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</TD><TD class=textogeneral id=contenido width=474 bgColor=#e6ecf0>Me duele México
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Decía el magnífico Antonio Machado “Me duele España”- Hoy debemos hacer transitar este dolor hasta los meridianos que rodean a México, ese país tan querido, pero que a la vez está permitiendo una barbarie sin nombre en contra de sus conciudadanos de fe evangélica.
El conocido periodista y escritor mexicano Carlos Martínez ha denunciado públicamente que algunos hechos de intolerancia religiosa contra evangélicos que se registran en el país, no son afrontados por las autoridades gubernamentales.
Las autoridades se limitan a arengas morales "que dejan todo a la conciencia de los agresores", dice Martínez, que acusa directamente al secretario (ministro) de Desarrollo Humano, Rafael Ríos Martínez.
Los hechos son apabullantes. Familias expulsadas, a los que se le niega el agua y la luz, o el entierro de sus seres queridos. O que se les quema las casas o se les agrede. Hemos dado noticias contrastadas en las que se han producido desde asesinatos y torturas físicas hasta la negativa a la escolarización de los hijos de evangélicos. Todo por el hecho religioso, a lo que no escapan otros colectivos no católicos.
Y lo peor es la falta de justicia, de alguien que recoja la antorcha apagada del débil y oprimido.
Dicen que un país se identifica según su trato a los desfavorecidos y las minorías. Si esto es así (y creemos que lo es) México no es una democracia, sino una tiranía. Una tiranía moral, religiosa, que mira para otra parte –indiferente- con las típicas buenas palabras que nada hacen y nada cambian.
Y para que el trabajo de Carlos Martínez, y el de todos los que él representa, no quede en nada hace falta que las instituciones de peso y de personas de buena voluntad con puestos de influencia den un paso efectivo al frente.
¿De qué nos sirve el disfrutar la libertad religiosa (aquellos que la tenemos) si esto significa callar ante el sufrimiento de nuestros hermanos? Especialmente cuando el Gobierno del país se define como democrático. Es muy difícil influir en un régimen dictatorial o fundamentalista. Pero una democracia seguro que es más sensible a la voz que denuncia la falta de dignidad, justicia y libertad.
¿Quiere usted, en la forma que mejor considere, ayudar? Por favor, no deje de hacerlo</STRONG>
© Protestante Digital, 2005 (España)El conocido periodista y escritor mexicano Carlos Martínez ha denunciado públicamente que algunos hechos de intolerancia religiosa contra evangélicos que se registran en el país, no son afrontados por las autoridades gubernamentales.
Las autoridades se limitan a arengas morales "que dejan todo a la conciencia de los agresores", dice Martínez, que acusa directamente al secretario (ministro) de Desarrollo Humano, Rafael Ríos Martínez.
Los hechos son apabullantes. Familias expulsadas, a los que se le niega el agua y la luz, o el entierro de sus seres queridos. O que se les quema las casas o se les agrede. Hemos dado noticias contrastadas en las que se han producido desde asesinatos y torturas físicas hasta la negativa a la escolarización de los hijos de evangélicos. Todo por el hecho religioso, a lo que no escapan otros colectivos no católicos.
Y lo peor es la falta de justicia, de alguien que recoja la antorcha apagada del débil y oprimido.
Dicen que un país se identifica según su trato a los desfavorecidos y las minorías. Si esto es así (y creemos que lo es) México no es una democracia, sino una tiranía. Una tiranía moral, religiosa, que mira para otra parte –indiferente- con las típicas buenas palabras que nada hacen y nada cambian.
Y para que el trabajo de Carlos Martínez, y el de todos los que él representa, no quede en nada hace falta que las instituciones de peso y de personas de buena voluntad con puestos de influencia den un paso efectivo al frente.
¿De qué nos sirve el disfrutar la libertad religiosa (aquellos que la tenemos) si esto significa callar ante el sufrimiento de nuestros hermanos? Especialmente cuando el Gobierno del país se define como democrático. Es muy difícil influir en un régimen dictatorial o fundamentalista. Pero una democracia seguro que es más sensible a la voz que denuncia la falta de dignidad, justicia y libertad.
¿Quiere usted, en la forma que mejor considere, ayudar? Por favor, no deje de hacerlo</STRONG>
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