Europa, ¿cuál Europa?
Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien.
Ante la convocatoria del domingo 20 de febrero, para someter a referéndum el texto de la “Constitución” europea, selecciono los principales párrafos de la nota de la Conferencia Episcopal para orientar moralmente nuestro voto católico:
«La Iglesia apuesta por Europa. Los cristianos han estado entre los primeros en alentar un gran proyecto de unificación europea que, cerrando el triste capítulo de grandes y repetidas guerras, diera paso a una época de concordia y de verdadero progreso. Los llamados “padres” de la Europa comunitaria fueron grandes hombres de Estado cristianos, entre ellos, Robert Schuman, hoy camino de los altares.
El contenido de la “Constitución” presenta elementos positivos y negativos, en un cuadro cuya valoración de conjunto no es fácil de precisar. Parece claro que los firmantes del Tratado, favorecerán el proceso de integración de la Unión: consolidación de la paz entre los pueblos de Europa; desarrollo económico y social; cooperación más eficaz contra el terrorismo y la delincuencia internacional. Se proclaman los principios de subsidiariedad, proporcionalidad y de control judicial. También se reconoce, de acuerdo con las leyes nacionales, la libertad de creación de centros docentes, así como el derecho de los padres a la educación de sus hijos “conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas”. Se menciona la religión como uno de los elementos constructivos de la herencia europea y se mantendrá con las religiones “un diálogo abierto, transparente y regular”.
Hay asimismo elementos negativos en la “Constitución”. Hubiera sido deseable ver definido sin ambigüedad el derecho a la vida. El texto constitucional no excluye la investigación letal con embriones humanos, ni el aborto, ni la eutanasia; tampoco excluye la clonación de seres humanos para la experimentación y la terapia. Se echa en falta una tutela mayor del matrimonio y de la familia, así como la definición explícita del matrimonio como la unión estable de un hombre y de una mujer y la protección del derecho de los niños a no ser adoptados por otro tipo de uniones. También falta un reconocimiento explícito del carácter personal del ser humano, abierto a la Trascendencia, que es la base inderogable de los derechos fundamentales. Y, en fin, es de lamentar profundamente la omisión deliberada del cristianismo como una de las raíces vivas de Europa y de sus valores».
Ante tal gama de ambivalencias, los Obispos no podemos orientar el sentido determinado del voto ante este referéndum. El “sí”, el “no”, la “abstención” o el “voto en blanco” son opciones legítimas. No obstante, no pesan igualmente las cosas positivas que se apuntan en este Tratado, que las cosas negativas. Mientras que me parecen justos y valiosos los elementos positivos, me parecen tremendamente preocupantes los elementos que se silencian, los que se censuran y los que quedan en total incertidumbre. Consideración aparte, pero factor a tener en cuenta también, es la facturación de rentabilidad política que se quiera hacer por algunos partidos para lavar su propia credibilidad ante la gestión realizada.
Creo en Europa. Amo la libertad, el progreso integral de la persona y la sociedad, amo nuestra cultura y reconozco las raíces cristianas que la han gestado y nutrido. Por eso no me es fácil apoyar sin reservas un texto que oscurece o contradice los valores humanos del Pueblo al que pertenezco.
Con mi afecto y bendición,
† Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
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Desde luego mi Obispo no se corta ni un pelo. Saca esa nota pastoral justo el fin de semana de la votación. Justo cuando muchos católicos le leen en la hoja diocesana. Y de seguro que muchos le leen porque se ha hecho famoso por la calidad de sus cartas.
Olé por usted, monseñor Sanz Montes. Olé
Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien.
Ante la convocatoria del domingo 20 de febrero, para someter a referéndum el texto de la “Constitución” europea, selecciono los principales párrafos de la nota de la Conferencia Episcopal para orientar moralmente nuestro voto católico:
«La Iglesia apuesta por Europa. Los cristianos han estado entre los primeros en alentar un gran proyecto de unificación europea que, cerrando el triste capítulo de grandes y repetidas guerras, diera paso a una época de concordia y de verdadero progreso. Los llamados “padres” de la Europa comunitaria fueron grandes hombres de Estado cristianos, entre ellos, Robert Schuman, hoy camino de los altares.
El contenido de la “Constitución” presenta elementos positivos y negativos, en un cuadro cuya valoración de conjunto no es fácil de precisar. Parece claro que los firmantes del Tratado, favorecerán el proceso de integración de la Unión: consolidación de la paz entre los pueblos de Europa; desarrollo económico y social; cooperación más eficaz contra el terrorismo y la delincuencia internacional. Se proclaman los principios de subsidiariedad, proporcionalidad y de control judicial. También se reconoce, de acuerdo con las leyes nacionales, la libertad de creación de centros docentes, así como el derecho de los padres a la educación de sus hijos “conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas”. Se menciona la religión como uno de los elementos constructivos de la herencia europea y se mantendrá con las religiones “un diálogo abierto, transparente y regular”.
Hay asimismo elementos negativos en la “Constitución”. Hubiera sido deseable ver definido sin ambigüedad el derecho a la vida. El texto constitucional no excluye la investigación letal con embriones humanos, ni el aborto, ni la eutanasia; tampoco excluye la clonación de seres humanos para la experimentación y la terapia. Se echa en falta una tutela mayor del matrimonio y de la familia, así como la definición explícita del matrimonio como la unión estable de un hombre y de una mujer y la protección del derecho de los niños a no ser adoptados por otro tipo de uniones. También falta un reconocimiento explícito del carácter personal del ser humano, abierto a la Trascendencia, que es la base inderogable de los derechos fundamentales. Y, en fin, es de lamentar profundamente la omisión deliberada del cristianismo como una de las raíces vivas de Europa y de sus valores».
Ante tal gama de ambivalencias, los Obispos no podemos orientar el sentido determinado del voto ante este referéndum. El “sí”, el “no”, la “abstención” o el “voto en blanco” son opciones legítimas. No obstante, no pesan igualmente las cosas positivas que se apuntan en este Tratado, que las cosas negativas. Mientras que me parecen justos y valiosos los elementos positivos, me parecen tremendamente preocupantes los elementos que se silencian, los que se censuran y los que quedan en total incertidumbre. Consideración aparte, pero factor a tener en cuenta también, es la facturación de rentabilidad política que se quiera hacer por algunos partidos para lavar su propia credibilidad ante la gestión realizada.
Creo en Europa. Amo la libertad, el progreso integral de la persona y la sociedad, amo nuestra cultura y reconozco las raíces cristianas que la han gestado y nutrido. Por eso no me es fácil apoyar sin reservas un texto que oscurece o contradice los valores humanos del Pueblo al que pertenezco.
Con mi afecto y bendición,
† Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
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Desde luego mi Obispo no se corta ni un pelo. Saca esa nota pastoral justo el fin de semana de la votación. Justo cuando muchos católicos le leen en la hoja diocesana. Y de seguro que muchos le leen porque se ha hecho famoso por la calidad de sus cartas.
Olé por usted, monseñor Sanz Montes. Olé