"Los sacerdotes estudian teología largos años, y solo ellos pueden interpretar la Biblia". Bueno, estudian los dogmas de los concilios ecuménicos, los escritos de los "padres de la iglesia" (frase no encontrada en los libros apostólicos), las innumerables tradiciones eclesiásticas, infinidad de ritos y ceremonias, pero ¿estudian la Biblia? ¿Qué sean ellos los únicos capacitados para interpretar la Biblia? Hagamos una prueba sencilla. A que usted mismo puede entender e interpretar la Biblia mejor que ellos. El apóstol Pablo, lleno del Espíritu de Dios, escribió las siguientes palabras: "Es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer... que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?" (1 Timoteo 3:1-5). Según estas instrucciones divinas, ¿deben ser casados los obispos de la iglesia? Una sola respuesta es la correcta. La sabe usted, ¿no? ¡"Es necesario" que sean casados! Usted lo entiende; este servidor lo entiende. ¿Por qué no lo entiende el cura? Fácil: su intelecto ha sido programado por sus muchos estudios teológicos, conforme a los cuales su "madre iglesia", entiéndase la jerarquía católica, cuenta con la autoridad para cambiar los mandamientos del Espíritu Santo. ¡Gran mentira! Nadie tiene tal autoridad. ¡Nadie! Sin embargo, con increíble temeridad, ¡cambiaron el mandamiento! Impusieron el celibato obligatorio para sus obispos. ¿Y las consecuencias? Usted las conoce, ¿no? Gran número de los sacerdotes "celibatos" están acusados de adulterio, abuso de menores o homosexualismo.
Considere: al aceptar usted lo que le enseñan los oficiales de su iglesia, sin jamás cuestionar, comparar o verificar su mensaje por medio de estudios imparciales, entonces ¿no es verdad que usted opta, voluntaria y deliberadamente, por prescindir del uso de sus facultades intelectuales propias precisamente en el campo más importante de la vida, a saber, el espiritual? Haciéndolo, y entregando su alma incondicionalmente al cuidado de seres mortales y falibles, ¿honra usted a sí mismo como ser inteligente, creado a imagen de Dios, y responsable, individual y personalmente, delante de Él, por sus propias decisiones y acciones? Amigo (a) católico (a), no es herejía escuchar a los mensajeros de otras iglesias, sino deber impuesto por el Espíritu Santo. "Escudriñadlo todo; retened lo bueno" (1 Tesalonicenses 5:21). ¿Por qué ha de ser el católico una excepción? Entre todos los seres humanos, ¿será el católico el único privado del derecho de escudriñarlo todo?
¿Creería usted ciegamente en un político que prometiera eliminar, durante su primer año en el puesto, la pobreza, crear empleos, bajar la taza de interés, construir escuelas, construir carreteras, y hacerlo todo mientras reduce el déficit nacional en un ochenta porciento y aumenta las exportaciones en un cien porciento? Al ser cuestionado este individuo, su respuesta al pueblo es: "Yo tengo un doctorado en política y en economía. Por lo tanto, solo deben confiar en mí". ¿Realmente confiaría usted en semejante aseveración sin investigar o analizar? Si lo hace, y luego el hombre no puede cumplir con sus promesas, ¡que sorpresa triste, que decepción se llevará usted! ¿Con qué razón o justificación se repararía usted en el derecho de reclamar, dado que no cuestionó a este político y votó por él sin revisar su programa de gobierno, sus propuestas, su idealogía, sus argumentos, su fundamento, sus hechos, su historial? Muchos ciudadanos de países democráticos han aprendido a estudiar el programa de gobierno de sus candidatos antes de elegirlos. ¿No cree usted que la decisión sobre el "programa" de Dios para su vida sea infinitas veces más importante que la elección de una figura política? ¿Con qué razón confiársela a un ser humano falible?
Para toda persona pensante, librada de prejuicios inculcados durante la infancia, o aprendidos durante la adolescencia y la adultez, librada de todo prejuicio racial, cultural y religioso, hay una verdad universal, a saber: al hombre se le ofrece más de una alternativa para todo lo que tiene importancia espiritual y moral en esta vida. Escoger es su destino; ejercer el libre albedrío es su derecho innegable. En el ámbito moral, espiritual y religioso, el budismo no es la única alternativa. Tampoco lo es el cristianismo. Tampoco el protestantismo. Ni tampoco el catolicismo. La religión católica es, sencillamente, una de las muchas alternativas que puede confrontar y considerar el hombre en su búsqueda del camino correcto. Ser, o no ser, el catolicismo aquel camino correcto no depende de pronunciamientos unilaterales de unos eclesiásticos poderosos y teólogos de renombre sino de pruebas palpables que todo ser humano libre puede analizar.
¿Distorsionado, desde muy temprana edad,
su concepto del mundo religioso?
Al niño, como ser humano en miniatura, como alma en desarrollo, se le hace una gran injusticia cuando sus tutores religiosos, sean de la fe que sean, le llenan de prejuicios, diciéndole infinidad de veces, a lo mejor con fiero y malicioso celo sectario: "¡La fe nuestra es la única! No prestes oído a nadie sino a nosotros. Pecarás si te atreves a hacerlo. Mira que los demás religiosos son unos ignorantes y herejes perversos". Al criarse en semejante ambiente, ingenuamente creyendo todo lo que le inculcan, el niño sufre, sin darse cuenta, lesiones en su mente y espíritu, lesiones que se vuelven masas endurecidas, como calcificadas, que impiden el libre flujo de ideas y el funcionamiento, sin trabas, de la maquinaria de la lógica
. Distorsionado, desde muy temprana edad, su concepto del mundo religioso, ¿cómo podrá ver y apreciar las distintas alternativas disponibles? Privado de conocimientos esenciales, trabada su voluntad, encadenado el hombre fuerte que lo debería ser su libre albedrío, ¿cómo podrá jamás tomar decisiones personales e inteligentes, determinando él mismo lo correcto ante Dios? En tal caso, ¡otras personas ya tomaron las decisiones por él! Desde niño, le quitaron sus derechos. Se adueñaron de su mente y conciencia, encarcelando a su espíritu tras las rejas, oxidadas pero fuertes, de tradiciones y prejuicios religiosos.
Estimado (a) lector (a), ¿quién es dueño de su alma, y de su destino? ¿Usted? O sus padres? ¿O el Papa en Roma? ¿O el párroco de su iglesia? Si el dueño lo es usted mismo, no tenga temor. Abra los ojos para que adquiera conocimiento de las distintas opciones. Le incumbe investigar cada una con mucha paciencia e incansable dedicación, pues su alma está en la balanza espiritual. La herramienta indispensable para una investigación rigurosa que resulte en su salvación eterna es la Biblia. Tal cual todo ser humano normal, usted cuenta con el poder intelectual para entender correctamente la Biblia. Leer y estudiarla sin una teología preconcebida es la clave.
¿Acaso piensa usted que solo los eclesiásticos católicos tengan la capacidad espiritual e intelectual para transmitirle información religiosa fidedigna?
¿Por qué abriga usted semejante idea? ¿Se la inculcaron desde la niñez? "El Santo Padre, cabeza de la iglesia, es infalible en sus ponencias ex cátedra
. La madre Iglesia Católica Romana es fuente de la Verdad. Dio al mundo la Biblia. De ella son los sacramentos. De ella, los hombres ilustres del pasado, y los poderosos del presente. Es la más antigua, la apostólica, la única. En cada diócesis, los únicos maestros autorizados por la madre Iglesia son los sacerdotes. Todos los demás enseñadores de religión son falsos
" Declaraciones impresionantes, fuertes, de exclusivismo singular. Pero, ¡todas hechas por seres humanos falibles! Su veracidad hay que probarla con pruebas indubitables. (1) Pudieran ser todas ciertas. (2) Pudieran ser todas falsas. (3) Entre ellas, pudiera haber algunas correctas y otras erróneas. Entonces, en cuanto a ellas, ¿qué es la verdad? Usted no sabrá la verdad hasta el momento de su muerte si, en vida, no las somete a pruebas imparciales que revelen su verdadera naturaleza. Al morir sin verificar su autenticidad, de repente ¡sabrá la verdad! Pudiera ser demasiado tarde para alterar las consecuencias, ya que nadie podrá alterar el estado espiritual del alma una vez salida del cuerpo físico (Lucas 16:19-31
Distintas posibilidades para el alma. Varias opciones. Diferentes caminos. No se desespere usted ante el panorama un tanto complicado. Desde la antigüedad, el mundo religioso ha sido así. Puede ser que usted se criara en una especie de "Vieja Cueva Religiosa", adornada con objetos y dibujos relacionados al mundo espiritual, alumbrada por las velas de antiguas tradiciones y las antorchas del fanatismo. Pasan los años y se acostumbra uno a la "Cueva", encontrándola cómoda y sencilla. No quisiera abandonarla jamás. Vida simple, existir casi sin pensar o razonar, no cuestionar, fe supersticiosa, culto ritual, seguir ciegamente al sacerdote espiritista, al brujo, al "doctor" del ocultismo, tal cual el hombre cavernario de la Edad de Piedra.
¡Es tan cómodo quedarse conforme con las creencias impartidas en esa cueva espiritual! Pero, hacer esto es engañoso, pues otra realidad es la que se encuentra fuera de la antigua cueva. ¡Es hora de salir de la cueva y confrontar la realidad! La aventura de ir en busca del "Tesoro inigualable de la pura verdad divina que conduce a la vida eterna en el nuevo mundo venidero" es sumamente emocionante. ¿Por qué privarse de tan librante experiencia, escondiéndose en la cueva? Mejor armarse de valor, tomando las riendas de su vida en sus propias manos, que acobardarse ante las grandes decisiones que determinan el destino eterno.Rasgos inconfundibles del gran "Tesoro".
¿Qué le parece dejar en la cueva el bagaje de los ritos tradicionalistas. Venga a observar al cristianismo en su estado original, de pureza prístina, antes de que los religiosos lo tocaran. Su esencia es espiritual, y no material o secular. Pulsa y vibra y brilla con luz celestial. Su altar es espiritual (Hebreos 12:10). Un nuevo "real sacerdocio... sacerdocio santo", compuesto de todo cristiano fiel, ofrece "sacrificios espirituales" (1 Pedro 2:4-9). Sus cánticos son espirituales (Efesios 5:19). Sus obras son espirituales (Hebreos 13:15-16). Su culto es "en espíritu y en verdad" (Juan 4:24). La iglesia misma se describe como "casa espiritual" (1 Pedro 2:4-9). Es de tan elevada espiritualidad que su Fundador dijo: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36).
¿Qué es la crónica más antigua del cristianismo? Pues, el Nuevo Testamento. ¿Lo ha leído usted? Al leerlo, prontamente comprenderá que Cristo, sus apóstoles y los obispos de las congregaciones más primitivas no se desenvolvían como grandes prelados, señores del mundo, gobernadores o administradores de un reino más material y político que espiritual. No hacían alianzas con gobiernos seculares, ni permitían que los gobernantes del mundo se interpusieran, alterando su fe y práctica. No intercambiaban embajadores con los gobiernos mundanos, pues no se rebajaban a nivel de reino mundano. Tampoco se asignaban títulos, puestos, vestuarios o estipendios cuantiosos como los que tienen los reyes, los presidentes, los gobernadores y los demás oficiales de organismos políticos.
¿En qué consiste el valor superior del "Tesoro" de aquel cristianismo que predata al protestantismo y al catolicismo? En que fue una religión puramente espiritual que retaba a todo ser humano (1) a subir al nivel espiritual más alto, (2) sojuzgando la carne al espíritu, (3) transformándose en nueva criatura, en alma de Dios, (4) superando los destructivos prejuicios políticos, sociales y raciales, (5) venciendo lo material y lo sensual, (6) para acercarse a lo divino. Consiste en que fue una religión sumamente equitativa, donde todos los seguidores de Cristo son "hermanos", siendo el más grande el que más y mejor sirve a los demás. Una religión que no toleraba en su seno jerarquías eclesiásticas, con todos sus rangos, títulos, elementos competitivos, intrigas, pomposidades y celos, sino que instaba al hombre a la verdadera humildad, a estimar a los demás como superiores a sí mismo, a no querer enseñorearse de nadie. Una religión estrictamente dedicada a los asuntos propios de la religión verdadera, es decir, a misiones y obras espirituales, y no a la formación o la manipulación de poderes y causas políticas, de negocios mundanos, de empresas capitalistas. Estimado (a) lector (a), ¿será necesario descubrir para usted, con lujo de detalle, la infinidad de vínculos políticos y económicos que la Iglesia Católica Romana, que la Santa Sede, que los cardinales, los arzobispos, los obispos y los demás oficiales han forjado con las naciones y las empresas del mundo? ¿Con las potencias políticas y económicas?
A consecuencia de este matrimonio adúltero entre lo religioso y lo secular, la "santa madre iglesia" no es "santa" sino manchada de pies a cabeza. Sin duda, el cristianismo que predata al catolicismo es infinitamente superior. Es un gran diamante multifacético, cortado y pulido por Dios mismo, que brilla con celestial esplendor fulgente. En cambio, ¿qué es el catolicismo romano? ¿No será una mera amalgama de metales inferiores forjada en los laboratorios de alquimistas medievales?
Le invito a examinar más de cerca el "Tesoro espiritual" que este servidor ha encontrado. Aquel cristianismo primitivo, más antiguo que el catolicismo, fue establecido como organización espiritual sin fines pecuniarios. Según los documentos originales, todas sus obras evangelísticas y benévolas se hicieron mediante generosas ofrendas voluntarias, dadas cada domingo, según prosperara cada miembro. No se cobraban misas u otros sacramentos, ni se vendían objetos religiosos tales como crucifijos, rosarios, velas, santos, reliquias, etcétera. En una ocasión, el Fundador mismo de aquel cristianismo primitivo y puro, con fiera indignación echó fuera del templo a los mercaderes religiosos. ¿Se acuerda usted? Los ministros competentes y espirituales de aquel cristianismo puro no exigían diezmos, como si fueran sacerdotes levíticos que sirvieran conforme el Antiguo Testamento, pues eran ministros de un Nuevo Pacto y no de aquel que fue clavado en la cruz. Tampoco invertían los recursos de la iglesia en negocios, ni solicitaban fondos a los gobiernos. En fin, no hacían ningún tipo de mercadería religiosa. Los documentos originales que atestiguan estos hechos son los siguientes: 1 Corintios 16:1,2; 2 Corintios, capítulos 8 y 9; 2 Pedro 2:1-3; 1 Timoteo 6:1-8; Juan 2:13.17; 2 Corintios 3:6-17 y Colosenses 2:14-16, entre otros muchos.
¿En qué consiste la superioridad de una iglesia que sostiene a sus obreros y sufraga sus obras, solo y exclusivamente, mediante ofrendas voluntarias? En que está orientada más hacia el mundo espiritual y menos hacia el mundial material, enseñando la naturaleza que Cristo mismo le fijó, diciendo: "Mi reino no es de este mundo". Obedeciendo a esta naturaleza, evita el estigma de "materialista", y que tilden a sus ministros y pastores de "asalariados" o "vividores". El dinero no corrompe a tal iglesia. No la desvía de su misión prioritaria. No hace que pervierta su doctrina para congraciarse con los ricos y los poderosos. No la silencia ante el pecado y todo abuso. Sus bendiciones, favores, poderes y demás valores no se compran, no se comprometen, con oro y plata, con ricos donativos, con acciones en las bolsas de valores. No es sobornable. Sus administradores no se vuelven ejecutivos más ocupados con bienes materiales que con asuntos espirituales, pues no se interesan en acumular y manipular enormes sumas de dinero o grandes propiedades.
¿Controla la Iglesia Católica Romana vastas riquezas materiales? De hecho, se considera la entidad más rica, en términos de bienes poseídos, sobre la faz de la tierra. No es de extrañarse que tanta riqueza material la corrompa. Considere, por ejemplo, el escándalo del fracasado Banco Ambrosiano (de Italia) y el enlace que tenía con el Banco del Vaticano (U. S. News and World Report, Página 10, 9 de marzo de 1987). Le pregunto, amigo (a) lector (a): ¿fundaba bancos la iglesia apostólica y primitiva? ¿Comerciaba para enriquecerse materialmente? No solo Cristo sino también los santos apóstoles denunciaban repetidas veces la mercadería religiosa, advirtiendo: "Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas" (2 Pedro 3:1-3). Sin duda, el cristianismo original, el más antiguo, el auténtico presentado en los documentos espirituales más viejos y fidedignos, es muy superior al catolicismo romano.
El "Tesoro espiritual" que encontré y que le estoy enseñando es muy superior al "tesoro" del catolicismo romano. La Iglesia Católica Romana cuenta con muchos tesoros materiales tales como elegantes catedrales, antiguas esculturas, pinturas de artesanos famosos, altares recubiertos de oro y plata y cuantiosas inversiones en las bolsas de valores. Pero, el "tesoro" que este servidor presenta es espiritual y no material. Se trata del muy antiguo tesoro de la pura verdad divina que predata al protestantismo y al catolicismo. Le animo a seguir examinándola. Tómelo en sus manos; lea, escudriñe. Verá que los cristianos que vivían antes de la introducción del catolicismo al mundo, tenían, todos y cada uno, el privilegio y la dicha de acercarse directa y personalmente a Dios. Lo hacían mediante oraciones sinceras y sencillas, hechas en el nombre de Cristo, el único mediador nombrado y autorizado específicamente por Dios. Se presentaban ante Dios sin temores supersticiosos, con mucha confianza, y con la seguridad de que fueran escuchados. No imploraban a María, suplicándole que intercediera por ellos. No imploraban a los santos que habían pasado de esta vida a la otra. Tampoco acudían a sacerdotes constituidos por hombres, pues los apóstoles inspirados les habían enseñado que todo cristiano fiel es sacerdote, reconocido como tal por Dios, con todos los privilegios y los honores que atañen bíblicamente a dicha condición extraordinaria espiritual. Las Escrituras antiguas que documentan esta verdad son las siguientes: 1 Pedro 2: 4-10; Hebreos 5:1-4; 10:1-25; 13:10-16; Apocalipsis 1:6; 1 Timoteo 2:5.
Haga suyo este "Tesoro espiritual verdadero" y será usted el recipiente de grandes bendiciones, tales como:
(a) El derecho de recibir el perdón de sus pecados, sin tener que confesárselos a intermediarios humanos, por ejemplo, al párroco; de ser perdonado y reconciliado para con Dios, sin la intercesión obligatoria de oficiales eclesiásticos, quienes también son pecadores; de ser purificado de sus inmundicias, sin tener que cumplir penitencias arbitrarias impuestas por religiosos, pagar misas o hacer donativos a la iglesia.
(b) Será suya la bendición de presentar al amoroso, comprensivo y compasivo Padre Celestial, en el nombre de su Hijo crucificado, los asuntos más sensitivos e íntimos de su vida, sin tener que divulgárselos a otros mortales. Según los más antiguos documentos espirituales del cristianismo que predata al catolicismo, Cristo no es "un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15). Entonces, ¿con qué razón o lógica apelar a María o a los "santos"? ¿Con qué justificación humillarse ante un eclesiástico cuyos pecados acaso sean más grandes que los de usted? El Cristo que "fue tentado en todo según nuestra semejanza", no pecó. Los sacerdotes católicos también son tentados, pero, a diferencia de Cristo, ceden, con raras excepciones, a las tentaciones, pecando. Con todo, pretenden interponerse entre nosotros y Dios. No califican para tal elevado y exigente ministerio. El único que califica es Cristo. Que se quiten de en medio. Amigo, amiga, ¡quítelos usted de en medio! Haga suyo el verdadero "Tesoro espiritual" y podrá comunicarse, en cualquier momento, en cualquier lugar, con Dios, sabiendo que Él está presto a escuchar a todos los que le obedecen, que no hace acepción de personas, que los títulos y los puestos eclesiásticos no le impresionan, sino corazones contritos y humillados. ¿No le parece muy superior este "Tesoro verdadero" al tesoro del catolicismo?
El cristianismo primitivo, original y puro que predata el catolicismo es un "Tesoro espiritual muy superior en valor" al tesoro espiritual católico porque autoriza para el ministerio espiritual solo a hombres espirituales, santificados y debidamente calificados. Sus obispos, nombrados en cada congregación, es "necesario" (vocablo que dictó el Espíritu de Dios) que sean casados, serios, juiciosos, responsables, aptos para enseñar, no borrachos ni amigos de peleas, sino bondadosos, pacíficos y desinteresados en cuanto al dinero y los demás bienes materiales. El obispo elegido según las directrices de los documentos más antiguos del cristianismo debe "saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y respetuosos; porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios"? Los ministros de Dios han de ser "competentes", sirviendo conforme al Nuevo Testamento, y no al Antiguo Testamento, ya que este ha sido clavado en la cruz. Además, imparciales en el trato, y puros en sus relaciones para con las doncellas y las damas. Entre los documentos antiguos inspirados que legislan estas sanas doctrinas se encuentran los siguientes: 1 Timoteo 3; Tito 1; 1 Timoteo 5:21; 5:2; 2 Corintios 3:6-17. En términos de liderato, la iglesia que sigue estas doctrinas cuenta con guías espirituales de fina formación moral, carácter íntegro y conducta intachable, quienes traen mucha honra y gloria, tanto al Rey Cristo, como a su Iglesia, la iglesia de Cristo. Cuenta con hábiles administradores de la gracia de Dios que se granjean, mediante una vida ejemplar y eficiencia en el trabajo, la confianza de los feligreses y el respeto de la comunidad. Cuenta con pastores amorosos que cuidan de la grey, apacentando las ovejas con el rico alimento espiritual que Dios provee, y no con la paja seca de ritos y ceremonias humanas.
Amigo (a), que se pare cualquier sacerdote católico al lado del obispo o del ministro ideal que presentan las Sagradas Escrituras. Las diferencias entre los dos asombran. Obligado al celibato por exigencias eclesiásticas que quebrantan la ley de Dios (1 Timoteo 3:1-13; 4:1-5), el sacerdote católico promedio, incapaz de castrar sus deseos naturales, demuestra ser muy propenso a caer en adulterios y fornicaciones. Según "El Reportero Católico Nacional", citado en "U. S. News and World Report", 9 de marzo de 1987, hasta un cincuenta por ciento de los sacerdotes católicos son homosexuales. En el tiempo presente (2002), se está divulgando por todos los medios noticiosos el enorme escándalo vergonzoso causado por gran número de sacerdotes que abusan a niños y adolescentes. (Ver, por ejemplo, el extenso reportaje compilado por Yahoo en su sección de noticias en el Internet.) ¿No es cierto que muchos sacerdotes fuman, fiestean y se embriagan al igual que los hombres sin Dios en el corazón? ¿Seguirlos? ¿Por qué? Es evidente que no tienen el precioso "Tesoro de la verdad divina". El tesoro que nos ofrecen brilla con el lustre de oro, pero su oro es de embuste. No nos engaña. Se presentan delante de nosotros con pompa ostentosa, pero sus caras vestimentas ocultan inmundicias indecibles. Preferimos a los ministros competentes y puros constituidos conforme al Nuevo Testamento, la ley espiritual que predata el catolicismo.
A un plano de iluminación espiritual tal que ya
no hace falta apoyar la fe en lo que se ve o se toca.
Aquel cristianismo puro del primer siglo, que fue dado a conocer antes de que apareciera el catolicismo romano en el escenario del mundo, superaba toda religión que conducía al adorador a la veneración de objetos materiales y personajes investidos de poderes místicos alegadamente sobrenaturales. Llevaba al que lo aceptaba lejos del animismo, del fetichismo, del espiritismo, de la santería, del paganismo, de la idolatría y de las supersticiones de toda clase, a un plano de iluminación espiritual tal que ya no le hacía falta apoyar su fe en lo que pudieran ver sus ojos o palpar sus manos. Su poder extraordinario para transformar, su diáfana belleza celestial y su fuerte atracción moral se debían a que llamaba y persuadía al hombre a conocer espiritualmente al Dios que es, en Su esencia inefable, Espíritu, adorándole "en espíritu y en verdad". Los documentos más antiguos sostienen estas afirmaciones, por ejemplo: Juan 4:24; Romanos 1:16-32; 1 Juan 5:21; 1 Corintios 8; Apocalipsis 21:8; Hechos 19; 17:16-33.
Sublime y muy valioso "Tesoro espiritual" aquel cristianismo puro del primer siglo. "Tesoro incomparable" que perdió la iglesia al apartarse de la sana enseñanza apostólica. "Tesoro" despreciado, abandonado y olvidado en la "Cueva Oscura de la Apostasía" por los eclesiásticos que prefirieron sus propias tradiciones y teología idolátrica. "Tesoro" redescubierto por este servidor, como también por gran número de almas sinceras que lo buscaron hasta encontrarlo. "Tesoro espiritual" que revela la única religión verdadera, a saber: la que apela a la mente y al espíritu del ser humano, y no a su carne; que insta a la contemplación intelectual e inteligente del Creador, su creación y sus nobles propósitos para la raza humana; que combate la tendencia marcada en el hombre y la mujer de sustituir supersticiones por la Verdad, e imágenes de su propia hechura por el Dios verdadero; que echa al piso toda barrera material que fuera puesta entre el hombre y su Dios; que hace a un lado todos los personajes, bien sean míticos o reales, que se interpusieran entre el ser humano y Dios; que rescata al alma del paganismo, ofreciéndole un camino mucho más excelente.
¿Qué cosas ofrece el catolicismo romano? Imágenes talladas por artesanos humanos, crucifijos, rosarios, velas, agua bendita, la hostia, incienso, reliquias, cenizas, palmitas benditas, música de instrumentos, apariciones, señales, vestimentas espléndidas para la jerarquía, catedrales adornadas de riquezas materiales. O sea, ofrece, tal cual las religiones babilónicas, griegas, egipcias y romanas del pasado, el mismo tipo de religión que fomenta y fortalece las inclinaciones supersticiosas del ser humano, vistiéndola de "cristiano".
El cristianismo que antecede el catolicismo obraba verdaderos cambios en el ser humano. El fornicario dejaba de fornicar; el borracho, de tomar; el ladrón, de hurtar; el mentiroso, de mentir. El espiritista quemaba sus libros; el idólatra se deshacía de sus imágenes. Tan completa era la transformación efectuada que se decía de los que la experimentaron que habían muerto al pecado, que habían sepultado al viejo hombre viciado en las aguas bautismales y que habían nacido de nuevo "del agua y del espíritu", siendo trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Cristo. El poder glorioso que obraba semejante nuevo nacimiento, formando la nueva criatura, era el evangelio puro tal y como proclamado al principio de la Era Cristiana. Se trata de la revelación divina, entera y perfecta, que aún no había sido diluida con tradiciones o tergiversado mediante las doctrinas de eclesiásticos. Le instamos a consultar los documentos más antiguos del cristianismo para que compruebe el increíble poder transformador del evangelio original, por ejemplo: Romanos 1:16; 12:1-2; Juan 3:1-5; Romanos 6:1-7; Colosenses 3:5-15 y Santiago 1:18.
Este notable "Tesoro espiritual, vivo y no muerto", hace bien a todo aquel que lo abraza, pues fluyen de él electrizantes corrientes espirituales cargadas de suficiente poder para convertir al pecador más empedernido en "nueva criatura", santificándolo para una vida de santidad. Mediante sus enseñanzas claras y prácticas, provee una defensa fuerte contra las tentaciones más ardientes y las pruebas más severas, instando, motivando y advirtiendo a que no se vuelva atrás. El que tiene este "Tesoro verdadero" no puede andar en el pecado. El que lo conserva, aprovechándolo al máximo, se hace ciudadano ejemplar, padre o madre por excelencia, hijo o hija que trae gozo, cristiano auténtico. Todo esto, y mucho más, logra el cristianismo que predata el catolicismo romano.
Le recomendamos la lectura de más documentos espirituales, por ejemplo: Hechos 2; 8:4-40; 16:25-40; 19:18-20; 1 Corintios 6:15-20; Santiago 1:18; Efesios 4:17-31; 1 Pedro 4:1-5; Romanos 6:3-8; Colosenses 1:13; 2 Corintios 5:17.
Ya no dirá: "Yo soy católico (a)", sino "¡Yo soy cristiano (a)!"
Amigo, amiga, enseñarle pausada y completamente todos los valores superiores de este "Tesoro redescubierto" me tomaría mucho más tiempo. ¿No es suficiente lo presentado ya para persuadirle a cambiar de católico a cristiano? No desea este servidor persuadirle a ser "protestante", "evangélico", "pentecostal", "Testigo de Jehová", "Mormón" o "Masón", sino ¡"CRISTIANO"! Sencillamente, "cristiano". Usted lo puede lograr pronto, si así lo desea. Ya cree usted en Dios y su Hijo, ¿no? Pues, necesita bautizarse conforme al ejemplo de Cristo y las instrucciones apostólicas: sumergirse (zambullirse) en las aguas del bautismo. El bautismo por aspersión no es bautismo. Durante los primeros siglos de la Era Cristiana no se practicaba la aspersión. Si duda de ello, pregunte a cualquier sacerdote instruido, pues los teólogos e historiadores católicos saben que el bautismo practicado por los apóstoles era por inmersión. ¿Se atreve usted a presentarse ante Dios sin el bautismo que él mismo ordenó? Al bautizarse bíblicamente, Cristo le añadirá a su propia iglesia, y no a la católica, la protestante, la evangélica o cualquier otra de origen humano. Añadido (a) y unido (a) a las demás almas de la misma fe pura, aprenderá a adorar correctamente, como también a vivir y disfrutar a plenitud la vida en Cristo. Ya no dirá: "Yo soy católico (a)", sino "Yo soy cristiano (a)". Acabada su carrera gloriosa, tendrá amplia entrada a las regiones celestes de Dios, sin tener que pasar por lugares míticos tales como el purgatorio.
Escribe Homero Shappley de Álamo.
Aguas Buenas, Puerto Rico