Aceptando el Señorío de Cristo
Aceptando el Señorío de Cristo
Y esta sería la última refexión que voy a compartir con ustedes, cómo aceptar el Señorío de Cristo, entrar en este mundo misterioso del Señorío de Cristo, es algo muy práctico, no se queda aquí, no es simplemente sí un golpe de audacia que te haga después la vida como antes. Es algo que va a cambiar, tiene un dinamismo que te empuja a corregirte, a cambiar algunos aspectos de tu vida, porque quien dice “Jesús es el Señor”, le está dando las riendas de su vida en cada sector de su vida, porque hay en nuestra vida muchos sectores, hay el sector de la inteligencia, la dimensión intelectual, y Jesús tiene que volverse el Señor de nuestra mentalidad, de nuestra manera de juzgar, nosotros no hemos recibido el Espíritu del mundo, la mentalidad del mundo, sabemos cómo el mundo científico hoy habla, el mundo secularizado, piensa que todo se queda aquí, lo que se vive en esta vida, es tremendo porque esta visión del mundo puede placer, puede hacer contentos los ricos, los sanos, los que tienen todos los recursos, pero ¿qué decimos de los billones de hombres que no tienen nada? ¿podemos decir “estáis contentos de lo que encontráis en esta vida de este tiempo”?
Entonces el mundo tiene una visión muy secularizada, donde lo que cuenta es el dinero, el placer, el poder, y tenemos que cambiar esta mentalidad que es la que nos llega a nosotros a través de la televisión, del internet, y siempre poner encima de esto el Señorío de Cristo, es decir, lo que Cristo dice que no, que lo que cuenta es alcanzar el Reino de Dios, incluso si se necesitara de cortarse un ojo, porque es mejor entrar en el Reino de Dios en la vida eterna con un ojo sólo porque después el Señor nos dará, que con todos los ojos venir donde el infierno.
Entonces Jesús tiene que volverse el Señor de nuestra inteligencia, de nuestra mentalidad, manera de pensar, y después hay en nosotros una esfera que es la afectividad, que es la voluntad, la afectividad, todo lo que la Biblia resume en el símbolo del corazón y Jesús tiene que ser el Señor de nuestro corazón, de nuestros amores, de nuestras relaciones y después hay la esfera de las manos, es decir del trabajo; hay la esfera de la sexualidad que es tan delicada, tan hermosa porque es un don de Dios, es un don de Dios maravilloso, que tiene un sentido muy especial ¿Por qué el Señor creó la sexualidad, los sexos, hombres y mujeres? porque el Señor sabía que la criatura finita, limitada, tiende a ser encerrada en sí misma, como una isla, a ponerse como el centro, entonces creando el hombre así con el sexo, creando los dos sexos, ha hecho, ha puesto en la criatura la necesidad de salir de sí misma y encontrar al otro, en esta atracción sexual y después de poder encontrar al otro sexo, se encuentra al “otro” los demás, el prójimo, y detrás de esto hay el “Otro” con la letra capital, que es Totalmente Otro, Dios.
Entonces nos es algo destinado a la satisfacción de un momento esta realidad de la sexualidad, es un don de Dios que tiene el sentido de hacernos salir de nosotros mismos, hacer de nosotros criaturas abiertas, abiertas a abrazar toda la realidad, Dios mismo. Entonces no se puede hacer de este don de Dios como el mundo hace una mercancía ¿se dice mercancía en castellano? Algo que se puede vender y comprar y después echar cuando no sirve más.
Y tenemos que hacer a Jesús el Señor, el Señor te dice “bienaventurados los puros de corazón”, que significa no los que no aman a ninguno, los que aman cada uno de una manera apropiada, porque la castidad la pureza no significa renunciar al amor ni en el matrimonio ni en la vida consagrada, significa gozar de este don en la voluntad de Dios que es por supuesto la más bella, la más segura, y proclamar a Jesús Señor entonces es un desafío muy grande porque cada momento en el día y en la noche esto te recuerda que tú tienes que tener como tu regla el Evangelio.
Yo he observado algunas veces lo que pasa en una familia cuando se anuncia una visita inesperada. Estaba ahí, y esta campana y la dueña de casa se da cuenta que hay una visita que no esperaba y entonces ¿qué hace? Yo he visto qué hace, se apresura a cerrar las puertas de los cuartitos que no están en orden (carcajadas) ¿verdad? para guiar a la sala, al cuarto bueno, y esto es precisamente lo que no se tiene que hacer con Jesús. Cuando se invita a Jesús a entrar en su vida se necesita precisamente abrirle los cuartitos que no están en orden, y en cada uno de nosotros, hay tal vez un aspecto de la vida, puede ser este de la sexualidad, de los negocios, de la manera donde yo practico mis negocios, puede ser en el tiempo libre, como empleo mi tiempo libre, puede ser mis relaciones, hay alguna relación con mi mujer, con mi hijo, con mi dador de trabajo, puede estar una relación equivocada, equivocada por exceso o por defecto, por exceso porque hay una atracción morbosa que no es según mi estado que no es conforme a mi estado, puede ser por defecto porque hay un rencor un odio, entonces el Señorío de Cristo te empuja a sanar esta relación, al menos de tu parte sanarla.
Donde se ve hermanos como el Señorío de Cristo es verdaderamente el resumen de toda la Evangelización.
Termino con este recuerdo. Cuando por primera vez acudí a un encuentro carismático ecuménico en los Estados Unido, habían cuarenta mil personas, veinte mil católicos y veinte mil de otras confesiones cristianas, pentecostales la mayoría. Y estaba ahí como observador, no estaba todavía involucrado en la religión carismática. Y una tarde en el estado, en este inmenso estadio, habia uno de los líderes y tomó el micrófono y empezó a hablar de una manera para mí en este momento extraña, decía: “Obispos, llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está roto, destrozado. Vosotros los pastores, los sacerdotes y después los laicos llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado” y mientras que se proclamaba esto yo veía a la gente alrededor de mí que caía de rodillas, hasta que toda esta muchedumbre fue una masa de gente que lloraba por arrepentimiento de las divisiones entre los cristianos y todo esto mientras había un letrero que pasaba de una parte a otra del estadio que decía: “Jesus is Lord”, “Jesús es el Señor”. Y me pareció una profecía viviente y me decía si un día los cristianos estaremos todos reunidos en una misma Iglesia será así cuando todos estaremos de rodillas arrepentidos por las divisiones de nuestros pecados, bajo el Señorío de Cristo.
Proclamamos por última vez entonces
-si con tus labios tú profesas ¿qué?
–Jesús es el Señor
–y si en tu corazón tú crees ¿qué?
–Dios le resucitó de entre los muertos
–tú serás ¿qué?
–Salvo!
-No! Tú eres, ya, salvo!!!!.... A Él!