
Es inadmisible la "costumbre" de definir la religión como "todo aquello que tiene que ver con las relaciones entre el hombre y Dios". Pues, como hemos visto, la expresión "relaciones del hombre con Dios" es equívoca de los pies a la cabeza, y no puede tratarse como si tuviera un sentido global. Una cosa serán las relaciones de los hombres con la idea de Dios de los filósofos - que en modo alguno pueden confundirse con las relaciones (imposibles) del hombre con Dios - y otra cosa son las relaciones de los hombres con los dioses o númenes positivos, que ya podrían ser relaciones posibles o reales, aunque en la mayor parte de los casos sean imaginarias o interpretadas de modo fantástico. Por ejemplo, las relaciones de los hombres o de las mujeres con el macho cabrío de los aquelarres no son siempre imaginarias o puramente literarias, porque los aquelarres han existido, y aunque el macho cabrío haya sido interpretado, por obra de los teólogos inquisidores, como Satán, lo cierto es que en el aquelarre real los hombres y las mujeres han tenido relacione reales con un animal, que podría ser transunto de algún animal numinoso. "El concúbito con el demonio íncubo súcubo es pecado de bestialidad y juntamente de superstición", leemos sutilmente en el Compendio moral salmaticense según la mente del Angélico Doctor (1805).
Queremos decir, en resumen, que la definición de religión como institución fundada "en la práctica de las relaciones de los hombres con Dios" carece de sentido cuando Dios se interpreta en el sentido de las religiones monoteístas, porque sería imposible mantener relaciones con ese Dios, aun en el supuesto de que existiera (y esta imposibilidad ya la habría reconocido Aristóteles). O, porque si ese Dios no existe, es sencillamente imposible mantener relaciones con lo que no existe.
En cambio, la definición tradicional de religión alcanza sentido cuando entendemos a Dios como denominación abreviada de los dioses - haciendo honor, por cierto a la terminación plural del término, que fue vista con recelo por los judíos españoles monoteístas muy exigentes (decían Dio, porque Dios les parecía ya demasiado plural) - o de los númenes. Sólo que en este caso, aunque la definición "relaciones de los hombres con los dioses o con los númenes" alcance un significado preciso y aun científico - el que obtienen los tratados de antopología cultural o de etnología emic, en los capítulos sobre las creencias y prácticas religiosas de los pueblos estudiados -, este alcance pierde todo significado religioso efectivo desde la perspectiva de las religiones monoteístas, en las que suelen estar situados los antropólogos de campo o de gabinete que comenzaron, por cierto, a trabajar en la nueva ciencia del siglo xix.
R. Smith o W. Schmidt, por ejemplo, fueron cristianos, e incluso sacerdotes. Y si estos antropólogos o etnólogos interpretaron etic (no sólo emic) como religiones las relaciones de los hombres con otras realidades personiformes aunque no humanas, tales como demonios, diablos o animales sagrados, esto sería debido a su propia perspectiva monoteísta, de la misma manera que si los cronistas españoles de Indias (Motolinia, Fernández de Oviedo, etc.) interpretaron como religiosas a ciertas pinturas o ceremonias mayas o aztecas de debía a que las veían desde su perspectiva etic monoteísta, por ejemplo como maquinaciones de Satán, actuando en todo caso bajo la Providencia divina. Y es que desde la perspectiva de las religiones monoteístas no cabría hablar siquiera de religiones positivas politeítas, porque éstas no serían sino supersticiones. Tal es la tendencia de judíos y musulmanes.
Los cristianos se encuentran en otras situación, porque su dogma de la Encarnación les autoriza a entender la religión simultáneamente en un plano metafísico (monoteísta, acto puro, motor inmóvil) y en un sentido positivo (la Virgen de las Angustias o el Cachorro)...