En resolución a los tantos temas abiertos en los que el fanatismo y el ego enfermo suscitan multitud de argumentos sin sentido, y apelando a un trato más amable para quienes no necesitan más de lo mismo, me pareció bien citar una pequeña reflexión, simple y sencilla.
Mi papel, tal cual es el papel de muchos cristianos, no es el de "convencer" a ninguna persona de la vida que lleva o las cosas que cree, sino de dar testimonio de un amor grande que va más allá de cualquier pensamiento.
Mucha gente -sea bienintencionada, sea con el afán de avergonzar a quienes tenemos esta bendita esperanza-, nos preguntan más con sus acciones que con sus palabras en dónde está nuestro Dios. Eso me obliga a preguntarme honestamente: ¿Soy luz del mundo y sal de la tierra? Porque nos podemos llenar la boca de decirnos "cristianos", y guardar apariencias al mismo tiempo.
Malamente se puede pensar que un cristiano es un "fuera de serie". No, en realidad no es así. Un cristiano, si se precia de serlo, no se anda con pedorreos ni falsas posturas, ni trata de atraer la atención. Eso no es ser cristiano; el que actúa diciéndose ser tal, se sirve del cristianismo para lastrar su ego enfermo.
Aunque no está bien que lo diga de mí mismo, no puedo tampoco hablar por nadie ajeno, so pena de falsear acerca de alguien que no conozca. Porque yo, en un pasado -algo lejano-, aprendí dolorosamente lo que es la vida en Cristo.
No, no es nada fácil. No cuando insistes en sostener una bondad que NO tienes. Cuando yo me enfrenté a la realidad que suponía mi propio pecado, comprendí que hice mucho daño a mucha gente alrededor. En especial, me serví de un Nombre que no merecía por mis propios méritos o por cosa alguna que pudiese haber hecho por ganar algo. Pero cuando confesé la maldad al que todo lo ve, no solo fui liberado de una gran carga de culpabilidad de mi pasado. Supe que el de arriba me perdonó, me liberó, me hizo saber que ahora estaría al pendiente de mis acciones, y así logré ser libre de mucho de la carga de pecado que deformó mi temperamento y conducta, y la culpabilidad había desaparecido.
Con todo, aún quedaron secuelas de este pasado que al día de hoy siguen siendo un buen recordatorio de quién era yo, a fin de no envanecerme o presumir de algo que, para empezar, no merecía: EL PERDÓN.
Con todo, el Dios de bondad no quiso que solamente me quedara en esta frontera, sino que también debía avanzar por un Camino que debía seguir. La condición impuesta es simple, ser dócil.
Pero ser dócil no es cosa fácil para alguien que, en el pasado, no tuvo un punto de referencia. Creciendo a como podía entender las cosas, cometí muchos errores que marcaron mi futuro; ¡no hay día que pase que no lamente lo estúpido que fui! Porque es entendible que cuando uno es joven, se cometen muchas estupideces, y así perdí toda posibilidad de forjarme un futuro decoroso.
Dios no puede trabajar con alguien que pretende sostenerse en su propia justicia, disfrazándola de falsa modestia o victimismo. Si tú te has de acercar al Dios que salva, no esperes que te escuche si te crees haber sido una víctima del mundo. Tú, con toda tu pantomima de bondad, ni puedes engañarte a ti mismo; ¿crees que puedes engañar a Aquel delante de quien tú estás desnudo y empobrecido?
Mi papel, tal cual es el papel de muchos cristianos, no es el de "convencer" a ninguna persona de la vida que lleva o las cosas que cree, sino de dar testimonio de un amor grande que va más allá de cualquier pensamiento.
Mucha gente -sea bienintencionada, sea con el afán de avergonzar a quienes tenemos esta bendita esperanza-, nos preguntan más con sus acciones que con sus palabras en dónde está nuestro Dios. Eso me obliga a preguntarme honestamente: ¿Soy luz del mundo y sal de la tierra? Porque nos podemos llenar la boca de decirnos "cristianos", y guardar apariencias al mismo tiempo.
Malamente se puede pensar que un cristiano es un "fuera de serie". No, en realidad no es así. Un cristiano, si se precia de serlo, no se anda con pedorreos ni falsas posturas, ni trata de atraer la atención. Eso no es ser cristiano; el que actúa diciéndose ser tal, se sirve del cristianismo para lastrar su ego enfermo.
Aunque no está bien que lo diga de mí mismo, no puedo tampoco hablar por nadie ajeno, so pena de falsear acerca de alguien que no conozca. Porque yo, en un pasado -algo lejano-, aprendí dolorosamente lo que es la vida en Cristo.
No, no es nada fácil. No cuando insistes en sostener una bondad que NO tienes. Cuando yo me enfrenté a la realidad que suponía mi propio pecado, comprendí que hice mucho daño a mucha gente alrededor. En especial, me serví de un Nombre que no merecía por mis propios méritos o por cosa alguna que pudiese haber hecho por ganar algo. Pero cuando confesé la maldad al que todo lo ve, no solo fui liberado de una gran carga de culpabilidad de mi pasado. Supe que el de arriba me perdonó, me liberó, me hizo saber que ahora estaría al pendiente de mis acciones, y así logré ser libre de mucho de la carga de pecado que deformó mi temperamento y conducta, y la culpabilidad había desaparecido.
Con todo, aún quedaron secuelas de este pasado que al día de hoy siguen siendo un buen recordatorio de quién era yo, a fin de no envanecerme o presumir de algo que, para empezar, no merecía: EL PERDÓN.
Con todo, el Dios de bondad no quiso que solamente me quedara en esta frontera, sino que también debía avanzar por un Camino que debía seguir. La condición impuesta es simple, ser dócil.
Pero ser dócil no es cosa fácil para alguien que, en el pasado, no tuvo un punto de referencia. Creciendo a como podía entender las cosas, cometí muchos errores que marcaron mi futuro; ¡no hay día que pase que no lamente lo estúpido que fui! Porque es entendible que cuando uno es joven, se cometen muchas estupideces, y así perdí toda posibilidad de forjarme un futuro decoroso.
Dios no puede trabajar con alguien que pretende sostenerse en su propia justicia, disfrazándola de falsa modestia o victimismo. Si tú te has de acercar al Dios que salva, no esperes que te escuche si te crees haber sido una víctima del mundo. Tú, con toda tu pantomima de bondad, ni puedes engañarte a ti mismo; ¿crees que puedes engañar a Aquel delante de quien tú estás desnudo y empobrecido?