Tomas de Aquino:
«Salve, cuerpo verdadero, nacido de María Virgen, verdaderamente atormentado, inmolado en la cruz por el hombre (...). ¡Oh Jesús dulce! ¡Oh Jesús piadoso! ¡Oh Jesús, hijo de María!».
San Agustin
Unica entre las mujeres, María no es a la vez Madre y Virgen sólo de espíritu, sino también de cuerpo. De espíritu, Ella es Madre, no sólo ciertamente de nuestra Cabeza y Salvador, de quien Ella nació antes según el espíritu", porque todos los que creen en El -y Ella es de éstos- merecen ser llamados hijos del Esposo; sino también Madre nuestra, que somos los miembros del cuerpo, pues Ella coopera, por su amor, al nacimiento de los fieles en la Iglesia, que son los miembros de esta Cabeza. De cuerpo, Ella es Madre de nuestra Cabeza. Era necesario que, por un insigne milagro, nuestra Cabeza naciera, según la carne, de una virgen, para indicar que sus miembros nacerían, según el Espíritu, de la Iglesia virgen. Así María es, de espíritu y de cuerpo, madre y virgen: Madre de Cristo y Virgen de Cristo.
Fray Luis de Leon
Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!
De ángeles sois llevada,
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!
Volved los blandos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.
Que, si con clara vista
miráis las tristes almas deste suelo,
con propiedad no vista,
las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.
Juan de la Cruz
"Tales eran las de la gloriosísima Virgen nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo" ( Subida III, 2,10).
Santa Teresa de Avila
"Cuando empecé a comprender lo que esta pérdida significó para mi, en mi aflicción fui a una imagen de Nuestra Señora y con muchas lágrimas en mis ojos, le imploré que fuera mi Madre. Hice esto con toda sencillez de corazón, y creo que me ayudo grandemente, ya que por experiencia he descubierto que la Virgen Santísima ha venido en mi auxilio cada vez que me he encomendado a Ella."
"en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, reina de los ángeles, nuestro Señor se complació en darme esta gracia: en éxtasis El me hizo contemplar a María subiendo al cielo. Pude contemplar el gozo y la solemnidad al ser recibida allá, y así como pude ver el lugar donde ella se encuentra ahora. El describirlo va mucho mas allá de lo que yo puedo decir. El gozo que llenó mi alma al ver tan grande gloria era excesivo. Los efectos de esta visión fueron grandiosos: me hizo desear padecer muchas mas grandes tribulaciones, y tuve un gran e intenso deseo de servir a nuestra Señora por sus grandes méritos".
"Yo estaba en la Iglesia del monasterio del glorioso Sto. Domingo, pensando en los eventos de mi desolada vida y de los muchos pecados, los cuales en tiempos pasados yo había confesado. en esa Iglesia. Caí en un éxtasis tan profundo. Me senté y parecía que no podía ni siquiera ver la elevación, ni escuchar la Misa. Yo pensé entonces que me vi a mi misma vestida de un manto de gran blancura y esplendor. Al principio no vi quien me lo estaba poniendo. Después vi a Nuestra Señora a mi derecha y a mi padre Sn. José a mi izquierda, vistiéndome con este
manto. Se me concedió comprender que en ese momento estaba limpia de mis pecados. Cuando estuve revestida, estaba llena de gran alegría y nuestra Señora parecía que me tomaba de las dos manos. Ella dijo que yo la había complacido grandemente al ser bien devota del glorioso Sn. José y que podía confiar que mis deseos relacionados al convento se llevarían a cabo, que no debía temer ningún fracaso porque ellos velarían sobre nosotros y por que su Hijo prometió estar con nosotras, y como prueba de esto, Ella me iba a dar esta joya. Entonces, pareció que ella me ponía alrededor de mi cuello un espléndido collar de oro, del cual colgaba una cruz de mucho valor... la belleza que vi en nuestra Señora era extremadamente grande, aun cuando no podía definir sus facciones, pero era toda la forma de su cara, revestida de blanco,
con un gran y suave esplendor. No vi a Sn. José claramente pero sabía que estaba allí. Nuestra Señora parecía ser bastante joven... Cuando la Virgen María y San José estuvieron conmigo por bastante tiempo, yo experimentaba el mas grande gozo que hubiera sentido y no hubiera querido salir de el. Los vi entonces subir al cielo con una multitud de ángeles. Yo me quedé en gran soledad, aun cuando estaba confortada y animada, me quedé tan recogida, que por algún tiempo no pude moverme, ni hablar. Yo estaba poseída por un fuerte deseo de ser consumida por el amor de Dios. Nunca he tenido la duda que fue una visión que vino de Dios. Me dejó en gran consolación y paz."
San Francisco de Asis
¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios,
María, virgen convertida en templo,
y elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por El con su santísimo
Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito;
que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia
y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios!
Salve, tabernáculo de Dios!
¡Salve, casa de Dios!
¡Salve, vestidura de Dios!
¡Salve, esclava de Dios!
¡Salve, Madre de Dios!
¡Salve también todas vosotras,
santas virtudes, que, por la gracia
e iluminación del Espíritu Santo
sois infundidas en los corazones
de los fieles para hacerlos,
de infieles, fieles a Dios!
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Dios lo bendiga y tenga alguna vz la diche de Santa teresa de Avila de ver a la Virgen Maria.