El abortista de Arkansas: Hay gente mala, mala.
La banalización del aborto y la cultura de la muerte
Redacción - 14/01/2006
El doctor Harrison explica a la cadena norteamericana ABC su rutina durante años: tres abortos antes de comer y otros tres por la tarde. Los abortistas han defendido siempre que éste es un acto aséptico, pero comienzan a surgir voces discrepantes. Un psicólogo pro abortista refuta la tesis oficial de la American Psychological Association, según la cual el aborto es inofensivo para la madre. Quizá por ello se busca “cobertura espiritual”. “Mi religión es un sacrificio ritual sagrado de niños”, dice la propietaria de una importante clínica y co-fundadora de una secta
La cadena norteamericana ABC ha encontrado un nuevo héroe: “El abortista de Arkansas”. No es una “biografía ejemplar” precisamente convencional, pero contiene todos los ingredientes necesarios para elevar a este hombre a los altares de lo políticamente correcto. El Robin Hood contemporáneo se dedica a ayudar a las pobres mujeres desamparadas que arrastran la tortura de un embarazo no deseado. Por eso –continúa la noticia- “ni el doctor ni sus pacientes se avergüenzan de ese título”.
William Harrison, de 70 años, calcula haber practicado en su larga vida profesional al menos 10.000 abortos, o quizá el doble. Su historia es la de una “conversión”. Se especializó en obstetricia por la alegría que había experimentado en el nacimiento de su propio hijo. Y entonces llegó una mujer a su consulta: “Parecía muy triste. Cuando le pregunte cuál era el problema, me explicó que tenía un tumor en el estómago. La examiné y, rápidamente, comprobé que estaba en una fase avanzada de embarazo. Ella me miró y comenzó a llorar: ‘Oh, Dios, doctor. Esperaba que fuera un cáncer’. No he contado esta historia desde hace años, porque cada vez que la cuento, lloro” (Añade la ABC que los ojos de Harrison se llenan de lágrimas mientras narra el momento de su “conversión”). ¡Una mujer prefería una enfermedad casi mortal a un embarazo!
Llegaron después las mujeres traumatizadas y mutiladas por haber tratado de abortar ellas mismas en casa con sustancias químicas. Y Harrison se convenció de que “tenía que haber un modo más humano de afrontar los embarazos no deseados”. Ocurrió en 1969. El Estado de Arkansas legalizó el aborto. El teléfono del doctor no paraba de sonar. Practicaba tres abortos antes de comer y otros tres por la tarde, cuatro días a la semana.
Su conciencia está tranquila: “Considero la vida de la madre mucho más importante que esa pequeña mancha de tejido, y eso es a lo que se reduce este problema”. El entrevistador objeta entonces que “esa pequeña mancha” tiene un corazón y un cerebro. Harrison asiente, pero guarda un as debajo de la manga: cree firmemente que las madres cuyos embriones él aborta “nacen de nuevo”, porque esas jóvenes mujeres que pensaban que sus vidas estaban arruinadas para siempre por un embarazo no deseado han recuperado el control de sus vidas.
Pero la cuestión no parece tan sencilla como desearía Harrison. El doctor David M. Fergusson, psicólogo que se define como “pro abortista, ateo y racionalista”, ha publicado el resultado de un estudio, en la prestigiosa revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, en el que refuta la tesis oficial de la American Psychological Association, según la cual no existe vínculo alguno entre el aborto y la salud mental de la madre. Los resultados de Fergusson demuestran una tendencia mucho mayor entre las mujeres que han abortado al suicidio, la depresión grave, los trastornos de ansiedad y la drogodependencia.
El aporte de Fergusson consiste en establecer claramente que el aborto ha sido la causa de esos problemas, y no a la inversa, como pretenden los abortistas para, así, justificarlo por el “riesgo para la salud mental de la madre”. Al haber estudiado a 500 mujeres de diversa procedencia y circunstancias durante un largo período de tiempo, Fergusson ha podido ir descartando variables socioeconómicas y psicológicas como desencadenantes del aborto. Si después aparecen los trastornos donde antes no los había, debe concluirse que ha sido el aborto lo que los ha provocado.
En una entrevista con una emisora de radio australiana, Fergusson se declara, pese a todo, pro abortista, pero considera ilícito silenciar estos riesgos, siempre presentes, según su estudio, cualquiera que sea el procedimiento del aborto. “Este asunto ha sido claramente muy poco estudiado”, dice. Ha habido mucho debate acerca de si el aborto produce o no efectos dañinos, pero la investigación ha sido muy limitada”.
¿Conclusión? El hombre es un ser moral, le guste o no. El bello Dorian Gray de Oscar Wilde, mito que antecede a la proclamación del superhombre moderno que crea su propia moral, no puede escapar a las consecuencias de sus actos.
El hombre necesita justificar sus actos. Media House International publica un espeluznante ensayo sobre “Las raíces ocultas del aborto” (www.forerunner.com/champion/X0040_Massacre_of_Innocenc.html). En él se demuestra una creciente relación entre el Wicca (una conjunción brujería, neopaganismo, ocultismo…) y el aborto. O, más exactamente, la estrategia de los abortistas para tomar las riendas del neopaganismo en Occidente (new age, astrología, culto a la Madre Tierra, culto a la Diosa…)
En agosto de 1992, tres empleadas de la clínica abortista Aware Woman For Choice (Mujer Concienciada para la Elección) registraron una organización religiosa sin ánimo de lucro denominada Wiccan Religious Cooperative of Florida (Cooperativa Wiccan de Florida). Poco después, otra empleada de la clínica publicó un libro titulado “El sacramento del aborto”. Su autora, que se autoproclama bruja, presenta el aborto como “un sacrificio a Artemisa, que se niega a conceder el don de la vida si el regalo no es puro”.
La principal publicación Wiccan en el mundo se refería al Wiccan Religious Cooperative of Florida como “un grupo paraguas (para el aborto) bajo el cual muchas personas trabajan por la paz y armonía ‘Por el Dios de Todos’” (de hecho, este tipo de organizaciones han apoyado activamente el proyecto de la Asamblea Mundial de las Religiones). La clínica se convirtió en algo así como un “santuario” y varias brujas utilizan todos sus poderes mágicos para protegerla. Y, más mundanamente, hacen campañas entre grupos afines para promover el aborto en todo el mundo.
Aunque las brujas contemporáneas rechazan, oficialmente, los cultos sangrientos, sus creencias religiosas derivan de viejas religiones que practicaban sacrificios humanos y, fundamentalmente, de niños, además de toda una serie de rituales sexuales que incluían la homosexualidad y el adulterio. “Mi religión es un sacrificio ritual sagrado de niños”, dice Patricia Baird-Windle, fundadora y propietaria de la clínica abortista Aware Woman Center for Choice. “Tu practicas tu religión. Déjame practicar la mía”, continúa.
El ensayo “La Masacre de inocentes. Las raíces ocultas del aborto” rastrea los vínculos entre viejas religiones paganas (mesopotámicas, célticas, nórdicas, indias, africanas, precolombinas…) y los cultos Wicca. No es un fenómeno nuevo. La brujería medieval resucitó muchos de sus elementos, incluidos los sacrificios humanos, sin que esto –dice el ensayo- pueda justificar muchas persecuciones crueles e injustas cometidas en nombre del cristianismo.
En la Francia del siglo XVII, hubo también un rebrote de neopaganismo con sacrificios de niños abortados. El acta de uno de los juicios recoge lo siguiente: “En una de las misas de Madame de Montespan, vi a mi madre traer a un bebé, obviamente prematuro, y colocarlo en una fuente sobre la cual su garganta estaba cortada y su sangre se derramaba dentro de un cáliz”.
Mucho más conocidos son los vínculos entre el nazismo y el ocultismo. Es recurrente el culto a la pureza de sangre (de nuevo la sangre), que justifica el exterminio o la esterilización de pueblos enteros.
También es pública la admiración que siente Margaret Sanger, la fundadora de la principal organización abortista del mundo, Planned Parenthood (Paternidad Planificada), por la ideología nazi de la eugenesia, además de todo tipo de cultos neopaganos como la numerología o las ciencias ocultas. De hecho, su organización ha propagado con éxito el aborto entre los no blancos, como documenta Vidahumana.org.
En las conclusiones del ensayo, se afirma que “América se está volviendo hacia la religión pagana porque la Iglesia se ha convertido en culturalmente irrelevante”. A ello se añade la “ignorancia” de la “mayoría de los cristianos” acerca del resurgimiento de este neopaganismo. “El cristiano medio se conforma con ir a misa los domingos, pero no es políticamente activo. Con la inmoralidad pagana cada vez más ‘codificada’ en los niveles más altos del Gobierno, hace falta que la Iglesia cumpla con su misión profética para hacer frente a la idolatría”.
Y si esto ocurre entre los católicos, que pueden presumir de contar con un poderoso bagaje intelectual que les permite aportar argumentos sólidos al debate público, la situación es aún peor entre protestantes. Ayer mismo, una Iglesia Baptista norteamericana ofreció un revelador ejemplo de cómo los cristianos se rinden ante el “Espíritu de los Tiempos”, cuya “Biblia” es el pensamiento políticamente correcto. Una agencia de publicidad se negó a elaborar un cartel en el que se decía que “El aborto mata a bebés”, por considerarlo “ofensivo”. Y el pastor se plegó a las exigencias de eliminar la palabra “bebés” y el verbo “matar”. Finalmente, habrá una frase que compara el aborto con las armas de destrucción masivas. Todo muy impersonal, para no herir sensibilidades.
http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?id=8989&idNodo=-3
La banalización del aborto y la cultura de la muerte
Redacción - 14/01/2006
El doctor Harrison explica a la cadena norteamericana ABC su rutina durante años: tres abortos antes de comer y otros tres por la tarde. Los abortistas han defendido siempre que éste es un acto aséptico, pero comienzan a surgir voces discrepantes. Un psicólogo pro abortista refuta la tesis oficial de la American Psychological Association, según la cual el aborto es inofensivo para la madre. Quizá por ello se busca “cobertura espiritual”. “Mi religión es un sacrificio ritual sagrado de niños”, dice la propietaria de una importante clínica y co-fundadora de una secta
La cadena norteamericana ABC ha encontrado un nuevo héroe: “El abortista de Arkansas”. No es una “biografía ejemplar” precisamente convencional, pero contiene todos los ingredientes necesarios para elevar a este hombre a los altares de lo políticamente correcto. El Robin Hood contemporáneo se dedica a ayudar a las pobres mujeres desamparadas que arrastran la tortura de un embarazo no deseado. Por eso –continúa la noticia- “ni el doctor ni sus pacientes se avergüenzan de ese título”.
William Harrison, de 70 años, calcula haber practicado en su larga vida profesional al menos 10.000 abortos, o quizá el doble. Su historia es la de una “conversión”. Se especializó en obstetricia por la alegría que había experimentado en el nacimiento de su propio hijo. Y entonces llegó una mujer a su consulta: “Parecía muy triste. Cuando le pregunte cuál era el problema, me explicó que tenía un tumor en el estómago. La examiné y, rápidamente, comprobé que estaba en una fase avanzada de embarazo. Ella me miró y comenzó a llorar: ‘Oh, Dios, doctor. Esperaba que fuera un cáncer’. No he contado esta historia desde hace años, porque cada vez que la cuento, lloro” (Añade la ABC que los ojos de Harrison se llenan de lágrimas mientras narra el momento de su “conversión”). ¡Una mujer prefería una enfermedad casi mortal a un embarazo!
Llegaron después las mujeres traumatizadas y mutiladas por haber tratado de abortar ellas mismas en casa con sustancias químicas. Y Harrison se convenció de que “tenía que haber un modo más humano de afrontar los embarazos no deseados”. Ocurrió en 1969. El Estado de Arkansas legalizó el aborto. El teléfono del doctor no paraba de sonar. Practicaba tres abortos antes de comer y otros tres por la tarde, cuatro días a la semana.
Su conciencia está tranquila: “Considero la vida de la madre mucho más importante que esa pequeña mancha de tejido, y eso es a lo que se reduce este problema”. El entrevistador objeta entonces que “esa pequeña mancha” tiene un corazón y un cerebro. Harrison asiente, pero guarda un as debajo de la manga: cree firmemente que las madres cuyos embriones él aborta “nacen de nuevo”, porque esas jóvenes mujeres que pensaban que sus vidas estaban arruinadas para siempre por un embarazo no deseado han recuperado el control de sus vidas.
Pero la cuestión no parece tan sencilla como desearía Harrison. El doctor David M. Fergusson, psicólogo que se define como “pro abortista, ateo y racionalista”, ha publicado el resultado de un estudio, en la prestigiosa revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, en el que refuta la tesis oficial de la American Psychological Association, según la cual no existe vínculo alguno entre el aborto y la salud mental de la madre. Los resultados de Fergusson demuestran una tendencia mucho mayor entre las mujeres que han abortado al suicidio, la depresión grave, los trastornos de ansiedad y la drogodependencia.
El aporte de Fergusson consiste en establecer claramente que el aborto ha sido la causa de esos problemas, y no a la inversa, como pretenden los abortistas para, así, justificarlo por el “riesgo para la salud mental de la madre”. Al haber estudiado a 500 mujeres de diversa procedencia y circunstancias durante un largo período de tiempo, Fergusson ha podido ir descartando variables socioeconómicas y psicológicas como desencadenantes del aborto. Si después aparecen los trastornos donde antes no los había, debe concluirse que ha sido el aborto lo que los ha provocado.
En una entrevista con una emisora de radio australiana, Fergusson se declara, pese a todo, pro abortista, pero considera ilícito silenciar estos riesgos, siempre presentes, según su estudio, cualquiera que sea el procedimiento del aborto. “Este asunto ha sido claramente muy poco estudiado”, dice. Ha habido mucho debate acerca de si el aborto produce o no efectos dañinos, pero la investigación ha sido muy limitada”.
¿Conclusión? El hombre es un ser moral, le guste o no. El bello Dorian Gray de Oscar Wilde, mito que antecede a la proclamación del superhombre moderno que crea su propia moral, no puede escapar a las consecuencias de sus actos.
El hombre necesita justificar sus actos. Media House International publica un espeluznante ensayo sobre “Las raíces ocultas del aborto” (www.forerunner.com/champion/X0040_Massacre_of_Innocenc.html). En él se demuestra una creciente relación entre el Wicca (una conjunción brujería, neopaganismo, ocultismo…) y el aborto. O, más exactamente, la estrategia de los abortistas para tomar las riendas del neopaganismo en Occidente (new age, astrología, culto a la Madre Tierra, culto a la Diosa…)
En agosto de 1992, tres empleadas de la clínica abortista Aware Woman For Choice (Mujer Concienciada para la Elección) registraron una organización religiosa sin ánimo de lucro denominada Wiccan Religious Cooperative of Florida (Cooperativa Wiccan de Florida). Poco después, otra empleada de la clínica publicó un libro titulado “El sacramento del aborto”. Su autora, que se autoproclama bruja, presenta el aborto como “un sacrificio a Artemisa, que se niega a conceder el don de la vida si el regalo no es puro”.
La principal publicación Wiccan en el mundo se refería al Wiccan Religious Cooperative of Florida como “un grupo paraguas (para el aborto) bajo el cual muchas personas trabajan por la paz y armonía ‘Por el Dios de Todos’” (de hecho, este tipo de organizaciones han apoyado activamente el proyecto de la Asamblea Mundial de las Religiones). La clínica se convirtió en algo así como un “santuario” y varias brujas utilizan todos sus poderes mágicos para protegerla. Y, más mundanamente, hacen campañas entre grupos afines para promover el aborto en todo el mundo.
Aunque las brujas contemporáneas rechazan, oficialmente, los cultos sangrientos, sus creencias religiosas derivan de viejas religiones que practicaban sacrificios humanos y, fundamentalmente, de niños, además de toda una serie de rituales sexuales que incluían la homosexualidad y el adulterio. “Mi religión es un sacrificio ritual sagrado de niños”, dice Patricia Baird-Windle, fundadora y propietaria de la clínica abortista Aware Woman Center for Choice. “Tu practicas tu religión. Déjame practicar la mía”, continúa.
El ensayo “La Masacre de inocentes. Las raíces ocultas del aborto” rastrea los vínculos entre viejas religiones paganas (mesopotámicas, célticas, nórdicas, indias, africanas, precolombinas…) y los cultos Wicca. No es un fenómeno nuevo. La brujería medieval resucitó muchos de sus elementos, incluidos los sacrificios humanos, sin que esto –dice el ensayo- pueda justificar muchas persecuciones crueles e injustas cometidas en nombre del cristianismo.
En la Francia del siglo XVII, hubo también un rebrote de neopaganismo con sacrificios de niños abortados. El acta de uno de los juicios recoge lo siguiente: “En una de las misas de Madame de Montespan, vi a mi madre traer a un bebé, obviamente prematuro, y colocarlo en una fuente sobre la cual su garganta estaba cortada y su sangre se derramaba dentro de un cáliz”.
Mucho más conocidos son los vínculos entre el nazismo y el ocultismo. Es recurrente el culto a la pureza de sangre (de nuevo la sangre), que justifica el exterminio o la esterilización de pueblos enteros.
También es pública la admiración que siente Margaret Sanger, la fundadora de la principal organización abortista del mundo, Planned Parenthood (Paternidad Planificada), por la ideología nazi de la eugenesia, además de todo tipo de cultos neopaganos como la numerología o las ciencias ocultas. De hecho, su organización ha propagado con éxito el aborto entre los no blancos, como documenta Vidahumana.org.
En las conclusiones del ensayo, se afirma que “América se está volviendo hacia la religión pagana porque la Iglesia se ha convertido en culturalmente irrelevante”. A ello se añade la “ignorancia” de la “mayoría de los cristianos” acerca del resurgimiento de este neopaganismo. “El cristiano medio se conforma con ir a misa los domingos, pero no es políticamente activo. Con la inmoralidad pagana cada vez más ‘codificada’ en los niveles más altos del Gobierno, hace falta que la Iglesia cumpla con su misión profética para hacer frente a la idolatría”.
Y si esto ocurre entre los católicos, que pueden presumir de contar con un poderoso bagaje intelectual que les permite aportar argumentos sólidos al debate público, la situación es aún peor entre protestantes. Ayer mismo, una Iglesia Baptista norteamericana ofreció un revelador ejemplo de cómo los cristianos se rinden ante el “Espíritu de los Tiempos”, cuya “Biblia” es el pensamiento políticamente correcto. Una agencia de publicidad se negó a elaborar un cartel en el que se decía que “El aborto mata a bebés”, por considerarlo “ofensivo”. Y el pastor se plegó a las exigencias de eliminar la palabra “bebés” y el verbo “matar”. Finalmente, habrá una frase que compara el aborto con las armas de destrucción masivas. Todo muy impersonal, para no herir sensibilidades.
http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?id=8989&idNodo=-3