“Al principio de tus ruegos fue dada la orden,
y yo he venido para enseñártela,
porque tú eres muy amado.
Entiende, pues, la orden,
y entiende la visión.”.
DANIEL 9:23
¡Oración eficaz!
¿Con qué he de comparar las súplicas de Daniel? Me parece como sí hubiera tronado y relampagueado a las puertas del cielo. El permaneció allí ante Dios diciéndole: “OH, Altísimo, Tú has me has traído a este lugar tal como Tú llevaste a Jacob al vado Jacoc y contigo toda la noche quiero permanecer y batallar hasta el despuntar del día. No puedo y no te dejaré ir A MENOS QUE ME BENDIGAS ”. Ninguna oración haría caer una respuesta inmediata si ésta no fuera una ORACIÓN FERVIENTE. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16), mas no podemos encontrarla eficaz si ésta no es ferviente. Debemos deshacernos de los témpanos de hielo que cuelgan alrededor de nuestros labios. Debemos pedirle al Señor que derrita las heladas cavernas de nuestras almas y haga de nuestros corazones calderas ardientes, siete veces más calientes que lo habitual. Si nuestros corazones no arden dentro de nosotros, bien pudiéramos preguntarnos si Jesús está con nosotros. Aquéllos que no son ni fríos ni calientes serán vomitados de su boca (Apocalipsis 3:16). Él es “fuego devorador”, Él no estará en íntima comunión con nosotros hasta que nuestras almas crezcan hasta el punto de ser como devorador fuego, también.
¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH, por un poderoso grito! ¡Un imperioso grito! ¡Un estremecedor grito que sacuda al cielo! ¡Un grito que pueda hacer que las puertas del cielo se abran! ¡Un grito que los brazos de Dios no puedan resistir! ¡Un grito de los santos unidos en amor y llenos con el santo ardor! ¡Que sea Dios quien lance la piedra en la estancada charca de Su iglesia y pueda yo ver las olas de avivamiento arrojadas hacia fuera, hacia el mundo entero. El Reino de Dios ha de expandirse y refrescantes días han de venir desde la presencia del Señor. Ahora permítasenos decir en Su presencia que aun sí Él no quisiera oírnos en el principio de nuestra suplicación, es nuestro mayor deseo esperar en Él hasta que Él nos oiga. Tú, Señor nuestro, todavía permaneces escondido detrás de las montañas, hasta que esperemos por Ti así como ellas esperan por la mañana. Mas no te demores, ¡OH Dios nuestro! Date prisa AMADO nuestro.
Espíritu Santo, enciende en mi alma un fuego de ferviente amor por Jesús. A través de Su presencia derrite los témpanos que han enfriado mi corazón. ¡Amen!
Amado, amada, que me escuchas: Si este mensaje (traducido a la lengua castellana y proveniente de un inspirado hermano en Cristo Jesús que ahora mora con el Señor) te ha sido de edificación y deseas leer otros de la misma cosecha, te ruego entonces que abras los vínculos siguientes:
— 01 ORACIÓN, divino tesoro - ¡LLAMA A LA PUERTA!
— 02 ORACIÓN, divino tesoro - ¡NO TE PREOCUPES!
— 03 ORACIÓN, divino tesoro – ADOPCIÓN: EL ESPÍRITU y EL GRITO
y yo he venido para enseñártela,
porque tú eres muy amado.
Entiende, pues, la orden,
y entiende la visión.”.
DANIEL 9:23
¡Oración eficaz!
¿Con qué he de comparar las súplicas de Daniel? Me parece como sí hubiera tronado y relampagueado a las puertas del cielo. El permaneció allí ante Dios diciéndole: “OH, Altísimo, Tú has me has traído a este lugar tal como Tú llevaste a Jacob al vado Jacoc y contigo toda la noche quiero permanecer y batallar hasta el despuntar del día. No puedo y no te dejaré ir A MENOS QUE ME BENDIGAS ”. Ninguna oración haría caer una respuesta inmediata si ésta no fuera una ORACIÓN FERVIENTE. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16), mas no podemos encontrarla eficaz si ésta no es ferviente. Debemos deshacernos de los témpanos de hielo que cuelgan alrededor de nuestros labios. Debemos pedirle al Señor que derrita las heladas cavernas de nuestras almas y haga de nuestros corazones calderas ardientes, siete veces más calientes que lo habitual. Si nuestros corazones no arden dentro de nosotros, bien pudiéramos preguntarnos si Jesús está con nosotros. Aquéllos que no son ni fríos ni calientes serán vomitados de su boca (Apocalipsis 3:16). Él es “fuego devorador”, Él no estará en íntima comunión con nosotros hasta que nuestras almas crezcan hasta el punto de ser como devorador fuego, también.
¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH, por un poderoso grito! ¡Un imperioso grito! ¡Un estremecedor grito que sacuda al cielo! ¡Un grito que pueda hacer que las puertas del cielo se abran! ¡Un grito que los brazos de Dios no puedan resistir! ¡Un grito de los santos unidos en amor y llenos con el santo ardor! ¡Que sea Dios quien lance la piedra en la estancada charca de Su iglesia y pueda yo ver las olas de avivamiento arrojadas hacia fuera, hacia el mundo entero. El Reino de Dios ha de expandirse y refrescantes días han de venir desde la presencia del Señor. Ahora permítasenos decir en Su presencia que aun sí Él no quisiera oírnos en el principio de nuestra suplicación, es nuestro mayor deseo esperar en Él hasta que Él nos oiga. Tú, Señor nuestro, todavía permaneces escondido detrás de las montañas, hasta que esperemos por Ti así como ellas esperan por la mañana. Mas no te demores, ¡OH Dios nuestro! Date prisa AMADO nuestro.
Espíritu Santo, enciende en mi alma un fuego de ferviente amor por Jesús. A través de Su presencia derrite los témpanos que han enfriado mi corazón. ¡Amen!
Amado, amada, que me escuchas: Si este mensaje (traducido a la lengua castellana y proveniente de un inspirado hermano en Cristo Jesús que ahora mora con el Señor) te ha sido de edificación y deseas leer otros de la misma cosecha, te ruego entonces que abras los vínculos siguientes:
— 01 ORACIÓN, divino tesoro - ¡LLAMA A LA PUERTA!
— 02 ORACIÓN, divino tesoro - ¡NO TE PREOCUPES!
— 03 ORACIÓN, divino tesoro – ADOPCIÓN: EL ESPÍRITU y EL GRITO