Primero das la sensación de repartir roles.
Me dejás a mí la tarea de simplificar para las mentes más simples, mientras que vos te dedicas a profundizar para aquellas mentes más sofisticadas.
De hecho me pareció muy piola porque habiendo público para todo, nos haría útiles a ambos.
Y venía muy contento con el pedacito que me tocaba en el reparto que habías hecho, hasta que llegué al final.
Allí me dí cuenta que en ningún momento tu idea fue darme algún trocito útil de servicio al cuerpo, sino que se trataba, otra vez, de pura ironía tuya.
Para ti sigo siendo la pequeña mosquita en el perfume.
Como siempre todo lo pones al revés y le inventas melodramas. Pero sigamos el juego que has creado y veamos a dónde nos lleva:
1. Aunque no he repartido roles, supongamos que sí.
2. En el drama que te has inventado te asigné la tarea de la Homilética y pastoral.
3. En el drama que te has inventado me asigné el estudio de la teología de bíblica dura y al desnudo no la de las mentes sofisticadas. No me asignes el papel que te me corresponde. Por eso te queda a ti explicar a las mentes más sofisticadas las cosas que ciertos predicadores sofisticados pretendieron "corregirle al texto para que no contraviniese su teología platonista o aristotélica".
4. Entiendo que haya públicos para todo en tu obra de teatro. De igual manera hay quienes prefieren ver delfines entrenados en el circo y quienes preferimos grabarlos en su ambiente natural para hacer documentales aburridos a los que solo los biólogos marinos le sacan gusto.
5. Creo que has construido un buen final para tu drama... es muy dramático.
¿Proseguimos?