Las bienaventuranzas y la felicidad(Tocho inside)

2 Febrero 2010
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Extraido del libro "El mito de la felicidad".

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En el segundo caso. la función privación supone que el campo de

variables está ya definido a su vez como privación (lo que nos remitiría
a un tercer prototipo). En tal caso, la privación de la privación equivai-
drá a una recuperación de la estructura de referencia. Las concepciones
de la felicidad en la que ésta nos es presentada como una recuperación
de algún estado de <<vida perdida»="" (por="" ejemplo,="" el="" paraíso="" terrenal="" o="" la="" <="" em="">
Comunidad primitiva) incluye conceptos funcional-privativos de feli-
cidad. Asimismo ocurre con la idea de felicidad como esperanza en la
recuperación de algo de lo que estamos privados, porque lo hemos per-
dido (o se nos ha arrebatado). Esta Idea estaría conformada según el
formato funcional privativo. La felicidad se nos aparece entonces como
algo en lo que podernos esperar: no tanto por razón de la materia misma
que esperamos (porque nos consideramos privados de ella, o por lo
menos con derecho a ella, aunque no sea más que porque «nos la hemos
merecido» por nuestro trabajo), sino de la esperanza de que ella llegará
a nosotros como algo por venir o por ventura.


Esta idea de felicidad tiene muchos valores, y por tanto, toma la
forma de plural: es la felicidad de quien espera confiado en la buena
suerte que pueda traerle un buen premio de la lotería. El agraciado
suele exclamar: «¡Me lo merecía! » Es la felicidad como buena ventura,
en plural, las felicidades que se deseaban los amigos, a final de año,
cuando se enviaba las tarjetas postales con la frase «Muchas felicidades y
venturoso año nuevo». Precisamente el Diccionario de Autoridades
(que Julián Marías cita en su libro), en pleno siglo XVIII, definió las
bienaventuranzas evangélicas de este modo: «Bienaventuranzas son
aquellas ocho felicidades que con magisterio superior y Divino ense-
ñó Christo a sus discípulos para que aspirasen a ellas.» Es cierto que
aquí las felicidades se ponen en el futuro, no en la aspiración esperan-
zada hacia ellas. Sin embargo, ya constituye una felicidad la misma es-
peranza derivada de la fe en la promesa de estas bienaventuranzas, con
las que Jesús comenzó el Sermón de la Montaña (San Mateo, V, 3-10).


Analicemos, aunque muy brevemente, el formato funcional priva-
tivo, según el cual están enunciadas las felicidades o promesas del Ser-
món de la Montaña.
1) Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el
reino de los Cielos.
2) Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra.
3) Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
4) Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, por-
que ellos serán hartos.
5) Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán inise-
ricordia.
6) Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
7) Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de
Dios.
8) Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.


Lo que subrayamos en esta acepción, apenas neutralizada por el con-
texto teológico, del término «felicidad» («bienaventuranza», en la Vul-
gata, «beatitud»), es que está vinculada al número plural (felicidades

que introdüce una positivización de la Idea de felicidad que disuelve
o pone entre paréntesis las pretensiones metafísicas del término utiliza-
do en singular y como dotado de unicidad. Una positivización más bien
psicológica, la misma que constatamos en la fórmula de antigua cortesía
antes citada: «Felicidades y venturoso año nuevo»; una positivización
similar a la que la misma forma plural consigue en otros casos, y no ya
por vía psicológica, sino política o gnoseológica, como ocurre también
con el término :<libertad;> (<<no busco="" la="" libertad,="" sino="" las="" libertades»)="" o="" <="" em="">
con el término «Verdad» (para quien no da sentido aIguno a «biuscar la
verdad» sino las verdades concretas. Positivización ligada a la transfor-
mación de unas ideas genéricas y confusas (felicidad, libertad, verdad)
en series de conceptos o de ideas específicas de libertades, de verdades o
de felicidades.


Ahora bien, constatamos que las ocho felicidades prometidas por
Jesús, en cuanto representación de los bienes que se esperan en el por-
venir (en la «buenaventura»), están definidas desde situaciones conce-
bidas como privaciones, precisamente porque son esperadas corno
bienes relativamente especificados y que estamos echando en falta.
, -
La pobreza de espíritu es una privación de la riqueza de espíritu
(cualquiera que sea la forma como ésta se interprete), de la riqueza que
experimentará quien llegue a encontrarse ante Dios, en la vida eterna.
La «mansedumbre» dice aquí privación de poder, de orgullo, de exi-
gencia; el «llanto» es la privación de la alegría; el «hambre y sed de jus-
ticia» es la privación del reconocimiento. Los «misericordiosos» a los
que se refiere la quinta bienaventuranza son los que a su vez parecen
privados de misericordia, de quien dependen como deudos o esclavos.
Los que «padecen persecución por la justicia» están privados de la li-
bertad (esta bienaventuranza nos trae el recuerdo de la hazaña de la li-
beración de los galeotes por Don Quijote).


Tan sólo ias Bienaventuranzas seis y siete no parten de privacida-
des formales: ser «limpio de corazón» o ser «pacífico» no parecen pri-
vaciones, aunque seguramente están pensadas a la manera corno en la
vida cotidiana se piensa al limpio de corazón como carente de las astu-
cias y ardides, a veces malignos, que suelen garantizar el triunfo en la
vida temporal; o los pacíficos serían aquellos que, privados de agresi-
vidad, están someticios a los atropellos de lnucilos de quienes les ro-
dean.


En cualquier caso, todas estas felicidades, llamadas bienaventu-
ranzas por el evangelista o por sus traductores, se definen desde esta-
dos carenciales o de privación, por el simple hecho de presentarse
como algo que se espera venir en el otro mundo, y por tanto, que no se
posee en éste. Pero no por ello las felicidades del evangelio quedan en
meras expectativas, porque estas expectativas ya pueden constituir
por sí mismas una cierta forma de felicidad. Pues la <<carencia esperan-="" <="" em="">
zada», o bien la esperanza de las felicidades, constituye ya por sí mis-
ma una cierta felicidad actual, incoada y específica, por lo que ha de
venir (y así lo reconoció Santo Tomás en la 1, II,2, q. 49, a. 2). </carencia>
</no></libertad;>
</vida>
 

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[/I]Tan sólo ias Bienaventuranzas seis y siete no parten de privacida- des formales: ser «limpio de corazón» o ser «pacífico» no parecen pri- vaciones, aunque seguramente están pensadas a la manera corno en la vida cotidiana se piensa al limpio de corazón como carente de las astu- cias y ardides, a veces malignos, que suelen garantizar el triunfo en la vida temporal; o los pacíficos serían aquellos que, privados de agresi- vidad, están someticios a los atropellos de lnucilos de quienes les ro- dean.
:)
 
Re: Las bienaventuranzas y la felicidad(Tocho inside)

lo comento por el párrafo que has escogido:

carente de las astu- cias y ardides, a veces malignos, que suelen garantizar el triunfo en la vida temporal;