talcual:
Pero de ninguna manera eso indica que estubieran aceptados en un supuesto "canon" que existiese en la época de Jesús.
Algunos rabinos incluso denunciaron la confeccion de la Septuaginta como un pecado comparable a la adoracion del becerro de oro.
Luis:
¿y cómo es posible que la mayoría de las citas del Antiguo Testamento sean tomadas de la Septuaginta y no de la Biblia hebrea? ¿quién puede negar que eso es señal inequívoca de que para los cristianos era versión de la Biblia era válida?
Ciertamente en tiempos de Jesús no había un canon fijo. Los saduceos, por ejemplo, sólo aceptaban como canónicos los libros del Pentateuco. Precisamente por eso mismo es TOTALMENTE ABSURDO aceptar como canon verdadero el que adoptaron los judíos en Jamnia después de que hubieran rechazado a Cristo y al mismo tiempo que expulsaban a los judeocristianos de las sinagogas. Lo lógico, lo normal es aceptar el canon dado por la Iglesia. Porque era ella, y no los rabinos judíos, la columna y baluarte de la verdad.
En Trento, ante el intento de los protestantes (no todos) en sacar a los deuterocanónicos de la Biblia se ratificó el canon aceptado por la Iglesia desde el siglo IV.
San Jerónimo personalmente no era partidario de incluir esos libros en la Vulgata pero desde luego tenía MUY CLARO a quién debía de obedecer:
Báez-Camargo (protestante, por cierto):
De fines del siglo 4, prácticamente contemporánea de los tres grandes códices griegos antes mencionados, es la versión latina que vino a llamarse la Vulgata, preparada por San Jerónimo (¿347?-420) según instrucciones del papa Dámaso. Siendo un erudito hebraísta, y además hebreófilo reconocido, San Jerónimo quiso en un principio limitar su versión al canon de Yabneh. Pero dos circunstancias hicieron que al fin incluyera en ella los deuterocanónicos. La primera fue el precedente establecido por las versiones latinas antiguas que, basándose más bien en la Septuaginta, los incluían. Las instrucciones, recibidas del papa Dámaso eran que revisara las varias versiones latinas existentes y produjera una sola que viniera a ser la autorizada por la Iglesia occidental.
San Jerónimo, Carta al Papa Damaso 15:2, 374 A.D.
No sigo a ningun líder sino a Cristo y no me uno en comunión con ninguno sino con el bendecido, quien está en la silla de Pedro. Yo sé que esta es la piedra sobre la cual la Iglesia se ha construído. Cualquiera que coma el Cordero fuera de esta casa, es profano. Cualquiera que no esté en el arca de Noé perecerá cuando la inundación prevalezca...El que esté junto a la silla de Pedro es aceptado por mí.