Toda nación ha creado su dios, y ese dios siempre se ha parecido a sus creadores. Ha odiado y ha amado todo lo que ellos han odiado y amado, e invaria*ble*mente se le ha visto a favor de los ocupantes del poder. Todo dios ha sido intensamente patriótico, ha detestado a todas las naciones excepto la propia. Todos estos dioses han exigido alabanza, adulación y adora*ción. Muchos de ellos disfrutaban de los sacrificios, y consideraban el olor de la sangre inocente un divino perfume. Todos estos dioses han insistido en tener un vasto número de sacerdotes, y los sacerdotes siempre han insistido en ser mantenidos por el pueblo; y el principal negocio de tales sacerdotes ha sido hacer alardes de su dios, e insistir en que Él podría vencer fácilmente a todos los demás dioses juntos.<o> <o> </o> </o>
Estos dioses han sido fabricados en modelos innumerables y de acuerdo con los patrones más grotes*cos imaginables. Algunos tienen mil brazos, otros cien cabezas, algunos están adornados con collares de serpientes vivas, algunos van armados de garrotes, algunos de espada y escudo, algunos con broqueles, y algunos tienen alas como un querubín; unos son invi*sibles, otros se muestran totalmente, y algunos sola*mente muestran la espalda; algunos eran celosos, otros tontos, uno se convertían en hombres, otros en cisnes, otros en toros, otros en palomas, y algunos en Espíritus Santos y hacían el amor a las bellas hijas de los humanos. Algunos eran casados * todos debían de haberlo sido * y otros eran considerados solteros empedernidos por toda la eternidad. Algunos tuvieron hijos, y los hijos se tornaban dioses y eran adorados como sus padres lo habían sido. La mayoría de estos dioses eran vengativos, salvajes, libidinosos e ignorantes. Como generalmente dependían de sus sacerdotes para informarse, su ignorancia difícilmente puede excitar nuestro asombro.<o> <o>
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Robert G. Ingersoll