Yo Soy Dios. ALFAOMEGA
¿ Han leído mi presentación con curiosidad?,
No me arrepiento de haberos creado aunque en los últimos quinientos años me estais dando más trabajo que todo el que he realizado en toda la eternidad. Pero el caso es que ya no puedo más, si no os detenéis voy a tener que tirar la toalla y, una de dos, habrá llegado el momento de celebrar el Juicio Final (cosa que no me apetece nada) o tendré que dejaros apañaros solos en el universo que me habéis obligado a crear para vosotros.
Será mejor que me explique ya que a pesar de todas las iglesias que habéis creado para intentar entenderme nunca ha habido nadie que se acerque ni siquiera a la cuarta parte del camino.
Hace seis mil años y pico yo era el ser más feliz de este universo: Era el único que existía, claro.
Yo soy anterior al universo: lo creé y me salió redondo (en realidad semiesférico, una superficie plana con tierras, ríos y mares cubierta con una semiesfera luminosa).
Después me lo quedé mirando y pensé: "¡qué bonito!.
¿Para qué podría servir?".
No tenía ni idea, así que me puse a experimentar a ver lo que salía.
Al tercer día de experimentar me salió una cosa bastante maja, eran unos seres físicos, hechos de materia capaz de absorber energía y transformarla en organización.
Esos seres, a los que llamé plantas, eran capaces de alimentarse de materia inerte y energía y asimilarla para formar parte de sí misma. También eran capaces de reproducirse ¡por sí mismas, sin que yo tuviese que crear nuevos especímenes!. Me pareció algo tan fantástico que llené el planeta de ellas.
Claro que para que las plantas tuvieran energía necesitaban una luz más fuerte que la luz difusa que recibían durante todo el día así que dediqué el siguiente día a crear un sol que diera vueltas alrededor de la Tierra con el fin de iluminar el día. Ya de paso, como me pareció bonito, puse una luna que iluminara la noche.
El quinto día pensaba crear más plantas para habitar el fondo de los mares pero se me ocurrió cambiar un poco el diseño y, ¡vaya! no imaginaba lo que me iba a salir. Creé todo tipo de bacterias, moluscos, peces y hasta cetáceos.
Entre los peces me salieron unos muy curiosos capaces de volar por encima de las aguas. Bueno me dije, ¿ por qué no? , entonces aquella misma tarde diseñé y creé unos animales con alas capaces de volar. Las llamé aves.
La verdad es que me entusiasmé muchísino y en el sexto día diseñé y creé todo tipo de animales terrestres, reptiles, anfibios y mamíferos y mientras más nuevas especies creaba más me maravillaba de las posibilidades que tenían.
Por fin, ya a punto de terminar el día, recapitulé sobre todo lo que había hecho y aprendido en esos seis días de creación.
¿Sería posible, pensé, crear unos seres capaces de ser conscientes de su propia existencia tal como yo lo era de la mía?.
¿Me equivoqué?. ¿Hice bien?.
Millones de veces desde entonces me he arrepentido de crear al Hombre, en varias ocasiones he tomado la firme determinación de borrarlos de la creación pero no he podido.
Creé unos seres demasiado parecidos a mí mismo, curiosos, inquisitivos, queriendo conocer todas las respuestas, con un ansia irresistible de saber y de libertad.
Coloqué a la primera pareja que creé en un jardín donde nada les faltara pero ya desde entonces sabía que las cosas no tardarían en torcerse.
El ansia de libertad del Hombre era tan grande como la mía y apenas llevaban unos pocos meses en ese maravilloso paraíso que creé para ellos cuando empezaron a mirarme con desconfianza.
Me conocían, me habían tratado prácticamente desde el primer día, me había manifestado ante ellos con toda la confianza que era capaz de darles, pero a pesar de todo, por el hecho de que me veían tan superior a ellos, empezaron a mirarme con miedo y desconfianza.
¿Cómo era posible, cuando los había creado del barro, les había dado todo lo que tenían, les había hecho tal como eran?.
Me sentí dolido cuando empezaron a esconderse de mí. Yo podía verlos en cualquier momento, podía ver cualquier punto del universo que había creado, pero a veces entraba en ese universo, asumía una forma similar a la del Hombre y paseaba por el Edén.
Una vez iba a visitarlos para entablar conversación cuando me dí cuenta de que se ocultaban de mí. Tardé tiempo en darme cuenta del error cometido:
Ellos querían ser libres, pero mientras yo existiese no podrían llegar a serlo. Cualquier pretensión de libertad sería ilusorio pues,
¿no los había creado yo?.
¿Cómo podrían entonces considerarse libres si sabían que eran unos artefactos creados por mí?
Había una sola forma en que podrían abrir la puerta a la libertad:
Esa puerta era la desobediencia.
Yo les había hecho libres pero también les había dado unas normas.
Mientras siguieran esas normas seguirían considerándose mis marionetas.
Ahora bien, lo que Adán y Eva hicieron (juntos, por cierto, eso de que fue Eva la corruptora de Adán fue un mito creado por el misógino de Abraham), lo que hicieron, digo, fue decidir, por su cuenta y riesgo, que una de las normas que yo les había dado era injusta.
Pero, no era injusta, yo solo quería protegerlos como su "Padre" que soy", pero ellos no aceptaron esa protección, se rebelaron y cuando intenté reprenderlos por ello se mostraron insolentes acusándome de ser un tirano.
Me enfurecí y en un momento de ira los arrojé del paraíso. Los condené a luchar duramente para conseguir el sustento, los castigué con crueles dolores, con la vejez y la muerte, pero tercos no se arrepintieron.
A veces, siendo Adán ya un viejo de más de novecientos años le observaba intentando detectar un signo de arrepentimiento, de su deseo de volver al paraíso. En vano, Adán era feliz trabajando las tierras, defendiéndose de las fieras, soportando sequías e inundaciones.
Incluso cuando vio a su hijo Caín convertido en asesino y después en un vagabundo atormentado por los remordimientos, ni siquiera entonces Adán se arrepintió de su rebelión contra mí.
Sí, tanto Adán como Eva lloraron durante años por el paraíso perdido pero al final de sus días, si les hubiera abierto las puertas del Edén ellos no hubieran querido volver.
Tardé mucho tiempo en olvidar a Adán y Eva, mis primeras criaturas y aunque muchas veces llegué a aparecerme a otros hombres sólo Enoch me cayó lo suficientemente bien como para pasar mucho tiempo con él en largas, larguísimas conversaciones.
Los descendientes de Adán y Eva se multiplicaban tanto que poblaron casi toda la tierra que había creado así que la tuve que hacer más grande, creando nuevas cordilleras, llanuras, ríos y mares. Alguna vez, sin que me diera cuenta, ocurrió que un hombre llegó al borde del mundo. Bueno, eso sería como si a un mago le descubrieran el truco más difícil de su repertorio así que hice la Tierra lo suficientemente grande como para que nadie llegara a su borde nunca más.
Durante muchos siglos los hombres vivieron una vida de vicios y pecados, sin preocuparse por las consecuencias de sus actos. Yo los observaba y aunque a veces encontraba buenas personas, la mayoría de las veces acababa decepcionado.
Una vez me harté y estuve a punto de destruir la raza humana. Si no llega a ser por Noé (medio borrachin) y por lo bien que tocaba la flauta... en fin, no fui capaz de matarlo a él ni a su familia.
Aún así, conforme pasaban los siglos me daba cuenta de que algo estaba haciendo mal.
¿Cómo era posible que tantas personas fueran egoistas, crueles, traidores?
¿Por qué había tan pocas buenas personas?.
No sabía si era que los había diseñado mal o qué podía ser, pero empecé a pensar que el problema podía estar en mí. Quizás no había sido lo bastante claro con mis deseos.
¿He explicado ya cuáles eran mis deseos?
Lo único que yo quería era sentirme orgulloso de las criaturas que había creado, tener la satisfacción de que fueran capaces de sobresalir como los reyes de la creación, como las criaturas más perfectas que había creado.
Sólo quería reconocimiento, ¿era mucho pedir?.
Pero cuando los hombres, una vez tras otra, me daban la espalda, me despreciaban y condenaban, incluso eran capaces de juzgarme ¡A MI! y considerarme cruel, malo e injusto, yo no podía evitar sentirme dolido, molesto, irritado, furioso contra ellos.
Empezaron a inventar otros dioses, sabiendo que yo era el único dios existente, sabiendo lo que aquello podría dolerme, inventaron otros muchos dioses a los que adorar.
En esos inexistentes dioses el Hombre volcó sus más insanas perversiones y crueldades llegando al extremo de sacrificar las vidas de sus hijos en horrorosos holocaustos.
Yo jamás había pedido un sacrificio ¿qué podían darme los hombres que yo no pudiese conseguir por mis propios medios?.
Sigue proximamente LES COMENTO MI PACTO CON ABRAHAM
YO SOY ALFA
¿ Han leído mi presentación con curiosidad?,
No me arrepiento de haberos creado aunque en los últimos quinientos años me estais dando más trabajo que todo el que he realizado en toda la eternidad. Pero el caso es que ya no puedo más, si no os detenéis voy a tener que tirar la toalla y, una de dos, habrá llegado el momento de celebrar el Juicio Final (cosa que no me apetece nada) o tendré que dejaros apañaros solos en el universo que me habéis obligado a crear para vosotros.
Será mejor que me explique ya que a pesar de todas las iglesias que habéis creado para intentar entenderme nunca ha habido nadie que se acerque ni siquiera a la cuarta parte del camino.
Hace seis mil años y pico yo era el ser más feliz de este universo: Era el único que existía, claro.
Yo soy anterior al universo: lo creé y me salió redondo (en realidad semiesférico, una superficie plana con tierras, ríos y mares cubierta con una semiesfera luminosa).
Después me lo quedé mirando y pensé: "¡qué bonito!.
¿Para qué podría servir?".
No tenía ni idea, así que me puse a experimentar a ver lo que salía.
Al tercer día de experimentar me salió una cosa bastante maja, eran unos seres físicos, hechos de materia capaz de absorber energía y transformarla en organización.
Esos seres, a los que llamé plantas, eran capaces de alimentarse de materia inerte y energía y asimilarla para formar parte de sí misma. También eran capaces de reproducirse ¡por sí mismas, sin que yo tuviese que crear nuevos especímenes!. Me pareció algo tan fantástico que llené el planeta de ellas.
Claro que para que las plantas tuvieran energía necesitaban una luz más fuerte que la luz difusa que recibían durante todo el día así que dediqué el siguiente día a crear un sol que diera vueltas alrededor de la Tierra con el fin de iluminar el día. Ya de paso, como me pareció bonito, puse una luna que iluminara la noche.
El quinto día pensaba crear más plantas para habitar el fondo de los mares pero se me ocurrió cambiar un poco el diseño y, ¡vaya! no imaginaba lo que me iba a salir. Creé todo tipo de bacterias, moluscos, peces y hasta cetáceos.
Entre los peces me salieron unos muy curiosos capaces de volar por encima de las aguas. Bueno me dije, ¿ por qué no? , entonces aquella misma tarde diseñé y creé unos animales con alas capaces de volar. Las llamé aves.
La verdad es que me entusiasmé muchísino y en el sexto día diseñé y creé todo tipo de animales terrestres, reptiles, anfibios y mamíferos y mientras más nuevas especies creaba más me maravillaba de las posibilidades que tenían.
Por fin, ya a punto de terminar el día, recapitulé sobre todo lo que había hecho y aprendido en esos seis días de creación.
¿Sería posible, pensé, crear unos seres capaces de ser conscientes de su propia existencia tal como yo lo era de la mía?.
¿Me equivoqué?. ¿Hice bien?.
Millones de veces desde entonces me he arrepentido de crear al Hombre, en varias ocasiones he tomado la firme determinación de borrarlos de la creación pero no he podido.
Creé unos seres demasiado parecidos a mí mismo, curiosos, inquisitivos, queriendo conocer todas las respuestas, con un ansia irresistible de saber y de libertad.
Coloqué a la primera pareja que creé en un jardín donde nada les faltara pero ya desde entonces sabía que las cosas no tardarían en torcerse.
El ansia de libertad del Hombre era tan grande como la mía y apenas llevaban unos pocos meses en ese maravilloso paraíso que creé para ellos cuando empezaron a mirarme con desconfianza.
Me conocían, me habían tratado prácticamente desde el primer día, me había manifestado ante ellos con toda la confianza que era capaz de darles, pero a pesar de todo, por el hecho de que me veían tan superior a ellos, empezaron a mirarme con miedo y desconfianza.
¿Cómo era posible, cuando los había creado del barro, les había dado todo lo que tenían, les había hecho tal como eran?.
Me sentí dolido cuando empezaron a esconderse de mí. Yo podía verlos en cualquier momento, podía ver cualquier punto del universo que había creado, pero a veces entraba en ese universo, asumía una forma similar a la del Hombre y paseaba por el Edén.
Una vez iba a visitarlos para entablar conversación cuando me dí cuenta de que se ocultaban de mí. Tardé tiempo en darme cuenta del error cometido:
Ellos querían ser libres, pero mientras yo existiese no podrían llegar a serlo. Cualquier pretensión de libertad sería ilusorio pues,
¿no los había creado yo?.
¿Cómo podrían entonces considerarse libres si sabían que eran unos artefactos creados por mí?
Había una sola forma en que podrían abrir la puerta a la libertad:
Esa puerta era la desobediencia.
Yo les había hecho libres pero también les había dado unas normas.
Mientras siguieran esas normas seguirían considerándose mis marionetas.
Ahora bien, lo que Adán y Eva hicieron (juntos, por cierto, eso de que fue Eva la corruptora de Adán fue un mito creado por el misógino de Abraham), lo que hicieron, digo, fue decidir, por su cuenta y riesgo, que una de las normas que yo les había dado era injusta.
Pero, no era injusta, yo solo quería protegerlos como su "Padre" que soy", pero ellos no aceptaron esa protección, se rebelaron y cuando intenté reprenderlos por ello se mostraron insolentes acusándome de ser un tirano.
Me enfurecí y en un momento de ira los arrojé del paraíso. Los condené a luchar duramente para conseguir el sustento, los castigué con crueles dolores, con la vejez y la muerte, pero tercos no se arrepintieron.
A veces, siendo Adán ya un viejo de más de novecientos años le observaba intentando detectar un signo de arrepentimiento, de su deseo de volver al paraíso. En vano, Adán era feliz trabajando las tierras, defendiéndose de las fieras, soportando sequías e inundaciones.
Incluso cuando vio a su hijo Caín convertido en asesino y después en un vagabundo atormentado por los remordimientos, ni siquiera entonces Adán se arrepintió de su rebelión contra mí.
Sí, tanto Adán como Eva lloraron durante años por el paraíso perdido pero al final de sus días, si les hubiera abierto las puertas del Edén ellos no hubieran querido volver.
Tardé mucho tiempo en olvidar a Adán y Eva, mis primeras criaturas y aunque muchas veces llegué a aparecerme a otros hombres sólo Enoch me cayó lo suficientemente bien como para pasar mucho tiempo con él en largas, larguísimas conversaciones.
Los descendientes de Adán y Eva se multiplicaban tanto que poblaron casi toda la tierra que había creado así que la tuve que hacer más grande, creando nuevas cordilleras, llanuras, ríos y mares. Alguna vez, sin que me diera cuenta, ocurrió que un hombre llegó al borde del mundo. Bueno, eso sería como si a un mago le descubrieran el truco más difícil de su repertorio así que hice la Tierra lo suficientemente grande como para que nadie llegara a su borde nunca más.
Durante muchos siglos los hombres vivieron una vida de vicios y pecados, sin preocuparse por las consecuencias de sus actos. Yo los observaba y aunque a veces encontraba buenas personas, la mayoría de las veces acababa decepcionado.
Una vez me harté y estuve a punto de destruir la raza humana. Si no llega a ser por Noé (medio borrachin) y por lo bien que tocaba la flauta... en fin, no fui capaz de matarlo a él ni a su familia.
Aún así, conforme pasaban los siglos me daba cuenta de que algo estaba haciendo mal.
¿Cómo era posible que tantas personas fueran egoistas, crueles, traidores?
¿Por qué había tan pocas buenas personas?.
No sabía si era que los había diseñado mal o qué podía ser, pero empecé a pensar que el problema podía estar en mí. Quizás no había sido lo bastante claro con mis deseos.
¿He explicado ya cuáles eran mis deseos?
Lo único que yo quería era sentirme orgulloso de las criaturas que había creado, tener la satisfacción de que fueran capaces de sobresalir como los reyes de la creación, como las criaturas más perfectas que había creado.
Sólo quería reconocimiento, ¿era mucho pedir?.
Pero cuando los hombres, una vez tras otra, me daban la espalda, me despreciaban y condenaban, incluso eran capaces de juzgarme ¡A MI! y considerarme cruel, malo e injusto, yo no podía evitar sentirme dolido, molesto, irritado, furioso contra ellos.
Empezaron a inventar otros dioses, sabiendo que yo era el único dios existente, sabiendo lo que aquello podría dolerme, inventaron otros muchos dioses a los que adorar.
En esos inexistentes dioses el Hombre volcó sus más insanas perversiones y crueldades llegando al extremo de sacrificar las vidas de sus hijos en horrorosos holocaustos.
Yo jamás había pedido un sacrificio ¿qué podían darme los hombres que yo no pudiese conseguir por mis propios medios?.
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YO SOY ALFA