Año 30 D.C.
(Hay que recordar que según los más respetados historiadores el nacimiento de Jesús tuvo cabida alrededor de unos 7 años antes de la fecha que el papa Gregorio «por eso se llama calendario gregoriano» actualizó el calendario a partir del nacimiento de Jesús).
Pocos días después de Pentecostes, de la extraordinaria venida del Espíritu de la Verdad a toda la raza humana, surgió un cisma. Empezaron las redacciones de la historia de Jesús, empezando con Mateo Leví. Luego le siguío Andrés (Aparentemente se conoce a ciencia cierta que existió un documento, el supuesto documento Q, en el que se basaron varios de los evangelios, pues se cree que son los documentos “perdidos”).
En estos primeros documentos se basó todo, absolutamente todo en la extraordinaria impresión que tenían la mayoría de los apóstoles con respecto a la muerte, resurección y ascención de Jesús a los cielos. Tanto fue el impacto de proclamar un Jesús poderoso de la muerte, triunfante y por supuesto decidido a volver a la Tierra nuevamente que olvidaron (o sustituyeron) su principal mensaje… Eclipsaron su verdad.
El mensaje de que Todos somos hijos de un Dios-Padre(Ab-bâ)que nos quiere incondicionalmente. Que no dudaría dejar las 99 ovejas e ir en pos de aquella oveja descarriada. Que tanto nos ama que no hace ACEPCION de personas, tanto que fuera judió, gentil, rico o pobre, hombre o mujer, niño o anciano.
Que ese amor del Padre es ilimitado. Que Dios es el mismo ayer hoy y siempre. Que Dios es amor.
Pero eclipsaron todo eso, o parte de eso, por las impresiones que les habían dejado para los apóstoles la resurección del maestro. ¡Jesús había resucitado!. Era los primeros mensajes de los apóstoles. ¡El volvería!. Estaban tan cegados en esta promesa del maestro, que olvidaron por así decirlo el mensaje más importante:
¡Que Dios es un Padre que nos ama a TODOS incondicionalmente si tu fueras judío, gentil, rico o pobre, libre o esclavo!.
¡Que todos somos iguales y por tanto hermanos, no por fe unicamente, hermanos fisicamente! ¡Que venimos de un mismo origen y vamos hacia un mismo destino… Hacia el Padre!¡Que debemos y podemos amarnos los unos a los otros!.
El mensaje en el que Jesús tan valiente, paciente y amorosamente proclamó durante tres años, tres largos alegres y extraordinarios años, fue eclipsado de la noche a la mañana por un mensaje que los apóstoles creían “mejor”. El mensaje de Jesús resucitado!. El tema central no sería el amor del Padre,de Ab-bâ para Todos, el tema central ahora sería «el señor Jesucristo».Cristo estaba a punto de volverse el credo de la iglesia en rápida formación. Jesús vive; él murió por los hombres; él dio el espíritu; él regresará de nuevo. Jesús colmaba todos sus pensamientos y determinaba todo su nuevo concepto de Dios y de todo lo demás. Estaban demasiado entusiasmados con la nueva doctrina de que «Dios es el Padre del Señor Jesús» para preocuparse por el antiguo mensaje de que «Dios es el Padre amante de todos los hombres», aun de cada persona.
¿Y el mensaje del evangelio del reino?¿El mensaje de las buenas nuevas?¿El mensaje de amor y paz?
Pues fue cambiado, cambiado por el mensaje de un Jesús triunfador. Un Jesús que vence a la muerte.
Si bien es cierto que Jesús resucitó, el verdadero mensaje de amor y paz, de tolerancia y compresión, de ir a proclamar por todo el mundo las BUENAS NUEVAS fue sustituido por otro «mensaje» mucho más importante según los primeros cristianos.
Hoy 2005 casi 2006 años después de todos estos grandes acontecimientos surge nuevamente la pregunta: ¿Podremos alguna vez TODOS volver al evangelio que Jesús proclamaba tan alegre, valerosa y tiernamente? ¿Estaremos lo suficientemente maduros para comprender que «hermanos» no significa decirlo unicamente a las personas que van a las congregaciones e «iglesias», sino a TODO nuestro PROJIMO sin hacer acepción de personas?¿O volveremos a lo que más ha gustado, a estar cómodos en las iglesias y dejar atrás la extraordinaria aventura personal de buscar a Dios por Fe, en el corazón y en el corazón de TODOS nuestros hermanos, amar a nuestro querido Padre a Ab-bâ y amarnos los unos a los otros TODOS como verdaderos hermanos?¿O volveremos a olvidar a Ab-bâ, a nuestro querido Padre celestial, que Jesús proclamaba, para seguir con la acostumbrada tranquilidad que proporcionan las «iglesias»?.
(Hay que recordar que según los más respetados historiadores el nacimiento de Jesús tuvo cabida alrededor de unos 7 años antes de la fecha que el papa Gregorio «por eso se llama calendario gregoriano» actualizó el calendario a partir del nacimiento de Jesús).
Pocos días después de Pentecostes, de la extraordinaria venida del Espíritu de la Verdad a toda la raza humana, surgió un cisma. Empezaron las redacciones de la historia de Jesús, empezando con Mateo Leví. Luego le siguío Andrés (Aparentemente se conoce a ciencia cierta que existió un documento, el supuesto documento Q, en el que se basaron varios de los evangelios, pues se cree que son los documentos “perdidos”).
En estos primeros documentos se basó todo, absolutamente todo en la extraordinaria impresión que tenían la mayoría de los apóstoles con respecto a la muerte, resurección y ascención de Jesús a los cielos. Tanto fue el impacto de proclamar un Jesús poderoso de la muerte, triunfante y por supuesto decidido a volver a la Tierra nuevamente que olvidaron (o sustituyeron) su principal mensaje… Eclipsaron su verdad.
El mensaje de que Todos somos hijos de un Dios-Padre(Ab-bâ)que nos quiere incondicionalmente. Que no dudaría dejar las 99 ovejas e ir en pos de aquella oveja descarriada. Que tanto nos ama que no hace ACEPCION de personas, tanto que fuera judió, gentil, rico o pobre, hombre o mujer, niño o anciano.
Que ese amor del Padre es ilimitado. Que Dios es el mismo ayer hoy y siempre. Que Dios es amor.
Pero eclipsaron todo eso, o parte de eso, por las impresiones que les habían dejado para los apóstoles la resurección del maestro. ¡Jesús había resucitado!. Era los primeros mensajes de los apóstoles. ¡El volvería!. Estaban tan cegados en esta promesa del maestro, que olvidaron por así decirlo el mensaje más importante:
¡Que Dios es un Padre que nos ama a TODOS incondicionalmente si tu fueras judío, gentil, rico o pobre, libre o esclavo!.
¡Que todos somos iguales y por tanto hermanos, no por fe unicamente, hermanos fisicamente! ¡Que venimos de un mismo origen y vamos hacia un mismo destino… Hacia el Padre!¡Que debemos y podemos amarnos los unos a los otros!.
El mensaje en el que Jesús tan valiente, paciente y amorosamente proclamó durante tres años, tres largos alegres y extraordinarios años, fue eclipsado de la noche a la mañana por un mensaje que los apóstoles creían “mejor”. El mensaje de Jesús resucitado!. El tema central no sería el amor del Padre,de Ab-bâ para Todos, el tema central ahora sería «el señor Jesucristo».Cristo estaba a punto de volverse el credo de la iglesia en rápida formación. Jesús vive; él murió por los hombres; él dio el espíritu; él regresará de nuevo. Jesús colmaba todos sus pensamientos y determinaba todo su nuevo concepto de Dios y de todo lo demás. Estaban demasiado entusiasmados con la nueva doctrina de que «Dios es el Padre del Señor Jesús» para preocuparse por el antiguo mensaje de que «Dios es el Padre amante de todos los hombres», aun de cada persona.
¿Y el mensaje del evangelio del reino?¿El mensaje de las buenas nuevas?¿El mensaje de amor y paz?
Pues fue cambiado, cambiado por el mensaje de un Jesús triunfador. Un Jesús que vence a la muerte.
Si bien es cierto que Jesús resucitó, el verdadero mensaje de amor y paz, de tolerancia y compresión, de ir a proclamar por todo el mundo las BUENAS NUEVAS fue sustituido por otro «mensaje» mucho más importante según los primeros cristianos.
Hoy 2005 casi 2006 años después de todos estos grandes acontecimientos surge nuevamente la pregunta: ¿Podremos alguna vez TODOS volver al evangelio que Jesús proclamaba tan alegre, valerosa y tiernamente? ¿Estaremos lo suficientemente maduros para comprender que «hermanos» no significa decirlo unicamente a las personas que van a las congregaciones e «iglesias», sino a TODO nuestro PROJIMO sin hacer acepción de personas?¿O volveremos a lo que más ha gustado, a estar cómodos en las iglesias y dejar atrás la extraordinaria aventura personal de buscar a Dios por Fe, en el corazón y en el corazón de TODOS nuestros hermanos, amar a nuestro querido Padre a Ab-bâ y amarnos los unos a los otros TODOS como verdaderos hermanos?¿O volveremos a olvidar a Ab-bâ, a nuestro querido Padre celestial, que Jesús proclamaba, para seguir con la acostumbrada tranquilidad que proporcionan las «iglesias»?.