de proporcionar información acerca de la vida íntima de los ciudadanos, aportan los datos sobre su historial médico. Y esto es sólo el principio de lo que puede ser el fin de la intimidad.
El control del ser humano parece ser una de las características del desarrollo tecnológico. Hubo un libro, “1984”, de George Orwell, que ya predijo la existencia de una sociedad, en donde el autor intuyó la existencia de un Gran Hermano que controlaba la vida de cada ciudadano a través de su presencia en una gran pantalla en cada hogar.
En la actualidad, esta premonición parece hacerse realidad, pero sin la necesidad de que ningún líder se entrometa en nuestras casas, sólo un pequeño chip, ese mínimo mecanismo tecnológico que procesa información y, además, transmite datos a cerca de nuestros movimientos y, quizás, algún día de nuestros sentimientos y pensamientos.
LA POLÉMICA ESTÁ SERVIDA.
El uso creciente de microcircuitos de identificación implantados en el cuerpo humano, que sirven tanto para el control de empleados como para acceder a la historia médica de sus portadores, ha levantado la polémica en Estados Unidos.
Varias asociaciones de derechos civiles han protestado contra lo que consideran un nuevo paso en la invasión de la intimidad de los trabajadores, mientras que sus fabricantes insisten en que es una tecnología avanzada y de usos múltiples.
La empresa de vídeo-vigilancia "Citywatcher.com", de Cincinnati (Ohio), es la primera que ha empezado a utilizar los "chips" para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de la compañía.
Su presidente, Sean Darks, explicó a EFE cómo dos de sus empleados, que se presentaron como voluntarios, y él mismo, se han implantado un chip de silicona, que tiene el tamaño de un grano de arroz, se coloca dentro de la piel y funciona como una tarjeta de acceso a las áreas protegidas.
Darks explicó que “la medida es perfectamente legal porque es voluntaria” y aseguró que él mismo fue el primero en inyectárselo “por seguridad, porque no se pierde y no se puede robar”. Según Darks, su empresa utiliza el dispositivo “únicamente para verificar la identidad”.
"La implantación de los chips ha sido y seguirá siendo completamente voluntaria, así que no daña en absoluto el área privada de nuestra vida. Para nosotros es una medida de seguridad muy eficaz", se defendió Darks.
Estos microcircuitos son obra de la empresa "VeriChip", filial de "Applied Digital Solutions", de Palm Beach (Florida), que en octubre de 2004 recibió el consentimiento por parte de la Dirección de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) para comercializar el producto.
John Procter, portavoz de "VeriChip", explicó que la compañía trabaja fundamentalmente sobre dos aplicaciones de esta tecnología: para identificación, como en el caso de "Citywatcher.com", y para su utilización en hospitales. "Es un aparato muy útil en pacientes con dificultades para comunicarse, como pueden ser los enfermos de Alzheimer. Mediante un escáner se puede acceder a su historial médico", dijo Procter.
“LA SENSACIÓN DE UN PELLIZCO”.
El chip se inyecta bajo la piel mediante una jeringuilla con una aguja un poco más gruesa de lo normal. “La sensación es la de un pellizco”, explica Darks “y al cabo de un par de días ya no notas que lo llevas”. El código tiene registrado un código de 16 dígitos mediante el cual se reconoce al usuario y permite el acceso al historial médico del portador.
“Un lector recoge los datos, envía la información al sistema central, éste reconoce al sujeto y la puerta de acceso al área restringida se abre”, explica Darks. Este chip, según sus promotores, facilitará a hospitales, médicos y pacientes mejorar la asistencia y evitar errores, con información precisa sobre cada paciente y su condición sanitaria.
Además de estos usos, Procter recordó que la Secretaría de Justicia mexicana ya utiliza este tipo de tecnología para identificar a sus empleados.
El "chip" tiene también otros usos menos altruistas y, por ejemplo, una discoteca en Barcelona (España) utiliza estas cápsulas con sus clientes VIP. Le sirve para identificarlos en la entrada y para que puedan pagar sus consumiciones mediante una cuenta especial.
La discoteca utiliza este sistema de forma pionera entre sus clientes más selectos, a los que ha ofrecido la posibilidad de inyectarse un chip identificativo por poco más de 100 euros. De este modo, la discoteca controla la asistencia de sus clientes y ellos pueden dejarse la cartera en casa porque el chip proporciona al local la información sobre su saldo disponible.
Más de medio centenar de clientes de esta discoteca ya se han dejado implantar este mecanismo para evitarse el engorro de tener que llevar la cartera encima, por lo que parece que este sistema comienza a tener éxito.
La empresa “VeriChip” calcula que aproximadamente 200 personas en todo el mundo llevan ya estos ingenios implantados en su cuerpo. Pero esta tecnología futurista, más propia de la literatura del escritor George Orwell, tiene también cada vez más detractores.
LOS DETRACTORES: “UNA PÉSIMA INICIATIVA”.
Entre ellos está "Profesionales de la tecnología por la responsabilidad social", un grupo ubicado en Palo Alto (California), que protesta por lo que consideran "una pésima iniciativa".
Lisa Smith, miembro de este grupo, aseguró a EFE que "la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad".
"Existen otras formas de identificación menos invasivas que también son adecuadas, por muy voluntario que esto sea", dijo Smith. Esta activista hizo también una reflexión sobre los caminos opuestos hacia los que se dirige la tecnología: "Por un lado, las innovaciones permiten una vulneración cada vez mayor de la intimidad, pero por el otro, dotan a los ciudadanos de más herramientas para poder defenderla".
Tanto "VeriChip" como "Citywatcher.com" se aferran al carácter voluntario de los implantes para rechazar cualquier acusación.
Procter asegura que aporta "más discreción y más seguridad a las compañías", mientras que Darks argumenta que jamás pediría a sus empleados algo que él mismo no estuviese dispuesto a hacer.
Por Isabel Martínez Pita.
EFE-REPORTAJES-it
Esta noticia es de America Online.