“Lo que contamina al hombre”
“Lo que contamina al hombre”
Por Yitzchak Rothman
“Lo que contamina al hombre”
Mateo 15:1-23; Marcos 7:1-20
Según la ley de los fariseos, antes de comer una comida o ciertos alimentos, la persona (judía) se debe lavar las manos, puesto que los alimentos pueden impurificar al cuerpo, según los niveles de impureza impuestos por los fariseos.
El precepto del lavado de las manos no es de la enseñanza Escrita u Oral, en los tiempos de Yeshúa cuando se comenzó a enseñar el precepto, “el lavado de las manos antes de la comida no es obligatorio, la ablución después de la comida si es obligatoria” (Tosefta Brajot 5:13). Esta costumbre está relacionada a regulaciones rabínicas que se encuentran, talvez, en la generación anterior a Jesús.
“Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, por qué comen pan sin lavarse las manos?” (Mr. verso 5)
Desde un punto de vista de la escala de los preceptos judíos, los escribas y fariseos, en su conversación con Jesús, describen el lavado de manos como simplemente una “tradición de los Padres”. Así que el fariseo mas intolerante de una aldea de eso días, habría movido su cabeza negando, si alguien hubiese declarado injustamente que Yeshúa (Jesús) quebrantó la Ley de Moisés, porque sus discípulos no siempre lavaban las manos antes de comer.
El mismo Jesús utiliza los términos rabínicos a la hora de responder, “mandamientos de hombres” (Mr. verso 7), en contraste con los mandamientos de la Ley Escrita y Oral. La ordenanza del lavado de manos antes de la comida, no era observado por muchas personas en aquellos días por el simple motivo que era una de las leyes de purificación que no aceptaban todos los judíos. Era una ley para aquellos grupos que las habían aceptado como una obligación para vivir.
Los niveles de impureza y la extensión de esta obligación es muy variada, los fariseos eran una sociedad cuyas leyes de purificación ritual eran menos rígidas que las leyes de los esenios. Y es por esta razón, muy natural que en el debate del lavado de las manos, Jesús extienda el problema del ritual de purificación diciendo: “No lo que entra en la boca contamina al hombre” (Mt. 15:11; Mr. 7:15); y sus palabras no contradicen lo escrito en la Torá (Ley de Moisés), “no contaminéis vuestras almas” (Lev. 11:44), porque según el contexto en Mateo Jesús habla del alma del hombre, “lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre...” (versos 18-19).
Según la Torá, el cuerpo se impurifica a causa de los alimentos prohibidos, y por eso se puede purificar con agua. Pero la esencia del hombre que es el alma que está en él, no se impurificará con alimentos prohibidos, sino que se impurifica por los pecados que salen de su corazón.
El mensaje de Jesús es muy claro, debido a que la impureza de los alimentos es externa, no hay que ser tan rigurosos en su aplicación ritual y tampoco agregar decretos sobre ella.
También debe quedar claro que los fariseos preguntaron a causa de los discípulos que no guardaban estas leyes de la pureza, y no porque vieron a Jesús no hacer lavado de manos, de aquí podemos aprender que incluso él guardaba estas leyes, pero no las imponía a sus discípulos. Otros ejemplos hay Mt 12:1-8; Mc. 2:23; Lc. 6:1-5.
Además, el verso 5 de Marcos, que muchos citan para decir que todo alimento es lícito, o para convencer a judíos que Jesús anuló la Torá, o para decir que los mandamientos impuestos (y no aconsejados) por el Concilio de Jerusalén a los gentiles son sólo un consejo, se están basando en un versículo que el mismo contexto de Mateo contradice cuando dice: “... falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre”. Muy claro es nuestro Señor cuando dice que comer con las manos sin lavar no contamina al hombre. Citar el verso de Marcos para abolir las ordenanzas de Dios y los apóstoles es muy fácil y se acomoda muy bien cuando nos olvidamos o queremos olvidarnos que Mateo también nos explica el mismo evento y con mucha más claridad que Marcos.
Muchos cristianos hoy en día piensan que las únicas ordenanzas a guardar son aquellas que no tienen un contexto ritual (o técnico), y piensan que “ahogado y de sangre” (Hechos 15:20), son mandamientos que no se deben guardar ya que son ‘rituales’, pero acaso nos hemos olvidado que la razón de estas leyes es porque “la carne con su vida, que es su sangre” (Gén. 9:5) y que traspasar este mandamiento (y otros de Hechos 15) puede ser la raíz de muchos males de nuestra sociedad, como está escrito: “porque ciertamente... A cada hombre demandaré la vida de su prójimo” (Gén. 9:6). Sin duda alguna las razones no son rituales, sino morales y universales, el respeto a la sangre de animales nos recuerda respetar la vida del Ser Humano.
Me imagino que ya desde el principio muchos me calificaron de legalista y ahora deben estar seguros de eso, pero se han preguntado que tiene que ver la sangre de un animal con que el Señor demande nuestra sangre y la del prójimo.
En todo caso esto es otro asunto para tratar en otra ocasión.
No nos olvidemos: “Un texto fuera de contexto es un contexto”.
“Lo que contamina al hombre”
Por Yitzchak Rothman
“Lo que contamina al hombre”
Mateo 15:1-23; Marcos 7:1-20
Según la ley de los fariseos, antes de comer una comida o ciertos alimentos, la persona (judía) se debe lavar las manos, puesto que los alimentos pueden impurificar al cuerpo, según los niveles de impureza impuestos por los fariseos.
El precepto del lavado de las manos no es de la enseñanza Escrita u Oral, en los tiempos de Yeshúa cuando se comenzó a enseñar el precepto, “el lavado de las manos antes de la comida no es obligatorio, la ablución después de la comida si es obligatoria” (Tosefta Brajot 5:13). Esta costumbre está relacionada a regulaciones rabínicas que se encuentran, talvez, en la generación anterior a Jesús.
“Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, por qué comen pan sin lavarse las manos?” (Mr. verso 5)
Desde un punto de vista de la escala de los preceptos judíos, los escribas y fariseos, en su conversación con Jesús, describen el lavado de manos como simplemente una “tradición de los Padres”. Así que el fariseo mas intolerante de una aldea de eso días, habría movido su cabeza negando, si alguien hubiese declarado injustamente que Yeshúa (Jesús) quebrantó la Ley de Moisés, porque sus discípulos no siempre lavaban las manos antes de comer.
El mismo Jesús utiliza los términos rabínicos a la hora de responder, “mandamientos de hombres” (Mr. verso 7), en contraste con los mandamientos de la Ley Escrita y Oral. La ordenanza del lavado de manos antes de la comida, no era observado por muchas personas en aquellos días por el simple motivo que era una de las leyes de purificación que no aceptaban todos los judíos. Era una ley para aquellos grupos que las habían aceptado como una obligación para vivir.
Los niveles de impureza y la extensión de esta obligación es muy variada, los fariseos eran una sociedad cuyas leyes de purificación ritual eran menos rígidas que las leyes de los esenios. Y es por esta razón, muy natural que en el debate del lavado de las manos, Jesús extienda el problema del ritual de purificación diciendo: “No lo que entra en la boca contamina al hombre” (Mt. 15:11; Mr. 7:15); y sus palabras no contradicen lo escrito en la Torá (Ley de Moisés), “no contaminéis vuestras almas” (Lev. 11:44), porque según el contexto en Mateo Jesús habla del alma del hombre, “lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre...” (versos 18-19).
Según la Torá, el cuerpo se impurifica a causa de los alimentos prohibidos, y por eso se puede purificar con agua. Pero la esencia del hombre que es el alma que está en él, no se impurificará con alimentos prohibidos, sino que se impurifica por los pecados que salen de su corazón.
El mensaje de Jesús es muy claro, debido a que la impureza de los alimentos es externa, no hay que ser tan rigurosos en su aplicación ritual y tampoco agregar decretos sobre ella.
También debe quedar claro que los fariseos preguntaron a causa de los discípulos que no guardaban estas leyes de la pureza, y no porque vieron a Jesús no hacer lavado de manos, de aquí podemos aprender que incluso él guardaba estas leyes, pero no las imponía a sus discípulos. Otros ejemplos hay Mt 12:1-8; Mc. 2:23; Lc. 6:1-5.
Además, el verso 5 de Marcos, que muchos citan para decir que todo alimento es lícito, o para convencer a judíos que Jesús anuló la Torá, o para decir que los mandamientos impuestos (y no aconsejados) por el Concilio de Jerusalén a los gentiles son sólo un consejo, se están basando en un versículo que el mismo contexto de Mateo contradice cuando dice: “... falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre”. Muy claro es nuestro Señor cuando dice que comer con las manos sin lavar no contamina al hombre. Citar el verso de Marcos para abolir las ordenanzas de Dios y los apóstoles es muy fácil y se acomoda muy bien cuando nos olvidamos o queremos olvidarnos que Mateo también nos explica el mismo evento y con mucha más claridad que Marcos.
Muchos cristianos hoy en día piensan que las únicas ordenanzas a guardar son aquellas que no tienen un contexto ritual (o técnico), y piensan que “ahogado y de sangre” (Hechos 15:20), son mandamientos que no se deben guardar ya que son ‘rituales’, pero acaso nos hemos olvidado que la razón de estas leyes es porque “la carne con su vida, que es su sangre” (Gén. 9:5) y que traspasar este mandamiento (y otros de Hechos 15) puede ser la raíz de muchos males de nuestra sociedad, como está escrito: “porque ciertamente... A cada hombre demandaré la vida de su prójimo” (Gén. 9:6). Sin duda alguna las razones no son rituales, sino morales y universales, el respeto a la sangre de animales nos recuerda respetar la vida del Ser Humano.
Me imagino que ya desde el principio muchos me calificaron de legalista y ahora deben estar seguros de eso, pero se han preguntado que tiene que ver la sangre de un animal con que el Señor demande nuestra sangre y la del prójimo.
En todo caso esto es otro asunto para tratar en otra ocasión.
No nos olvidemos: “Un texto fuera de contexto es un contexto”.