<CENTER>MUCHOS SON ESCOGIDOS</CENTER>
Cuando se hace mención de la doctrina de la elección, muchas personas inmediatamente suponen que dicha doctrina enseña que la gran mayoría de la humanidad se perderá. Dicha noción, sin embargo, es muy equivocada. Dios es libre en la elección para escoger a tantos como desee, y creemos que Aquél que es infinitamente misericordioso, benévolo y santo escogerá a vida a la gran mayoría de los seres humanos. No hay ni una buena razón para que tenga que limitarse a escoger sólo a unos pocos. Las Escrituras enseñan que Cristo tendrá la preeminencia en todo, y no creemos que al diablo se le permitirá salir triunfante ni aún en cuanto a números nótese que la pregunta, cuantos son elegidos y cuantos son reprobados, nada tiene que ver con la pregunta si Dios puede o no elegir o reprobar a pecadores. Sí es intrínsecamente correcto el que Dios elija o no, salve o no a seres morales libres, quienes por su propia culpa se han hundido en el pecado y en la ruina, los números no son de importancia para determinar lo correcto. Y si es intrínsecamente correcto, los números de nada sirven para probar que es incorrecto. Ni tampoco hay necesidad alguna de que el número de los elegidos sea pequeño, y el de los no elegidos grande, o viceversa. La elección y la reprobación, así como el número de los elegidos es igualmente asunto de la soberanía divina y de su libre voluntad.
Al mismo tiempo, cuando recordamos que el número de los elegidos es mucho mayor que el de los no elegidos, se alivia mucha de la solemnidad y temor que causa el decreto de la reprobación.
El reino del Redentor en este mundo caído siempre se presenta como uno mucho más extenso y poderoso que el de Satanás. La operación de la gracia en el mundo es presentada como mucho más poderosa que la del pecado. “Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia”.
Se dice que el número final de los redimidos es uno “que nadie puede contar”, mientras que el número de los perdidos no se le da importancia ni es enfatizado.
Es, sin embargo, práctica común entre escritores arminianos presentar a los calvinistas como los que se inclinan a consignar a una gran porción de la humanidad a la miseria eterna, muchos de los cuales ellos admitirían al gozo celestial. Es una caricatura presentar al calvinismo como basado en el principio de que los salvos serán pocos, sólo unos cuantos tizones arrebatados del fuego.
Cuando el calvinista insiste en la doctrina de la elección, su énfasis es sobre el hecho de que Dios trata personalmente con cada alma individual en vez de tratar con la humanidad en masa; y esto nada tiene que ver con la proporción numérica relativa entre los salvos y los perdidos. En respuesta a aquellos que razonan de la siguiente manera, “de acuerdo a esta doctrina sólo Dios puede salvar el alma; por tanto, pocos serán salvados”, respondemos que lo mismo sería decir: “Ya que sólo Dios puede crear estrellas, entonces debe haber pocas estrellas”. La objeción no es válida. La doctrina de la elección en sí misma no nos dice nada acerca de cual será la proporción numérica final. La única limitación que existe es que no todos serán salvos.
UN MUNDO O RAZA REDIMIDA.
Ya que fue el mundo, o la raza, que cayó en Adán, es el mundo, o la raza, lo que es redimido por Cristo. Esto no significa, sin embargo, que cada individuo será salvo, sino que la raza como raza será salva. Jehová no es una mera deidad tribal, sino “el Dios de toda la tierra”; y la salvación que él tuvo en mente no puede ser limitada a un pequeño grupo selecto o a unos pocos favorecidos.
El evangelio no fue meramente una noticia local para unos cuantos pueblos en Palestina, sino un mensaje al mundo entero; y el abundante y continuo testimonio de la Escrituras es que el reino de Dios ha de llenar la tierra, “de mar a mar y desde el río hasta los confines de la tierra”.
“Destruiré los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén. También serán destruidos los arcos de guerra, y él hablará de paz a las naciones. Su dominio será de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra.” (ZACARÍAS 9:10.)
En uno de los primeros libros del Antiguo Testamento aparece la promesa de que la gloria de Jehová llenará toda la tierra.
“Sin embargo, vivo yo, y la gloria de Jehovah llena toda la tierra.” (NÚMEROS 14:21.)
Isaías repite la promesa de que toda carne verá la gloria de Jehová.
“Entonces se manifestará la gloria de Jehovah, y todo mortal juntamente la verá; porque la boca de Jehovah ha hablado.” (ISAÍAS 40:5.)
Israel fue puesto “por luz de los gentiles”, y “a fin de que seas mi salvación hasta el último de la tierra”.
“Dice: “Poca cosa es que tú seas mi siervo para levantar a las tribus de Israel y restaurar a los sobrevivientes de Israel. Yo te pondré como luz para las naciones, a fin de que seas mi salvación hasta el extremo de la tierra.” (ISAÍAS 49:6.)
“¡Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra! Porque yo soy Dios, y no hay otro.” (ISAÍAS 45:22.)
“Porque así nos ha mandado el Señor: Te he puesto por luz a los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.” (HECHOS 13:47.)
Joel declaró que en los días venideros de bendición, el Espíritu, que hasta entonces había sido sólo a Israel, sería derramado sobre toda la tierra.
“Sucederá después de esto que derramaré mi Espíritu sobre todo mortal. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán. Vuestros ancianos tendrán sueños; y vuestros jóvenes, visiones.” (JOEL 2:28.)
Pedro aplicó esta profecía al derramamiento que comenzó en Pentecostés.
“Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:
Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.
Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños.” (HECHOS 2:16-17.)
Ezequiel nos presenta el cuadro de las crecientes aguas salutíferas que emanan de debajo del umbral del templo; aguas que llegaban primero sólo hasta los tobillos, luego hasta las rodillas, luego hasta los lomos, y al fin un gran río que no podía cruzarse.
“Entonces me hizo volver a la entrada del templo. Y he aquí que de debajo del umbral del templo salían aguas hacia el oriente, porque la fachada del templo estaba al oriente. Las aguas descendían de debajo del lado sur del templo y pasaban por el lado sur del altar.
Luego me sacó por el camino de la puerta del norte y me hizo dar la vuelta por afuera hasta el exterior de la puerta que da al oriente. Y he aquí que las aguas fluían por el lado sur.
Cuando el hombre salió hacia el oriente, llevaba un cordel en su mano. Entonces midió 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos.
Midió otros 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta la cintura.
Midió otros 1.000 codos, y el río ya no se podía cruzar, porque las aguas habían crecido. El río no se podía cruzar sino a nado.” (EZEQUIEL 47:1-5.)
La interpretación del sueño del rey Nabucodonosor por Daniel enseña esta misma verdad. El rey vio una gran imagen compuesta de oro, plata, bronce, hierro, y barro. Luego vio una piedra cortada no con mano, la cual hirió a la imagen y desmenuzó el oro, la plata, el bronce, el hierro, y el barro y se los llevó el viento como tamo de las eras del verano. Dichos materiales representan grandes imperios mundiales que habrían de ser desmenuzados y completamente removidos, mientras que la piedra cortada no con manos representaba un reino espiritual que Dios mismo establecería y que habría de convertirse en un gran monte que llenaría toda la tierra.
“Y en los días de esos reyes, el Dios de los cielos levantará un reino que jamás será destruido, ni será dejado a otro pueblo. Este desmenuzará y acabará con todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.” (DANIEL 2:44.)
A la luz del Nuevo Testamento vemos que dicho reino fue el que Cristo estableció. En la visión de Daniel, la bestia hizo guerra contra los santos y prevaleció contra ellos por un tiempo pero, “llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino”.
“Hasta que vino el Anciano de Días e hizo justicia a los santos del Altísimo.
Y llegado el tiempo, los santos tomaron posesión del reino.” (DANIEL 7:22.)
Jeremías proclama la promesa de que vienen los días cuando ya no será necesario al hombre decir a su hermano o a su prójimo, desde el más pequeño de ellos, hasta el más grande, que conozcan a Jehovah porque todos lo conocerán.
“Ya nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: 'Conoce a Jehovah.' Pues todos ellos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehovah. Porque yo perdonaré su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.” (JEREMÍAS 31:34.)
“Pídeme, y te daré por heredad las naciones, y por posesión tuya los confines de la tierra.” (SALMO 2:8.)
El último libro del Antiguo Testamento contiene la siguiente promesa:
“Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, es grande mi nombre en medio de las naciones, y en todo santuario se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda pura. Porque grande es mi nombre entre las naciones, ha dicho Jehovah de los Ejércitos.” (MALAQUÍAS 1:11.)
En el Nuevo Testamento encontramos la misma enseñanza. Cuando el Señor finalmente derrama bendiciones espirituales sobre su pueblo, “el resto de los hombres” y “todos los gentiles” buscarán al Señor.
“Después de esto volveré y reconstruiré el tabernáculo de David, que está caído. Reconstruiré sus ruinas y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre.” (HECHOS 15:16-17.)
“Él es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1ª JUAN 2:2.)
“Quien quiere que todos los hombres sean salvos y que lleguen al conocimiento de la verdad.
Quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” (1ª TIMOTEO 2:4,6.)
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (JUAN 3:16-17.)
“Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo como Salvador del mundo.” (1ª JUAN 4:14.)
“Porque para esto mismo trabajamos arduamente y luchamos, pues esperamos en el Dios viviente, quien es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen. Estas cosas manda y enseña.” (1ª TIMOTEO 4:10-11.)
“Él llegó al templo, y mientras estaba enseñando, se acercaron a él los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le decían: --¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?
Ellos dijeron: --El primero. Y Jesús les dijo: --De cierto os digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de vosotros en el reino de Dios.
Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aunque vosotros lo visteis,
después no cambiasteis de parecer para creerle.” (MATEO 21:23,31-32.)
“Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él y dijo: --¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (JUAN 1:29.)
“Ellos decían a la mujer: --Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo.” (JUAN 4:42.)
“Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo:
--Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (JUAN 8:12.)
“Si alguien oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo; porque yo no vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.” (JUAN 12:47.)
“Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.” (JUAN 12:32.)
“Que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios!” (2ª CORINTIOS 5:19-20.)
“Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.” (MATEO 13:33.)
El capítulo 11 de Romanos dice que la aceptación de evangelio por parte de los judíos será como “vida entre los muertos”, debido a las grandes bendiciones espirituales que dicho acontecimiento traerá al mundo.
A causa de la caída de los judíos el evangelio fue dado a los gentiles.
“Y si su transgresión es la riqueza del mundo y su fracaso es la riqueza de los gentiles, ¡cuánto más será la plena restauración de ellos!
Porque si la exclusión de ellos resulta en la reconciliación del mundo, ¡qué será su readmisión, sino vida de entre los muertos!” (ROMANOS 11:12,15.)
En todas las citas anteriores podemos notar el marcado énfasis en la universalidad de la obra redentora de Cristo: de lo que se desprende que nuestros ojos habrán de ver un mundo cristianizado.
LOS REDIMIDOS - UNA INMENSA MUCHEDUMBRE.
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud de todas las naciones y razas y pueblos y lenguas, y nadie podía contar su número. Están de pie delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y llevando palmas en sus manos.
Aclaman a gran voz diciendo: “¡La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero!” (APOCALIPSIS 7:9-10.)
Dios el Padre ha elegido a salvación y felicidad eterna a millones de la raza humana.
Exactamente a cuantos ha elegido en su misericordia no se nos ha dicho; pero, en vista de los días futuros de prosperidad que están prometidos a la iglesia, puede inferirse que la gran mayoría eventualmente se encontrará entre el número de los elegidos.
A Abraham le fue prometido que su descendencia sería una gran multitud.
“De cierto te bendeciré y en gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Tu descendencia poseerá las ciudades de sus enemigos.
En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz.” (GÉNESIS 22:17-18.)
“Yo haré que tu descendencia sea como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia podrá ser contada.” (GÉNESIS 13:16.)
En el Nuevo Testamento encontramos que esta promesa se refiere no meramente a los judíos como nación sino a todos los creyentes, quienes son, en el sentido más alto, los verdaderos “hijos de Abraham”.
“Por lo tanto, sabed que los que se basan en la fe son hijos de Abraham.
Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: “En ti serán benditas todas las naciones.”
Y ya que sois de Cristo, ciertamente sois descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa.” (GÁLATAS 3:7-8,29.)
Isaías declaró que la voluntad de Jehová sería prosperada en manos del Mesías, y que éste vería el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho. En vista de lo intenso de su sufrimiento en el Calvario sabemos que no quedará satisfecho fácilmente.
La idea de que los salvos serán más numerosos que los no salvos se deja entrever también en los contrastes que presenta el lenguaje bíblico. El cielo es presentado como el mundo venidero, como un gran reino, un país, una ciudad; mientras que el infierno es presentado como un lugar comparativamente pequeño, una prisión, un lago (de fuego y azufre), un pozo (quizá profundo, pero estrecho).
“Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel mundo venidero y la resurrección de los muertos no se casan, ni se dan en casamiento.” (LUCAS 20:35.)
“A los ricos de la edad presente manda que no sean altivos, ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios quien nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” (1ª TIMOTEO 6:17.)
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe más.” (APOCALIPSIS 21:1.)
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (MATEO 5:3.)
“Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse el Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad.” (HEBREOS 11:16.)
“En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados.” (1ª PEDRO 3:19.)
“Y la bestia fue tomada prisionera, junto con el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con que había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y adoraban a su imagen. Ambos fueron lanzados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre.” (APOCALIPSIS 19:20.)
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Y la Muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego.
Y el que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (APOCALIPSIS 20:10,14,15.)
“Pero, para los cobardes e incrédulos, para los abominables y homicidas, para los fornicarios y hechiceros, para los idólatras y todos los mentirosos, su herencia será el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo diciendo: “Ven acá. Yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero.”
Me llevó en el Espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo de parte de Dios.
Tenía la gloria de Dios, y su resplandor era semejante a la piedra más preciosa, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal.
Tenía un muro grande y alto. Tenía doce puertas, y a las puertas había doce ángeles, y nombres inscritos que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.
Tres puertas daban al este, tres puertas al norte, tres puertas al sur y tres puertas al oeste.
El muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y sobre ellos los doce nombres de los apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad está dispuesta en forma cuadrangular.
Su largo es igual a su ancho. El midió la ciudad con la caña, y tenía 12.000 estadios. El largo, el ancho y el alto son iguales.
Midió su muro, 144 codos según medida de hombre, que es la del ángel.
El material del muro era jaspe, y la ciudad era de oro puro semejante al vidrio limpio.
Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa.
El primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda, el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
Las doce puertas eran doce perlas; cada puerta fue hecha de una sola perla. La plaza era de oro puro como vidrio transparente.
No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara.
Las naciones andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su gloria. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones.
Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.” (APOCALIPSIS 21:8-27.)
Cuando se mencionan los ángeles y los santos en las Escrituras, se dice que son ejércitos, miriadas, una innumerable multitud, millones de millones; sin embargo, en relación a los no salvos no se usa tal lenguaje, y su número puede ser relativamente insignificante.
“De repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:”
(LUCAS 2:13.)
“El uno proclamaba al otro diciendo: ¡Santo, santo, santo es Jehovah de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!” (ISAÍAS 6:3.)
“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas y millares de millares.” (APOCALIPSIS 5:11.)
El reino de Satanás es insignificante en comparación al reino de Cristo. En la inmensa esfera del dominio de Dios el bien es la regla y el mal la excepción.
El pecado es una minúscula mancha sobre el azul celeste de la eternidad; un diminuto punto sobre el sol. El infierno es sólo un rincón del universo.
Basándonos en estas consideraciones, podríamos decir que el número de los salvos en relación con los no salvos puede compararse a la relación que existe entre el número de ciudadanos libres de nuestro país y el número de los que están en prisiones y penitenciarías; o podríamos decir que la compañía de los salvos es semejante al tronco del árbol que crece y florece, mientras que a los no salvos los podemos comparar a las pequeñas ramas que son cortadas y quemadas en el fuego. ¿Quien, aunque no sea calvinista, no preferirá que tal sea verdaderamente el caso?
Pero, puede que surja la pregunta, ¿no enseñan versículos tales como:
“Porque estrecha es la puerta, y angosto es camino que lleva a vida, y pocos son los que la hallan”, y “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”.
“Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida!
Y son pocos los que la hallan.” (MATEO 7:14.)
“Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.”
(MATEO 22:14.)
¿Que los que se pierden son muchos más que los que se salvan? Creemos que estos versículos deben interpretarse en un sentido temporal, y que describen las condiciones que Jesús y sus discípulos vieron en Palestina en su día. La gran mayoría de las personas en aquellos días no estaban caminando en los caminos de justicia, y las palabras son habladas desde el punto de vista de aquel momento presente y no desde el punto de vista del futuro día de juicio. Estos versículos presentan, más bien, un cuadro de lo que Jesús y sus discípulos vieron a su alrededor, y, desde esa perspectiva, pudiera que también describan al mundo como ha sido hasta el presente.
Estos versículos tienen también el propósito de enseñarnos que el camino de la salvación es uno de dificultades y sacrificios, y que es nuestro deber ocuparnos en nuestra salvación con diligencia y persistencia. Nadie debe presumir que su salvación es algo que pueda darse por sentado. Los que entran en el reino de los cielos entran a través de muchas tribulaciones; de ahí el mandato:
“--Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.” (LUCAS 13:24.)
La decisión de la vida es como la decisión entre dos caminos - uno ancho, cómodo, y fácil de transitar, pero lleva a la destrucción. El otro es angosto y difícil, y lleva a la vida. No hay más razón para suponer que los salvos serán menos que los no salvos que suponer que la parábola de las diez vírgenes enseña que serán precisamente igual en número.
“Entonces, el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio.
Cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes.
Cuando las insensatas tomaron sus lámparas, no tomaron consigo aceite; pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
Y como tardaba el novio, todas cabecearon y se quedaron dormidas.
A la media noche se oyó gritar: “¡He aquí el novio! ¡Salid a recibirle!”
Entonces, todas aquellas vírgenes se levantaron y alistaron sus lámparas.
Y las insensatas dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.”
Pero las prudentes respondieron diciendo: “No, no sea que nos falte a nosotras y a vosotras; id, más bien, a los vendedores y comprad para vosotras mismas.”
Mientras ellas iban para comprar, llegó el novio; y las preparadas entraron con
él a la boda, y se cerró la puerta.
Después vinieron también las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!”
Pero él respondiendo dijo: “De cierto os digo que no os conozco.”
Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.” (MATEO 25:1-13.)
Y hay mucho menos razón para suponer que este símil enseña que los salvos serán menos que los no salvos que suponer que la parábola de la cizaña entre el trigo enseña que los no salvos serán pocos numéricamente en comparación con los salvos - aunque, por cierto, esa es una parte importante de esa parábola.
“Les presentó otra parábola diciendo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.
Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
Cuando brotó la hierba y produjo fruto, entonces apareció también la cizaña.
Se acercaron los siervos al dueño del campo y le preguntaron: 'Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?'
Y él les dijo: 'Un hombre enemigo ha hecho esto.'
Los siervos le dijeron: 'Entonces, ¿quieres que vayamos y la recojamos?'
Pero él dijo: 'No; no sea que al recoger la cizaña arranquéis con ella el trigo.
Dejad crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores:
Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla.
Pero reunid el trigo en mi granero.'“ (MATEO 13:24-30.)
Y podemos añadir que no hay más razón para suponer que la referencia a los dos caminos enseña que el número de los salvos serán menos que el de los no salvos que suponen que la parábola de la oveja perdida, enseña que sólo uno entre cien se pierde y que con todo, ese uno será eventualmente rescatado, lo que sería nada menos que un rescatado, lo que sería nada menos que un absoluto restauracionismo.
Creemos haber demostrado que la doctrina de la elección es bíblica en todas sus partes y que además es un claro dictado de la razón común.
Aquellos que se oponen a esta doctrina lo hacen o porque no la entienden o porque no consideran la majestad y santidad de Dios, ni la corrupción y culpa de su naturaleza. Los tales olvidan que están ante su Hacedor no como quienes tienen derecho a la misericordia, divina sino como criminales bajo condena que sólo merecen el castigo. Tales personas quieren la libertad de desarrollar su propio esquema de salvación y rehúsan aceptar el plan de Dios que es por gracia. La doctrina de la elección no armonizará con ningún pacto de obras ni con un pacto híbrido de obras y gracia. La doctrina de la elección armoniza únicamente con un pacto de pura gracia.
(EL CAPÍTULO MUCHOS SON LOS ESCOGIDOS, HA SIDO RECOPILADO DEL LIBRO LA PREDESTINACIÓN - LORAINE BOETTNER.)