Re: Primero Madrid, ahora Londres... Estamos en guerra
LA REDENCIÓN QUE NOS ESPERA
Cuando ocurren atentados del calibre de los de Londres o Madrid es triste tener que oir en la calle con cierta frecuencia el argumento un tanto malicioso como despistado de que la cosa es muy triste y lamentable, pero que viendo lo que hacen los americanos y los británicos en Irak no deja de ser comprensible que les respondan con la misma medicina y cosas por el estilo. Es un sentir que responde a nuestra lógica europea-occidental de opresor-oprimido de un modo un tanto masoquista y pervertido. Bien es verdad que la guerra de Irak contribuye a la justificación y el martirio de los fieles de Alá en su versión islamista de guerra total contra el Gran Satán de Occidente; y, hasta podríamos ser grandes críticos (y lo somos) de todos los atropellos que una guerra conlleva; pero el trasfondo de todo este fenómeno mortífero de calibre fascista que es el islamismo militante, aunque también implicados de una manera criminal en Irak, va más allá de esta guerra. Porque Occidente a ojos de estos militantes se entiende todo, izquierda, derecha y centro. La izquierda por ser culpable de ateismo, de su laicismo radical, de su lucha por “pervertir” a la mujer o dar luz verde al “vicio” sexual; y, sobretodo por lo que ellos perciben como la gran hipocresía e impostura del progresismo: comprendemos al Islam, pero lo queremos con un porvenir y evolución de derechos humanos democráticos, definidos en términos de historia y evolución europea-occidental. Craso error. Ya nos lo decía Fanon: “Cuando un europeo me habla de derechos humanos cojo inmediatamente mi puñal.” A la derecha se la odia por todo lo demás: su supuesto amor al dinero, su materialismo de mercado, su cristianismo militante, etc… Bajo este prisma de resentimiento y odio profundo Occidente queda convertido, usando a Deleuze, en un plano absoluto de inmanencia satánica: una total abstracción a eliminar de cualquier modo. ¿Somos culpables? ¿Somos inocentes? Nosotros, que cogemos un tren con nuestra familia, o el autobús por una ciudad, ¿tenemos algo que ver con toda esta lógica infernal? ¿Merecemos algún castigo del que no somos conscientes para así despertar a alguna Verdad que se nos oculta? ¿Cómo se puede llegar a estos horrores?
Dicen que el islamismo hay que entenderlo no, equivocadamente, como una etapa medieval a superar por el mundo musulmán, (conceptos eurocéntricos que utilizan sin saberlo muchos progres, y que tanto ofenden a los activistas tercermundistas); sino como un fenómeno moderno: es la irrupción de la modernidad occidental en el mundo musulmán con todas sus variantes. Ocurrió, esa etapa medieval de invasión de los cruzados, a la que nos quieren obsesivamente retrotraer los sicarios de Al-Qaeda; pero hubo (saltando en el tiempo)también ese periodo del final de la primera guerra mundial con el tratado Sykes-Picot que vislumbramos en la película de Lawrence de Arabia, cuando los franceses y los ingleses traicionaron la esperanza nacional árabe repartiéndose el pastel post-imperial turco con tiralíneas. Bien es verdad que fueron también los europeos quienes encontraron el petróleo árabe y surtieron a estos de sus primeros referentes políticos como estados-nación, o también, se ocultan los siglos de opresión turca y su manifiesta agresividad, no sólo contra los pueblos árabes, sino también contra el mundo cristiano. Pero el cenit de la rabia e indignación árabe llega con la fundación del Estado de Israel, entendida esta como una penetración imperialista de tinte occidental. La modernidad occidental llegó a muchas partes del mundo y de diferente forma, pero en el mundo islámico tuvo repercusiones de tinte singularmente traumático. Diríamos que lo que más se resiente actualmente entre los candidatos al islamismo, es la supuesta dislocación o desplazamiento de significados y valores que ejerce la fuerte atracción y fuerza de persuasión del capitalismo occidental.
La racionalización que hace el musulmán convertido a islamista de su situación, es una lógica de repliegue hacia una imaginaria restauración del Islam puro de sus principios. Es un mecanismo psicológico que ya conocemos dentro del fundamentalismo cristiano o incluso en las utopías políticas de corte fascista y socialista. Pero en el islamismo este repliegue se convierte en odio destructivo hacia aquello que percibe como una amenaza total y absoluta hacia su identidad musulmana. Al-Qaeda, representa ese odio y repliegue integrista, como una contraofensiva del mundo musulmán hacia Occidente, el Gran Satán. Entonces, lo que se percibe como total y absoluto ha de erradicarse bajo esta misma infernal abstracción: Para acabar con Occidente es aceptable cualquier medio. Cualquier cristiano-occidental es culpable por el hecho de ser y existir como tal. Somos blasfemos, infieles y sacrílegos a los ojos de Dios. Al-Qaeda está muy interesada también en el choque de civilizaciones: prefiere la guerra a cualquier paz para conseguir su proyecto islamista. Esto nos recuerda la lógica nazi con respecto a los judíos. Y, efectivamente, en el trasfondo de este resentimiento integrista la figura del judío-sionista que manipula a Occidente, es central en esta peculiar forma de ver las cosas. Ya antes de la guerra del Golfo y la presente guerra de Irak, estaba en marcha esta interpretación del Islam. No precisamente entre las masas pobres, sino entre los jóvenes más preparados y con más medios económicos. Contrariamente a lo que se piensa cuando se habla de nuestra culpabilidad por la guerra de Irak, el motor de todo este proyecto integrista no es precisamente esta guerra, aunque si sirve de excelente pretexto para reforzarlo; sino la reacción paranoica contra un Occidente que les tienta y les acosa como un Gran Satán agresivo y seductor: la Coca-Cola, los vaqueros, la tele, el cine, el porno, la liberación de la mujer, etc..
Es equivocado, entonces, juzgar este fenómeno integrista con la simpleza de una terminología marxistoide de lucha de clases o explotación tercer mundista. Los zapatistas no ponen bombas en el metro del D.F., los activistas sociales de Uganda no aspiran a matar indiscriminadamente en Nueva York. Los parámetros éticos son otros, y es muy importante de tenerlos en cuenta. Estamos ante un fenómeno de tipo fascista que podría dar también sentido a mucho resentimiento acumulado en nuestras sociedades occidentales. La pérdida de sentido y expectativas, o el agotamiento democrático en nuestras sociedades, podría dar lugar a un repliegue de desesperación nihilista. El auto odio podría trasformar el mundo exterior en un plano de total abstracción amenazante. La historia está llena de ejemplos.
Vital de Andrés