Puede que sea un hereje. Me lo han insinuado tantas veces que ya me lo empiezo a creer. Y la verdad es que no me preocupa nada. Creo que estoy en sintonía con el evangelio que pasó por encima de tantos dogmas religiosos para dejar claro que la voluntad de Dios no era tener una doctrina perfecta, sino una acción consecuente con la fe.
No creo que la salvación se obtenga por la defensa de la “sana doctrina”. Creo que tenerla es una bendición y un camino abierto a un conocimiento cada vez más profundo de Dios. Creo que día tras día hemos de esforzarnos para estar mas cerca de ella. Pero no creo que sea, de ninguna manera, indispensable para la vida cristiana. Es más, no creo que nadie tenga la “sana doctrina”., pues todos vamos de un lado para otro buscándola.
Nuestras posiciones teológicas son aproximaciones a la verdad, pero nunca podemos decir: son la verdad.
Juzgar y condenar a los cristianos de otras iglesias y denominaciones por lo que dicen los credos de sus respectivas organizaciones es un autentica aberración.
No creo en los dogmas ni en las verdades absolutas y excluyentes que tan a menudo oímos predicar. Nadie tiene el monopolio de la verdad. Dios no puede ser definido, sino encontrado: Solo Dios es veraz y todo hombre mentiroso.....Ro. 3,4 Solo los fundamentalistas de todas las religiones lo mantienen a sangre y fuego. Hoy, en este mundo que nos a tocado vivir, es preocupante ver y comprobar los caminos religiosos que muchos proclaman y que sirven para dividir el mundo entre los buenos y los malos. Cada vez que en el contexto de una guerra siento invocar el nombre de Dios me hace mucho daño. Bastante malo es que luchen unos contra otros que para empeorarlo hacen intervenir sus creencias religiosas.
Si una cosa está clara es que Dios es un Dios de amor y de paz.
No creo en los credos que las iglesias o las organizaciones eclesiales ponen delante de su vida eclesiástica. Pueden, y de hecho lo son, útiles para expresar nuestra visión de las cosas, pero nunca son determinantes para nuestra vida.
Lo que nos define son nuestras obras y, aunque suene a poco protestante, somos salvos por las obras Mt. 25,31ss. Ahora bien, y en eso si que hemos de ser muy protestantes, no son obras meritorias, ni actos para ganarnos el cielo, sino frutos de una vida renovada por el Espíritu Santo.
No creo en una interpretación literal de la Biblia que nos permita “juntar” textos fuera de su contexto a fin de construir un mosaico que diga lo que yo quiero decir.
No creo en los versículos de la Biblia usados como armas para ser lanzados contra los demás con el fin de mantener mis ideas. La Biblia no es un libro caído del cielo que se pueda usar como uno de nuestros códigos de leyes.
Entonces, en que creo.? Creo en Jesucristo, Señor y Salvador, Maestro y Consejero. Creo en Él, Dios manifestado en carne que ha venido a nosotros para abrirnos el camino a la verdadera vida. En Él tenemos salvación y vida eterna. Para mi “vivir es Cristo”. Escucharlo, seguir su camino, tenerlo como inspiración de mi vida, reproducir, en la medida de lo posible, su vida.
Creo que la Biblia es nuestra “hoja de ruta” que nos revela la voluntad de Dios y nos indica hacía donde debemos ir, y esto no lo hace dándonos directrices precisas, sino mediante el testimonio de hombres y mujeres que vivieron muy cerca de Él.
Extractado.
No creo que la salvación se obtenga por la defensa de la “sana doctrina”. Creo que tenerla es una bendición y un camino abierto a un conocimiento cada vez más profundo de Dios. Creo que día tras día hemos de esforzarnos para estar mas cerca de ella. Pero no creo que sea, de ninguna manera, indispensable para la vida cristiana. Es más, no creo que nadie tenga la “sana doctrina”., pues todos vamos de un lado para otro buscándola.
Nuestras posiciones teológicas son aproximaciones a la verdad, pero nunca podemos decir: son la verdad.
Juzgar y condenar a los cristianos de otras iglesias y denominaciones por lo que dicen los credos de sus respectivas organizaciones es un autentica aberración.
No creo en los dogmas ni en las verdades absolutas y excluyentes que tan a menudo oímos predicar. Nadie tiene el monopolio de la verdad. Dios no puede ser definido, sino encontrado: Solo Dios es veraz y todo hombre mentiroso.....Ro. 3,4 Solo los fundamentalistas de todas las religiones lo mantienen a sangre y fuego. Hoy, en este mundo que nos a tocado vivir, es preocupante ver y comprobar los caminos religiosos que muchos proclaman y que sirven para dividir el mundo entre los buenos y los malos. Cada vez que en el contexto de una guerra siento invocar el nombre de Dios me hace mucho daño. Bastante malo es que luchen unos contra otros que para empeorarlo hacen intervenir sus creencias religiosas.
Si una cosa está clara es que Dios es un Dios de amor y de paz.
No creo en los credos que las iglesias o las organizaciones eclesiales ponen delante de su vida eclesiástica. Pueden, y de hecho lo son, útiles para expresar nuestra visión de las cosas, pero nunca son determinantes para nuestra vida.
Lo que nos define son nuestras obras y, aunque suene a poco protestante, somos salvos por las obras Mt. 25,31ss. Ahora bien, y en eso si que hemos de ser muy protestantes, no son obras meritorias, ni actos para ganarnos el cielo, sino frutos de una vida renovada por el Espíritu Santo.
No creo en una interpretación literal de la Biblia que nos permita “juntar” textos fuera de su contexto a fin de construir un mosaico que diga lo que yo quiero decir.
No creo en los versículos de la Biblia usados como armas para ser lanzados contra los demás con el fin de mantener mis ideas. La Biblia no es un libro caído del cielo que se pueda usar como uno de nuestros códigos de leyes.
Entonces, en que creo.? Creo en Jesucristo, Señor y Salvador, Maestro y Consejero. Creo en Él, Dios manifestado en carne que ha venido a nosotros para abrirnos el camino a la verdadera vida. En Él tenemos salvación y vida eterna. Para mi “vivir es Cristo”. Escucharlo, seguir su camino, tenerlo como inspiración de mi vida, reproducir, en la medida de lo posible, su vida.
Creo que la Biblia es nuestra “hoja de ruta” que nos revela la voluntad de Dios y nos indica hacía donde debemos ir, y esto no lo hace dándonos directrices precisas, sino mediante el testimonio de hombres y mujeres que vivieron muy cerca de Él.
Extractado.