El efecto ZP
Que el Gobierno no es proclive al Catolicismo es patente. El Gobierno quiere “más gimnasia y menos religión”; es decir, más aborto, más divorcio, más destrucción de la familia, más ataques a la vida, más mentiras sobre la realidad del matrimonio. La gimnasia debe consistir en eso, por lo que se ve. La religión quizá no sepan en qué consiste, les basta con saber que hay que combatirla, y la combaten, al menos a la católica.
No obstante, este programa tan “gimnástico” está teniendo un efecto beneficioso para la Iglesia. Los católicos empiezan a “salir del armario”, a despertar del sueño de la inercia y de la comodidad. A este fenónemo de espabilarse, de tomar conciencia de la situación y, en consecuencia, de ponerse a actuar podemos denominarlo “el efecto ZP”.
Los primeros, sin duda, los obispos; con un magisterio claro, incisivo, que va al grano de los temas. Un amigo me comentaba el otro día que se sorprende a sí mismo buscando en Internet las cartas que van escribiendo los obispos para enfocar, desde una perspectiva cristiana, los temas candentes. Brillantes son los textos de Fernando Sebastián, pero no es el único. Busquen, si no me creen, las “cartas al ministro Bono” de Gea Escolano, las pastorales de González Montes sobre “la descalificación política de los obispos”, o las agudas reflexiones de García Gasco. Están escribiendo mucho y están escribiendo bien.
Pero el efecto ZP llega también a los seglares, a las “bases” que dirían otros. A los padres de familia que han conseguido reunir tres millones de firmas en favor de la clase de Religión – sí, esa clase que quieren sustituir por la gimnasia – y que están dispuestos, si no son escuchados, a salir a la calle. A los ciudadanos católicos que hartos del vilipendio al que se somete a lo cristiano se atreven a decir: “Basta ya”. A quienes, cansados de blasfemias, se querellan contra un canal de televisión donde se escarnece a Cristo... A los católicos que, en poco tiempo, han conseguido reunir para ayudar a las víctimas del tsunami más dinero que el de la aportación oficial del Estado.
Los católicos no tienen, en cuanto tales, más armas que las del Evangelio: la palabra y el testimonio. Y en cuanto ciudadanos tienen las mismas que los demás: la participación responsable en la vida social y política y, por supuesto, el voto. No es imposible cambiar las cosas. No es imposible luchar a favor de la vida, del pan, de la libertad y de la paz. Eso sí, con sencillez y mansedumbre, pero también con astucia y fortaleza.
Guillermo Juan Morado.
Publicado en vistazoalaprensa.com
Que el Gobierno no es proclive al Catolicismo es patente. El Gobierno quiere “más gimnasia y menos religión”; es decir, más aborto, más divorcio, más destrucción de la familia, más ataques a la vida, más mentiras sobre la realidad del matrimonio. La gimnasia debe consistir en eso, por lo que se ve. La religión quizá no sepan en qué consiste, les basta con saber que hay que combatirla, y la combaten, al menos a la católica.
No obstante, este programa tan “gimnástico” está teniendo un efecto beneficioso para la Iglesia. Los católicos empiezan a “salir del armario”, a despertar del sueño de la inercia y de la comodidad. A este fenónemo de espabilarse, de tomar conciencia de la situación y, en consecuencia, de ponerse a actuar podemos denominarlo “el efecto ZP”.
Los primeros, sin duda, los obispos; con un magisterio claro, incisivo, que va al grano de los temas. Un amigo me comentaba el otro día que se sorprende a sí mismo buscando en Internet las cartas que van escribiendo los obispos para enfocar, desde una perspectiva cristiana, los temas candentes. Brillantes son los textos de Fernando Sebastián, pero no es el único. Busquen, si no me creen, las “cartas al ministro Bono” de Gea Escolano, las pastorales de González Montes sobre “la descalificación política de los obispos”, o las agudas reflexiones de García Gasco. Están escribiendo mucho y están escribiendo bien.
Pero el efecto ZP llega también a los seglares, a las “bases” que dirían otros. A los padres de familia que han conseguido reunir tres millones de firmas en favor de la clase de Religión – sí, esa clase que quieren sustituir por la gimnasia – y que están dispuestos, si no son escuchados, a salir a la calle. A los ciudadanos católicos que hartos del vilipendio al que se somete a lo cristiano se atreven a decir: “Basta ya”. A quienes, cansados de blasfemias, se querellan contra un canal de televisión donde se escarnece a Cristo... A los católicos que, en poco tiempo, han conseguido reunir para ayudar a las víctimas del tsunami más dinero que el de la aportación oficial del Estado.
Los católicos no tienen, en cuanto tales, más armas que las del Evangelio: la palabra y el testimonio. Y en cuanto ciudadanos tienen las mismas que los demás: la participación responsable en la vida social y política y, por supuesto, el voto. No es imposible cambiar las cosas. No es imposible luchar a favor de la vida, del pan, de la libertad y de la paz. Eso sí, con sencillez y mansedumbre, pero también con astucia y fortaleza.
Guillermo Juan Morado.
Publicado en vistazoalaprensa.com