El Pentateuco, ¿no es histórico ni mosaico?

1 Marzo 2005
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Abro este tema porque creo que las dudas al respecto están justificadas, sin que eso pueda minar la de en el Evangelio de Cristo.

Espero que quien sepa del asunto quiera escribirnos aquí, para conocer más de este particular que me ha llamado mucho la atención.

Empiezo copiando parte de un libro en referencia al epígrafe, léanlo porque de aquí surgen las cuestiones.

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Muchos hombres de bien y de buenas intenciones han tratado de reconciliar los testimonios del Génesis con los descubrimientos de la ciencia, pero en vano; la divergencia ha crecido tanto, que ha llegado a ser oposición completa. Uno de los antagonistas tiene que desaparecer.

¿No podemos, pues, permitirnos examinar la autenticidad de este libro, que desde el siglo segundo ha sido erigido como criterio de la verdad científica? Para sostenerse [228] en una posición tan elevada, debe poder desafiar la crítica humana.

En los primeros tiempos del cristianismo, muchos de los más eminentes padres de la Iglesia tuvieron serias dudas respecto de la autoridad del Pentateuco entero. No tengo espacio, en la limitada extensión de estas páginas, para representar en detalle los hechos y argumentos que se presentaron entonces y luego. La literatura de este asunto es hoy día muy extensa. Puede el lector acudir, sin embargo, a la obra del piadoso e ilustrado dean Prideaux, El Antiguo y el Nuevo Testamento reunidos, uno de los ornamentos literarios del último siglo. Hallará también tratado el asunto más recientemente por el obispo Colenso. Los párrafos siguientes bastaran a dar una idea suficientemente clara del estado presente de la controversia.

Se afirma que el Pentateuco ha sido escrito por Moisés bajo la influencia de la inspiración divina; considerado así, como anales escritos de viva voz y dictados por el Todopoderoso, exigen acatamiento, no sólo de los científicos, sino del mundo entero.

Pero, ahora bien; en primer lugar, puede preguntarse: ¿Quién o qué ha dado crédito a esta grande pretensión?

No es el libro, por cierto; en ninguna parte lo indica, ni hace la impía declaración de que esté escrito por Dios Todopoderoso.

Hasta después del siglo segundo, no se impuso a la credulidad humana tan extravagante exigencia. Tuvo origen, no en la clase elevada de los filósofos cristianos, sino entre los fervorosos Padres de la Iglesia, cuyos escritos prueban que eran personas sin instrucción y sin espíritu de crítica. [229]

Cada época, desde el siglo segundo hasta nuestros días, ha producido hombres de grande ingenio, tanto judíos como cristianos, que han rechazado estas pretensiones. Sus decisiones se han fundado en la prueba intrínseca de los mismos libros; éstos presentan claras demostraciones de dos autores distintos, a lo menos, que se han llamado respectivamente Elohísticos y Jehovísticos. Hupfeld asegura que la narración Jehovística conserva señales de haber sido unos segundos anales originales, completamente independientes de la Elohística. Las dos fuentes de que se derivan las narraciones son en muchos puntos contradictorias; además es seguro que los libros del Pentateuco jamás se atribuyen a Moisés en las inscripciones de los manuscritos hebreos, ni en los ejemplares impresos de la Biblia hebrea, ni se les llama «libros de Moisés» en la versión de los Setenta, ni en la Vulgata, y sí únicamente en las traducciones modernas.

Claro es que no pueden atribuirse solamente a la autoridad de Moisés, puesto que registran su muerte; claro es que no fueron escritos sino muchos cientos de años después de aquel suceso, toda vez que hacen referencia a hechos que no ocurrieron sino después del establecimiento del gobierno de los reyes entre los judíos.

Ningún hombre puede osar atribuirlos a inspiración del Dios Todopoderoso: sus inconsecuencias, contradicciones e imposibles, expuestos por muchos ilustrados y piadosos modernos, alemanes e ingleses, son muy grandes. Deciden estos críticos que el Génesis es una narración basada en leyendas; que el Éxodo no es históricamente verdadero; que todo el Pentateuco no es histórico, ni mosaico. Contiene las mayores contradicciones e imposibles, suficientes para comprometer la credibilidad del todo; imperfecciones tan grandes y flagrantes [230] que destruirían la autenticidad de cualquier obra histórica moderna.

Hengstenberg, en sus Disertaciones sobre la autenticidad del Pentateuco, dice: «es la suerte inevitable de toda obra histórica falsa, caer en la contradicción; esto es lo que pasa en gran escala con el Pentateuco, por no ser genuino. Si el Pentateuco es falso, sus historias y leyes han sido elaboradas en porciones sucesivas y fueron escritas en el curso de muchos siglos por diferentes individuos. De este género de trabajos es inseparable una masa de contradicciones que la hábil mano del último editor nunca podría ser capaz de borrar por completo.»

Puedo agregar a estas observaciones lo que dice expresamente Ezra (Esdras, II, 14), que él mismo, ayudado por otras cinco personas, escribió aquellos libros en el espacio de cuarenta días. Dice que en tiempo de la cautividad de Babilonia, los antiguos escritos sagrados de los judíos fueron quemados, y da detalles particulares de las circunstancias en que fueron compuestos. Declara que emprendió escribir cuanto se había hecho en el mundo desde su principio. Se dirá que los libros de Esdras son apócrifos, pero en cambio puede preguntarse: ¿Se han dado pruebas de ello, capaces de resistir a la crítica moderna? En los primeros tiempos de la cristiandad, cuando la historia de la caída del hombre no se consideraba esencial al sistema cristiano y la doctrina de la expiación no había alcanzado la precisión que le dio Anselmo más tarde, era muy generalmente admitido por los Padres de la Iglesia que Ezra probablemente compuso el Pentateuco. Así dice San Jerónimo: Sive Mosem dicere volueris auctorem Pentateuchi, sive Esdram ejusdem instauratorem operis, non recuso. Clemente Alejandrino [231] dice que cuando estos libros fueron destruidos en el cautiverio de Nabucodonosor, Esdras, habiendo sido inspirado proféticamente, los reprodujo. Ireneo dice lo mismo.

Los incidentes contenidos en el Génesis, del primero al décimo capítulo inclusive (capítulos que por sus relaciones con la ciencia son de mayor importancia que otras partes del Pentateuco), han sido evidentemente compilados de fragmentos de leyendas de distintas autoridades. Todos ellos presentan a la crítica, sin embargo, particularidades que demuestran fueron escritos en las márgenes del Éufrates, y no en el desierto de la Arabia; contienen muchos caldeismos. Un egipcio no hablaría del Mediterráneo como si se hallase a su Oeste, y un asirio sí. Su exorno y maquinaria, si estas expresiones pueden usarse con propiedad, son completamente asirias, y no egipcias. Hubo tantos anales, que puede esperarse encontrar algunos en caracteres cuneiformes en las bibliotecas de barro de los reyes de Mesopotamia. Se asegura que una leyenda análoga a la del diluvio se ha exhumado ya, y que no está fuera de los límites de lo probable que el resto pueda obtenerse de un modo semejante.

De estas fuentes asirias tomó Ezra las leyendas de la creación de la tierra y el cielo, el jardín del Edén, el hacer al hombre de tierra y a la mujer de una de sus costillas, las tentaciones de la serpiente, el nombrar los animales, el querubín de la espada flameante, el diluvio y el arca, los vientos que secaron la tierra, la construcción de la torre de Babel y la confusión de lenguas. Empieza bruscamente la historia de los judíos en el capítulo onceno; en este punto cesa su historia universal y se ocupa de la historia de una sola familia, la de los descendientes de Sem.

El duque de Argyll, en su libro El Hombre primitivo, [232] refiriéndose a esta restricción, dice muy gráficamente: «En la genealogía de la familia de Sem tenemos una lista de nombres, que son nombres y nada más para nosotros. Es una genealogía que no hace más ni pretende hacer más que trazar el orden de sucesión entre algunas familias únicamente, aparte de millones de otras que ya existían en el mundo; no se da más que este orden de sucesión, y ni aún hay certidumbre completa de que éste sea consecutivo. Nada se nos dice de todo lo que hay detrás del velo de densas tinieblas delante del cual se hacen pasar estos nombres; y, sin embargo, en las raras ocasiones que se levanta un poco, podemos dirigir una ojeada y vemos grandes movimientos que se producen desde muy antiguo; ninguna forma se ve distintamente, y aún la dirección de aquellos movimientos tan sólo puede adivinarse, pero se oyen las voces de las grandes aguas.» Estoy de acuerdo con la opinión de Hupfeld de que «el descubrimiento de que el Pentateuco está sacado de varias fuentes o documentos originales es, fuera de toda duda, no sólo uno de los más importantes y fecundos para la interpretación de los libros históricos del Antiguo Testamento, o más bien para toda la teología y la historia, sino que es también una de las averiguaciones más positivas que se han hecho en el dominio de la crítica y de la historia de la literatura. Diga lo que quiera en contra el partido anticrítico, este dato puede sostenerse sin retroceder por ninguna cosa, mientras tanto que dure lo que se llama crítica; y no será fácil para un lector, superior al nivel de cultura que tenemos hoy día, si lo examina sin prevención y con espíritu recto de apreciar la verdad, sustraerse a su influencia.»

¿Qué, pues? ¿Renunciaremos a estos libros? Admitir [233] que la narración de la caída del Edén es legendaria, ¿no arrastra consigo la doctrina más solemne y sagrada del cristianismo, la de la redención?

¡Reflexionemos sobre esto! La cristiandad en sus primeros días, cuando convertía y conquistaba el mundo, sabía poco o nada acerca de esta doctrina. Hemos visto que Tertuliano en su Apología no la creyó digna de mención. Tuvo origen entre los herejes gnósticos y no era admitida por la escuela teológica de Alejandría; nunca fue presentada de un modo preeminente por los Padres, ni alcanzó el imperio que hoy tiene hasta los tiempos de Anselmo. Filón el judío habla de la historia de la caída como simbólica; Orígenes la considera como una alegoría. Quizás pueden ser acusadas con razón algunas de las Iglesias protestantes de inconsecuencia, porque la consideran en parte mitológica y en parte real. Pero si admitimos con ellas que la serpiente es símbolo de Satanás, ¿no debe esto dar cierto aire de alegoría a toda la narración?

Es de sentir que la Iglesia cristiana haya tomado sobre sus hombros la defensa de estos libros y que se haya hecho solidaria de sus manifiestos errores y contradicciones. La vindicación de éstos, si tal cosa fuera posible, debiera haber sido confiada a los judíos, entre los cuales nacieron y por quienes han sido trasmitidos hasta nosotros. Más todavía: debe sentirse profundamente que el Pentateuco, una producción tan imperfecta que no puede soportar el toque de la crítica moderna, se haya erigido en árbitro de la ciencia. Recuérdese que la exposición del verdadero carácter de estos libros ha sido presentada, no por capciosos enemigos, sino por ilustrados y piadosos hombres de la Iglesia, algunos de ellos de la más elevada dignidad. [234]

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Tomado de "Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia", cap. VIII.
 
Re: El Pentateuco, ¿no es histórico ni mosaico?

Me gustaria saber lo que opinaria un judio acerca de esto.....voy a investigar mas y a compartir lo que encuentre.

Muy interesante tu aporte.....