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Diario de Israel
PODER estuvo en Israel en una de las semanas más sangrientas de los últimos dos años, y vió el país que se esconde detrás de las noticias de la guerra.
José Fernando López, Israel 9/4/2002 23:32 EST
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Ehud Shapiro, especialista en informática, está desarrollando un nano-computador para aplicaciones biológicas.
Moshe Guelman, jefe del Instituto de Investigación del Espacio, está trabajando para lanzar satélites desde aviones.
El satélite del Technion se alimenta con energía solar y pesa tan sólo 48 kilos.
David Faiman, director del Centro de Energía Solar "David Ben Gurión", delante del espejo parabólico más grande del mundo.
Tema: Tecnología / Diseño web
Región/País: Global
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Durante ocho días, y por invitación del Instituto Cultural Israel-Ibero América, José Fernando López, director editorial de PODER, tuvo la oportunidad de recorrer todo el territorio de Israel. La visita coincidió con una de las semanas más sangrientas de la última Intifada. Estas fueron las impresiones que quedaron registradas en su diario.
Domingo 3 de marzo
11 p.m.: Llego retrasado al hotel Renaissance en Jerusalén. Mientras deshago mi maleta enciendo el televisor y veo una sucesión de imágenes dantescas: un palestino suicida hizo explotar una bomba el sábado en la noche en un vecindario atestado de judíos que retornaban de sus oficios religiosos en la sinagoga de Beit Yisrael. Nueve muertos y 57 heridos.
Lunes 4 de marzo
7 a.m.: Según el Jerusalem Post, en menos de 48 horas hubo cuatro atentados terroristas que acabaron con la vida de 21 israelíes. Por el lado palestino hay más de 20 muertos. Es el fin de semana más sangriento desde que comenzó la actual Intifada, en septiembre de 2000.
9 a.m.: A pesar de las noticias, en Jerusalén la vida continúa. En el barrio judío de la ciudad vieja un grupo de niños juega alborozadamente al fútbol. Todos cubiertos con sus kipás. A pocas cuadras de allí, un grupo de vociferantes vendedores árabes trata de hacer el día: "Los turistas ya no vienen", dice uno. La guerra y la crisis mundial han golpeado la economía. En 2001, y por primera vez en muchos años, el producto no creció. El desempleo se acerca al diez por ciento.
11 a.m.: Aquí nadie baja la cabeza. A quince minutos del Muro de las Lamentaciones, cerca de 25.000 estudiantes hacen de la Universidad Hebrea de Jerusalén un hervidero de ideas. En uno de sus edificios -hecho de esa misma piedra que le da una desapacible monotonía visual a la ciudad- está el Instituto de Ciencias de la Vida Alexander Silberman. Con un staff envidiable de científicos de primer nivel, es uno de los responsables de la revolución que tiene lugar hoy en las ciencias biológicas a nivel mundial. En su laboratorio de genética se identificaron muchos de los componentes del genoma humano.
8:30 p.m.: El Ballet Israelí hace las delicias de un abarrotado Teatro de Jerusalén. A la salida, los bares están llenos. También en las noches la vida es normal en el sector oeste de la ciudad.
Martes 5 de marzo
7 a.m.: La muerte es de nuevo la noticia. Por error, las Fuerzas de Defensa Israelíes mataron a cuatro civiles palestinos. Piden disculpas. Cuatro atentados terroristas dejan a cinco israelíes muertos.
10 a.m.: A 40 minutos de Jerusalén, por una autopista de primera categoría, está Rehovot. Y en Rehovot está el Instituto Weizmann, así llamado en honor de su fundador y primer presidente de Israel, Jaim Weizmann. El Instituto es uno de los centros de investigación científica y de estudios de posgrado más importantes del mundo. En sus laboratorios y aulas se llevan a cabo en forma permanente cerca de 850 proyectos de investigación en casi todos los campos de la ciencia contemporánea. Israel es uno de los países que más presupuesto le dedica a la investigación científica en todo el mundo. El año pasado invirtió el 2,5 por ciento de su PIB (cerca de 3.000 millones de dólares) en investigación y desarrollo.
11 a.m.: ¿Cuántos computadores caben en una gota de agua?, pregunta el profesor Ehud Shapiro, especialista en informática. Y él mismo se responde: un millón de millones. Con un grupo de expertos del Instituto, Shapiro está desarrollando el concepto de un nanocomputador biológico que utiliza como software moléculas de ADN y cuyo fin es servir de herramienta en las futuras investigaciones de ingeniería genética. "Es apenas un primer paso -dice Shapiro- y todavía no podemos hablar de aplicaciones, pero hacia el año 2050 podría ser muy útil para prevenir enfermedades de todo tipo".
2 p.m.: Cerca del Instituto Weizmann está la Facultad de Agricultura de la Universidad Hebrea. Allí se realizan investigaciones tendientes a encontrar y desarrollar variedades de plantas que se adapten al suelo del país. Israel es un país sin recursos naturales. Su única fuente de agua es el lago Kineret (o mar de Galilea), y aunque desde hace 40 años tiene el Acueducto Nacional -que es una obra magistral de ingeniería- para distribuir el agua por todo el país, ésta sigue siendo muy escasa. Por eso han desarrollado técnicas, como el riego por goteo, que les permite contar con una agricultura floreciente en varias regiones del país. En Rehovot están muy avanzados varios estudios fisiológicos y moleculares para desarrollar plantas resistentes a la sequía.
4 p.m.: La investigación no se queda en los anaqueles. En los últimos diez años, la investigación y el desarrollo han salido de las universidades y los institutos -donde se concentraron por muchos años- para crear una industria de tecnología de punta. Después de Estados Unidos, Israel es el segundo país en capacidad de generación de nuevas compañías basadas en la tecnología. Hay más de cien compañías de Israel que se cotizan en Estados Unidos, especialmente en el Nasdaq. Y representan el segundo mayor grupo de firmas extranjeras en los mercados de acciones de Estados Unidos (después de Canadá). Una muestra nada más: Índigo, una compañía especializada en la producción y venta de los más modernos sistemas de impresión digital en color. Fundada en 1977, el pasado seis de septiembre cerró un acuerdo con Hewlett Packard para venderle todas sus acciones.
Miércoles 6 de marzo
7 a.m.: El periódico no habla de Shapiro sino de Sharon. Y registra un nuevo atentado terrorista en la ciudad de Afula, cerca de la cisjordania árabe, con un muerto y 47 heridos. Empiezo a pensar que la ciencia y la tecnología también deberían ser noticia.
9 a.m.: Israel Asher, presidente de la compañía Degem, narra una anécdota: recién creado el Estado de Israel, uno de los miembros de su gabinete pidió una cita muy temprana con el primer ministro Ben Gurión. Le dijo que la falta de recursos naturales de Israel no lo dejaba dormir y que la única forma de sacar al país adelante era mediante un masivo programa de educación técnica. "¿Cuánta plata se necesita?", pregunto Ben Gurión. "Veinte millones de dólares", dijo su ministro. "Le doy diez y empiece a trabajar", concluyó el gobernante. Un hombre que no dormía pensando en su país, y uno que tomaba decisiones, cambiaron en 15 minutos la historia del país, dice Asher. Hoy hay más de 420 centros de educación tecnológica, el 20 por ciento de la fuerza laboral de Israel está graduada en una universidad -la más alta proporción del mundo después de Estados Unidos- y el país tiene el más alto porcentaje del mundo de ingenieros.
10 a.m.: Asher dice que Degem entiende la importancia de la educación y trata de fomentarla. La empresa produce -entre otras- software educativo. Y está desarrollando un programa de "multicentros" educativos, que considera fundamentales para imponer una cultura de paz en la región.
1 p.m.: Dos compañías más en el área de tecnología ilustran el formidable desarrollo tecnológico de Israel. Una ya muy establecida: RAD Data Communications, una compañía fundada en 1981, con más de 250 productos destinados a brindar soluciones de acceso para carriers y clientes corporativos, con ventas superiores a los 150 millones de dólares y presencia en más de diez países. Y otra, fundada en 1997, en el boom de Internet, que tiene ya más de 16 millones de usuarios registrados: Babylon, una empresa proveedora de un software de traducción e información que se volvió popular gracias a su vinculación con el motor de búsqueda Google, y que hoy pinta como una de las empresas más prometedoras del sector.
8:30 p.m.: En Tel Aviv, ciudad con una agitada vida nocturna, las actividades culturales también siguen su curso. Ni siquiera un atentado terrorista en un restaurante, que dejó tres personas muertas, impide que los habitantes de la ciudad gocen de un maravilloso concierto de la Orquesta Filarmónica de Israel. El famoso intérprete de viola Yuri Bashmet estrena un concierto escrito especialmente para él.
Jueves 7 de marzo
7 a.m.: No hay periódico a la salida del cuarto. Y el control de la televisión no tiene baterías. La ciudad se despierta y por la ventana todo se ve tranquilo. Me surge la pregunta: ¿será que buena parte de la guerra se libra sólo en los medios?
9 a.m.: Llegamos al Technion de Haifa, una de las instituciones educativas más viejas y famosas de Israel, con 13.000 estudiantes y 40 centros de investigación. En una de las paredes del centro de visitantes hay una gran aerofotografía de Israel. De todo Israel, pienso. Es un país pequeño: la superficie total, incluyendo las áreas que están bajo autogobierno palestino, es de 27.800 kilómetros cuadrados. No puedo evitar la comparación con los 42.000 kilómetros de la zona de distensión que tuvo la guerrilla colombiana durante los tres años de conversaciones de paz con el gobierno.
10 a.m.: El Technion tiene su propio satélite en el espacio. Un microsatélite lanzado en julio de 1998. Se le calculó una vida útil de dos años, pero todavía sigue mandando valiosa información. Israel entró oficialmente en la era espacial con el despegue de su primer satélite, Ofek-1, en septiembre de 1988. Y después ha lanzado otros satélites. Pero el satélite del Technion es especial: se alimenta con energía solar y está equipado con cámaras y equipos de computación en miniatura. Es un cubo de 18 pulgadas de lado y pesa tan sólo 48 kilos.
10:30 a.m.: En la investigación espacial también juega la geopolítica. Todos los países con capacidad para lanzar satélites lo hacen de oriente a occidente, para aprovechar la rotación de la tierra. Israel los tiene que lanzar por el oeste. Como en otros campos, sin embargo, en éste también están buscando soluciones imaginativas. Según Moshe Guelman, jefe del Instituto de Investigación del Espacio, hay en marcha un proyecto de investigación para lanzar cohetes desde aviones. La miniaturización lograda en el Technion ayudaría mucho. Mientras tanto, todos están pendientes de Ilan Ramon, el primer astronauta israelí, que viajará muy pronto en una misión de la NASA.
Viernes 8 de marzo
7 a.m.: Siguen las malas noticias. Un terrorista mata a tres israelíes en la franja de Gaza. Trece palestinos mueren en combate.
9 a.m.: Por si acaso faltaran religiones en Israel, en Haifa tienen su sede los Bahai. Una religión independiente nacida en la Persia del siglo XIX, que buscando adquirir notoriedad construyó sobre las laderas del monte Carmelo lo que ellos mismos llaman la octava maravilla del mundo: los jardines del Bahai. Un total de 18 terrazas que cubren toda la falda de la montaña y en cuya construcción -de acuerdo con uno de los guías- se invirtieron 250 millones de dólares.
12 m.: Los Bahai, por fortuna, no tienen reclamación sobre ningún lugar histórico de Israel, como la tienen judíos, musulmanes y cristianos sobre Jerusalén. Ellos están felices con sus jardines del monte Carmelo. "Por eso en Haifa -puerto marítimo al norte de Israel- es más fácil fomentar la tolerencia", dice Mordechai Peri, un viejo marxista israelí que dirige el centro cultural Beit Haguefen, que fomenta actividades conjuntas entre judíos y árabes y que además de una exposición permamente de arte multicultural -la pared de la coexistencia- celebra cada año la Fiesta de Fiestas -una especie de confluencia entre el ramadán, las navidades y el hanuká- "con una asistencia cada vez mayor". Me viene a la cabeza una frase dicha días atrás por Yitzhak Rozen, asesor del Instituto Israelí de Exportaciones: "Si Israel pudiera desarrollarse más y no invertir tanto en sobrevivir podría desarrollarse mucho más y mucho mejor".
Sábado 9 de marzo
7 a.m.: Amanecemos en el kibutz Guinosar, en las orillas del mar de Galilea, escenario de las bienaventuranzas y de muchos de los milagros de Jesús. Después de conocer buena parte de la geografía del país, uno piensa que todo Israel es un país de milagros. Comenzando por el milagro de la agricultura, que abastece y exporta, a pesar de la escasez de agua. Y en ese milagro tienen mucho que ver los kibutz, sociedades comunitarias que a pesar de haber perdido mucha de su filosofía original -ya no son socialistas, como en su origen-, siguen siendo una fuente muy importante de producción. De Guinosar, en el norte, atravesamos todo el país -evadiendo la Cisjordania, por si acaso- hasta llegar a Beer Sheva, la capital de la zona del Neguev, en el sur.
9 a.m.: Mientras atravesamos el desierto del Neguev nos enteramos de que, por primera vez en muchos meses, se habla de un posible cese al fuego. Aunque la paz está lejana, el anuncio resulta alentador.
10 a.m.: La semana termina, como empezó, a pleno sol. Y eso tiene contento a David Faiman, director del Centro de Energía Solar "David Ben Gurión". El sol es el único recurso natural abundante -y gratuito- que posee Israel. Y aunque ya están sacando provecho de él para calentar casas y agua en muchas ciudades del país, la intención es convertirlo en una fuente potente de energía eléctrica, y para eso se necesita aumentar la eficiencia de los paneles solares y bajar el costo de generación. Para avanzar en su investigación, el Centro construyó el mayor espejo parabólico del mundo. Y ha logrado resultados alentadores. "Un poco más de plata, y de tiempo, y seguramente lo lograremos", dice Faiman.
Domingo 10 de marzo
10 a.m.: Y seguramente lo lograrán, pienso yo. Porque si de algo me di cuenta esta semana, es de que el israelí es un pueblo decidido. No en vano regresaron a su tierra, después de 2.000 años de diáspora. Y si faltase algún símbolo de ello, ahí está la fortaleza de Masada, a orillas del Mar Muerto, donde un puñado de judíos resistió más de tres años el asedio del ejército romano. El día que solucionen sus diferencias con los palestinos y puedan vivir en paz -como quiere Dagem y como quiere Peri, y como quieren en el fondo todos los israelíes-, cosecharán sin duda lo que están haciendo. Y todas las noticias tendrán que ver con la vida.
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Luman