Pablo, en la carta dirigida a los Filipenses, destaca que la obra que dio inicio en nosotros al creer en el evangelio, será terminada por aquel que la empezó en nosotros, "Jesus".
Al leernos mutuamente, no podemos dejar de evidenciar, la obra que el Señor ha hecho en nosotros, pero también queda en evidencia, la obra que falta por terminar.
Muchos de nosotros, estamos llenos de sabiduría y palabra de Dios, pero también estamos llenos todavía de: Altivés, soberbia, arrogancia, celos, ira, contienda, y hasta malidicencia.
Todos tomamos este pasaje, para aplacar a nuestra conciencia, cuando el Espíritu Santo nos redarguye, de haber ofendido o incomodado a nuestro hermano con una palabra o una respuesta inadecuada. No obstante, lo repetimo una y otra vez, y no le permitimos a nuestro Señor, que perfeccione la obra que empezó en nosotros.
Nos hemos atrincherado de tal forma en nuestros propios conceptos, conocimiento, y revelación, que cuando nos contradicen, critican o señalan, lo que para nosotros es algo invariable, reaccionamos a la defensiva y nos llenamos de rabia e ira, en muchos de los casos. Estoy totalmente de acuerdo en el celo por la palabra, por Dios y por nuestra Doctrina. Pero, ¿Estaremos siendo consecuentes con la obra que Dios quiere perfeccionar en nosotros?, ¿Será que nos hemos hechos sordos e incensibles a la corrección de Dios? ¿Será que Dios usa a nuestros hermanos con razón o sin esta, para tratar de moldear mi personalidad y caracter, y llevarme a la altura del varón o varona perfectos delante de él?.
¿Tendríamos el valor de reconocer delante de nuestros hermanos, que tenemos cosas que deben ser cambiadas, y que no solo lo sabemos, sino que las reconocemos cuando reaccionamos airados ante la más minima probocación?.
¿Seremos capaces de compartir nuestras debilidades, para que juntos tomemos nuestras cargas, y en oración las presentemos delante de Dios?
Greivin.
Al leernos mutuamente, no podemos dejar de evidenciar, la obra que el Señor ha hecho en nosotros, pero también queda en evidencia, la obra que falta por terminar.
Muchos de nosotros, estamos llenos de sabiduría y palabra de Dios, pero también estamos llenos todavía de: Altivés, soberbia, arrogancia, celos, ira, contienda, y hasta malidicencia.
Todos tomamos este pasaje, para aplacar a nuestra conciencia, cuando el Espíritu Santo nos redarguye, de haber ofendido o incomodado a nuestro hermano con una palabra o una respuesta inadecuada. No obstante, lo repetimo una y otra vez, y no le permitimos a nuestro Señor, que perfeccione la obra que empezó en nosotros.
Nos hemos atrincherado de tal forma en nuestros propios conceptos, conocimiento, y revelación, que cuando nos contradicen, critican o señalan, lo que para nosotros es algo invariable, reaccionamos a la defensiva y nos llenamos de rabia e ira, en muchos de los casos. Estoy totalmente de acuerdo en el celo por la palabra, por Dios y por nuestra Doctrina. Pero, ¿Estaremos siendo consecuentes con la obra que Dios quiere perfeccionar en nosotros?, ¿Será que nos hemos hechos sordos e incensibles a la corrección de Dios? ¿Será que Dios usa a nuestros hermanos con razón o sin esta, para tratar de moldear mi personalidad y caracter, y llevarme a la altura del varón o varona perfectos delante de él?.
¿Tendríamos el valor de reconocer delante de nuestros hermanos, que tenemos cosas que deben ser cambiadas, y que no solo lo sabemos, sino que las reconocemos cuando reaccionamos airados ante la más minima probocación?.
¿Seremos capaces de compartir nuestras debilidades, para que juntos tomemos nuestras cargas, y en oración las presentemos delante de Dios?
Greivin.