OSÉ GEA ESCOLANO, OBISPO DE MONDOÑEDO-FERROL
Querido Señor Ministro:
Acabo de leer unas declaraciones suyas que me han llamado la atención. He visto después que las ha matizado en algunos puntos, pero veo que hay otros que, a mi modo de ver, requieren no sólo matización, sino rectificación, siempre que se considere católico. Dice que su crítica era "caritativa", que no había "entrado a meter los dedos", aunque reconoció que "se salió de sus funciones como ministro de Defensa". Y la verdad es que sí se salió, por lo menos, en lo que se refiere a la Iglesia. Por ello, sin pretender hacer una crítica exhaustiva de sus declaraciones, me permito escribirle esta carta con toda sinceridad, afecto y cariño, pero con toda verdad, como un obispo que se dirige a alguien que se siente católico y se confiesa como tal.
En primer lugar, opino como Vd. que no hay una declaración de guerra del Gobierno contra la Iglesia, pero se parece bastante. ¿Es normal que entre las primeras decisiones que ha tomado el Gobierno, estén la ampliación de los supuestos para poder abortar, autorizar la eutanasia, equiparar al matrimonio las uniones homosexuales, incluso con el derecho a adoptar niños, la facilidad para divorciarse, intentar que la clase de religión se imparta fuera del horario escolar, a pesar del acuerdo internacional de que la religión es una asignatura fundamental? Me felicito de que no haya declaración de guerra, pero..., todo ello va contra puntos fundamentales de la fe cristiana. ¿Es casualidad?
Dice que si hoy volviese Cristo, estaría con los pobres y con los pecadores, y que no miraría con quién se acuesta la gente. Pero )quiere decir con ello que le sería indiferente el que cada cual se acostase con quien quisiese? Me parece que, sobre todo, estaría con la verdad. Y la verdad del Evangelio es la que debemos proclamar los cristianos pese a quien pese y prescindiendo de la perfección con que la vivamos.
Y lo que dice Vd., Sr. Ministro, no es la doctrina que predicó Jesús. A la mujer que había sido acusada como adúltera no le dijo que podía acostarse con quien quisiese, sino: "tampoco yo te condeno; vete en paz y no peques más". No le dijo que estaba bien lo que había hecho.
Cuando explica la novedad del Evangelio, les dice: "* Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mt. 5, 27-28).
Cuando habla de la exigencia de indisolubilidad del matrimonio, le dicen sus discípulos: "Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse. Pero él les dijo: No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido" (Mt. 19, 10-11).
Y San Pablo dice: "¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" (1Cor. 6, 9-10).
Dice que su partido no está obligado a defender los dogmas de la Iglesia. Cierto. Pero los católicos de su partido y de cualquier otro partido, sí. Y, por tanto, Vd., Sr. Ministro, también, si quiere ser coherente con su fe cristiana. Porque aceptar la fe y la moral de la Iglesia es deber de todos los católicos, a no ser que intenten vivir una fe a la carta, aceptando unos dogmas y rechazando otros.
Aceptar la fe de la Iglesia tampoco es comulgar con ruedas de molino, Sr. Ministro. No es comulgar con ruedas de molino aceptar los preceptos de la Ley de Dios y practicarlos aunque otros cristianos, incluso jerarcas, no los practiquen. Y a veces, se dice que no los practican para justificarse por no practicarlos, queriendo acallar así la propia conciencia. Y hay quienes acusan para no ser acusados. Pero quien juzga de la rectitud de nuestras obras no es la Iglesia, sino Dios.
Y en cuanto a la adopción de niños, dice que lo primero es pensar en el beneficio del niño. Es cierto. Pero uno se pregunta: ¿por qué a los niños necesitados de adopción se les niega ser adoptados por un padre y una madre? Algunos dicen que lo que importa es el cariño. ¿Pero es que los matrimonios que quieren adoptar niños no les tienen cariño? Y si hay tantos matrimonios queriendo adoptar niños ¿por qué privar a los niños del cariño de un padre y de una madre?
Mondoñedo, 6 de octubre de 2004
Querido Sr. Ministro:
le reitero mi aprecio y mi saludo y quedo a su disposición.
Querido Señor Ministro:
Acabo de leer unas declaraciones suyas que me han llamado la atención. He visto después que las ha matizado en algunos puntos, pero veo que hay otros que, a mi modo de ver, requieren no sólo matización, sino rectificación, siempre que se considere católico. Dice que su crítica era "caritativa", que no había "entrado a meter los dedos", aunque reconoció que "se salió de sus funciones como ministro de Defensa". Y la verdad es que sí se salió, por lo menos, en lo que se refiere a la Iglesia. Por ello, sin pretender hacer una crítica exhaustiva de sus declaraciones, me permito escribirle esta carta con toda sinceridad, afecto y cariño, pero con toda verdad, como un obispo que se dirige a alguien que se siente católico y se confiesa como tal.
En primer lugar, opino como Vd. que no hay una declaración de guerra del Gobierno contra la Iglesia, pero se parece bastante. ¿Es normal que entre las primeras decisiones que ha tomado el Gobierno, estén la ampliación de los supuestos para poder abortar, autorizar la eutanasia, equiparar al matrimonio las uniones homosexuales, incluso con el derecho a adoptar niños, la facilidad para divorciarse, intentar que la clase de religión se imparta fuera del horario escolar, a pesar del acuerdo internacional de que la religión es una asignatura fundamental? Me felicito de que no haya declaración de guerra, pero..., todo ello va contra puntos fundamentales de la fe cristiana. ¿Es casualidad?
Dice que si hoy volviese Cristo, estaría con los pobres y con los pecadores, y que no miraría con quién se acuesta la gente. Pero )quiere decir con ello que le sería indiferente el que cada cual se acostase con quien quisiese? Me parece que, sobre todo, estaría con la verdad. Y la verdad del Evangelio es la que debemos proclamar los cristianos pese a quien pese y prescindiendo de la perfección con que la vivamos.
Y lo que dice Vd., Sr. Ministro, no es la doctrina que predicó Jesús. A la mujer que había sido acusada como adúltera no le dijo que podía acostarse con quien quisiese, sino: "tampoco yo te condeno; vete en paz y no peques más". No le dijo que estaba bien lo que había hecho.
Cuando explica la novedad del Evangelio, les dice: "* Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mt. 5, 27-28).
Cuando habla de la exigencia de indisolubilidad del matrimonio, le dicen sus discípulos: "Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse. Pero él les dijo: No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido" (Mt. 19, 10-11).
Y San Pablo dice: "¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" (1Cor. 6, 9-10).
Dice que su partido no está obligado a defender los dogmas de la Iglesia. Cierto. Pero los católicos de su partido y de cualquier otro partido, sí. Y, por tanto, Vd., Sr. Ministro, también, si quiere ser coherente con su fe cristiana. Porque aceptar la fe y la moral de la Iglesia es deber de todos los católicos, a no ser que intenten vivir una fe a la carta, aceptando unos dogmas y rechazando otros.
Aceptar la fe de la Iglesia tampoco es comulgar con ruedas de molino, Sr. Ministro. No es comulgar con ruedas de molino aceptar los preceptos de la Ley de Dios y practicarlos aunque otros cristianos, incluso jerarcas, no los practiquen. Y a veces, se dice que no los practican para justificarse por no practicarlos, queriendo acallar así la propia conciencia. Y hay quienes acusan para no ser acusados. Pero quien juzga de la rectitud de nuestras obras no es la Iglesia, sino Dios.
Y en cuanto a la adopción de niños, dice que lo primero es pensar en el beneficio del niño. Es cierto. Pero uno se pregunta: ¿por qué a los niños necesitados de adopción se les niega ser adoptados por un padre y una madre? Algunos dicen que lo que importa es el cariño. ¿Pero es que los matrimonios que quieren adoptar niños no les tienen cariño? Y si hay tantos matrimonios queriendo adoptar niños ¿por qué privar a los niños del cariño de un padre y de una madre?
Mondoñedo, 6 de octubre de 2004
Querido Sr. Ministro:
le reitero mi aprecio y mi saludo y quedo a su disposición.