PARTIENDO EL PAN EN LAS CASAS

Re: Hesed:

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1 - En aportes anteriores, compartí dos mensajes que entregué en mi asamblea tras la participación de la Cena del Señor. Hasta los mismos ancianos los agradecieron ya que ilustraban aspectos prácticos de un recto discernimiento del pan y el cuerpo del Señor en los que antes no habían reparado. O sea, se puede ser un hermano adulto bien formado y responsable en la iglesia, y hasta un viejecito con 70 años de congregado –como algunos hemos conocido-, y todavía no alcanzan a discernir aceptablemente la significación del pan y de la copa. La inmadurez no es excluyente para el bautismo y la recepción a la comunión en la asamblea. De hecho, nadie se bautiza ya maduro en la fe, pues el bautismo marca una etapa inicial en ese proceso de maduración.
2 – En la iglesia de Cristo y en la comunión de los santos durante la Cena del Señor, no discriminamos entre hermanos y hermanas, maduros e inmaduros, jóvenes o viejos, ricos o pobres, ya que tales accidentes no interesan sino que todos y cada uno de nosotros somos sacerdotes que traemos ante el Señor sacrificios de labios que confiesan su nombre y ascienden hacia su presencia en olor suave. Así que no nos interesa si el hermanito o hermanita a nuestro lado todavía es niño o niña, pues no es menos sacerdote que por la misma gracia de Dios lo soy yo.
3 – No conviene especular sobre si un niño es convertido y lo sacamos de los juegos propios de su edad para involucrarlo en las serias actividades de la iglesia. Yo jamás forcé a mis hijos a nada, confiando en el Señor que Él en su gracia haría la obra en ellos. Pero tampoco podía hacer lo contrario: si había en ellos una respuesta al Evangelio y asumían iniciativas espirituales, no podía echarles encima un balde de agua fría para frenar tales impulsos. A esto, sin embargo, se han sentido llamados algunos rancios y avinagrados ancianos.
4 – Otra de las malas costumbres que tuvimos que revisar fue la de tener a un candidato al bautismo en observación todo un año, como hicieron con mi esposa y mi hijo mayor. Tal práctica delata la incompetencia de los ancianos modernos, que sin don de discernimiento, no aciertan a atestiguar prontamente si efectivamente esta persona ha sido renacida de lo alto, o no. Su incertidumbre la compensan con el tiempo que se toman para bautizar a alguien o para recibirla en la comunión de la asamblea. Luego, si hay un fracaso, se excusan diciendo:
-¡Y eso que no le impusimos de ligero las manos sino que lo mantuvimos un buen tiempo observando su comportamiento!
Pero al abandonar la iglesia e irse al mundo mostrando que jamás había nacido de nuevo, comprueba que para nada sirvió el tiempo de espera al que se le tuvo sometido. En el NT a la conversión seguía el bautismo inmediato, porque la iglesia no tenía como dudar del cambio operado. Hoy día, como el cambio ni se nota, entonces se le hace esperar al mero profesante para ver si en todo un año mata a alguien, roba un Banco o cae en cualquier otro pecado grosero. De no cometer ninguna tropelía, se lo bautiza o recibe en comunión. Por más años que se sumen a la espera, tal dilación nada garantiza. La falla está en el evangelio light que hoy se predica, omitiendo el arrepentimiento. ¿Cómo podrán salvarse pecadores que jamás se vieron perdidos?
5 – Como dice el Salmo “Mis tiempos en tus manos están”. Esperar en el Señor no va con las precipitaciones pero tampoco con las postergaciones. Las dilatorias con frecuencia son excusas de la incompetencia. Recordamos que lo importante es “Si oyereis hoy su voz”. En tal caso no queda más que la obediencia inmediata. Suele ser un subterfugio espiritual aplazar para más tarde lo que ya debe ser hecho. Por supuesto que arribar a estas conclusiones nos ha llevado buen tiempo de cavilación y cabildeo, pero ahora entendemos mejor el porqué de tantos innecesarios fracasos.
Me voy a dormir. Saludos.
Ricardo.


1Co 11:29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.
1Co 11:30 Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.


Si el Espíritu Santo actuara ahora como en los tiempos de Ananías y Sáfira, no se mancillaría la solemnidad de la Cena del Señor con pedobautismos.
 
Anomalías en la Cena del Señor (1)

Anomalías en la Cena del Señor (1)

Recordarán ustedes que comenzando 1Co 11 dice Pablo “Os alabo, hermanos” (v.2), y más adelante: “Al anunciaros esto que sigue, no os alabo, porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor” (v.17).
De veras cuesta admitir que tras los encomios iniciales (1:4-7) Pablo se venga ahora con tan dura reprensión: “no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor”. Si un misionero moderno escribiera semejante cosa en carta a una de nuestras modernas iglesias, los ancianos no la leerían jamás a la asamblea de hermanos. Sin embargo, ¡a nosotros también nos ha tocado estar reunidos para lo peor! Esto explica en parte la actual deserción.
Advierto que yo conocí personalmente a todos los protagonistas de esta historia.
En cierta asamblea cuya responsabilidad era compartida por unos cinco ancianos, uno de ellos, no sé qué tipo de conversión había tenido, que no había dejado sepultado en su bautismo la botella de alcohol. Dicen que de joven había sido buen predicador, pero yo no me explico cómo pudo serlo manteniéndose apegado al viejo vicio. Claro está, era un consumado artista del disimulo, de modo que nadie imaginaría tal cosa. Solía emborracharse a la salida del trabajo, en un bar poco frecuentado, cuando no había reunión en la iglesia. Al llegar a la casa, a los reproches de su esposa –creyente también- le correspondía con unos buenos golpes, manteniéndola amenazada por si se le ocurría decir algo en la iglesia. Así que la hermana, sumisa y sufrida siempre, debía acompañarle afectando cara de solemne piedad toda vez que su esposo subía al púlpito a declamar su sermón. Tras una de aquellas palizas la pobre víctima no resistió más y llamó a su cuñada para que la visitara enseguida. Esta otra era la esposa de un hermano del borracho, anciano también en la asamblea, pero de impecable testimonio hasta el fin de su carrera. La sometida abrió su corazón a la cuñada, y con lujo de detalles le contó el calvario por el que venía pasando. Esta otra buena mujer se decidió a ayudar, pero nadie debía enterarse cuál era la fuente de información pues el mal marido era capaz de cumplir sus peores amenazas. Eran tantos los testigos en el trabajo primero, y luego en el vecindario que veían llegar al “Anciano” haciendo eses por la calle, que la acusadora permaneció en el anonimato gracias a la sabia conducción de tan delicado asunto por esta buena hermana, que así debió referirlo a su esposo y hermano del denunciado. Este, se vio forzado a reunirse con los otros tres ancianos, a fin de tomar una determinación. Quizás algo ya ellos sospechaban, pues la noticia no pareció afectarles demasiado. Lo que más les dolía, no era el espantoso vicio que aquel encubría, sino el cuánto afectaría el prestigio de todos ellos de trascender el asunto. Mientras tanto, todos los domingos se venía dando una enojosa situación: desde hacía años que ambas parejas (los dos hermanos ancianos con sus esposas), se sentaban juntos en el mismo banco, teniendo el borracho de un lado a su esposa y del otro a su cuñada. Así que el susodicho era quien pasaba a su cuñada primero el plato con el pan, y luego la copa de vino. Mientras los ancianos les daban largas al asunto invocando la necesidad de reunir pruebas, testigos o sorprenderlo in fraganti, la cuñada comenzó a sentir problemas de conciencia cuando este otro le pasaba la copa de la que acababa de beber. La hermana comenzó a sentirse inquieta en su conciencia, como que estaba comunicando con pecado ajeno, haciéndose cómplice con su silencio.
Así que apuró a su marido para que los cuatro ancianos decidieran respecto al quinto. En el ínterin, la sensible cuñada prefirió abstenerse de beber de la copa por el asco que le provocaba los labios del alcohólico, pasándola de inmediato a su marido. Como ella sí arrancaba su bocado del pan para comerlo, menuda sorpresa causaba a todos su actitud, ya que no era que se abstuviera de participar por considerarse indigna, pues que no lo hacía con ambos emblemas, sino solamente con la copa. No era tonto el borrachín, así que entrevió el peligro que su cuñada representaba, por lo que aprovechó a lanzar la bola de “vaya uno a saber en qué cosa rara anda doña J.”. Al final se convino una reunión de todos los involucrados: las dos parejas de los ancianos hermanos más los otros tres ancianos, o sea: siete en total. La perfección del número sin embargo no se iba a dar con el resultado de la reunión. Como se exigía al menos que dos testificaran en contra del denunciado, doña J. acordó con lsu cuñada que ambas testificarían. Comenzada la reunión y planteado el caso, nunca se vio en banquillo de acusado más beatífico rostro que con su halo de santidad aquel mostrara. Doña J. con lujo de detalles proveyó de nombres de testigos con sus respectivas direcciones cuyos testimonios podrían fácil y prontamente recabarse. Los otros tres ancianos adujeron entonces que no servía al caso confidencias de inconversos que afectaría al testimonio de la iglesia en ese lugar. Así que se le pidió a la mujer que dijera si ella había visto alguna vez llegar borracho a su marido. No podía ni quería emitir siquiera un monosílabo, así que se limitó a negar con su cabeza. Doña J. comprendió enseguida lo aterrorizada que se hallaba su cuñada, así que no la contradijo sino que se desahogó o se ahogó en un mar de lágrimas. Fue invitada a salir fuera mientras los demás deliberarían para ponerle punto final al problema. Cuando se la hizo entrar, se le comunicó la decisión adoptada por cuatro votos y la abstención de su marido: doña J. quedaba disciplinada y fuera de comunión bajo el cargo de falso testimonio.
Muchos años pasaron sin ser recibida en comunión en ninguna iglesia.
Cuando llegó a nosotros y conocimos todo, fue recibida con todo nuestro amor y comprensión. Éramos muy jóvenes todavía, pero conocido nuestro denuedo para las cosas del Señor y esgrima de la Palabra de Dios, aquellos ancianos jamás la molestaron a ella ni a nosotros.
Sin embargo, el juicio de Dios fue muy severo; primero sobre los ancianos, y luego sobre la misma iglesia ya que el Señor retiró su candelero de aquel lugar, quedando nada más que el local y los bancos vacíos.
Si alguna vez hemos visto un ángel con figura y atavío de mujer, esa era nuestra amada hermana Doña J. No podría yo ahora describir su amplia y perenne sonrisa y el chispeante brillo de sus ojos claros, pues su solo recuerdo me impide seguir escribiendo.
Saludos cordiales.
Ricardo.
 
Re: Anomalías en la Cena del Señor (1)

Re: Anomalías en la Cena del Señor (1)

Recordarán ustedes que comenzando 1Co 11 dice Pablo “Os alabo, hermanos” (v.2), y más adelante: “Al anunciaros esto que sigue, no os alabo, porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor” (v.17).
De veras cuesta admitir que tras los encomios iniciales (1:4-7) Pablo se venga ahora con tan dura reprensión: “no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor”. Si un misionero moderno escribiera semejante cosa en carta a una de nuestras modernas iglesias, los ancianos no la leerían jamás a la asamblea de hermanos. Sin embargo, ¡a nosotros también nos ha tocado estar reunidos para lo peor! Esto explica en parte la actual deserción.
Advierto que yo conocí personalmente a todos los protagonistas de esta historia.
En cierta asamblea cuya responsabilidad era compartida por unos cinco ancianos, uno de ellos, no sé qué tipo de conversión había tenido, que no había dejado sepultado en su bautismo la botella de alcohol. Dicen que de joven había sido buen predicador, pero yo no me explico cómo pudo serlo manteniéndose apegado al viejo vicio. Claro está, era un consumado artista del disimulo, de modo que nadie imaginaría tal cosa. Solía emborracharse a la salida del trabajo, en un bar poco frecuentado, cuando no había reunión en la iglesia. Al llegar a la casa, a los reproches de su esposa –creyente también- le correspondía con unos buenos golpes, manteniéndola amenazada por si se le ocurría decir algo en la iglesia. Así que la hermana, sumisa y sufrida siempre, debía acompañarle afectando cara de solemne piedad toda vez que su esposo subía al púlpito a declamar su sermón. Tras una de aquellas palizas la pobre víctima no resistió más y llamó a su cuñada para que la visitara enseguida. Esta otra era la esposa de un hermano del borracho, anciano también en la asamblea, pero de impecable testimonio hasta el fin de su carrera. La sometida abrió su corazón a la cuñada, y con lujo de detalles le contó el calvario por el que venía pasando. Esta otra buena mujer se decidió a ayudar, pero nadie debía enterarse cuál era la fuente de información pues el mal marido era capaz de cumplir sus peores amenazas. Eran tantos los testigos en el trabajo primero, y luego en el vecindario que veían llegar al “Anciano” haciendo eses por la calle, que la acusadora permaneció en el anonimato gracias a la sabia conducción de tan delicado asunto por esta buena hermana, que así debió referirlo a su esposo y hermano del denunciado. Este, se vio forzado a reunirse con los otros tres ancianos, a fin de tomar una determinación. Quizás algo ya ellos sospechaban, pues la noticia no pareció afectarles demasiado. Lo que más les dolía, no era el espantoso vicio que aquel encubría, sino el cuánto afectaría el prestigio de todos ellos de trascender el asunto. Mientras tanto, todos los domingos se venía dando una enojosa situación: desde hacía años que ambas parejas (los dos hermanos ancianos con sus esposas), se sentaban juntos en el mismo banco, teniendo el borracho de un lado a su esposa y del otro a su cuñada. Así que el susodicho era quien pasaba a su cuñada primero el plato con el pan, y luego la copa de vino. Mientras los ancianos les daban largas al asunto invocando la necesidad de reunir pruebas, testigos o sorprenderlo in fraganti, la cuñada comenzó a sentir problemas de conciencia cuando este otro le pasaba la copa de la que acababa de beber. La hermana comenzó a sentirse inquieta en su conciencia, como que estaba comunicando con pecado ajeno, haciéndose cómplice con su silencio.
Así que apuró a su marido para que los cuatro ancianos decidieran respecto al quinto. En el ínterin, la sensible cuñada prefirió abstenerse de beber de la copa por el asco que le provocaba los labios del alcohólico, pasándola de inmediato a su marido. Como ella sí arrancaba su bocado del pan para comerlo, menuda sorpresa causaba a todos su actitud, ya que no era que se abstuviera de participar por considerarse indigna, pues que no lo hacía con ambos emblemas, sino solamente con la copa. No era tonto el borrachín, así que entrevió el peligro que su cuñada representaba, por lo que aprovechó a lanzar la bola de “vaya uno a saber en qué cosa rara anda doña J.”. Al final se convino una reunión de todos los involucrados: las dos parejas de los ancianos hermanos más los otros tres ancianos, o sea: siete en total. La perfección del número sin embargo no se iba a dar con el resultado de la reunión. Como se exigía al menos que dos testificaran en contra del denunciado, doña J. acordó con lsu cuñada que ambas testificarían. Comenzada la reunión y planteado el caso, nunca se vio en banquillo de acusado más beatífico rostro que con su halo de santidad aquel mostrara. Doña J. con lujo de detalles proveyó de nombres de testigos con sus respectivas direcciones cuyos testimonios podrían fácil y prontamente recabarse. Los otros tres ancianos adujeron entonces que no servía al caso confidencias de inconversos que afectaría al testimonio de la iglesia en ese lugar. Así que se le pidió a la mujer que dijera si ella había visto alguna vez llegar borracho a su marido. No podía ni quería emitir siquiera un monosílabo, así que se limitó a negar con su cabeza. Doña J. comprendió enseguida lo aterrorizada que se hallaba su cuñada, así que no la contradijo sino que se desahogó o se ahogó en un mar de lágrimas. Fue invitada a salir fuera mientras los demás deliberarían para ponerle punto final al problema. Cuando se la hizo entrar, se le comunicó la decisión adoptada por cuatro votos y la abstención de su marido: doña J. quedaba disciplinada y fuera de comunión bajo el cargo de falso testimonio.
Muchos años pasaron sin ser recibida en comunión en ninguna iglesia.
Cuando llegó a nosotros y conocimos todo, fue recibida con todo nuestro amor y comprensión. Éramos muy jóvenes todavía, pero conocido nuestro denuedo para las cosas del Señor y esgrima de la Palabra de Dios, aquellos ancianos jamás la molestaron a ella ni a nosotros.
Sin embargo, el juicio de Dios fue muy severo; primero sobre los ancianos, y luego sobre la misma iglesia ya que el Señor retiró su candelero de aquel lugar, quedando nada más que el local y los bancos vacíos.
Si alguna vez hemos visto un ángel con figura y atavío de mujer, esa era nuestra amada hermana Doña J. No podría yo ahora describir su amplia y perenne sonrisa y el chispeante brillo de sus ojos claros, pues su solo recuerdo me impide seguir escribiendo.
Saludos cordiales.
Ricardo.

¿Pero qué más se puede esperar en estas comunidades religiosas que practican el pedobautismo...y luego los introducen en la Cena del Señor?
 
Hermano Hesed

Hermano Hesed

Nunca estuve congregado en la asamblea de la historia y tampoco recuerdo haber predicado en ella.
De todos modos, esta comunidad de "hermanos libres" (Plymouth Brethren) no practica el bautismo infantil como sí lo hace la otra rama de la línea de John Nelson Darby, conocidos como "hermanos exclusivos" o "cerrados".
He visitado asambleas de hermanos en todo mi país, Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil, Estados Unidos, España e Inglaterra, y en ninguna de ellas escuché que practicaran el bautismo infantil.
Solamente practicamos el bautismo de creyentes con prescindencia de su edad.
Aunque nunca estuve en Venezuela, sí he estado informado de la obra allí por la revista La Sana Doctrina. Estamos en total comunión y coincidencia con los hermanos de allí.
Saludos.
Ricardo.
 
Re: Hermano Hesed

Re: Hermano Hesed

Nunca estuve congregado en la asamblea de la historia y tampoco recuerdo haber predicado en ella.
De todos modos, esta comunidad de "hermanos libres" (Plymouth Brethren) no practica el bautismo infantil como sí lo hace la otra rama de la línea de John Nelson Darby, conocidos como "hermanos exclusivos" o "cerrados".
He visitado asambleas de hermanos en todo mi país, Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil, Estados Unidos, España e Inglaterra, y en ninguna de ellas escuché que practicaran el bautismo infantil.
Solamente practicamos el bautismo de creyentes con prescindencia de su edad.
Aunque nunca estuve en Venezuela, sí he estado informado de la obra allí por la revista La Sana Doctrina. Estamos en total comunión y coincidencia con los hermanos de allí.
Saludos.
Ricardo.


Ha lugar su aclaración...pero hablemos un poco más de esto:


Solamente practicamos el bautismo de creyentes con prescindencia de su edad.


En el caso específico de un infante de 8 años, bautizado y participante activo de la Cena del Señor, y que estudie....en el aula de clase y en la hora del recreo con los demás niños de su edad...

¿Cómo debe ser su comportamiento?

Sí es de adulto...entonces ...¿debe eximirse de los juegos propios de su edad...?

Le recuerdo que los niños siguen el modelo de comportamiento de sus padres...no sea que estemos ante un caso de imitación y no de una madurez genuina.

Hesed1
 
Hermano Hesed

Hermano Hesed

Respuesta a Mensaje # 146:

1 – Es de esperar que un infante de 8 años, que ha creído en el Señor y ha sido bautizado y congregado en la asamblea donde también participa de la Cena del Señor, tanto en el aula escolar y durante el recreo, se comporte naturalmente como cualquier otro chico de su edad. Lo que ha de distinguirlo es su conducta: no dirá malas palabras, no le pegará a sus compañeros, no los acusará falsamente, ni robará ninguno de sus útiles. Tampoco andará en mentiras. Esto no es comportamiento de adulto (ellos ya son expertos en todas esas cosas), sino de un discípulo de Jesús.

2 – Los juegos propios de su edad no son precisamente los electrónicos empuñando armas para matar eventuales enemigos. Pero todos los deportes y juegos de mesa no de azar, son apropiados. Entre los juguetes de nuestros hijos jamás hubo armas. Todos mis hijos y sobrinos a los 8 años ya competían en torneos de ajedrez. Espero que no lo consideres un juego de viejos.

De todos modos, si en las escuelas dominicales instruimos a los niños creyendo que una conversión temprana (siendo auténtica) siempre será preferible a una tardía con su secuela inevitable, no nos asiste derecho a postergar su bautismo hasta que pasen de cierta edad mínima que la Biblia no fija, o adquieran cierto discernimiento y madurez que la Palabra de Dios tampoco exige.
De otro modo, los maestros y maestras estarán dando la impresión que mientras ellos los animan a encontrar en Cristo su salvación, en su fuero íntimo no creen que acontezca hasta que por lo menos alcancen la adolescencia.
La única condición para el bautismo es la expuesta al etíope por Felipe:
“Si crees de todo corazón, bien puedes” (Hch 8:37).
El complemento al simple creer: “de todo corazón” enfatiza la necesidad de una experiencia genuina.
Si los ancianos y hermanos de la asamblea son capaces de discernir espiritualmente, sabrán lo que hay detrás de un chico/a que confiesa que Jesucristo es el Hijo de Dios, su Señor y Salvador.
Si no son capaces de discernir espiritualmente, entonces inventarán cualquier pretexto para postergando incumplir la ordenanza del Señor (Mt 28:19).

Espero haber sido claro.
Ricardo.
 
Bautismo de creyentes

Bautismo de creyentes

Este breve título resume lo que entendemos por una práctica que en el cristianismo asume diversas variantes.
Al decir “bautismo” siempre entendemos la sepultura en agua. Al decir “de creyentes” estamos significando que es inválido de administrarlo a un incrédulo. Y el haber creído no es a cualquiera ni cualquier cosa, sino a Dios y su Evangelio que nos habla del Hijo, el Señor Jesucristo, crucificado, muerto, sepultado, resucitado y ascendido a los cielos desde donde también lo esperamos.
Insistir con que nosotros practicamos el bautismo infantil porque muy raramente lo hacemos con un hermanito/a de pocos años, equivaldría a decir que practicamos:
-el bautismo femenino, ya que también bautizamos a hermanas mujeres.
-el bautismo étnico, ya que acabamos de bautizar dos matrimonios rusos.
-el bautismo elitista, pues se acaban de bautizar tres hermanas de la alta sociedad.
-el bautismo académico, porque lo hicimos con dos catedráticos de la Universidad.
-el bautismo obrero, ya que cuatro albañiles se bautizarán a fin de semana.
Y esta lista podría llenarse ad infinítum agregando otros accidentes circunstanciales:
-Bautismo eclesiástico, porque toda la iglesia es convocada a presenciarlo.
-Bautismo marítimo, porque se hace a la orilla del mar o del océano.
-Bautismo fluvial, porque se celebra en un río.
-Bautismo estival, porque se hace en pleno verano, etc., etc.
La concurrencia de todas esas cosas lícitas no es lo que le da sentido al acto, ni lo que lo particulariza, sino el testimonio público de alguien que se ha identificado con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección (Ro 6:3-11).
Lo único exigible al candidato es su fe personal en el Señor Jesucristo, la que ya lo ha justificado delante de Dios. Esta es una fe confesa con la boca pero creída con el corazón (Ro 10:9,10). No solamente un niño, sino que tampoco un adulto puede ser forzado a profesar lo que queremos a fin de bautizarle y hacerle miembro de la iglesia. Pero el Espíritu Santo siempre hallará una forma convincente para que los hermanos identifiquen espiritualmente a quien ha pasado a ser uno de ellos.
Tengo la impresión que nuevamente, por gracia de Dios, he sido ayudado para ser suficientemente claro.
Ricardo.
 
Re: Hermano Hesed

Re: Hermano Hesed

Respuesta a Mensaje # 146:

1 – Es de esperar que un infante de 8 años, que ha creído en el Señor y ha sido bautizado y congregado en la asamblea donde también participa de la Cena del Señor, tanto en el aula escolar y durante el recreo, se comporte naturalmente como cualquier otro chico de su edad. Lo que ha de distinguirlo es su conducta: no dirá malas palabras, no le pegará a sus compañeros, no los acusará falsamente, ni robará ninguno de sus útiles. Tampoco andará en mentiras. Esto no es comportamiento de adulto (ellos ya son expertos en todas esas cosas), sino de un discípulo de Jesús.

2 – Los juegos propios de su edad no son precisamente los electrónicos empuñando armas para matar eventuales enemigos. Pero todos los deportes y juegos de mesa no de azar, son apropiados. Entre los juguetes de nuestros hijos jamás hubo armas. Todos mis hijos y sobrinos a los 8 años ya competían en torneos de ajedrez. Espero que no lo consideres un juego de viejos.

De todos modos, si en las escuelas dominicales instruimos a los niños creyendo que una conversión temprana (siendo auténtica) siempre será preferible a una tardía con su secuela inevitable, no nos asiste derecho a postergar su bautismo hasta que pasen de cierta edad mínima que la Biblia no fija, o adquieran cierto discernimiento y madurez que la Palabra de Dios tampoco exige.
De otro modo, los maestros y maestras estarán dando la impresión que mientras ellos los animan a encontrar en Cristo su salvación, en su fuero íntimo no creen que acontezca hasta que por lo menos alcancen la adolescencia.
La única condición para el bautismo es la expuesta al etíope por Felipe:
“Si crees de todo corazón, bien puedes” (Hch 8:37).
El complemento al simple creer: “de todo corazón” enfatiza la necesidad de una experiencia genuina.
Si los ancianos y hermanos de la asamblea son capaces de discernir espiritualmente, sabrán lo que hay detrás de un chico/a que confiesa que Jesucristo es el Hijo de Dios, su Señor y Salvador.
Si no son capaces de discernir espiritualmente, entonces inventarán cualquier pretexto para postergando incumplir la ordenanza del Señor (Mt 28:19).

Espero haber sido claro.
Ricardo.


Si no son capaces de discernir espiritualmente, entonces inventarán cualquier pretexto para postergando incumplir la ordenanza del Señor (Mt 28:19).


Hay algo que cualquiera reconoce...y es el buen camino transitado por los padres...lo que induce al niño a continuar en la misma senda.

Ojalá todos nuestros hijos siguieran las sendas antiguas trazadas por sus padres.

Desafortunadamente...escrito está que no es de todos la Fe.

Al llegar a la edad adulta...algunos se afirman en su fe sembrada desde temprana edad (Ecc11:1)...otros desertan...

Timoteo es un claro ejemplo de firmeza en base a una fe sembrada desde la niñez.

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;

Psa 1:2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.

Psa 1:3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.

Hesed1

 
Estimado Hesed

Estimado Hesed

Es así tal cual tú has dicho.
Algunos hijos y nietos nos están visitando ahora para cenar con nosotros.
Otro hijo que vive en Dallas, Texas, acabamos de estar hablándonos y viéndonos por Skype, con su esposa y nuestros dos nietos tocando el órgano y cantando villancicos.
Seguidamente me comuniqué con mi hermano en Amarillo, Texas y él tocó un himno de nuestro himnario que yo canté ahora desde Montevideo.
Como ves, la nueva tecnología nos permite un maravilloso acercamiento a los que estamos lejos.
Nuestra bisabuela (española) fue la primer creyente en la familia (convertida a fines del siglo XIX), y así siguieron en la fe nuestros abuelos y padres, y hoy día nos podemos gozar que nuestros hijos y nietos también están en el camino del Señor. ¡Ojalá todos perseveren fieles hasta la pronta venida del Señor.
Pásalo bien con los tuyos.
Ricardo.