Programa de Gobierno de Joseph Ratzinger

Re: Programa de Gobierno de Joseph Ratzinger

Luis Fernando dijo:
Daniel, la diferencia es que yo no he afirmado que esa persona haya quedado YA a la altura de los roedores sino que debe de informarse antes de decir tonterías para evitar llegar a ese extremo.
De lo contrario, habría dicho "Así te evitarás en un futuro quedar a la altura de determinados roedores COMO HAS QUEDADO AHORA".
Luis Fernando, mira, no lo dije, ni lo comente para que me aclararas lo que querías decir, ni te tienes que “disculpar” conmigo, lo que hayas dicho esta dicho, solo que contradice muy mucho lo que pregonas en otros epígrafes en los que participas, que por cierto leo con mucho detenimiento, cuando no te dedicas a “copiar y pegar” cosa que haces con muchísima frecuencia actualmente. Repito, si tu comparas a una persona con una rata, (ahora o despues) por no estar de acuerdo con tu pensamiento me parece una ofensa excesiva, y fuera de todo contexto de acuerdo a lo que pregonas.


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Re: Programa de Gobierno de Joseph Ratzinger

EVA_ARIANA dijo:
LA ELECCION DEL NUEVO PAPA NO CAUSO NINGUNA GRACIA AL PUEBLO JUDIO, IMAGINENSE UN PAPA NAZI..:redbite:
( ¿ porque Calumnias ??? )....

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Amiga Eva: Vamos a informarnos antes que decir sobre NOTICIAS que NO son CIERTAS. mira la verdad de lo que dice el pueblo Arabe y el pueblo Judio.


CELEBRARON LA NOTICIA

( http://www.clarin.com/diario/2005/04/20/um/m-961108.htm )<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p></o:p>

Israel y la Liga Arabe, complacidos con Joseph Ratzinger

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<!BAJADA>En diferentes comunicados mostraron su satisfacción por la elección de Benedicto XVI. Esperan que el nuevo Papa fomente aún más el diálogo interreligioso. <o:p></o:p>

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En pocas cosas se ponen de acuerdo. Sin embargo, la elección del nuevo Papa los tiene en la misma vereda, Israel y la Liga Árabe están complacidos con la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI.

"La Liga Árabe y su secretario general están absolutamente convencidos" de que Joseph Ratzinger "seguirá los esfuerzos de su predecesor, Juan Pablo II, para reforzar la comprensión y el diálogo entre las civilizaciones interreligiosas", subrayó hoy el vocero de la organización, Hossam Zaki.

"Nosotros estamos igualmente convencidos de que el nuevo Papa seguirá adoptando posiciones constructivas para la defensa de los derechos y de la justicia, y para la lucha contra la injusticia y la pobreza en el mundo", continuó Zaki.

Por su parte, Israel felicitó la elección de Benedicto XVI como sucesor de Juan Pablo II, viendo un signo de continuidad con el difunto Papa, considerado como "un amigo de los judíos", y lo llamó a luchar enérgicamente contra el antisemitismo.

El presidente Moshe Katzav manifestó su esperanza de que se produzca un mayor “acercamiento entre la Santa Sede y el judaísmo".

"Esperamos que el nuevo Papa continuará actuando en favor del acercamiento entre el Estado de Israel y el Vaticano, así como entre la iglesia Católica y el pueblo judío", declaró por su parte el ministro de Relaciones Exteriores, Sylvan Shalom, llamando a Ratzinger a "luchar firmemente contra todas la formas de antisemitismo".

El rabino de Tel Aviv, ex Gran Rabino de Israel, Israel Lau, sobreviviente del genocidio, afirmó que el nuevo Sumo Pontífice "es conocido por ser un amigo del pueblo judío".

Israel Singer, el presidente del Congreso Judío Mundial, la mayor organización judía del mundo, también manifestó su satisfacción.

"El cardenal Ratzinger echó las bases de una nueva teología, que permitió en 20 años transformar 2.000 de relaciones entre judíos y cristianos", declaró al Jerusalem Post.

Los diarios israelíes de todas las tendencias subrayaron este último punto este miércoles y recordaron que Ratzinger viajó varias veces a Israel, en particular cuando se establecieron relaciones diplomáticas entre este país y el Vaticano, en 1994.

Su nombramiento como nuevo Papa “es una buena noticia para Israel y para el pueblo judío (...), es el signo de que el mejoramiento iniciado por el Papa Juan Pablo II continuará", dijo el mismo diario.
 
Re: Programa de Gobierno de Joseph Ratzinger

Eva, aunque ciertamente no pretendí insultarte como tú insultaste a Ratzinger, entiendo que mis palabras se pueden interpretar como un insulto, así que te pido que me disculpes.

Pido también disculpas al resto del foro. Procuraré tener más cuidado en otra ocasión
 
Re: Programa de Gobierno de Joseph Ratzinger

Benedicto XVI: "estoy aquí para servir y no para ser servido



Agencia EFE

El papa Benedicto XVI afirmó este viernes que ha sido elegido para servir y no para ser servido y que se dispone a desarrollar su pontificado con "abnegación interior, sencillez y disponibilidad", imitando a Cristo.
El Pontífice hizo estas manifestaciones en el discurso que dirigió a los cardenales presentes estos días en el Vaticano, a los que recibió en la Sala Clementina y agradeció la confianza que han depositado en él al elegirle sucesor de Pedro.
"Es un acto de confianza que me anima a emprender esta misión con más serenidad, ya que además de contar con la ayuda de Dios cuento con vuestra generosa colaboración. Os lo suplico, que no me falte vuestra ayuda", afirmó el Papa Ratzinger ante los purpurados.
El nuevo Papa añadió que si por una parte es consciente "de los límites de mi persona y de mi capacidad", por otra "sabe bien" cuál es la misión que le ha sido confiada, "y me dispongo a desarrollarla con abnegación interior".
"No se trata de honores, sino de realizar un servicio con sencillez y disponibilidad, imitando a nuestro Maestro y Señor, que no vino a ser servido sino a servir y en la Ultima Cena lavó los pies de los apóstoles pidiéndole que hicieran lo mismo. Por ello, tanto a mí como a todos nosotros, sólo nos queda que aceptar la voluntad de Dios y dar lo mejor", afirmó con sencillez pero con determinación.
Ratzinger, a quien en algunos momentos de la audiencia se le vio emocionado, expresó ante los purpurados los sentimientos que le invaden en estos días de tantos eventos extraordinarios, destacando "un vivo deseo" de agradecimiento de corazón y "un sentido de impotencia ante las obligaciones que me esperan".
Subrayó también la íntima necesidad de "silencio" y reiteró su agradecimiento a Dios "que me ha querido a pesar de mi fragilidad humana", frases en su línea tradicional de persona sencilla, reservada, sin pretensiones.
Benedicto XVI contó a los cardenales lo "emocionante" que fue su primer encuentro con los fieles, pocos minutos después de ser elegido Papa, cuando apareció ante el balcón de la basílica de San Pedro. Esa emoción volvió a sentirla en las dos salidas que hizo del Vaticano ayer y anteayer, cuando regresó al que fue su domicilio durante años.
La palabra "agradecimiento" fue la que más pronunció el nuevo Papa, que tuvo palabras y gestos de cariño con los cardenales, sobre todo hacia los ancianos y los enfermos, a los que pidió que siempre le ayuden.
Recordó a sus predecesores Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I, pero sobre todo a Juan Pablo II, del que dijo que en estos días "más que nunca" sintió su apoyo y presencia, "una presencia que -añadió- sigue estando viva.
Ratzinger, a quien muchas veces se la ha tildado de pesimista, volvió a pronunciar un discurso basado en Cristo Resucitado, en la misma línea que los de estos días, sin retórica, directo, basado en la fe.
El Papa se despidió de los cardenales invitándoles a caminar "dóciles y obedientes" a la voz de Cristo.
En nombre de los purpurados habló el secretario de Estado, Angelo Sodano, que le aseguró el apoyo del Colegio Cardenalicio en el gobierno de la Iglesia. "Cuenta con toda nuestra devoción, nuestra total colaboración y nuestro afecto fraternal", afirmó.
Sodano hizo votos para que pueda imitar la obra de San Benito, el patrón de Europa, "para el bien de la Iglesia y del mundo".
Tras este encuentro, Benedicto XVI se prepara para la misa solemne de inicio de pontificado que celebrará el domingo 24 en la plaza de San Pedro y a la que asistirán cientos de miles de fieles y reyes y jefes de estado de todas las partes del mundo.
Según informó hoy el Vaticano, tras la ceremonia el Papa recibirá a las delegaciones, entre las que se encuentra la española presidida por los Reyes.
Al día siguiente recibirá a los miles de alemanes venidos al Vaticano para la ocasión y por la tarde visitará la basílica de San Pablo Extramuros, en la zona sur de Roma.
Benedicto XVI, nuevo Obispo de Roma, tomará posesión de la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, el sábado 7 de mayo.


 
Re: Programa de Gobierno de Joseph Ratzinger

MISA CON ORDENACIONES SACERDOTALES

HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI

Domingo 15 de mayo de 2005
Solemnidad de Pentecostés



Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos ordenandos;
queridos hermanos y hermanas:


La primera lectura y el evangelio del domingo de Pentecostés nos presentan dos grandes imágenes de la misión del Espíritu Santo. La lectura de los Hechos de los Apóstoles narra cómo el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, bajo los signos de un viento impetuoso y del fuego, irrumpe en la comunidad orante de los discípulos de Jesús y así da origen a la Iglesia.

Para Israel, Pentecostés se había transformado de fiesta de la cosecha en fiesta conmemorativa de la conclusión de la alianza en el Sinaí. Dios había mostrado su presencia al pueblo a través del viento y del fuego, después le había dado su ley, los diez mandamientos. Sólo así la obra de liberación, que comenzó con el éxodo de Egipto, se había cumplido plenamente: la libertad humana es siempre una libertad compartida, un conjunto de libertades. Sólo en una armonía ordenada de las libertades, que muestra a cada uno el propio ámbito, puede mantenerse una libertad común.

Por eso el don de la ley en el Sinaí no fue una restricción o una abolición de la libertad, sino el fundamento de la verdadera libertad. Y, dado que un justo ordenamiento humano sólo puede mantenerse si proviene de Dios y si une a los hombres en la perspectiva de Dios, a una organización ordenada de las libertades humanas no pueden faltarle los mandamientos que Dios mismo da. Así, Israel llegó a ser pueblo de forma plena precisamente a través de la alianza con Dios en el Sinaí. El encuentro con Dios en el Sinaí podría considerarse como el fundamento y la garantía de su existencia como pueblo.

El viento y el fuego, que bajaron sobre la comunidad de los discípulos de Cristo reunida en el Cenáculo, constituyeron un desarrollo ulterior del acontecimiento del Sinaí y le dieron nueva amplitud. En aquel día, como refieren los Hechos de los Apóstoles, se encontraban en Jerusalén, "judíos piadosos (...) de todas las naciones que hay bajo el cielo" (Hch 2, 5). Y entonces se manifestó el don característico del Espíritu Santo: todos ellos comprendían las palabras de los Apóstoles: "La gente (...) les oía hablar cada uno en su propia lengua" (Hch 2, 6).

El Espíritu Santo da el don de comprender. Supera la ruptura iniciada en Babel -la confusión de los corazones, que nos enfrenta unos a otros-, y abre las fronteras. El pueblo de Dios, que había encontrado en el Sinaí su primera configuración, ahora se amplía hasta la desaparición de todas las fronteras. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, es un pueblo que proviene de todos los pueblos. La Iglesia, desde el inicio, es católica, esta es su esencia más profunda.

San Pablo explica y destaca esto en la segunda lectura, cuando dice: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu" (1 Co 12, 13). La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas. En ella no puede haber ni olvidados ni despreciados. En la Iglesia hay sólo hermanos y hermanas de Jesucristo libres.

El viento y el fuego del Espíritu Santo deben abrir sin cesar las fronteras que los hombres seguimos levantando entre nosotros; debemos pasar siempre nuevamente de Babel, de encerrarnos en nosotros mismos, a Pentecostés. Por tanto, debemos orar siempre para que el Espíritu Santo nos abra, nos otorgue la gracia de la comprensión, de modo que nos convirtamos en el pueblo de Dios procedente de todos los pueblos; más aún, san Pablo nos dice: en Cristo, que como único pan nos alimenta a todos en la Eucaristía y nos atrae a sí en su cuerpo desgarrado en la cruz, debemos llegar a ser un solo cuerpo y un solo espíritu.

La segunda imagen del envío del Espíritu Santo, que encontramos en el evangelio, es mucho más discreta. Pero precisamente así permite percibir toda la grandeza del acontecimiento de Pentecostés. El Señor resucitado, a través de las puertas cerradas, entra en el lugar donde se encontraban los discípulos y los saluda dos veces diciendo: "La paz con vosotros".

Nosotros cerramos continuamente nuestras puertas; continuamente buscamos la seguridad y no queremos que nos molesten ni los demás ni Dios. Por consiguiente, podemos suplicar continuamente al Señor sólo para que venga a nosotros, superando nuestra cerrazón, y nos traiga su saludo. "La paz con vosotros": este saludo del Señor es un puente, que él tiende entre el cielo y la tierra. Él desciende por este puente hasta nosotros, y nosotros podemos subir por este puente de paz hasta él.

Por este puente, siempre junto a él, debemos llegar también hasta el prójimo, hasta aquel que tiene necesidad de nosotros. Precisamente abajándonos con Cristo, nos elevamos hasta él y hasta Dios: Dios es amor y, por eso, el descenso, el abajamiento que nos pide el amor, es al mismo tiempo la verdadera subida. Precisamente así, al abajarnos, al salir de nosotros mismos, alcanzamos la altura de Jesucristo, la verdadera altura del ser humano.

Al saludo de paz del Señor siguen dos gestos decisivos para Pentecostés; el Señor quiere que su misión continúe en los discípulos: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21).
Después de lo cual, sopla sobre ellos y dice: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 23). El Señor sopla sobre sus discípulos, y así les da el Espíritu Santo, su Espíritu. El soplo de Jesús es el Espíritu Santo.

Aquí reconocemos, ante todo, una alusión al relato de la creación del hombre en el Génesis, donde se dice: "El Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida" (Gn 2, 7). El hombre es esta criatura misteriosa, que proviene totalmente de la tierra, pero en la que se insufló el soplo de Dios. Jesús sopla sobre los Apóstoles y les da de modo nuevo, más grande, el soplo de Dios. En los hombres, a pesar de todos sus límites, hay ahora algo absolutamente nuevo, el soplo de Dios. La vida de Dios habita en nosotros. El soplo de su amor, de su verdad y de su bondad.

Así, también podemos ver aquí una alusión al bautismo y a la confirmación, a esta nueva pertenencia a Dios, que el Señor nos da. El texto del evangelio nos invita a vivir siempre en el espacio del soplo de Jesucristo, a recibir la vida de él, de modo que él inspire en nosotros la vida auténtica, la vida que ya ninguna muerte puede arrebatar.

Al soplo, al don del Espíritu Santo, el Señor une el poder de perdonar. Hemos escuchado antes que el Espíritu Santo une, derriba las fronteras, conduce a unos hacia los otros. La fuerza, que abre y permite superar Babel, es la fuerza del perdón. Jesús puede dar el perdón y el poder de perdonar, porque él mismo sufrió las consecuencias de la culpa y las disolvió en las llamas de su amor. El perdón viene de la cruz; él transforma el mundo con el amor que se entrega. Su corazón abierto en la cruz es la puerta a través de la cual entra en el mundo la gracia del perdón. Y sólo esta gracia puede transformar el mundo y construir la paz.

Si comparamos los dos acontecimientos de Pentecostés, el viento impetuoso del quincuagésimo día y el soplo leve de Jesús en el atardecer de Pascua, podemos pensar en el contraste entre dos episodios que sucedieron en el Sinaí, de los que nos habla el Antiguo Testamento. Por una parte, está el relato del fuego, del trueno y del viento, que preceden a la promulgación de los diez mandamientos y a la conclusión de la alianza (cf. Ex 19 ss); por otra, el misterioso relato de Elías en el Horeb. Después de los dramáticos acontecimientos del monte Carmelo, Elías había escapado de la ira de Ajab y Jezabel. Luego, cumpliendo el mandato de Dios, había peregrinado hasta el monte Horeb.

El don de la alianza divina, de la fe en el Dios único, parecía haber desaparecido en Israel. Elías, en cierto modo, debía reavivar en el monte de Dios la llama de la fe y llevarla a Israel. En aquel lugar experimenta el huracán, el temblor de tierra y el fuego. Pero Dios no está presente en todo ello. Entonces, percibe el susurro de una brisa suave. Y Dios le habla desde esa brisa suave (cf. 1 R 19, 11-18).

¿No es precisamente lo que sucedió en la tarde de Pascua, cuando Jesús se apareció a sus Apóstoles, lo que nos enseña qué es lo que se quiere decir aquí? ¿No podemos ver aquí una prefiguración del siervo de Yahveh, del que Isaías dice: "No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz"? (Is 42, 2) ¿No se presenta así la humilde figura de Jesús como la verdadera revelación en la que Dios se manifiesta a nosotros y nos habla? ¿No son la humildad y la bondad de Jesús la verdadera epifanía de Dios?

Elías, en el monte Carmelo, había tratado de combatir el alejamiento de Dios con el fuego y con la espada, matando a los profetas de Baal. Pero, de ese modo no había podido restablecer la fe. En el Horeb debe aprender que Dios no está ni en el huracán, ni en el temblor de tierra ni en el fuego; Elías debe aprender a percibir el susurro de Dios y, así, a reconocer anticipadamente a aquel que ha vencido el pecado no con la fuerza, sino con su Pasión; a aquel que, con su sufrimiento, nos ha dado el poder del perdón. Este es el modo como Dios vence.

Queridos ordenandos, de este modo el mensaje de Pentecostés se dirige ahora directamente a vosotros. La escena de Pentecostés, en el evangelio de san Juan, habla de vosotros y a vosotros. A cada uno de vosotros, de modo muy personal, el Señor le dice: ¡la paz con vosotros!, ¡la paz contigo! Cuando el Señor dice esto, no da algo, sino que se da a sí mismo, pues él mismo es la paz (cf. Ef 2, 14).

En este saludo del Señor podemos vislumbrar también una referencia al gran misterio de la fe, a la santa Eucaristía, en la que él se nos da continuamente a sí mismo y, de este modo, nos da la verdadera paz. Así, este saludo se sitúa en el centro de vuestra misión sacerdotal: el Señor os confía el misterio de este sacramento. En su nombre podéis decir: "este es mi cuerpo", "esta es mi sangre". Dejaos atraer siempre de nuevo a la santa Eucaristía, a la comunión de vida con Cristo.
Considerad como centro de toda jornada el poder celebrarla de modo digno. Conducid siempre de nuevo a los hombres a este misterio. A partir de ella, ayudadles a llevar la paz de Cristo al mundo.

En el evangelio que acabamos de escuchar resuena también una segunda expresión del Resucitado: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21). Cristo os dice esto, de modo muy personal, a cada uno de vosotros. Con la ordenación sacerdotal, os insertáis en la misión de los Apóstoles. El Espíritu Santo es viento, pero no es amorfo. Es un Espíritu ordenado.
Se manifiesta precisamente ordenando la misión, en el sacramento del sacerdocio, con la que continúa el ministerio de los Apóstoles. A través de este ministerio, os insertáis en la gran multitud de quienes, desde Pentecostés, han recibido la misión apostólica. Os insertáis en la comunión del presbiterio, en la comunión con el obispo y con el Sucesor de san Pedro, que aquí, en Roma, es también vuestro obispo.

Todos nosotros estamos insertados en la red de la obediencia a la palabra de Cristo, a la palabra de aquel que nos da la verdadera libertad, porque nos conduce a los espacios libres y a los amplios horizontes de la verdad. Precisamente en este vínculo común con el Señor podemos y debemos vivir el dinamismo del Espíritu. Como el Señor salió del Padre y nos dio luz, vida y amor, así la misión debe ponernos continuamente en movimiento, impulsarnos a llevar la alegría de Cristo a los que sufren, a los que dudan y también a los reacios.

Por último, está el poder del perdón. El sacramento de la penitencia es uno de los tesoros preciosos de la Iglesia, porque sólo en el perdón se realiza la verdadera renovación del mundo.
Nada puede mejorar en el mundo, si no se supera el mal. Y el mal sólo puede superarse con el perdón. Ciertamente, debe ser un perdón eficaz. Pero este perdón sólo puede dárnoslo el Señor. Un perdón que no aleja el mal sólo con palabras, sino que realmente lo destruye. Esto sólo puede suceder con el sufrimiento, y sucedió realmente con el amor sufriente de Cristo, del que recibimos el poder del perdón.

Finalmente, queridos ordenandos, os recomiendo el amor a la Madre del Señor. Haced como san Juan, que la acogió en lo más íntimo de su corazón. Dejaos renovar constantemente por su amor materno. Aprended de ella a amar a Cristo. Que el Señor bendiga vuestro camino sacerdotal. Amén.