Re: ¡Bautizate, bebe!
Tobi:
Entre nosotros, todos los creen se han bautizado.
Luis:
Entre vosotros hay gente bautizada que ha dejado de creer, ¿cambia eso en algo la validez de su bautismo? ¿si un cristiano apostata de la fe debe rebautizarse en caso de que se vuelva a convertir?
Tobi:
Entre vosotros a todos los que habeis aspersionado a traición pocos son los que creen. ¿Que tipo de caracter será el que imprime el chorrito de agua?
Luis:
Que te conteste el Obispo de Ciudad Real. Esta es su pastoral de hoy
¿DÓNDE SE QUEDÓ EL BAUTISMO?
Queridos diocesanos:
Con la fiesta de este domingo, ponemos fin al tiempo litúrgico de Adviento-Navidad. Haciendo una especie de arco en la historia de Jesús, la Navidad desemboca directamente en el Jordán, las aguas del bautismo de Jesús y de su "presentación" oficial por el Padre como Mesías-Salvador. Manifestación fue el Nacimiento, manifestación fue la Epifanía y manifestación es el Bautismo de Jesús. La del bautismo es tan pública que se inicia con él la que conocemos, en efecto, como "vida pública del Señor".
El bautismo, y todas las manifestaciones que nos relata la narración evangélica de las lecturas de hoy, fue para Jesús el inicio de un camino que lo llevó hasta el otro bautismo (el de su muerte) y al de la definitiva consagración de su humanidad (la resurrección). Por eso, él nos podrá bautizar en "Espíritu Santo y fuego", como atestiguó Juan el Bautista cuando se vio ante un "bautizando" tan singular.
Desde esta unión de caminos (el de Jesús y el nuestro), podemos nosotros echar, hoy, una mirada a nuestro propio bautismo. El reciente Congreso de Apostolado Seglar y su preparación nos han servido para ahondar en el significado de nuestro bautismo. Hemos redescubierto en él el inicio de nuestro propio camino de "ser en Cristo" para el Padre y para los hermanos y de "estar con Cristo" para el bien de la gente, para su salvación.
El bautismo es, en efecto, una consagración. Cambia nuestra personalidad de pecadores en personalidad de hombres y mujeres "agraciados" por el don del Espíritu y por el fuego de la gracia. Realiza con verdad el misterio de "la criatura nueva", la re-generación, el "nacer de nuevo" con que el mismo Jesús ilustraba a Nicodemo acerca de la "nueva vida" que el bautismo entraña en la vida humana recibida. No nos debe extrañar que sea el bautismo la fuente de nuestra espiritualidad, porque es la fuente de nuestra re-generación.
Como es gracia y don de Dios (no fruto de nuestros propios esfuerzos), una familia cristiana quiere también el bautismo para sus hijos pequeños. Quiere que se dé cuanto antes esa consagración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en quien ha recibido de los padres la vida humana, en esa vivencia y experiencia singular de ser, como padres, dadores de vida ¡Qué sentido tan grande tiene el bautismo de niños en el seno de una familia auténticamente cristiana! ¡Y qué poco sentido religioso y creyente tiene el bautismo de niños en una familia escasamente cristiana! Y ¡qué contradicción tan enorme supone el bautismo pedido por una familia abierta y públicamente no cristiana! La atmósfera de fe y de gracia la intentó recoger la Iglesia, cuando no existía o era floja en los padres, a través de los padrinos, pero, ¿con qué criterios escogen nuestras familias a los padrinos del bautismo de sus hijos? ¿Habrá padres que reconozcan que es la debilidad de su fe la que les pide encontrar sinceramente a quienes puedan dar el día de mañana a sus hijos bautizados no sólo unos regalos de amistad, sino el gran regalo de la educación en la fe?
En la carta pastoral, al inicio de mi ministerio episcopal con vosotros, os decía que "hay muchos bautizados que no ejercen como tales". Y es que el bautismo de los niños se parece a una sementera, no a una cosecha. Se planta una semilla pequeña. Y, ya se sabe, si no hay cuidados y buen clima y preocupación y acompañamiento... la planta no prospera. A veces, ni nace. O, nacida, se seca. ¿No os parece que es le ocurre tantas veces a nuestro bautismo? Tanto le ocurre que ha dado lugar a que, desde el punto de vista, de saber quiénes somos cristianos, haya que empezar a hablar de que no es lo mismo hablar de "bautizados" que de "convertidos". Son números que no coinciden. Un cristiano no convertido es como una planta no crecida.
Yo me preguntaría y os preguntaría hoy, en la fiesta del Bautismo de Jesús: ¿dónde se quedó nuestro bautismo? Desde una convicción: la "criatura nueva" del bautizado es la que puede dar un tono nuevo a la vida; a esa vida que nos duele, que la quisiéramos mejor para todos y que nos molesta cuando no la podemos renovar desde sus propios cimientos. Por nuestro bautismo, el Señor quiere edificar nuestro mundo como casa para todos. Nos lo recuerda el Salmo: "si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles".
Vuestro Obispo
+ Antonio Algora, Obispo de Ciudad Real