Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

toni

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Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

MADRID. J. Bastante

Sesenta y ocho teólogos y teólogas -entre ellos, los fundadores de la teología de la liberación- han criticado con dureza la declaración Dominus Iesus, presentada el pasado mes por la Congregación de la Doctrina de la Fe. Para este grupo, el texto vaticano «muestra una clara insensibilidad» frente a los logros alcanzados por el diálogo ecuménico e interreligioso.


El texto, titulado «Ante la declaración vaticana Dominus Iesus», sale a la luz un mes después de la presentación del documento por parte del cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Su intención ha sido la de expresar «algunas observaciones críticas» acerca de la declaración vaticana por «sus repercusiones negativas en el campo del ecumenismo y porque afecta directamente a la reflexión teológica de las Iglesias».

Entre los teólogos y teólogas firmantes, se encuentran Jon Sobrino y Leonardo Boff, fundadores de la teología de la liberación, el alemán Hans Küng –que participó en el concilio Vaticano II- y los españoles Tamayo-Acosta y Díez Alegría, críticos con la doctrina oficial de Roma.

«Con la publicación de este documento –afirman- se ven afectados negativamente, sin duda, la larga trayectoria ecuménica en la Iglesia católica y el diálogo interreligioso e intercultural en el que estamos comprometidos numerosos creyentes de las distintas religiones del mundo».

En primer lugar, el documento subraya «la inoportunidad» de la declaración vaticana, «que abre una brecha entre las Iglesias cristianas que durará tiempo en cerrarse».

Los firmantes del documento afirman que, con esta actitud, «se está cuestionando, cuando no negando, el pluralismo, que es uno de los valores fundamentales de la cultura actual». Del mismo modo, critican que el estilo de la Dominus Iesus «está más próximo al Syllabus de Pío IX que a los documentos del Concilio Vaticano II» o a textos de Juan Pablo II.

A su vez, acusan a la declaración vaticana de «insensibilidad» ante algunos logros alcanzados «a lo largo de varias décadas de actividad ecuménica, tanto en el terreno doctrinal como en el pastoral». Así, recuerdan el reciente viaje de Juan Pablo II a Tierra Santa, donde oró en el Muro de las lamentaciones, o la reciente petición de perdón por los pecados cometidos por la Iglesia católica.

ASPECTOS PREOCUPANTES

Analizando la declaración, los teólogos señalan varios aspectos «especialmente preocupantes». En primer lugar, subrayan que en la Dominus Iesus «la concepción del diálogo resulta claramente reduccionista», puesto que «ignora afirmaciones fundamentales de la encíclica “Ut Unum Sint” de Juan Pablo II sobre el diálogo ecuménico y sus estructuras locales, el diálogo como examen de conciencia y como método para dirimir las divergencias».

Del mismo modo, este grupo critica que el concepto de salvación cristiano sea «tratado en la declaración de manera exclusivista». El texto termina preguntándose: «¿Sólo es posible la salvación cuando la verdad es conocida y poseída? ¿No asegura la salvación la búsqueda de la verdad?».


Diario ABC www.abc.es
 
Es preferible leer la declaración original.

Mi posición personal es absolutamente coincidente con ella.

La bajé de: http://servicioskoinonia.org/relat/

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ANTE LA DECLARACIÓN VATICANA "DOMINUS IESUS"
Nota promovida por la Asociación de Teólogos Juan XXIII


La Declaración Dominus Iesus, firmada por el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificada y confirmada por el Papa Juan Pablo II el 6 de agosto de 2000 y hecha pública el 5 de septiembre, está siendo comentada ampliamente en los Medios de Comunicación Social de todo el mundo. Por sus repercusiones negativas en el campo del ecumenismo y del diálogo interreligioso, y porque afecta directamente a la reflexión teológica de las Iglesias, los teólogos y teólogas abajo firmantes queremos expresar algunas observaciones críticas en estos momentos de desconcierto, tanto en ambientes católicos como en quienes vienen trabajando por un diálogo constructivo en otras Iglesias y en las grandes religiones universales.

Queremos subrayar, en primer lugar, la inoportunidad de su publicación. Mientras que la carta papal Tertio Millenio Adveniente expresaba el deseo de entrar en el nuevo milenio alcanzada la plena comunión entre los cristianos (n. 34), la presente Declaración abre una brecha entre las Iglesias cristianas que durará tiempo en cerrarse.


Dominus Iesus nos parece inoportuna porque, en el año del perdón y de la reconciliación, ha sacado a la luz viejos contenciosos que creíamos ya superados. ¿Cómo puede seguir hablándose hoy de "la Iglesia verdadera" frente a las "iglesias particulares" (Ortodoxas), y las "Comunidades eclesiales" (Protestantes y Anglicanas) "que no son Iglesia en sentido propio" (n. 17). ¿Cómo puede decirse que los no cristianos se encuentran "en situación gravemente deficitaria" (n. 22) en relación con la salvación?

Resulta inoportuna también en la descripción negativa que hace de la sociedad y de la cultura de Occidente. Ante un horizonte tan sombrío como el que -según Dominus Iesus- acecha a la Iglesia católica, ésta se cree en el deber de adoptar posturas beligerantes contra "teorías de tipo relativista que tratan de justificar el pluralismo religioso, no sólo de facto sino también de iure (o de principio)" (n. 4) y "cuyas raíces... hay que buscarlas en algunos presupuestos, ya sean de naturaleza filosófica o teológica, que obstaculizan la inteligencia y la acogida de la verdad revelada" (n. 4). Con esta actitud se está cuestionando, cuando no negando, el pluralismo, que es uno de los valores fundamentales de la cultura actual.

El estilo de la Declaración está más próximo al Syllabus de Pío IX que a los documentos del Vaticano II, o a los textos de Juan XXIII, Pablo VI y Juan-Pablo II.

El texto de la Congregación vaticana muestra una clara insensibilidad ante algunos de los logros alcanzados a lo largo de varias décadas de actividad ecuménica, tanto en el terreno doctrinal -recuérdese la Declaración Conjunta Luterano-Católica sobre la doctrina de la Justificación de la Fe- como en el pastoral. Conviene recordar que las Iglesias no sólo hablan a través de la doctrina. Su mensaje llega también por medio de signos elocuentes y de gestos proféticos, como los siguientes: la entrega por al papa Pablo VI de su anillo pastoral al Arzobispo de Canterbury; el abrazo del mismo Papa al patriarca Atenágoras en Jerusalén; la plegaria convocada por el papa Juan-Pablo II en Asís junto a los líderes religiosos del mundo; la visita del mismo papa, por primera vez, a la sinagoga de Roma y su proclamación solemne ante los rabinos allí congregados de que "los judíos son nuestros hermanos mayores"; la oración de Juan-Pablo II en el muro de las Lamentaciones; la reciente petición de perdón por los pecados cometidos por la Iglesia católica; la apertura de la Puerta del Año Jubilar por el papa, acompañado del primado de la Comunión Anglicana y de un representante del patriarcado de Constantinopla.

Tres son los aspectos de la Declaración que nos parecen especialmente preocupantes: su concepción del diálogo; la expresión "subsiste en" y el concepto de "salvación".

El horizonte de fondo de Dominus Iesus es el diálogo ecuménico e interreligioso, cada uno en su propio estatuto. Sin embargo, su concepción del diálogo resulta claramente reduccionista. Lo considera, es verdad, "parte de la misión evangelizadora" de la Iglesia católica. Pero cuando afirma que "la paridad, que es presupuesto del diálogo, se refiere a la igualdad de la dignidad personal de las partes, no a los contenidos doctrinales" (n. 22), no dice toda la verdad sobre el diálogo. El decreto del Vaticano sobre ecumenismo considera necesaria la paridad dialogal, "de igual a igual", de donde puede surgir un mayor esclarecimiento, no sólo de las doctrinas de los otros, sino "incluso de la verdadera naturaleza de la Iglesia" (n. 9). El diálogo implica siempre "enriquecimiento mutuo".

La Declaración ignora afirmaciones fundamentales de la encíclica Ut Unum Sint (ns. 28-39) sobre el diálogo ecuménico y sus estructuras locales, el diálogo como examen de conciencia y como método para dirimir las divergencias. En esta encíclica se afirma que "el diálogo ecuménico, que anima a las partes implicadas a interrogarse, comprenderse y explicarse recíprocamente, permite descubrimientos inesperados" (n. 38). La rigidez de la Dominus Iesus contrasta con el talante esperanzado y de apertura de otros documentos como Ecclesiam suam de Pablo VI y la eníclica antes citada de Juan Pablo II.

Buena parte del malestar producido por la presente Declaración en ambientes cristianos se refiere a una fórmula que, en su momento, despertó esperanzas ecuménicas: "La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica romana", que sustituía a la fórmula "La Iglesia de Cristo es la Iglesia católica". Dicha sustitución, llevada a cabo por el Concilio Vaticano II, era más que un mero cambio de vocabulario. Con la nueva formulación, el concilio pretendía evitar la identificación exclusiva y excluyente de la "Iglesia de Cristo" con la "Iglesia católica". El que la Iglesia de Cristo subsista en la Iglesia católica no excluye que subsista también en otras comunidades cristianas. Si se obvió la identificación total entre Iglesia de Cristo e Iglesia católica romana fue para reconocer la eclesialidad de las otras comunidades cristianas. Pues bien, el reduccionismo que en este punto se observa en la Dominus Iesus nos parece preocupante.

La categoría de salvación, implicada directamente en el diálogo interreligioso, es tratada en la Declaración de manera exclusivista. Por ello ha irritado, creemos que con razón, a no pocas personas creyentes de las grandes tradiciones religiosas de la Humanidad. Según el texto, la idea de que "la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación... no se contrapone a la voluntad salvadora universal de Dios" (n. 20). Sin embargo, a la hora de aclarar la referida compatibilidad se recurre a expresiones confusas y crípticas como "la misteriosa relación" con la Iglesia católica de quienes no son formal y visiblemente miembros de ella" (n. 20).

Algunas expresiones de la Declaración nos parecen, cuando menos, discutibles desde el punto de vista doctrinal y ciertamente ofensivas para las personas creyentes de otras religiones. Así, por ejemplo, cuando afirma que "a las oraciones y ritos (no cristianos)... no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos..." (n. 21). O, cuando dice que "los no cristianos... objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria si se compara con la de aquellos que, en la Iglesia, tienen plenitud de los medios salvadores"(n. 22).

Dominus Iesus afirma solemnemente que "Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad" (n. 22) Nosotros preguntamos críticamente: ¿sólo es posible la salvación cuando la verdad es conocida y poseída? ¿No asegura la salvación la búsqueda de la verdad?. Creemos que hubiera sido más acertado en este punto que la Declaración llamara a seguir los dictámenes de la propia conciencia y a la coherencia entre la vida y las creencias, aunque no sean cristianas, en relación con la salvación.

Con la publicación de este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe se ven afectadas negativamente, sin duda, la larga trayectoria ecuménica en la Iglesia católica y el diálogo interreligioso e intercultural en el que estamos comprometidos numerosos creyentes de las distintas religiones del mundo.



FIRMAN ESTE DOCUMENTO:

Teólogos y teólogas españoles:

E. Aguiló (Sevilla). Juan Bosch (Valencia). J. Botam (Barcelona). Gilberto Canal (Madrid). José-Mª Castillo (Granada). José-Mª Díez Alegría (Madrid). L. Diumenge (Madrid). C. Domínguez (Granada). Juan-Antonio. Estrada (Granada). Jesús Equiza (Pamplona). Casiano Floristán (Madrid). Benjamín Forcano (Madrid). E. Galindo (Madrid). M. García-Ruiz (Madrid). J- Gómez-Caffarena (Madrid). José-Mª González Ruiz (Málaga). José-Ignacio González-Faus (Barcelona). A. Ibáñez (Madrid). Julio Lois (Madrid). J. Janeras (Barcelona). J. Llopis (Barcelona). C. Martí (Barcelona). Francisco. Martín (Badajoz). Mª Martinell (Barcelona). Enrique Miret (Madrid). A. Moliner (Barcelona). J.-L. Moral (Madrid). Secundino Movilla (Madrid). J. Ortigosa (Madrid), M. Pintos (Madrid). R. Pou (Vic). F. Pastor (Madrid). Jesús Peláez (Córdoba). J. Ruiz-Díaz (Madrid). F. Sanz (Ávila). Juan-José Tamayo-Acosta (Madrid), A. Tamayo-Ayesterán (San Sebastián). Andrés Torres-Queiruga (Santiago de Compostela). Rufino Velasco (Madrid). José Vico (Madrid) Evaristo Villar (Madrid), Javier Vitoria (Bilbao). José Vives (Barcelona).

Teólogos y teólogas de América Latina, EEUU y Alemania:

Leonardo Boff (Brasil). Jon Sobrino (El Salvador). Hans Küng (Alemania). Rosemary Radford.Ruether (EEUU). Mª Pilar Aquino (México). P. Sánchez (México). Sergio Arce (Cuba). Mª.-C. Mejía (México). José-Mª Vigil (Panamá). Marcos Villamán (R. Dominicana). L. Gallo (Colombia). N. Lozano (Colombia). J. Torres (Argentina). Eduardo De la Serna (Argentina). I. Hernández (Puerto Rico), V. García (Nicaragua), F. Albertini (Alemania). M. Soler-Palá (Puerto Rico). Sixto García (teólogo hispano en EEUU). C. Corzo (Perú), Ana Mª Bidegain (Colombia), T. Motta da Silva (Brasil). M. Alanís (Argentina), M. Breitenfeldt (Chile).

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Hola toni, Dios te bendiga:

Coincido con Juan Manuel, y solo añado dos comentarios citando la sabiduría popular de mi pueblo.

1 La verdad no peca, ¡Pero como incomoda!.

2 La verdad no se negocia, se demuestra y se proclama.

Cordialmente: Francisco Javier.
 
hermano Francisco Javier:

Me quedan dudas sobre lo que quisiste decir.

Coincides con la "Dominus Iesus" (no sólo en su contenido doctrinal sino también en su oportunidad y estilo),
o con la declaración crítica de los teólogos que la califican de "insensible" ?

Juan Manuel
 
Ya que estamos coleccionando reacciones adversas, he aquí esta enviada por un amigo, quien a su vez la recibió del P. J. Severino Croatto.

Aunque no coincida con todos los puntos de vista de Leonardo Boff, creo que establece algunos puntos muy válidos.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

<{{{><

Joseph Card. Ratzinger: ¿exterminador del futuro?

Sobre la Dominus Iesus


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Leonardo Boff



Al concluir los festejos de los dos mil años de cristianismo, el cardenal J. Ratzinger nos brinda un documento doctrinario que debemos agradecer. En él, sin máscaras ni subterfugios, se expone cuál es la visión que una parte de la Iglesia, la jerarquía vaticana, tiene de la revelación, del designio de Dios en Cristo, de la naturaleza de la Iglesia, del diálogo ecuménico e inter-religioso. Ahora, todos, hombres y mujeres de buena voluntad, personas religiosas y espirituales, Iglesias cristianas y cada fiel, saben lo que deben esperar o no de la Iglesia jerárquica vaticana respecto al futuro del diálogo micro y macroecuménico. Ese futuro es aterrador, pero absolutamente coherente con el sistema que la Iglesia jerárquica vaticana elaboró a lo largo de los últimos siglos y que ahora alcanzó su expresión pétrea. Es el sistema romano, férreo, implacable, cruel y sin piedad.



1. La inaudita agresividad de un cardenal tímido

Dicho en una forma sencilla -picaresca pero verdadera- he aquí el resumen de la ópera: "Cristo es el único camino de salvación y la Iglesia es el peaje exclusivo. Nadie recorrerá el camino sin antes pasar por ese peaje". Dicho de otra manera" "Cristo es el teléfono pero sólo la Iglesia es la telefonista. Todas la llamadas de corta y de larga distancia necesariamente pasan por ella". Iglesia y Cristo forman "un único Cristo total" (nº 16), pues "como existe un solo Cristo, también existe un solo cuerpo y una sola Esposa suya, una sola Iglesia católica y apostólica" (nº 16). Fuera de la mediación de la Iglesia, todos, incluso "los adeptos de otras religiones objetivamente se encuentran en una situación gravemente deficitaria" (nº 22). Con todo énfasis se afirma, citando el Catecismo de la Iglesia Católica: "No se debe creer en nadie más, a no ser en Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo" (nº 7).

¿Por qué tal reduccionismo? Aquí comienza a articularse el sistema romano, el romanismo: por causa "del carácter definitivo y completo de la revelación de Jesucristo" (nº 4). Podrán pasar milenios, podrán los seres humanos emigrar a otros planetas y galaxias… pero la historia quedó como petrificada hasta el juicio final, pues no va a haber absolutamente ninguna novedad en términos de revelación: "no se debe esperar nueva revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Nuestro Señor Jesucristo" (nº 5). El sistema está completo, cerrado, y todo es propiedad privada de la Iglesia (la jerarquía vaticana), que debe expandirlo al mundo entero.

¿Qué dirá ella a los seres humanos -después de millones de años de evolución y de encuentro espiritual con Dios- y a los demás cristianos que no son católico-romanos? Las respuestas son claras y sin vacilaciones, verdaderas puñaladas en el pecho de los destinatarios: "A ustedes, personas religiosas del mundo, miembros de las religiones, incluso más ancestrales que nuestro cristianismo (como el budismo o el hinduismo), les anuncio esta desoladora verdad: ustedes no tienen "fe teologal"; sólo tienen "creencia"; sus doctrinas no son cosa del Espíritu sino algo "que ideó el ser humano en su búsqueda de la verdad" (nº 7). Si poseyeran algunos elementos positivos, "no se les puede atribuir origen divino" (nº 21), ni son de ustedes, pues son nuestros, ya que "reciben del misterio de Cristo los elementos de bondad y de gracia presentes en ellos" (nº 8). Y ustedes, Iglesias ortodoxas que tienen jerarquía y la eucaristía: ustedes son sólo "iglesias particulares", sin plena comunión, por no aceptar el primado del Papa (nº 16). Y ustedes, Iglesias evangélicas, salidas de la Reforma unas, y surgidas otras después, escuchen bien esta sentencia: ustedes "no son iglesias en sentido propio" (nº 17); son "comunidades separadas"… "cuyo valor deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia Católica"(nº 17).

Y ahora, escuchen todo lo que el Concilio Vaticano II sentenció y nosotros reafirmamos: "La única verdadera religión se verifica en la Iglesia Católica y apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la misión de difundirla a todos los seres humanos (nº 23). Sepan que únicamente en ella está la verdad. Todas las personas están obligadas a adherirse a ella, pues fuera de esta verdad todos ustedes se encuentran irremediablemente en el error. En el fondo, este documento, expresión suprema de totalitarismo, dirá a todos, de forma cruel y sin piedad: sin Cristo y la Iglesia ustedes todos no poseen nada de propio; y si por ventura tuvieran algún elemento positivo, no es de ustedes, sino de Cristo y de la Iglesia. A ustedes no les queda otro camino que la conversión. Fuera de la conversión sólo hay riesgo objetivo de perdición.

Después de tal pronunciamiento para nosotros, mortales, propulsores del micro y del macro ecumenismo, queda claro que cualquier iniciativa del Vaticano en esa área, esconde una farsa y prepara una trampa. Los llamados que el documento hace a la continuidad del diálogo no son propiamente sobre los contenidos religiosos, sino sobre el respeto a las personas, iguales en dignidad, pero absolutamente desiguales en términos de las condiciones objetivas de salvación.

Con estas tesis, el tímido cardenal José Ratzinger compareció como exterminador del futuro del ecumenismo. ¿Cómo se llegó a tal sistema totalitario, el romanismo, que tantas víctimas causa, y que produce un discurso de exclusión y de desesperanza?



2. El capitalismo jerárquico romano

Este tipo de discurso no es específico del romanismo, sino de todos los totalitarismos contemporáneos, del fascismo nazi, del estalinismo, del sectarismo religioso, de los regímenes latinoamericanos de seguridad nacional, del fundamentalismo del mercado y del pensamiento único neoliberal. El sistema es totalitario y cerrado en sí mismo, en el caso de la jerarquía vaticana, un "totatus" ("totalitarismo) como decían teólogos católicos, críticos del absolutismo de los papas. La realidad comienza y termina allí donde comienza y termina la ideología totalitaria. No existe nada más allá del sistema. Todos deben someterse a él, como dice el documento de Ratzinger, en "obediencia, sumisión plena de la inteligencia y de la voluntad, dando voluntariamente asentimiento" (nº 7). La verdad es sólo intrasitémica. Sólo los que obedecen al sistema participan de los beneficios de la verdad que es la salvación. Todos los demás están en el error.

Quien pretende tener él solo la verdad absoluta está condenado a la intolerancia para con todos los demás, que no están en ella. La estrategia es siempre la misma, en cualquiera de estos totalitarismos: convertir a los otros o someterlos, desmoralizarlos o destruirlos. Conocemos bien este método en América Latina. Fue minuciosamente aplicado por los primeros misioneros ibéricos que vinieron a México, al Caribe y a Perú con la ideología absolutista romana. Consideraron falsas las divinidades de las religiones indígenas, y sus doctrinas las tuvieron por pura invención humana. Y las destruyeron con la cruz asociada a la espada.

Los ecos de los lamentos de los sabios aztecas resuenan hasta hoy: "Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses. Nueva palabra es ésa, la que habláis. Por causa de ella estamos perturbados, incomodados… Oigan, señores nuestros: no hagáis a nuestro pueblo algo que le cause desgracia o que lo haga perecer… No podemos quedar tranquilos" (Miguel León Portilla, A conquista da América Latina vista pelos indios, Vozes, Petrópolis l987, 21-22). Los mayas sollozaban: "¡Ay!, entristezcámonos, porque llegaron (los españoles cristianos)… Vinieron a hacer que las flores se marchiten. Para que su flor viviese, dañaron y devoraron nuestra flor… Castrar el sol: eso es lo que vinieron a hacer ellos aquí… Ese Dios "verdadero" que viene del cielo, sólo de pecado hablará, sólo sobre el pecado será su enseñanza. Ellos nos enseñaron el miedo" (León-Portilla, op.cit. 60-62).

¿Podrá imaginar el cardenal Ratzinger lo que un piadoso presbiteriano, trabajando en el interior de la salva amazónica con los indígenas, o un monje taoísta, sumergido en su contemplación, sentirán, cuando, en un encuentro inter-religioso cualquiera, se les diga que ellos no tienen fe, o que no son iglesia, que en sí nada tienen de divino y de positivo, y que si lo poseen es sólo por Cristo y por la Iglesia? Humillados y ofendidos, tienen motivos para llorar como los aztecas y los mayas. Y su lamento llegará hasta el corazón de Dios, que siempre escucha el grito de los oprimidos, sin la mediación innecesaria de la Iglesia. Pero como son justos y sabios, seguramente sólo sonreirán frente a tanta arrogancia, a tanta falta de respeto y a tanta ausencia de espiritualidad para con los caminos de Dios en la vida de los pueblos.

La estrategia del documento vaticano obedece a la misma lógica de los referidos totalitarismos: la de la desmoralización y de la disminución hasta la completa negación del valor teologal de las convicciones del otro. Destruye todas las flores del jardín no católico y religioso, para que quede, soberana y solitaria, sólo la flor de la Iglesia romano-católica. Y todo, bajo la invocación de Dios, de Cristo y de la revelación divina, pecando alegremente contra el segundo mandamiento de la Ley de Dios, que prohibe usar el santo nombre de Dios en vano o para encubrir intereses meramente humanos.



¿Cómo se llegó a esa rigidez fundamentalista y sin piedad? No queremos resumir aquí la investigación histórica, hecha por los mejores historiadores y exegetas católicos que el cardenal Ratzinger conoce, pues los estudió en sus aulas de Freising, Bonn, Tübingen y Regensburg: de la comunidad fraternal de los inicios del cristianismo, por razones históricas comprensibles pero no justificables, se llegó a una sociedad eclesiástica piramidal y desigual.

En los primeros siglos, hasta más allá del año mil, el pueblo cristiano participaba del poder de la "Iglesia comunidad de los fieles", en las decisiones y en la elección de sus ministros, según el antiguo adagio: "todo lo que interesa a todos debe ser discutido y decidido por todos". Después, el pueblo comenzó a ser sólo consultado, y por fin, quedó totalmente marginado y expropiado de la capacidad que originalmente poseía. Así surgió en la Iglesia una innegable división y desigualdad: por un lado una jerarquía que todo lo sabe, de todo es maestra, discute de todo y en todo ella decide, al lado y encima de una masa de fieles despotenciada y destituida, que debe obedecer y adherirse a totalmente a la jerarquía.

Esta realidad es en sí misma perversa, y contraria al sentido originario del mensaje de Jesús. Para hacerla aceptable entran en funcionamiento los mecanismos de legitimación. La jerarquía vaticana elabora la correspondiente teología, con el objeto de justificar, reforzar y sacralizar su poder. Para hacer que ese poder sea irreformable, intocable y absoluto, le atribuye un origen divino, cuando, en realidad, es producto histórico y fruto de un proceso implacable de expropiación. Para conseguir tal faraonismo, la jerarquía vaticana echó mano de manipulación de decretales y de la falsificación del famoso Testamento de Constantino, hasta implantar, con Gregorio VII en 1075 con su "Dictatus Papae" (la Dictadura del Papa) el poder absoluto del papado en formulaciones como éstas: "El papa es el único hombre al cual todos los príncipes le besan los pies (esto valía hasta mediados de este siglo, con Pío XII); su sentencia no debe ser reformada por nadie, y sólo él puede reformar la de todos; él no debe ser juzgado por nadie". Por fin, con Pío IX, de infeliz reciente beatificación, fue proclamado infalible en su magisterio, pudiendo decidir todo "por sí mismo sin el consentimiento de la Iglesia". A partir de esa ideología totalitaria se leen las Escrituras y se entresaca de ella lo que interesa para fundamentar esta doctrina ideada por la sed de poder, espiritualizando las perspectivas contrarias o simplemente silenciándolas, incluso las más esenciales. El documento del cardenal Ratzinger prolonga este método sin la mínima sutileza que sería de esperar de alguien que un día fue un teólogo de reconocida competencia.

Cabe recordar que el Jesús histórico fue víctima de un sistema absolutista semejante, aquel construido por los escribas y fariseos. En nombre de él rechazaron a Jesús como falso profeta, enemigo de la verdad, Belzebú, traidor a las tradiciones y seductor del pueblo. Jesús les contradice -y lo mismo diremos al cardenal Ratzinger-: "en verdad, anulan ustedes el mandamiento de Dios para establecer las tradiciones de ustedes… y cosas como éstas hacen ustedes muchas más" (Mc 7. 13); "por causa de sus tradiciones no enseñan el precepto de Dios" (Mt 15, 3). Y ¿qué es lo que el cardenal Ratzinger deja de enseñar en nombre de tradiciones espúreas?



3. Errores teológicos que hacen inaceptable el documento vaticano

El cardenal Ratzinger no enseña la esencia del cristianismo, sin la que nada se sustenta, de lo que resulta vana toda la argumentación del documento. Entre otras cosas esenciales, dos son las más graves: no anuncia la centralidad del amor ni predica la importancia decisiva de los pobres. En su documento, estas dos cosas están totalmente ausentes.

Para Jesús y para todo el Nuevo Testamento, el amor lo es todo (Mt 22, 38-39), porque Dios es amor (1 Jn 4, 8.16) y sólo el amor salva (Mt 25, 34-47), un amor que debe ser incondicional (Mt 5, 44). Nada de eso se lee en el documento cardenalicio. Sólo habla de verdades reveladas y de la fe teologal como adhesión plena a ellas. Y bien sabe el cardenal que la fe sola no salva, pues como dicen todos los Concilios, sólo salva la fe "informada de amor" (fides caritate informata). Es una ausencia clamorosa, sólo comprensible en quien no tiene una experiencia espiritual, no se encuentra con el "Dios comunión de personas divinas", no ama a Dios y al prójimo, sino que sólo se adhiere perezosamente a las verdades escritas y abstractas. Por el hecho de que el texto no revela ningún amor, también muestra que no ama a nadie, a no ser al propio sistema. Sin compasión ni esfuerzo de comprensión, injuria y destruye el credo de los otros.

Más todavía: para empeorar su situación, en ningún momento se refiere a los pobres. Para Jesús y todo el Nuevo Testamento, el pobre no es un tema entre otros. Es el lugar a partir el cual se descubre el evangelio como buena noticia de liberación ("bienaventurados ustedes los pobres") y funciona como criterio último de salvación o de perdición. De nada sirve pertenecer a la Iglesia romano-católica, poseer todo el arsenal de los medios de salvación, someterse con mente y corazón al sistema jerárquico, acoger todas las verdades reveladas… si no se tiene amor "nada soy" (1 Cor 15, 2). Si no tuviéramos amor al hambriento, al sediento, al desnudo, al peregrino y al preso, nadie, ni yo ni el cardenal Ratzinger, podremos escuchar las palabras bienaventuradas: "Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo" (Mt 25, 34), porque "cuando dejasteis de hacer algo a uno de estos pequeños, fue a mi a quien o se lo hicisteis" (Mt 25 45). La cuestión del pobre es tan esencial a la herencia de Jesús, que cuando Pablo fue a verificar su doctrina ante los apóstoles en Jerusalén, éstos le exigieron el cuidado de los pobres (Gal 2, 10).

La tradición teológica de la Iglesia siempre argumentó rectamente: donde está Cristo ahí está la Iglesia; y Cristo está en los pobres; luego la Iglesia está (debe estar) en los pobres. No sólo en los pobres trabajadores y buenos, sino en los pobres pura y llanamente por el simple hecho de ser pobres. Al ser pobres, tienen menos vida, y por eso son los destinatarios primeros de ese anuncio y de la intervención liberadora del Dios de la Vida.

Ninguna resonancia de ese anuncio de libertad y de compasión encontramos en este rastrero documento vaticano. Sobre la cuestión de los pobres se podría inaugurar un ecumenismo abierto y fecundo, con todas las iglesias, religiones, tradiciones espirituales y personas de buena voluntad... En el amor incondicional y en los pobres se encuentra la centralidad del mensaje de Jesús, y no en el alegato ideológico montado por el documento del cardenal. Hay una forma de negación del Dios vivo que sólo los eclesiásticos llevan a cabo: hablar de Dios, de su revelación y de su gracia, sin mostrar ninguna compasión para con los pobres y los ofendidos. No hablan del Dios de Jesús que escucha el grito de los oprimidos y desciende para liberarlos (Ex 3,4) sino de un fetiche eclesiástico que "ideó" (nº 7) el ser humano en su sed de poder. No sin razón la imagen de Dios que emerge del documento es de un Dios fúnebre que murió hace mucho tiempo, pero que dejó como testamento frases recogidas en el Nuevo Testamento, con las cuales la jerarquía vaticana construye un edificio de salvación exclusivo para quien entre en él.

Pero hay otras insuficiencias graves de teología que importa denunciar: el documento ofende al Verbo que "ilumina a todo ser humano que viene a este mundo" (Jn 1,9), y no sólo a los bautizados y a los que son romano-católicos. El documento blasfema el Espíritu que "sopla donde quiere" (Jn 3, 8) y no sólo sobre aquellos ligados a los esquemas del cardenal. Jesús enfatiza que "los verdaderos adoradores que el Padre desea, han de adorarlo en Espíritu y en Verdad" y no solamente en Roma (Jerusalén) o Garizim (Cracovia: Jn 4, 21-23), es decir, por todas las personas abiertas a la dimensión espiritual y sagrada del universo, manifestación de la presencia del Misterio divino, cuya culminación se encuentra en la encarnación.

El documento deja en ridículo a los seres humanos al negarles lo principal del mensaje de Jesús referido más arriba: el amor incondicional y la centralidad de los pobres y oprimidos. En su lugar les ofrece un indigesto menú de citas arrancadas para justificar las discriminaciones y las desigualdades producidas contra la voluntad manifiesta de Jesús, que prohibió que alguien se llamara maestro o padre (Papa es la abreviación de "padre de los pobres", pater-pauperum = papa) o que se considerara mayor o primero que los demás, "porque ustedes son todos hermanos y hermanas (Mt 23, 6-12). La jerarquía romana necesita urgentemente de conversión para que pueda encontrar su lugar dentro de la totalidad del pueblo de Dios y como servicio de la comunidad de fe. Ella no es una facción, sino una función de la "Iglesia comunidad de fieles y de servicios".

El documento está a kilómetros-luz de la atmósfera de jovialidad y benevolencia propia de los evangelios y de la gesta de Cristo. Es un texto de escribas y fariseos y no de discípulos de Jesús, un texto carente de virtudes humanas y divinas, más dirigido a juzgar, a condenar y a excluir, que a valorizar, comprender e incluir como hace el símbolo de la primera alianza que Dios estableció con la vida y la humanidad, el arco iris. Ratzinger no quiere la multiplicidad de los colores en la unidad del mismo arco iris, sino sólo el predominio imperativo del color negro, el de la triste jerarquía vaticana.



4. El ecumenismo pasa por Ginebra y no por Roma

Con este documento el cardenal Ratzinger ha cavado la tumba para el ecumenismo en la perspectiva de la jerarquía vaticana. Tiene el mérito de desvanecer todas las ilusiones. A partir de ahora no podemos contar con la jerarquía vaticana para buscar la paz espiritual y religiosa de la humanidad. Al contrario, por su capitalismo concentrador de la verdad divina, por la arrogancia con que trata a todos los demás, el cristianismo jerárquico romano se constituye en un gran obstáculo.

Pero la jerarquía romana no es toda la Iglesia, ni representa la entera jerarquía eclesiástica mundial. Dentro de la jerarquía hay cardenales, arzobispos, obispos y presbíteros que siguen el camino evangélico del mutuo aprendizaje, del diálogo abierto y de la búsqueda sincera de la paz religiosa, asentada en la experiencia radical del Misterio, que se vela y revela a lo largo de toda la historia del universo y de la humanidad y adquiere cuerpo -singular en cada caso- en las religiones y en el cristianismo. Pero ése no es el camino estimulado por Roma.

Si continúa la actitud excluyente del Vaticano, el ecumenismo cristiano no pasará ya por Roma, sino por Ginebra, sede del Consejo Mundial de iglesias. Allí se perpetúa la herencia de Jesús, abierta a las dimensiones del Espíritu, que llena la faz de la Tierra y caldea los corazones de los pueblos y de las personas. Como el documento de Ratzinger es fruto de un sistema cerrado y férreo, no muestra sensibilidad alguna hacia la realidad que va más allá de él mismo. Es el sapo que vive en el fondo del pozo y nada sabe de universos que haya más allá de los límites de su pozo. Un documento que apunta al diálogo religioso mundial debería mostrar el valor de pertinencia y la relevancia de tal dialogo frente a la dramática situación que atraviesa la Tierra y la Humanidad. Nada de ello entra en la agenda del documento. El sentido del diálogo ecuménico e inter-religioso no se agota en la gestación de la paz religiosa, sino que se ordena a la construcción de la justicia y de la paz entre los pueblos y a la salvaguarda de todo lo creado.

Estamos caminando rumbo a una única sociedad mundial. Esta geosociedad tiene rostro del Tercer Mundo, porque cuatro mil millones de personas -sobre seis mil millones-, según los datos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, viven debajo de la líinea de la pobreza. ¿Quién enjugará las lágrimas de estos millones de víctimas? ¿Quién escucha el grito que viene de la Tierra herida, y de las tribus de la Tierra, hambrientas y excluidas?

El documento no tiene oídos para semejantes tribulaciones. Quien es sordo ante el grito de los oprimidos no tiene nada que decir a Dios ni nada que decir en nombre de Dios. El Cristianismo presentado por el cardenal Ratzinger no es mundializable: es expresión del lado más sombrío del Occidente, que cada vez más se convierte en un accidente. Su documento cierra el segundo milenio de un tipo de cristianismo que no debe ser prolongado por veneración al Misterio de Dios que se revela en la historia, por amor a Jesucristo, cuyo significado y mensaje no quiere excluir ni disminuir a nadie, por comunión con las demás iglesias cristianas que llevan adelante la memoria de Jesús, y por respeto a los demás caminos religiosos y espirituales por los cuales Dios siempre visitó en salvación y gracia a todos los seres humanos. En el nuevo milenio que se inaugura, surgirá un nuevo ecumenismo católico como aquel que está siendo realizado en estratos importantes de la jerarquía que se convirtió al sentido evangélico de servicio y animación de la fe, en las bases de la Iglesia y en las comunidades católicas y cristianas, ecumenismo fundado en la espiritualidad y en la mística del encuentro vivo con el Espíritu y el Resucitado, al servicio de los hombres y mujeres, comenzando por los más pobres y castigados, en comunión y en diálogo con otros portadores de espiritualidad. Es misión de todos suscitar y animar la llama sagrada de lo Divino y del Misterio que arde dentro de cada corazón y en el universo entero.

Sin esa llama sagrada no salvaremos la vida ni garantizaremos un futuro de esperanza para la familia humana y la Casa Común, la Tierra. Para tal propósito, todo ecumenismo es deseable, toda sinergia es imprescindible. Y Roma, algún día, post Ratzinger locutum -una vez que ya habló Ratzinger-, tendrá que sumarse a esta tara mesiánica.

Traducción de José María Vigil


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Hermanos JUAN MANUEL y FRANCISCO JAVIER:
Desde la publicación de la Dominus Iesus
casi que no ha pasado día en que no se hayan
conocido reacciones a favor y en contra de
la misma. Aunque no es este asunto que
debiera preocuparme directamente, sí lo es
porque lo estudio dentro de un marco
profético que parece que se define cada vez
más con el paso del tiempo. Al tópico que
abrí sobre lo muy bueno del Documento
Ratzinger, lamentablemente no pude seguirlo
con lo muy malo del mismo, por el temporal
alejamiento de LUIS FERNANDO.
Lo que creo, es que los lectores de los
documentos salidos del Vaticano con la firma
del Papa, debemos entrenarnos para leer en
la misma forma que los tales son redactados,
y no precipitarse a juzgarlos por su
apariencia definitiva. Hay mucha elaboración
precedente, y se ha calculado también la que
ha de seguirlo a fin de orientar sus efectos
en el rumbo deseado.
Más que "insensibilidad", yo creo advertir
en la D.I. un magistral procedimiento
sensibilizador, primariamente para el propio
catolicismo, y luego para los ecumenistas,
de tal modo que quien abra la herida
presenta casi en forma simultánea el remedio
eficaz para la sanidad de la misma.
Ortodoxos, protestantes, judíos e islámicos
finalmente recibirán las debidas satisfacciones, no importando gran cosa la
reacción de las demás religiones no monoteístas.
No hay que desesperarse, pues, y conviene
discernir lo que realmente tiene de bueno y
oportuno.
El Señor les bendiga y prospere vuestras almas.
Ricardo.
 
Ezequiel:

No entendì estas declaraciones de Ricardo:

"Al tópico que
abrí sobre LO MUY BUENO del Documento
Ratzinger....
Lo que creo, es que LOS LECTORES DE LOS DOCUMENTOS SALIDOS DEL VATICANO CON LA FIRMA DEL PAPA, debemos entrenarnos para leer en
la misma forma que los tales son redactados....
Hay mucha elaboración
precedente, y se ha calculado también la que
ha de seguirlo a fin de ORIENTAR SUS EFECTOS EN EL RUMBO DESEADO....
yo creo advertir
en la D.I. UN MAGISTRAL PROCEDIMIENTO SENSIBILIZADOR....
Ortodoxos, protestantes, judíos e islámicos
finalmente recibirán las debidas satisfacciones....
No hay que desesperarse, pues, y conviene
discernir lo que realmente tiene de bueno y
oportuno....
Ricardo."

No entiendo en particular cuando dice: "LO MUY BUENO del Documento Ratzinger"

¿Tendremos los evangèlicos que ser "altamente preparados" en teologìa (¿catòlica o evangèlica?) para entender "lo muy bueno?

Matrix.
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Juan Manuel dijo:
Es preferible leer la declaración original.

Mi posición personal es absolutamente coincidente con ella.

La bajé de: http://servicioskoinonia.org/relat/

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ANTE LA DECLARACIÓN VATICANA "DOMINUS IESUS"
Nota promovida por la Asociación de Teólogos Juan XXIII


La Declaración Dominus Iesus, firmada por el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificada y confirmada por el Papa Juan Pablo II el 6 de agosto de 2000 y hecha pública el 5 de septiembre, está siendo comentada ampliamente en los Medios de Comunicación Social de todo el mundo. Por sus repercusiones negativas en el campo del ecumenismo y del diálogo interreligioso, y porque afecta directamente a la reflexión teológica de las Iglesias, los teólogos y teólogas abajo firmantes queremos expresar algunas observaciones críticas en estos momentos de desconcierto, tanto en ambientes católicos como en quienes vienen trabajando por un diálogo constructivo en otras Iglesias y en las grandes religiones universales.

Queremos subrayar, en primer lugar, la inoportunidad de su publicación. Mientras que la carta papal Tertio Millenio Adveniente expresaba el deseo de entrar en el nuevo milenio alcanzada la plena comunión entre los cristianos (n. 34), la presente Declaración abre una brecha entre las Iglesias cristianas que durará tiempo en cerrarse.


Dominus Iesus nos parece inoportuna porque, en el año del perdón y de la reconciliación, ha sacado a la luz viejos contenciosos que creíamos ya superados. ¿Cómo puede seguir hablándose hoy de "la Iglesia verdadera" frente a las "iglesias particulares" (Ortodoxas), y las "Comunidades eclesiales" (Protestantes y Anglicanas) "que no son Iglesia en sentido propio" (n. 17). ¿Cómo puede decirse que los no cristianos se encuentran "en situación gravemente deficitaria" (n. 22) en relación con la salvación?

Resulta inoportuna también en la descripción negativa que hace de la sociedad y de la cultura de Occidente. Ante un horizonte tan sombrío como el que -según Dominus Iesus- acecha a la Iglesia católica, ésta se cree en el deber de adoptar posturas beligerantes contra "teorías de tipo relativista que tratan de justificar el pluralismo religioso, no sólo de facto sino también de iure (o de principio)" (n. 4) y "cuyas raíces... hay que buscarlas en algunos presupuestos, ya sean de naturaleza filosófica o teológica, que obstaculizan la inteligencia y la acogida de la verdad revelada" (n. 4). Con esta actitud se está cuestionando, cuando no negando, el pluralismo, que es uno de los valores fundamentales de la cultura actual.

El estilo de la Declaración está más próximo al Syllabus de Pío IX que a los documentos del Vaticano II, o a los textos de Juan XXIII, Pablo VI y Juan-Pablo II.

El texto de la Congregación vaticana muestra una clara insensibilidad ante algunos de los logros alcanzados a lo largo de varias décadas de actividad ecuménica, tanto en el terreno doctrinal -recuérdese la Declaración Conjunta Luterano-Católica sobre la doctrina de la Justificación de la Fe- como en el pastoral. Conviene recordar que las Iglesias no sólo hablan a través de la doctrina. Su mensaje llega también por medio de signos elocuentes y de gestos proféticos, como los siguientes: la entrega por al papa Pablo VI de su anillo pastoral al Arzobispo de Canterbury; el abrazo del mismo Papa al patriarca Atenágoras en Jerusalén; la plegaria convocada por el papa Juan-Pablo II en Asís junto a los líderes religiosos del mundo; la visita del mismo papa, por primera vez, a la sinagoga de Roma y su proclamación solemne ante los rabinos allí congregados de que "los judíos son nuestros hermanos mayores"; la oración de Juan-Pablo II en el muro de las Lamentaciones; la reciente petición de perdón por los pecados cometidos por la Iglesia católica; la apertura de la Puerta del Año Jubilar por el papa, acompañado del primado de la Comunión Anglicana y de un representante del patriarcado de Constantinopla.

Tres son los aspectos de la Declaración que nos parecen especialmente preocupantes: su concepción del diálogo; la expresión "subsiste en" y el concepto de "salvación".

El horizonte de fondo de Dominus Iesus es el diálogo ecuménico e interreligioso, cada uno en su propio estatuto. Sin embargo, su concepción del diálogo resulta claramente reduccionista. Lo considera, es verdad, "parte de la misión evangelizadora" de la Iglesia católica. Pero cuando afirma que "la paridad, que es presupuesto del diálogo, se refiere a la igualdad de la dignidad personal de las partes, no a los contenidos doctrinales" (n. 22), no dice toda la verdad sobre el diálogo. El decreto del Vaticano sobre ecumenismo considera necesaria la paridad dialogal, "de igual a igual", de donde puede surgir un mayor esclarecimiento, no sólo de las doctrinas de los otros, sino "incluso de la verdadera naturaleza de la Iglesia" (n. 9). El diálogo implica siempre "enriquecimiento mutuo".

La Declaración ignora afirmaciones fundamentales de la encíclica Ut Unum Sint (ns. 28-39) sobre el diálogo ecuménico y sus estructuras locales, el diálogo como examen de conciencia y como método para dirimir las divergencias. En esta encíclica se afirma que "el diálogo ecuménico, que anima a las partes implicadas a interrogarse, comprenderse y explicarse recíprocamente, permite descubrimientos inesperados" (n. 38). La rigidez de la Dominus Iesus contrasta con el talante esperanzado y de apertura de otros documentos como Ecclesiam suam de Pablo VI y la eníclica antes citada de Juan Pablo II.

Buena parte del malestar producido por la presente Declaración en ambientes cristianos se refiere a una fórmula que, en su momento, despertó esperanzas ecuménicas: "La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica romana", que sustituía a la fórmula "La Iglesia de Cristo es la Iglesia católica". Dicha sustitución, llevada a cabo por el Concilio Vaticano II, era más que un mero cambio de vocabulario. Con la nueva formulación, el concilio pretendía evitar la identificación exclusiva y excluyente de la "Iglesia de Cristo" con la "Iglesia católica". El que la Iglesia de Cristo subsista en la Iglesia católica no excluye que subsista también en otras comunidades cristianas. Si se obvió la identificación total entre Iglesia de Cristo e Iglesia católica romana fue para reconocer la eclesialidad de las otras comunidades cristianas. Pues bien, el reduccionismo que en este punto se observa en la Dominus Iesus nos parece preocupante.

La categoría de salvación, implicada directamente en el diálogo interreligioso, es tratada en la Declaración de manera exclusivista. Por ello ha irritado, creemos que con razón, a no pocas personas creyentes de las grandes tradiciones religiosas de la Humanidad. Según el texto, la idea de que "la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación... no se contrapone a la voluntad salvadora universal de Dios" (n. 20). Sin embargo, a la hora de aclarar la referida compatibilidad se recurre a expresiones confusas y crípticas como "la misteriosa relación" con la Iglesia católica de quienes no son formal y visiblemente miembros de ella" (n. 20).

Algunas expresiones de la Declaración nos parecen, cuando menos, discutibles desde el punto de vista doctrinal y ciertamente ofensivas para las personas creyentes de otras religiones. Así, por ejemplo, cuando afirma que "a las oraciones y ritos (no cristianos)... no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos..." (n. 21). O, cuando dice que "los no cristianos... objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria si se compara con la de aquellos que, en la Iglesia, tienen plenitud de los medios salvadores"(n. 22).

Dominus Iesus afirma solemnemente que "Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad" (n. 22) Nosotros preguntamos críticamente: ¿sólo es posible la salvación cuando la verdad es conocida y poseída? ¿No asegura la salvación la búsqueda de la verdad?. Creemos que hubiera sido más acertado en este punto que la Declaración llamara a seguir los dictámenes de la propia conciencia y a la coherencia entre la vida y las creencias, aunque no sean cristianas, en relación con la salvación.

Con la publicación de este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe se ven afectadas negativamente, sin duda, la larga trayectoria ecuménica en la Iglesia católica y el diálogo interreligioso e intercultural en el que estamos comprometidos numerosos creyentes de las distintas religiones del mundo.



FIRMAN ESTE DOCUMENTO:

Teólogos y teólogas españoles:

E. Aguiló (Sevilla). Juan Bosch (Valencia). J. Botam (Barcelona). Gilberto Canal (Madrid). José-Mª Castillo (Granada). José-Mª Díez Alegría (Madrid). L. Diumenge (Madrid). C. Domínguez (Granada). Juan-Antonio. Estrada (Granada). Jesús Equiza (Pamplona). Casiano Floristán (Madrid). Benjamín Forcano (Madrid). E. Galindo (Madrid). M. García-Ruiz (Madrid). J- Gómez-Caffarena (Madrid). José-Mª González Ruiz (Málaga). José-Ignacio González-Faus (Barcelona). A. Ibáñez (Madrid). Julio Lois (Madrid). J. Janeras (Barcelona). J. Llopis (Barcelona). C. Martí (Barcelona). Francisco. Martín (Badajoz). Mª Martinell (Barcelona). Enrique Miret (Madrid). A. Moliner (Barcelona). J.-L. Moral (Madrid). Secundino Movilla (Madrid). J. Ortigosa (Madrid), M. Pintos (Madrid). R. Pou (Vic). F. Pastor (Madrid). Jesús Peláez (Córdoba). J. Ruiz-Díaz (Madrid). F. Sanz (Ávila). Juan-José Tamayo-Acosta (Madrid), A. Tamayo-Ayesterán (San Sebastián). Andrés Torres-Queiruga (Santiago de Compostela). Rufino Velasco (Madrid). José Vico (Madrid) Evaristo Villar (Madrid), Javier Vitoria (Bilbao). José Vives (Barcelona).

Teólogos y teólogas de América Latina, EEUU y Alemania:

Leonardo Boff (Brasil). Jon Sobrino (El Salvador). Hans Küng (Alemania). Rosemary Radford.Ruether (EEUU). Mª Pilar Aquino (México). P. Sánchez (México). Sergio Arce (Cuba). Mª.-C. Mejía (México). José-Mª Vigil (Panamá). Marcos Villamán (R. Dominicana). L. Gallo (Colombia). N. Lozano (Colombia). J. Torres (Argentina). Eduardo De la Serna (Argentina). I. Hernández (Puerto Rico), V. García (Nicaragua), F. Albertini (Alemania). M. Soler-Palá (Puerto Rico). Sixto García (teólogo hispano en EEUU). C. Corzo (Perú), Ana Mª Bidegain (Colombia), T. Motta da Silva (Brasil). M. Alanís (Argentina), M. Breitenfeldt (Chile).

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"Quienes se dedican a las ciencias sagradas gozan de una justa libertad para investigar, así como para manifestar prudentemente su opinión sobre todo aquello en lo que son peritos, guardando la debida sumisión al magisterio de la Iglesia." (Derecho Canónico 218)


"Gozan de una justa libertad...", tan justa que termina donde se les acaba la sumisión debida a la Jerarquía...
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Tan justa que termina donde empieza la herejía, como no podría ser de otra forma
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Y para muchos la herejía comienza un centímetro después de la frontera del Estado Vaticano...
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

La herejía comienza un metro más allá de la doctrina de la Iglesia.

De hecho, creo que los reformados de Dort opinaban lo mismo, ¿sabe?
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Todo depende a que cosa se la considere "Iglesia (de Cristo)". Y como ex-evangélico que dice ser, sabrá cuánta importancia puede tener para alguien que sigue a Cristo lo que pudieran pensar los reformados de Dort.

Para la Institución de Roma, la herejía comienza donde a ella se le canta. Y a quien quiera pertenecer a su yugo, a callar y a obedecer.
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Juan 8:32 dijo:
Para la Institución de Roma, la herejía comienza donde a ella se le canta

Otro fino y delicado comentario... Podría haber continuado la frase, total le quedaban dos palabras, no?



Por cierto, Sapia, concediendo usted que la doctrina católica es la correcta, tiene sentido entonces lo que cito a continuación?


"Quienes se dedican a las ciencias sagradas gozan de una justa libertad para investigar, así como para manifestar prudentemente su opinión sobre todo aquello en lo que son peritos, guardando la debida sumisión al magisterio de la Iglesia." (Derecho Canónico 218)

Si es así, terminado ese asunto.
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Hombre, ejemplos hay en este foro de evangélicos para los que los cánones de Dort eran muy importantes. Si quiere le digo en qué epígrafes.

Para la Iglesia Católica la herejía empieza donde acaba su doctrina. No puede ser de otra forma, claro. Y el católico ha de obedecer a su Iglesia, sí. Tampoco puede ser de otra forma. Hemos de sujetarnos a nuestros pastores, que para eso lo manda la Biblia.

En cualquier caso, ¿en la iglesia de usted admiten a personas que nieguen la trinidad, estén a favor del bautismo de niños o crean que el bautismo limpia de pecados?
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

palermo dijo:
Otro fino y delicado comentario... Podría haber continuado la frase, total le quedaban dos palabras, no?
Desconozco cuales sean esas palabras. Tal vez usted quiera ilustrarnos..

palermo dijo:
Por cierto, Sapia, concediendo usted que la doctrina católica es la correcta, tiene sentido entonces lo que cito a continuación?
Nones. Lo que quise mencionar es que cuando el CIC menciona la "justa libertad para investigar", esa palabra justa se refiere más bien a lo de "ajustada, precisa, delimitada o escueta" que a "merecida, justificada o plena". Es como el león en la jaula del zoológico, que vive bajo la "justa libertad" que llega hasta los barrotes de su jaula.


Pérez dijo:
Hombre, ejemplos hay en este foro de evangélicos para los que los cánones de Dort eran muy importantes. Si quiere le digo en qué epígrafes.
Ajá, ¿y entonces? ¿Lo hacemos Canon para el Cristianismo todo?


Pérez dijo:
Para la Iglesia Católica la herejía empieza donde acaba su doctrina. No puede ser de otra forma, claro. Y el católico ha de obedecer a su Iglesia, sí. Tampoco puede ser de otra forma. Hemos de sujetarnos a nuestros pastores, que para eso lo manda la Biblia.
Coincido con el primer párrafo, es algo obvio. Ahora, el sujetarse a los líderes también sucede en la secta más recalcitrante. El punto es ver que enseñanzas esgrimen "los pastores" para estimar "someterse" o no a ellas. "Si aún nosotros o un ángel del cielo..." dice el apóstol Pablo (Gal 1:8).


Pérez dijo:
En cualquier caso, ¿en la iglesia de usted admiten a personas que nieguen la trinidad, estén a favor del bautismo de niños o crean que el bautismo limpia de pecados?
Claro que lo admitimos, por ejemplo, cada vez que ingresa un Católico Romano. Luego, producto de la evangelización, la lectura de la Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, su vida espiritual se va edificando, fructificando y prosperando, hasta que llega el momento de su nuevo nacimiento en Cristo. Y hay fiesta en el cielo (y en nuestros corazones).

Saludos.
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Sapia:
Ajá, ¿y entonces? ¿Lo hacemos Canon para el Cristianismo todo?

Luis:
No, deje, deje. Los cánones de Dort contienen graves errores doctrinales.
Pero eso no cambia el hecho de que para millones de protestantes evangélicos han sido normativos. Es más, sabrá usted lo que les pasó a los arminianos que no se sometieron a dichos cánones, ¿verdad?


Sapia:
Coincido con el primer párrafo, es algo obvio. Ahora, el sujetarse a los líderes también sucede en la secta más recalcitrante. El punto es ver que enseñanzas esgrimen "los pastores" para estimar "someterse" o no a ellas. "Si aún nosotros o un ángel del cielo..." dice el apóstol Pablo (Gal 1:8).

Luis:
Ya. El problemilla estriba en quién tiene la autoridad para fijar qué es contrario a la Revelación de Dios o no. Por ejemplo, lo que para usted puede ser algo contrario al evangelio, para mí no. Y viceversa. Así que si dependemos de nuestras opiniones personales, tenemos un problema. Ahora bien, cuando toda la Iglesia enseña algo, la opinión particular de uno o de "unos" tiene el mismo valor que la opinión de los judaizantes durante el concilio de Jerusalén. O sea, ninguna.


Sapia:
Claro que lo admitimos, por ejemplo, cada vez que ingresa un Católico Romano. Luego, producto de la evangelización, la lectura de la Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, su vida espiritual se va edificando, fructificando y prosperando, hasta que llega el momento de su nuevo nacimiento en Cristo. Y hay fiesta en el cielo (y en nuestros corazones).

Luis:
A ver, le repito la pregunta para que quede clarita la cosa. Si un miembro veterano de su comunidad eclesial, tras estudiar sólo la Biblia y hacer uso legítimo del libre examen, llega a la conclusión de que Dios no es trino o de que la doctrina de la regeneración bautismal es cierta y además es correcto el bautismo de infantes, e insiste en mantenerse en esa postura a pesar de que ustedes le intenten convencer de lo contrario, ¿seguiría como miembro de su congregación?
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

¿Te has dado cuenta, Daniel?
Ni una sola respuesta al documento aportado por Jetonius. Inmediatamente nos hablan de presuntas herejías intentando, en vano, levantar una columna de humo ante la tremenda crítica que pone al descubierto la realidad vaticana y el anticristianismo del documento ratzingiano.
Delenda est... 666
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Sí, claro, no tenemos otra cosa que ponernos a responder a Boff, un tipo que hoy más que cristiano es seguidor de cultos africanos llevados a Brasil.
Desde el día en que le leí, en una entrevista en El País, que había que ir a misa con una maceta como símbolo de comunión con la naturaleza pues las plantas son seres vivos a los que ama a Dios, me di cuenta que estaba perdido para la fe cristiana. Confirmé que era cierto lo que me dijo un buen amigo mío: Boff es hoy más un seguidor de la Nueva Era y los cultos animistas en Brasil que un seguidor de Cristo.
 
Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Re: Un grupo de teólogos califica como «insensible» la Dominus Iesus

Juan 8:32 dijo:
Desconozco cuales sean esas palabras. Tal vez usted quiera ilustrarnos..

Vamos Sapia! Usted no las desconoce! Pero si no las quiere decir...



Juan 8:32 dijo:
Nones. Lo que quise mencionar es que cuando el CIC menciona la "justa libertad para investigar", esa palabra justa se refiere más bien a lo de "ajustada, precisa, delimitada o escueta" que a "merecida, justificada o plena". Es como el león en la jaula del zoológico, que vive bajo la "justa libertad" que llega hasta los barrotes de su jaula.

No se entiende mi pregunta. Repito. Consideremos un hipotético caso. Estabamos hablando de una suposición, ok?
La doctrina católica es la correcta, luego, la Iglesia afirma:

"Quienes se dedican a las ciencias sagradas gozan de una justa libertad para investigar, así como para manifestar prudentemente su opinión sobre todo aquello en lo que son peritos, guardando la debida sumisión al magisterio de la Iglesia." (Derecho Canónico 218)

Ahora bien, partiendo desde la base de que la doctrina católica es cierta y todo lo que se aleje de ella constituye una herejía, es correcta la postura de la Iglesia mencionada anteriormente?

Saludos