Dios tiene para los seres humanos el mismo propósito que tenía cuando los creó: que vivieran para siempre en un palneta bello y lleno de seres perfectos, sin problemas como la enfermedad y la muerte.
Desde el comienzo de la rebelión de Edén hizo arreglos para que en el futuro se cumpliera su primer objetivo al crearnos: dijo que Jesús quebrantaría al enemigo, y más adelante reveló que mediante un reino dirigido por Jesús mismo y otros humanos resucitados en los cielos, el planeta volvería a ser hermoseado y habitado por justos:
Rev.21:1 Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. 2 Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como una novia adornada para su esposo. 3 Con eso, oí una voz fuerte desde el trono decir: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. 4 Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.
5 Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: “¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas”. También, dice: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas”.
El deber del hombre es agradar a Dios para recibir la bondad de poder estar allí, en esa tierra del futuro, gobernada por aquel gobierno celestial.