Re: LA VERDAD DEL CATOLICISMO,UN VIDEO MUY RECOMENDADO
no podemos decir que Elizabet es la tía de Dios, o Juan el Bautista es el primo de Dios, etcétera.
Vaya por delante que NO soy católico. Sin embargo, deseo la paz a todos los cristianos, empezando por los católicos y los ortodoxos.
Tu lógica es mucho más humana, simple y falible de lo que imaginas, “libertad”, y puede volverse en tu contra hasta un punto que ni te imaginas. Citas a Elisabet. ¿Te has fijado alguna vez en las palabras de esa santa mujer? Concretamente, fíjate en estas palabras que dirigió a su pariente, la virgen María:
“¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Luc. 1:43).
Contesta con sinceridad. ¿Quién era el Señor de Elisabet? ¿Acaso Zacarías, su marido? Francamente, a mí me parece que el Señor de Elisabet era el Dios de Israel. ¿Qué conlleva, entonces, la afirmación de que María era la madre del Señor de Elisabet? Observa que no Elisabet NO dijo: “¿A qué debo el honor de que mi Señor venga a ver a su tía?” En cambio, se alegró de que la madre de su Señor viniera a visitarla.
Pero no acaban ahí tus desventuras marianas, “libertad”. Resulta que las propias palabras usadas por San Lucas en el pasaje son muy reveladoras, pues evocan un conocido incidente de la historia sagrada de Israel. Probablemente sepas que el arca del pacto (o del testamento), antes de depositarse definitivamente en Jerusalén, pasó muchos siglos en distintos poblados del país, y en una ocasión hasta fue capturada por los filisteos. Poco después de que David conquistara Jerusalén, decidió llevarla a la nueva capital. Hubo un incidente en el traslado, y murió un hombre. Consternado, David exclamó: “¿Cómo ha de entrar en mi casa el Arca de Jehová?” (2 Samuel 6:9). ¿Ves el parecido entre esas palabras y las que más tarde dijo Elisabet, según el Evangelio de Lucas? Y la cosa sigue. Hasta que por fin se pudo hacer el traslado definitivo, el arca fue depositada en la casa de un tal Obed-edom, un oriundo de Gat. Dice la Biblia que “estuvo el Arca de Jehová en casa de Obed-edom, el geteo, tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa” (2 Sam. 6:11). En el relato de Lucas, las bendiciones son todas de Elisabet para María (1:42 [dos veces], 45). La propia María sabía muy bien lo que decía cuando afirmó: “Desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” (1:48).
No acaban ahí los parecidos entre el episodio del traslado del arca y la visita de María a Elisabet. Sabido es que, cuando por fin se pudo llevar a cabo el traslado, David “saltaba y danzaba delante de Jehová” (2 Sam. 6:16). ¿Será casualidad que Lucas diga: “Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre” (Luc. 1:41)?
Lógicamente, si el salto de Juan en las entrañas de su madre se corresponden a los saltos de David delante de Yahveh, la visita de María a Elisabet se corresponde al traslado del arca de Yahveh a Jerusalén en los días de David. De ahí viene la expresión griega
theotokos, aplicada indistintamente al arca del pacto o a María.
Aquí no hay primos ni tías que valga. La posición de María es absolutamente excepcional, y jamás ha habido un humano, fuera de su Hijo, ni remotamente semejante a ella.