"ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

6 Octubre 2003
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elblogdecristianosh.blogspot.com
El Papa introduce el concepto de «ciudadanía mundial»<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p></o:p>

El mensaje de paz del Pontífice «reprueba con vigor» la violencia social y política y sugiere un catálogo de derechos y deberes como norma de comportamiento <o:p></o:p>

JUAN VICENTE BOO. CORRESPONSAL<o:p></o:p>

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ROMA. Ante el panorama de un planeta violento y globalizado, Juan Pablo II considera llegada la hora de establecer el principio de «ciudadanía mundial», con derechos y deberes, como medio de protección y norma de comportamiento en un mundo sobrecargado de violencia y de desequilibrios económicos.
El mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el primero de enero, introduce por primera vez en las enseñanzas de la Iglesia un concepto ya implícito en el magisterio del Santo Padre sobre «la familia humana» y del Concilio Vaticano II sobre el destino común de los bienes de la Tierra. Así como la teología católica creó el «derecho de gentes», la sugerencia del Papa se convertirá en elemento del Derecho Internacional.
Según Juan Pablo II, «la pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de derechos y de deberes, dado que los hombres están unidos por un origen y un supremo destino comunes». El Santo Padre constata que el «principio de ciudadanía mundial» se ha abierto camino ya en «la condena del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los refugiados y la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados».
Propaganda de guerra
Juan Pablo II constata con dolor que la situación del mundo se ha deteriorado en los últimos años y que la «cultura de la muerte» se ha extendido con rapidez bajo el impulso del fanatismo que invita a la violencia y de la intensa propaganda de guerra de los Estados beligerantes. El Papa insiste en la necesidad de «un compromiso constante y responsable para que se respete y promueva la vida de las personas y de los pueblos», y subraya que «no se puede dejar de reprobar con vigor los males de carácter social y político que afligen al mundo».
Entre ellos destaca «la crisis del Continente africano, donde persisten conflictos que provocan millones de víctimas, la peligrosa situación de Palestina y el trágico fenómeno de la violencia terrorista, que parece conducir al mundo entero hacia un futuro de miedo y angustia». Finalmente, el Papa constata «con amargura, que el drama iraquí se extiende por desgracia a situaciones de incertidumbre e inseguridad para todos».<o:p></o:p>


Fuente:abc
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Hay quienes pretenden ser más justos, más buenos que el mismo Señor:
“Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son” Juan 17.8-9

Eres muy libre de seguir los mandamientos de hombre del que dice ocupar el sitio del Apostol Pedro, y que se hace llamar santo y padre; yo por mi parte me quedare con la doctrina del amado Apostol Pedro, que nos exhorta a estar en el mundo, no como ciudadanos sino como peregrinos...profundamente distinto:
“Y si invocais por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” 1 Pedro 1.17
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abastengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vostros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, la considerar vuestras buenas obras”. 1 Pedro 2.11-12

Y tambien a instancias de Pedro, me quedo con el consejo de Dios, que es claro en su bendita Palabra:
“Tenemos también la palabra profética más segura. a la cual haceis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” 2 Pedro 1.19

Nuestra “ciudadania no es del mundo:
“porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” Hebreos 13.14
“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la Cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadania está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” Filipenses 3.18-20
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”1 Juan 2.15-17

Nosotros somos hijos de Dios, somos de Dios
“Hijitos, vostros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espiritu de error.” 1 Juan 4.4-6

Somos exhortados a no adaptarnos, conformarnos, al mundo, menos aun a ser “ciudadanos”.
“No os conformeis a este siglo sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12.2

De hecho no hemos ni de ser amigos:
“¡Oh almas adulteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” Santiago 4.4

Nuestro Señor lo dejo claro
“Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Pro eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” Juan 8.23-24

Muchas veces no es “politicamente correcto” nuestro Señor, ni parece muy “comodo” de predicar, pero es claro:
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perdera; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estara mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” Juan 12.24.26
“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” Juan 15.19

¿Y tenemos algo entonces con el mundo? Ya lo creo:
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vena vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” Mateo 5.14-16

y somos llamados a:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condernado” Marcos 16.15-16

verdaderamente una “locura”:
“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la perdicación. Porque los judíos piden señales, y los grigos buscan sabiduria; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judios ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” 1 Corintios 1.21-23

Pero tenemos confianza pues el mismo Señor oró por nosotros:
“Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en si mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque nos son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santificalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviastes al mudno, así yo los he enviado al mundo. Y por elllos yo me santifico a mi mismo, para que también ellos sena santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” Juan 17.13-20

Tal vez un dia el Señor nos haye dignos, no de ser “ciudadanos del mundo”, sino “espectaculo al mundo”:
“Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres” 1 Corintios 4.9

Y sabemos cuando sera el fin:
“Y sera predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, entonces vendrá el fin “ Mateo 24.14

Un dia glorioso seremos “ciudadanos del mundo”, sin duda ninguna, “ciertísimamente”, como decía nuestro amado Apostol Pedro:
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinara por los siglos de los siglos” Apocalipsis 11.15

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Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían par que yo no fuera entregado a los judios; pero mi reino no es de aquí” Juan 18.36
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Nada más una pregunta....¿¿¿¿Y????

«la pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de derechos y de deberes, dado que los hombres están unidos por un origen y un supremo destino comunes».

Cada quien que nazca de familia humana, o sea, todo ser humano, tiene los mismos derechos y deberes..... Uy que malo es el Papa de veras, ¿cómo se atreve a decir que todos los Hombres son iguales? (obviamente estoy siendo sarcástico).

El Santo Padre constata que el «principio de ciudadanía mundial» se ha abierto camino ya en «la condena del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los refugiados y la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados».
Los derechos humanos se han abierto camino en la condena a todo lo que consideramos en nuestros días incivilizado, que malo es el Papa, cómo se atreve.... (de nuevo, es sarcasmo). Me alegra que el Papa considere que los derechos humanos van progresando, aunque es obvio que no en todas partes, pero al menos progresan.


El Papa insiste en la necesidad de «un compromiso constante y responsable para que se respete y promueva la vida de las personas y de los pueblos», y subraya que «no se puede dejar de reprobar con vigor los males de carácter social y político que afligen al mundo».
¿Qué tiene esto de malo?


Si vamos a buscarle tres pies al gato no terminaremos nunca, por más conspiraciones paranoicas que queramos hacer, por ciudadanía mundial quiere decir que todos tenemos los mismos derechos, cosa que ni es nueva ni es reprobable. No quiere decir que los ciudadanos del mundo, o sea todos, porque todos tenemos los mismos derechos, debamos unirnos a todo lo malo y perverso del mundo, a todos los vicios, etc.

Nadie obliga a nadie a considerar al Papa como sucesor de Pedro, y de eso hay mil epígrafes abiertos, pero lanzar estas cosas con la intención de hacer como si el Papa fuera el Anticristo o algo semejante es, en mi humilde opinion, algo casi vergonzoso. Porque habiendo tantos trapos sucios de la ICAR publicar un mensaje como este, como los hay muchos, donde el Papa condena el racismo, el terrorismo, invita a la paz, etc., e intentar ver donde está lo satánico del asunto y anticristiano ya es exagerar.
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Estimado Agrippa, esto es lo mas "ofensivo" que he dicho del señor Juan Pablo II:
Eres muy libre de seguir los mandamientos de hombre del que dice ocupar el sitio del Apostol Pedro, y que se hace llamar santo y padre; yo por mi parte me quedare con la doctrina del amado Apostol Pedro, que nos exhorta a estar en el mundo, no como ciudadanos sino como peregrinos...profundamente distinto:
“Y si invocais por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” 1 Pedro 1.17
¿No dice ser el sucesor del Apostol Pedro? ¿No se hace llamar santo y padre? Yo ni siquiera lo juzgo... juzgue el Señor, yo constato un hecho, y digo lo que dice la Biblia, ¿te parece eso ofensivo?
En el mensaje, a continuacion, cito la Palabra de Dios, que supongo no te parecera ofensiva, aunque contradiga con claridad lo que dice Juan Pablo.
Yo no he dicho que Juan Pablo sea el anticristo, libreme el Señor, ni siquiera lo he sugerido. ¿Que te hace pensar eso? Yo no he recibido revelacion al respecto ¿La tienes tu?
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Un amigo mío, cristiano, dijo una vez, hablando sobre los católicos: "si ellos quieren seguir hombres, que hagan lo que quieran", muy sabio.
¿No dice ser el sucesor del Apostol Pedro? ¿No se hace llamar santo y padre?

Si a usted le parece ofensivo eso... ¿qué quiere que haga? el señor está en su derecho de hacerse llamar lo que quiera, y la gente en su derecho de seguirlo, yo tengo mi derecho de hacerme llamar "Hijo segundo de Dios" si se me da la gana, y si la gente me sigue, es su problema, por dar un ejemplo. Hay que tolerar el que se haga llamar eso, porque capaz que a algún católico le ofende que usted lo cuestione, lo cual sería absurdo pero podría pasar, y usted ¿qué le demandaría a esa persona? pues que tolere lo que usted piensa, ¿y porqué? porque usted está en su derecho, y si usted quiere hacerse llamar "Hijo de Dios" o "verdadero seguidor de la doctrina cristiana" y eso a algún católico nomás no le parece, pues que lástima, está usted en su derecho.

yo constato un hecho, y digo lo que dice la Biblia, ¿te parece eso ofensivo?
No, no comenzemos con tendenciones, jamás dije nada sobre lo que dice la Biblia, y usted tiene derecho de creer en la Biblia e interpretarla como quiera hacerlo, y yo le tolero por ello porque está en su derecho. Yo no me ofendo por lo que usted interpreta ni mucho menos por lo que usted cree, sino que me ofende, aunque no me ofende mucho la verdad, la manera en que usted publica un artículo sobre X cosa que haya dicho el Papa y lo interpreta de tal modo que desea que la conversación se vaya hacia los muy conocidos "el Papa no sigue a Cristo sino a la tradición de los Hombres" (como si eso fuera novedad). No seamos tendenciosos, eso que ha publicado sobre la "ciudadanía mundial" no le veo nada de malo, porque el Papa se refiere a que todos los Hombres tenemos los mismos derechos, no se refiere a ningún gobierno mundial, New World Order (NWO) ni mucho menos.

En el mensaje, a continuacion, cito la Palabra de Dios, que supongo no te parecera ofensiva, aunque contradiga con claridad lo que dice Juan Pablo.
Supone usted bien, no me ofende. ¿Contradice lo que dijo el Papa? No es gran misterio que las escrituras contradicen muchas cosas sobre la ICAR, el Papado y muchos otros episodios oscuros de la ICAR, pero sobre la "ciudadanía mundial", sobre un cosmopolitismo que no busque lo material y perverso sino el establecimiento de derechos y obligaciones para todos, ¿qué tiene de malo? ¿y cómo es que lo contradice "con claridad" las escrituras? A menos por supuesto que hubiese alguna cita bíblica donde declare que no todos los Hombres son iguales y que hay más iguales que otros.

No saquemos cosas de contexto.

Yo no he dicho que Juan Pablo sea el anticristo, libreme el Señor, ni siquiera lo he sugerido. ¿Que te hace pensar eso? Yo no he recibido revelacion al respecto ¿La tienes tu?
Pues que bueno. Me cofundí y le pido disculpas.
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Nada legos de lo que hara, o pretendera el anticristo/
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Creeme estimado agrippa, que no todos los hombres son iguales ante Dios, estaria bueno.

El mando a su hijo a morir por ellos, por todos, sin acepcion de personas, y los que lo creen y aceptan, los que reciben a Jesus, y lo confiesan y declaran como Señor, como unico y suficiente salvador, son hechos hijos de Dios, ni mas ni menos, no por voluntad de sangre ni de carne, sino de Dios; es profundamente distinto que ser hijo de desobediencia, criatura, o hijo de hombre...
¿Que no todos los hombres son hijos de Dios? efectivamente, no todos los hombres son hijos de Dios... siento ser yo el que te de este "disgusto"... por cierto, ya que estamos, los reyes son los padres.

Ahora Juan Pablo se nos desmarca con la "ciudadania mundial" (de momento no ha propuesto la religion mundial....) y yo pregunto ¿Que comunion tienen la Luz con las tinieblas?
Bendiciones
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Cuidado, no mezclemos, el Papa se refiere a que todos los hombres tienen mismos derechos y mismas obligaciones y por tanto son iguales, no que sean iguales ante los ojos de Dios o "Hijos de Dios" o como le llamemos, se refiere a que dentro del mundo del derecho, en lo legal, todos los Hombres son iguales, en lo moral será otra cosa, pero en derecho todos los Hombres somos iguales, mismos derechos y mismas obligaciones, a eso se refiere el Papa con ciudadano del mundo.

¿Que no todos los hombres son hijos de Dios? efectivamente, no todos los hombres son hijos de Dios... siento ser yo el que te de este "disgusto"... por cierto, ya que estamos, los reyes son los padres.
No me disgusta, usted tiene el derecho de decir que no es igual al budista, adelante, ¿porqué tiene ese derecho usted? porque todos tenemos mismos derechos y mismas obligaciones, así de fácil, ni usted tiene más obligaciones, ni el budista más derechos, son todos iguales, dentro del marco de la legalidad. Una pregunta, sin ánimo de ofender, en serio, ¿a qué se refiere a que los reyes son los padres?, ¿qué reyes?, ¿qué padres? no es por polemizar ni nada, es que no le entendí.

Ahora Juan Pablo se nos desmarca con la "ciudadania mundial"
De nuevo, ciudadanía mundial es decir que todo el mundo debe aceptar que en derecho, en lo legal, todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones, en ese mundo, que le llamamos civilizado porque tiene libertad y responsabilidad equitativa, en ese mundo somos ciudadanos. Esto es cosmopolitismo, y el Papa no es el primero, ni el último, ya desde los griegos se tiene la idea de que todos somos iguales.

¿Qué tiene de malo el que usted y el budista tengan mismos derechos y obligaciones?, ¿Porque usted es cristiano es mejor a los demás o peor? Ninguna de las dos, que bueno que es cristiano y que bueno que crea que es hijo de Dios y que no todos son iguales a un nivel moral o de cercanía de Dios, pero los derechos humanos engloban a todos los humanos, aunque ese humano sea ateo, cristiano o budista. A un nivel legal, a nivel de los derechos y garantías que cualquier estado civilizado debe de tener, usted ejerce su libertad de culto, de opinión, prensa, asociación, etc., es en ese mundo civilizado, hablando en la esfera de lo legal y garantías individuales, que usted es ciudadano, es decir, es usted un ciudadano de la civilización, ciudadano del mundo (civilizado), claro que el Papa cree, debe ser la edad o la esperanza, que todo el mundo o casi todo el mundo es civilizado, al menos sabemos que no es así, pero aún siendo que gran parte del mundo pertenece incivilizado usted y yo, y el budista tenemos los mismos ejemplos y ante los ojos de la justicia penal (que no dije DIOS) del país que sea, mientras que sea civilizado, es usted igual a mi y al budista.

(de momento no ha propuesto la religion mundial....)
Lo bueno es que yo me equivoqué en asumir que usted consideraba al Papa Juan Pablo II el anticristo.....

y yo pregunto ¿Que comunion tienen la Luz con las tinieblas?
Ninguna. Aunque no le veo relación con el concepto de ciudadano del mundo que tiene el Papa, concepto antiguo ya y muy conocido.

¿Le gusta la idea de que usted tenga los mismos derechos que yo y que un budista?, ¿quiere que los cristianos sean, a los ojos de la justicia penal (no de Dios, no hablo de Dios) tengan más libertades que los demás?

El Papa Juan Pablo II quiere un mundo donde todos tengamos los mismos derechos y responsabilidades, y que ante los ojos de los tribunales de las naciones (no de Dios, no hablo de Dios), usted y yo, y quien sea, tengamos los mismos derechos, para no vivir en dictaduras como en países musulmanes, a mi me parece buena idea que usted y yo y todos tengamos las mismas libertades y responsabilidades, para que no le torturen a usted que es cristiano, ni favorezcan al otro que es católico ni le nieguen el derecho de asociación al que es budista. ¿No le parece?
 
Re: "ciudadania mundial" una nueva doctrina vaticana

Texto completo


NO TE DEJES VENCER POR EL MAL

MENSAJE
DE SU SANTIDAD
JUAN PABLO II
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 de enero de 2005

NO TE DEJES VENCER POR EL MAL
ANTES BIEN, VENCE AL MAL CON EL BIEN

1. Al comienzo del nuevo año, dirijo una vez más la palabra a los responsables de las Naciones y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sabedores de lo necesario que es construir la paz en el mundo. He elegido como tema para la Jornada Mundial de la Paz 2005 la exhortación de san Pablo en la Carta a los Romanos: « No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien » (12,21). No se supera el mal con el mal. En efecto, quien obra así, en vez de vencer al mal, se deja vencer por el mal.

La perspectiva indicada por el gran Apóstol subraya una verdad de fondo: la paz es el resultado de una larga y dura batalla, que se gana cuando el bien derrota al mal. Ante el dramático panorama de los violentos enfrentamientos fratricidas que se dan en varias partes del mundo, ante los sufrimientos indecibles e injusticias que producen, la única opción realmente constructiva es detestar el mal con horror y adherirse al bien (cf. Rm 12,9), como sugiere también san Pablo.

La paz es un bien que se promueve con el bien: es un bien para las personas, las familias, las Naciones de la tierra y para toda la humanidad; pero es un bien que se ha de custodiar y fomentar mediante iniciativas y obras buenas. Se comprende así la gran verdad de otra máxima de Pablo: « Sin devolver a nadie mal por mal » (Rm 12,17). El único modo para salir del círculo vicioso del mal por el mal es seguir la exhortación del Apóstol: « No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien » (Rm 12,21).

El mal, el bien y el amor

2. La humanidad ha tenido desde sus orígenes la trágica experiencia del mal y ha tratado de descubrir sus raíces y explicar sus causas. El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales. El mal pasa por la libertad humana. Precisamente esta facultad, que distingue al hombre de los otros seres vivientes de la tierra, está siempre en el centro del drama del mal y lo acompaña. El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen. La Sagrada Escritura enseña que en los comienzos de la historia, Adán y Eva se rebelaron contra Dios y Caín mató a su hermano Abel (cf. Gn 3-4). Fueron las primeras decisiones equivocadas, a las que siguieron otras innumerables a lo largo de los siglos. Cada una de ellas conlleva una connotación moral esencial, que implica responsabilidades concretas para el sujeto que las toma e incide en las relaciones fundamentales de la persona con Dios, con los demás y con la creación.

Al buscar los aspectos más profundos, se descubre que el mal, en definitiva, es un trágico huir de las exigencias del amor.[1] El bien moral, por el contrario, nace del amor, se manifiesta como amor y se orienta al amor. Esto es muy claro para el cristiano, consciente de que la participación en el único Cuerpo místico de Cristo instaura una relación particular no sólo con el Señor, sino también con los hermanos. La lógica del amor cristiano, que en el Evangelio es como el corazón palpitante del bien moral, llevado a sus últimas consecuencias, llega hasta el amor por los enemigos: « Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber » (Rm 12,20).

La « gramática » de la ley moral universal

3. Al contemplar la situación actual del mundo no se puede ignorar la impresionante proliferación de múltiples manifestaciones sociales y políticas del mal: desde el desorden social a la anarquía y a la guerra, desde la injusticia a la violencia y a la supresión del otro. Para orientar el propio camino frente a la opuesta atracción del bien y del mal, la familia humana necesita urgentemente tener en cuenta el patrimonio común de valores morales recibidos como don de Dios. Por eso, a cuantos están decididos a vencer al mal con el bien san Pablo los invita a fomentar actitudes nobles y desinteresadas de generosidad y de paz (cf. Rm 12,17-21).

Hace ya diez años, hablando a la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la tarea común al servicio de la paz, hice referencia a la « gramática » de la ley moral universal,[2] recordada por la Iglesia en sus numerosos pronunciamientos sobre esta materia. Dicha ley une a los hombres entre sí inspirando valores y principios comunes, si bien en la diversidad de culturas, y es inmutable: « subsiste bajo el flujo de las ideas y costumbres y sostiene su progreso [...]. Incluso cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y sociedades ».[3]

4. Esta común gramática de la ley moral exige un compromiso constante y responsable para que se respete y promueva la vida de las personas y los pueblos. A su luz no se puede dejar de reprobar con vigor los males de carácter social y político que afligen al mundo, sobre todo los provocados por los brotes de violencia. En este contexto, ¿cómo no pensar en el querido Continente africano donde persisten conflictos que han provocado y siguen provocando millones de víctimas? ¿Cómo no recordar la peligrosa situación de Palestina, la tierra de Jesús, donde no se consigue asegurar, en la verdad y en la justicia, las vías de la mutua comprensión, truncadas a causa de un conflicto alimentado cada día de manera preocupante por atentados y venganzas? Y, ¿qué decir del trágico fenómeno de la violencia terrorista que parece conducir al mundo entero hacia un futuro de miedo y angustia? En fin, ¿cómo no constatar con amargura que el drama iraquí se extiende por desgracia a situaciones de incertidumbre e inseguridad para todos?

Para conseguir el bien de la paz es preciso afirmar con lúcida convicción que la violencia es un mal inaceptable y que nunca soluciona los problemas. « La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano ».[4] Por tanto, es indispensable promover una gran obra educativa de las conciencias, que forme a todos en el bien, especialmente a las nuevas generaciones, abriéndoles al horizonte del humanismo integral y solidario que la Iglesia indica y desea. Sobre esta base es posible dar vida a un orden social, económico y político que tenga en cuenta la dignidad, la libertad y los derechos fundamentales de cada persona.

El bien de la paz y el bien común

5. Para promover la paz, venciendo al mal con el bien, hay que tener muy en cuenta el bien común[5] y sus consecuencias sociales y políticas. En efecto, cuando se promueve el bien común en todas sus dimensiones, se promueve la paz. ¿Acaso puede realizarse plenamente la persona prescindiendo de su naturaleza social, es decir, de su ser « con » y « para » los otros? El bien común le concierne muy directamente. Concierne a todas las formas en que se realiza su carácter social: la familia, los grupos, las asociaciones, las ciudades, las regiones, los Estados, las comunidades de pueblos y de Naciones. De alguna manera, todos están implicados en el trabajo por el bien común, en la búsqueda constante del bien ajeno como si fuera el propio. Dicha responsabilidad compete particularmente a la autoridad política, a cada una en su nivel, porque está llamada a crear el conjunto de condiciones sociales que consientan y favorezcan en los hombres y mujeres el desarrollo integral de sus personas.[6]

El bien común exige, por tanto, respeto y promoción de la persona y de sus derechos fundamentales, así como el respeto y promoción de los derechos de las Naciones en una perspectiva universal. Como dice el Concilio Vaticano II: « De la interdependencia cada vez más estrecha y extendida paulatinamente a todo el mundo se sigue que el bien común [...] se hace hoy cada vez más universal y por ello implica derechos y deberes que se refieren a todo el género humano. Por lo tanto, todo grupo debe tener en cuenta las necesidades y aspiraciones legítimas de los demás grupos; más aún, debe tener en cuenta el bien común de toda la familia humana ».[7] El bien de la humanidad entera, incluso el de las futuras generaciones, exige una verdadera cooperación internacional, con las aportaciones de cada Nación.[8]

Sin embargo, las concepciones claramente restrictivas de la realidad humana transforman el bien común en un simple bienestar socioeconómico, carente de toda referencia trascendente y vacío de su más profunda razón de ser. El bien común, en cambio, tiene también una dimensión trascendente, porque Dios es el fin último de sus criaturas.[9] Además, los cristianos saben que Jesús ha iluminado plenamente la realización del verdadero bien común de la humanidad. Ésta camina hacia Cristo y en Él culmina la historia: gracias a Él, a través de Él y por Él, toda realidad humana puede llegar a su perfeccionamiento pleno en Dios.

El bien de la paz
y el uso de los bienes de la tierra

6. Dado que el bien de la paz está unido estrechamente al desarrollo de todos los pueblos, es indispensable tener en cuenta las implicaciones éticas del uso de los bienes de la tierra. El Concilio Vaticano II ha recordado que « Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la guía de la justicia y el acompañamiento de la caridad ».[10]

La pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de derechos y deberes, dado que los hombres están unidos por un origen y supremo destino comunes. Basta que un niño sea concebido para que sea titular de derechos, merezca atención y cuidados, y que alguien deba proveer a ello. La condena del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los prófugos y refugiados, la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados, no son sino aplicaciones coherentes del principio de la ciudadanía mundial.

7. El bien de la paz se ha de considerar hoy en estrecha relación con los nuevos bienes provenientes del conocimiento científico y del progreso tecnológico. También éstos, aplicando el principio del destino universal de los bienes de la tierra, deben ser puestos al servicio de las necesidades primarias del hombre. Con iniciativas apropiadas de ámbito internacional se puede realizar el principio del destino universal de los bienes, asegurando a todos —individuos y Naciones— las condiciones básicas para participar en el desarrollo. Esto es posible si se prescinde de las barreras y los monopolios que dejan al margen a tantos pueblos.[11]

Además, se garantizará mejor el bien de la paz si la comunidad internacional se hace cargo, con mayor sentido de responsabilidad, de los comúnmente llamados bienes públicos. Se trata de aquellos bienes de los que todos los ciudadanos gozan automáticamente, aun sin haber hecho una opción precisa por ellos. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el ámbito nacional, con bienes como el sistema judicial, la defensa y la red de carreteras o ferrocarriles. En el mundo de hoy, tan afectado por el fenómeno de la globalización, son cada vez más numerosos los bienes públicos que tienen un carácter global y, consecuentemente, aumentan también de día en día los intereses comunes. Baste pensar en la lucha contra la pobreza, la búsqueda de la paz y la seguridad, la preocupación por los cambios climáticos, el control de la difusión de las enfermedades. La comunidad internacional tiene que responder a estos intereses con un red cada vez más amplia de acuerdos jurídicos que reglamenten el uso de los bienes públicos, inspirándose en los principios universales de la equidad y la solidaridad.

8. El principio del destino universal de los bienes permite, además, afrontar adecuadamente el desafío de la pobreza, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones de miseria en que viven aún más de mil millones de seres humanos. La comunidad internacional se ha puesto como objetivo prioritario, al principio del nuevo milenio, reducir a la mitad el número de dichas personas antes de terminar el año 2015. La Iglesia apoya y anima este compromiso e invita a los creyentes en Cristo a manifestar, de modo concreto y en todos los ámbitos, un amor preferencial por los pobres.[12]

El drama de la pobreza está en estrecha conexión con el problema de la deuda externa de los Países pobres. A pesar de los logros significativos conseguidos hasta ahora, la cuestión no ha encontrado todavía una solución adecuada. Han pasado quince años desde que llamé la atención de la opinión pública sobre el hecho de que la deuda externa de los Países pobres está « conectada con un gran número de otros temas, como el de las inversiones en el extranjero, el trabajo equitativo de las principales instituciones internacionales, el precio de las materias primas, etc. ».[13] Las recientes medidas para reducir las deudas, que han tenido más en cuenta las exigencias de los pobres, han mejorado sin duda la calidad del crecimiento económico. No obstante, por una serie de factores, dicho crecimiento resulta todavía insuficiente cuantitativamente, especialmente para alcanzar los objetivos propuestos al inicio del milenio. Los Países pobres se encuentran aún en un círculo vicioso: las rentas bajas y el crecimiento lento limitan el ahorro y, a su vez, las reducidas inversiones y el uso ineficaz del ahorro no favorecen el crecimiento.

9. Como afirmó el Papa Pablo VI, y como yo mismo he recordado, el único remedio verdaderamente eficaz para permitir a los Estados afrontar la dramática cuestión de la pobreza es dotarles de los recursos necesarios mediante financiaciones externas —públicas y privadas—, otorgadas en condiciones accesibles, en el marco de las relaciones comerciales internacionales, reguladas de manera equitativa.[14] Es, pues, necesaria una movilización moral y económica, que respete los acuerdos tomados en favor de los Países pobres, por un lado, y por otro dispuesta también a revisar dichos acuerdos cuando la experiencia demuestre que son demasiado gravosos para ciertos países. En esta perspectiva, es deseable y necesario dar un nuevo impulso a la ayuda pública para el desarrollo y, no obstante las dificultades que puedan presentarse, estudiar las propuestas de nuevas formas de financiación para el desarrollo.[15] Algunos gobiernos están considerando atentamente medidas esperanzadoras en este sentido, iniciativas significativas que se han de llevar adelante de modo multilateral y respetando el principio de subsidiaridad. Es necesario también controlar que la gestión de los recursos económicos destinados al desarrollo de los Países pobres siga criterios escrupulosos de buena administración, tanto por parte de los donantes como de los destinatarios. La Iglesia alienta estos esfuerzos y ofrece su contribución. Baste citar, por ejemplo, la valiosa aportación que dan las numerosas agencias católicas de ayuda y de desarrollo.

10. Al finalizar el Gran Jubileo del año 2000, en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he señalado la urgencia de una nueva imaginación de la caridad [16] para difundir en el mundo el Evangelio de la esperanza. Eso se hace evidente sobre todo cuando se abordan los muchos y delicados problemas que obstaculizan el desarrollo del Continente africano: piénsese en los numerosos conflictos armados, en las enfermedades pandémicas, más peligrosas aún por las condiciones de miseria, en la inestabilidad política unida a una difusa inseguridad social. Son realidades dramáticas que reclaman un camino radicalmente nuevo para África: es necesario dar vida a nuevas formas de solidaridad, bilaterales y multilaterales, con un mayor compromiso por parte de todos y tomando plena conciencia de que el bien de los pueblos africanos representa una condición indispensable para lograr el bien común universal.

Es de desear que los pueblos africanos asuman como protagonistas su propia suerte y el propio desarrollo cultural, civil, social y económico. Que África deje de ser sólo objeto de asistencia, para ser sujeto responsable de un modo de compartir real y productivo. Para alcanzar tales objetivos es necesaria una nueva cultura política, especialmente en el ámbito de la cooperación internacional. Quisiera recordar una vez más que el incumplimiento de las reiteradas promesas relativas a la ayuda pública para el desarrollo y la cuestión abierta aún de la pesada carga de la deuda internacional de los Países africanos y la carencia de una consideración especial con ellos en las relaciones comerciales internacionales, son graves obstáculos para la paz, y por tanto deben ser afrontados y superados con urgencia. Para lograr la paz en el mundo es determinante y decisivo, hoy más que nunca, tomar conciencia de la interdependencia entre Países ricos y pobres, por lo que « el desarrollo o se convierte en un hecho común a todas las partes del mundo, o sufre un proceso de retroceso aún en las zonas marcadas por un constante progreso ».[17]

Universalidad del mal y esperanza cristiana

11. Ante tantos dramas como afligen al mundo, los cristianos confiesan con humilde confianza que sólo Dios da al hombre y a los pueblos la posibilidad de superar el mal para alcanzar el bien. Con su muerte y resurrección, Cristo nos ha redimido y rescatado pagando « un precio muy alto » (cf. 1 Co 6,20; 7,23), obteniendo la salvación para todos. Por tanto, con su ayuda todos pueden vencer al mal con el bien.

Con la certeza de que el mal no prevalecerá, el cristiano cultiva una esperanza indómita que lo ayuda a promover la justicia y la paz. A pesar de los pecados personales y sociales que condicionan la actuación humana, la esperanza da siempre nuevo impulso al compromiso por la justicia y la paz, junto con una firme confianza en la posibilidad de construir un mundo mejor.

Si es cierto que existe y actúa en el mundo el « misterio de la impiedad » (2 Ts 2,7), no se debe olvidar que el hombre redimido tiene energías suficientes para afrontarlo. Creado a imagen de Dios y redimido por Cristo que « se ha unido, en cierto modo, con todo hombre »,[18] éste puede cooperar activamente a que triunfe el bien. La acción del « espíritu del Señor llena la tierra » (Sb 1,7). Los cristianos, especialmente los fieles laicos, « no pueden esconder esta esperanza simplemente dentro de sí. Tienen que manifestarla incluso en las estructuras del mundo por medio de la conversión continua y de la lucha “contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal” (Ef 6,12) ».[19]

12. Ningún hombre, ninguna mujer de buena voluntad puede eximirse del esfuerzo en la lucha para vencer al mal con el bien. Es una lucha que se combate eficazmente sólo con las armas del amor. Cuando el bien vence al mal, reina el amor y donde reina el amor reina la paz. Es la enseñanza del Evangelio, recordada por el Concilio Vaticano II: « La ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor».[20]

Esto también es verdad en el ámbito social y político. A este respecto, el Papa León XIII escribió que quienes tienen el deber de proveer al bien de la paz en las relaciones entre los pueblos han de alimentar en sí mismos e infundir en los demás « la caridad, señora y reina de todas las virtudes».[21] Los cristianos han de ser testigos convencidos de esta verdad; han de saber mostrar con su vida que el amor es la única fuerza capaz de llevar a la perfección personal y social, el único dinamismo posible para hacer avanzar la historia hacia el bien y la paz.

En este año dedicado a la Eucaristía, los hijos de la Iglesia han de encontrar en el Sacramento supremo del amor la fuente de toda comunión: comunión con Jesús Redentor y, en Él, con todo ser humano. En virtud de la muerte y resurrección de Cristo, sacramentalmente presentes en cada Celebración eucarística, somos rescatados del mal y capacitados para hacer el bien. Gracias a la vida nueva que Él nos ha dado, podemos reconocernos como hermanos, por encima de cualquier diferencia de lengua, nacionalidad o cultura. En una palabra, por la participación en el mismo Pan y el mismo Cáliz, podemos sentirnos « familia de Dios » y al mismo tiempo contribuir de manera concreta y eficaz a la edificación de un mundo fundado en los valores de la justicia, la libertad y la paz.

Vaticano, 8 de diciembre de 2004.


JUAN PABLO II




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Notas

[1] San Agustín afirma a este respecto: « Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial » (De Civitate Dei, XIV, 28).

[2] Cf. Discurso para el 50o aniversario de fundación de la ONU (5 octubre 1995), 3: Insegnamenti, XVIII, 2 (1995), 732.

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1958.

[4] Homilía en Drogheda, Irlanda (29 septiembre 1979), 9: AAS 71 (1979), 1081.

[5] Según una vasta acepción, por bien común se entiende « el conjunto de aquellas condiciones de vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección »: Conc. Ecum. Vat. II, Cons. past. Gaudium et spes, 26.

[6] Cf. Juan XXIII, Enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961), 417.

[7] Cons. past. Gaudium et spes, 26.

[8] Cf. Juan XXIII, Enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961), 421.

[9] Cf. Enc. Centesimus annus, 41: AAS 83 (1991), 844.

[10] Cons. past. Gaudium et spes, 69.

[11] Cf. Enc. Centesimus annus, 35: AAS 80 (1988), 837.

[12] Cf. Enc. Sollicitudo rei socialis, 42: AAS 80 (1988), 572.

[13] Discurso a los participantes en la Semana de Estudios organizada por la Pontificia Academia de las Ciencias ( 27 octubre 1989), 6: Insegnamenti XII/2 (1989), 1050.

[14]Cf. Pablo VI, Enc. Populorum progressio, 56-61: AAS 59 (1967), 285- 287; Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 33-34: AAS 80 (1988) 557-560.

[15]Cf. Mensaje al Presidente del Consejo Pontificio « Justicia y Paz »: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (16 julio 2004), p. 3.

[16] Cf. n. 50: AAS 93 (2001), 303.

[17] Enc. Sollicitudo rei socialis, 17: AAS 80 (1988), 532.

[18] Conc. Ecum. Vat. II, Cons. past. Gaudium et spes, 22.

[19] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 35.

[20] Cons. past. Gaudium et spes, 38.

[21] Enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892), 143; cf. Benedicto XV, Enc. Pacem Dei: AAS 12 (1920), 215