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Kepler, Johannes (1571-1630)
Célebre astrónomo alemán, nacido en Weil der Stadt, localidad cercana a Stuttgart, el 27 de diciembre de 1571 y fallecido en Ratisbona el 15 de noviembre de 1630. Enunció las leyes que describen el movimiento de los planetas y es uno de los puntales de la teoría heliocéntrica.
Kepler llevó una vida infeliz, marcada en su juventud por enfermedades físicas -una desafortunada viruela debilitó irreversiblemente su vista y semiparalizó sus manos- y desgracias familiares y personales de todo tipo, entre otras ver condenada por brujería a su madre, quien aunque pudo salvarse de la hoguera, permaneció en prisión de por vida.
Hacia 1600 fue Kepler víctima de la persecución religiosa contra los protestantes y perdió su puesto docente. En 1611 fallecieron tanto su primera esposa, que sufría de problemas psiquiátricos severos, como uno de sus cinco hijos (su segunda esposa, con la que tuvo otros siete vástagos, falleció también antes que él, al igual que todos sus hijos).
Los acuciantes problemas económicos que padeció durante toda su vida y la persecución que sufrió por sus ideas religiosas le hicieron refugiarse en diversas ciudades alemanas y austriacas. Kepler murió cuando aún no había llegado a los sesenta años en Ratisbona el 15 de noviembre de 1630, durante un viaje emprendido para tratar de obtener ciertas cantidades de dinero que le debían.
A pesar de que su vida es muy desgraciada, escribe:
Te doy gracias, Dios Creador, porque me has concedido la felicidad de estudiar lo que Tú has hecho, y me regocijo de ocuparme de Tus obras. Me ha cabido el honor de mostrar a los hombres la gloria de tu Creación, o, por lo menos, de aquella parte de Tu infinito reino que ha sido accesible a mis escasas luces.
Día vendrá en el que podremos leer a Dios en la Naturaleza como lo leemos en las Sagradas Escrituras.
Hasta ahora he proclamado la obra de Dios creador. Queda ahora por cerrar la continuación de las demostraciones, para elevar finalmente al cielo los ojos y las manos y, piadoso y suplicante, rogar al Padre de las luces:
Oh tú que despiertas en nosotros, por la luz de la naturaleza, el deseo de la luz de la gracia, a fin de conducirnos por ella a la luz de gloria: te doy gracias, Señor Creador, que me has deleitado con lo que has hecho y me has recogido con la obra de tus manos.
Ahora yo he terminado la obra de mi profesión, habiendo empleado todas las fuerzas del talento que tú me has dado; he manifestado la gloria de tus obras a los hombres que lean estas demostraciones, por lo menos en la medida en que la estrechez de mi inteligencia ha podido captar su infinitud; mi espíritu ha estado atento a filosofar correctamente.
Si he producido alguna cosa indigna de tus designios, yo, gusanillo nacido y alimentado en el bando del pecado, inspírame tú lo que quieres que sepan los hombres, a fin de que me corrija.
Si he caído en la temeridad frente a la belleza admirable de tus obras o si he buscado mi propia gloria ante los hombres, mientras avanzaba en una obra destinada a tu gloria, benigno, misericordioso, perdóname.
Dígnate, en fin, velar en tu bondad para que estas demostraciones sirvan para tu gloria y para la salvación de las almas en lugar de serles obstáculo.
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Kepler, Johannes (1571-1630)
Célebre astrónomo alemán, nacido en Weil der Stadt, localidad cercana a Stuttgart, el 27 de diciembre de 1571 y fallecido en Ratisbona el 15 de noviembre de 1630. Enunció las leyes que describen el movimiento de los planetas y es uno de los puntales de la teoría heliocéntrica.
Kepler llevó una vida infeliz, marcada en su juventud por enfermedades físicas -una desafortunada viruela debilitó irreversiblemente su vista y semiparalizó sus manos- y desgracias familiares y personales de todo tipo, entre otras ver condenada por brujería a su madre, quien aunque pudo salvarse de la hoguera, permaneció en prisión de por vida.
Hacia 1600 fue Kepler víctima de la persecución religiosa contra los protestantes y perdió su puesto docente. En 1611 fallecieron tanto su primera esposa, que sufría de problemas psiquiátricos severos, como uno de sus cinco hijos (su segunda esposa, con la que tuvo otros siete vástagos, falleció también antes que él, al igual que todos sus hijos).
Los acuciantes problemas económicos que padeció durante toda su vida y la persecución que sufrió por sus ideas religiosas le hicieron refugiarse en diversas ciudades alemanas y austriacas. Kepler murió cuando aún no había llegado a los sesenta años en Ratisbona el 15 de noviembre de 1630, durante un viaje emprendido para tratar de obtener ciertas cantidades de dinero que le debían.
A pesar de que su vida es muy desgraciada, escribe:
Te doy gracias, Dios Creador, porque me has concedido la felicidad de estudiar lo que Tú has hecho, y me regocijo de ocuparme de Tus obras. Me ha cabido el honor de mostrar a los hombres la gloria de tu Creación, o, por lo menos, de aquella parte de Tu infinito reino que ha sido accesible a mis escasas luces.
Día vendrá en el que podremos leer a Dios en la Naturaleza como lo leemos en las Sagradas Escrituras.
Hasta ahora he proclamado la obra de Dios creador. Queda ahora por cerrar la continuación de las demostraciones, para elevar finalmente al cielo los ojos y las manos y, piadoso y suplicante, rogar al Padre de las luces:
Oh tú que despiertas en nosotros, por la luz de la naturaleza, el deseo de la luz de la gracia, a fin de conducirnos por ella a la luz de gloria: te doy gracias, Señor Creador, que me has deleitado con lo que has hecho y me has recogido con la obra de tus manos.
Ahora yo he terminado la obra de mi profesión, habiendo empleado todas las fuerzas del talento que tú me has dado; he manifestado la gloria de tus obras a los hombres que lean estas demostraciones, por lo menos en la medida en que la estrechez de mi inteligencia ha podido captar su infinitud; mi espíritu ha estado atento a filosofar correctamente.
Si he producido alguna cosa indigna de tus designios, yo, gusanillo nacido y alimentado en el bando del pecado, inspírame tú lo que quieres que sepan los hombres, a fin de que me corrija.
Si he caído en la temeridad frente a la belleza admirable de tus obras o si he buscado mi propia gloria ante los hombres, mientras avanzaba en una obra destinada a tu gloria, benigno, misericordioso, perdóname.
Dígnate, en fin, velar en tu bondad para que estas demostraciones sirvan para tu gloria y para la salvación de las almas en lugar de serles obstáculo.
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