Algunas opiniones
Algunas opiniones
«Creo y sé que la Escritura nos enseña que sólo la segunda persona en la deidad, es decir, el Hijo, se hizo verdadero hombre, concebido por obra del Espíritu Santo sin intervención de hombre, nacido de la pura y santa Virgen María, como de una real y natural madre, tal como lo narra San Lucas (Lc 1,26 y ss) claramente y los profetas lo habían predicho (Is 7, 14)»
(Confesión acerca de la Santa Cena de Cristo, Martín Lutero,Obras de Martín Lutero, t.5, Ed. Paidós, 1971, pág. 529)
«En Él creo; y creo, por consiguiente, en el Hijo de Dios sin dividirlo del Hijo de nacido de María. Mi fe se adhiere no sólo al Hijo de Dios o a su divinidad sino también a Él que es llamado hijo de María, porque son idénticos. Estoy decidido a no saber nada del Hijo de Dios que no es también el Hijo de María que sufrió, el Dios envuelto en la humanidad y quien es una Persona. No me atrevo a separar el uno del otro y decir que la humanidad no sirve, sino sólo la divinidad»
(Sermones sobre el Evangelio de San Juan, Chapters 6-8, Martín Lutero,
Luther’s Works , Vol. 23, St. Louis, Concordia Publishing House, pág. 101-102)
«¡Cómo se habrá sentido la amada Virgen María cuando llegó el ángel y le comunicó el mensaje de que sería la madre del Altísimo (Lc 1,26 y ss)! ¿Quién se encontraba a su lado y creyó a este mensaje acompañándola? ¿Habrá tomado en cuenta el hecho de que estaban a disposición las hijas de tantos señores y príncipes ricos y poderosos? ¿No podría Dios haber hallado alguna otra para esta tarea tan importante? Sin embargo, sólo la virgen fue llamada a esta obra, ella que era una doncella pobre, desconocida y despreciada»
(El sermón de la montaña (sermones), Martín Lutero,
Luther’s Works, Vol. 21, St. Louis, Concordia Publishing House, pág. 243)
De acuerdo a su humanidad, él, Cristo, nuestro salvador, era el auténtico y natural fruto del vientre virginal de María (de quien Isabel llena con el Espíritu Santo, dijo en Lc 1,42: “¡Bendito es el fruto de tu vientre!”) Esto fue sin cooperación de un hombre, y permaneció virgen después de esto»
(Sermones sobre el Evangelio de San Juan, caps.1-4, Martín Lutero,
Luther’s Works , Vol. 22, St. Louis, Concordia Publishing House, pág. 23)
«Para comprender este cántico sagrado es preciso advertir que la bendita virgen María habla por propia experiencia, mediante la cual ha sido iluminada y aleccionada por el Espíritu Santo....Así, pues, al experimentar la santa virgen en su propia persona que Dios obra en ella semejante portento, a pesar de su humildad, insignificancia, pobreza e inferioridad, el Espíritu Santo le enseña este profundo conocimiento y sapiencia de que Dios es un señor cuyas acciones no son otra cosa que ensalzar lo humilde y abatir lo alto, es decir, en pocas palabras, romper lo que está hecho y rehacer lo que está roto.
De la misma manera como al principio de todas las cosas creó el mundo de la nada, por lo cual se llama Creador y Todopoderoso, éste sigue siendo invariablemente su modo de actuar. Y aun hasta el fin del mundo sus obras se realizan de tal modo que hace de lo que es nada, de lo insignificante, de lo despreciado, de lo desgraciado y de lo muerto, algo que es apreciado, honorable, afortunado y viviente»
(Obras de Martín Lutero, Bs. Aires, Ediciones La Aurora, 1979,
t. 6, pág. 380, prefacio e introducción. Comp. Sal. 13 y 78,6; Sal. 113,5-6)
«Quiera esta misma dulce madre de Dios procurarme el espíritu capaz de hacer un comentario útil y profundo de su cántico, a fin de que vuestra alteza y todos nosotros saquemos provecho de él para nuestro entendimiento y para llevar una vida meritoria, y así alabar y cantar este Magnificat eterno en la vida perdurable. ¡Que Dios nos ayude! Amén»
(El Magnificat, 1521, Obras de Martín Lutero, Ediciones La Aurora,
Bs. Aires, 1979, t. 6, pág379, nota introductoria del 10 de marzo de 1521)
«¿No es de maravillar el corazón de María? Se sabe madre de Dios, elevada por encima de todos los hombres y, sin embargo, queda tan sencilla y serena que este hecho no la habría inducido a considerar a una sirvienta inferior a ella... En cambio, este corazón de María permanece firme e inconmovible en todo tiempo; deja que Dios obre en ella según su voluntad. No saca de esto más que un buen consuelo, alegría y confianza en Dios. Lo mismo debemos hacer también nosotros. Esto sería cantar un verdadero Magnificat....»
(Obras de Martín Lutero, Ediciones La Aurora,
Bs. Aires, 1979, t. 6, pág. 389)
«Oh, virgen bienaventurada y madre de Dios, qué consolación grande ha manifestado Dios en ti, porque ha puesto sus ojos tan benignamente en tu indignidad e insignificancia. Por ello, en adelante quedamos advertidos de que, según tu ejemplo, no nos desdeñará tampoco a nosotros, hombres pobres e insignificantes, sino que pondrá sus ojos benignamente en nosotros... La virgen María sólo quiere decir que su alabanza perdurará de una generación a otra, y que no habrá época en la cual no sea ensalzada»
(Obras de Martín Lutero, Ediciones La Aurora,
Bs. Aires, 1979, t. 6, pág. 403)
«Ella no hace nada, Dios lo hace todo. Debemos invocarla a fin de que por amor de ella Dios conceda y haga lo que pedimos. De la misma manera debemos invocar también a todos los demás santos, para que en todo sentido la obra sea sólo de Dios»
(Obras de Martín Lutero, Ediciones La Aurora,
Bs. Aires, 1979, t. 6, pág. 408)
«En efecto, conocer a Dios es lo más grande en el cielo en la tierra, si es que se le concede a alguien. La madre de Dios lo enseña muy bien a todo aquel que quiera entenderla»
(Obras de Martín Lutero, Ediciones La Aurora,
Bs. Aires, 1979, t. 6, pág. 411)
«Lo dicho baste por ahora. Rogamos a Dios que nos dé el debido entendimiento de este Magnificat, para que no sólo brille y hable, sino que arda y vida en cuerpo y alma. Así nos lo conceda Cristo, por la intercesión y por causa de su amada madre María. Amén»
(Obras de Martín Lutero, Ediciones La Aurora,
Bs. Aires, 1979, t. 6, pág. 433)
Fraternalmente en Cristo
Fegna