MALA PRAXIS CATÓLICA
1. DOCUMENTOS FALSOS
A lo largo de su historia, la iglesia católica ha recurrido persistentemente a falsos documentos con el fin hacer creer y perpetuar sus impías mentiras. Entre muchos ejemplos, estos ilustran suficientemente tal actitud de los líderes católicos:
1. La Donación de Constantino es un decreto imperial apócrifo atribuido a Constantino I según el cual, al tiempo que se reconocía al Papa Silvestre I como soberano, se le donaba la ciudad de Roma, así como las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente. La autenticidad del documento fue puesta en duda ya durante la Edad Media. Pero fue el humanista Lorenzo Valla quien en 1440 pudo demostrar definitivamente que se trataba de un fraude de la curia romana.
2. Cuando se trató de imponer el domingo vía decretos eclesiásticos e imperiales, empezaron a circular falsos rumores o cuentos de falsos milagros milagros. Entre otros casos maravillosos, se refería que un campesino que iba a labrar su campo en día domingo limpió su arado con un hierro que le penetró en la mano, y por dos años enteros no lo pudo sacar, "sufriendo con ello mucho dolor y vergüenza." -Francisco West, Historical and Practical Discourse on the Lord's Day, pág. 174.
3. Cuando el catolicismo quiso implantar el domingo en Escocia e Inglaterra, viendo que los cristianos ya establecidos adoraban en sábado, hicieron lo siguiente: Un celoso defensor del domingo que visitó a fines del siglo XII las iglesias de Inglaterra, encontró resistencia por parte de testigos fieles de la verdad; sus esfuerzos resultaron tan inútiles que abandonó el país por algún tiempo en busca de medios que le permitiesen apoyar sus enseñanzas. Cuando regresó, la falta había sido suplida y entonces tuvo mayor éxito. Había traído consigo un rollo que presentaba como del mismo Dios, y que contenía el mandamiento que se necesitaba para la observancia del domingo, con terribles amenazas para aterrar a los desobedientes. Se afirmaba que ese precioso documento, fraude tan vil como la institución misma que pretendía afianzar, había caído del cielo y había sido encontrado en Jerusalén sobre el altar de San Simeón, en el Gólgota. Pero en realidad, de donde procedía era del palacio pontifical de Roma. La jerarquía papal consideró siempre como legítimos los fraudes y las adulteraciones que favoreciesen el poder y la prosperidad de la iglesia. El rollo prohibía trabajar desde la hora novena (3 de la tarde) del sábado hasta la salida del sol el lunes; y su autoridad se declaraba confirmada por muchos milagros. Se decía que personas que habían trabajado más allá de la hora señalada habían sufrido ataques de parálisis. Un molinero que intentó moler su trigo vio salir en vez de harina un chorro de sangre y la rueda del molino se paró a pesar del buen caudal de agua. Una mujer que había puesto masa en el horno la encontró cruda al sacarla, no obstante haber estado el horno muy caliente. Otra que había preparado su masa para cocer el pan a la hora novena, pero resolvió ponerla a un lado hasta el lunes, la encontró convertida en panes y cocida por el poder divino. Un hombre que coció pan después de la novena hora del sábado, encontró, al partirlo por la mañana siguiente, que salía sangre de él. Mediante tales invenciones absurdas y supersticiosas fue cómo los abogados del domingo trataron de hacerlo sagrado. (Véase Rogelio de Hoveden, Annals, tomo 2, págs. 528-530.)
LA “ESTRELLA” DE LOS TESTIGOS
En la Apologética católica, el “testigo de testigos” es el fantasma de San Ignacio de Antiquia. Según sus promotores, Ignacio o conoció personalmente a los apóstoles, o estaba estrechamente vinculado con sus asociados. Según escribió 7 cartas, que por lo visto, eran más conocidas que el mismo evangelio de los apóstoles.
A lo sumo, Ignacio sólo pudo ser un testigo de las creencias de OTROS. Si acaso, conoció al apóstol Juan cuando casi estaba muerto.
Pero qué si el personaje de Ignacio es toda una fabricación del segundo siglo de ciertos personajes que se habían introducido en la iglesia primitiva, tal como lo habían advertido los apóstoles, entre llos Simón el Mago, quien sería uno de los líderes de la impostura católica.
“ Somos totalmente ignorantes de los eventos que condujeron a su juicio y condenación [de Igancio de Antioquía]” Foakes Jackson, History of the Christian Church: From the earliest times to 461 AC
“De su origen, nacimiento y vida temprana, no sabemos absolutamente nada . . . . una tradición dice que fue un discípulo de los Apóstoles; pero no hay más iformación adicional sobre su carrera . . . un impenetrable silencio caes sobre los cuarenta años de su pastorado” Early Christians, p63-p64.
No es de extrañar que todo fue un cuento fabricado para darle piso cuasi-bíblico a la iglesia católica que se estaba formando hasta llegar a ser la gran apostasía, de la que escribió el apóstol Pablo:
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá
sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” 2ª Tesalonicenses 2:3
Este es el Hijo de Perdición, todo representante del Papado.
Canción dedicada a él:
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La “vida” de Ignacio nos enfrenta a una gran paradoja: la eminencia de un obispo desconocido. Sólo un supuesto martirio y una colección de cartas escritas en su viaje final sacan a Ignacio del vació histórico y existencial.
Las cartas de Ignacio, sin embargo, estaban fielmente preservadas, -algo raro en si mismo si realmente pertenecían a un tiempo de anticipación apocalíptica y de un mundo que se terminaba. De esas cartas la iglesia en camino de apostasía construyó el “viaje final” del mártir, y añadió un grandioso final en el Coliseo romano. Pero lo más importante, es que las cartas de Ignacio se levantan como los testigos más importantes de las pretensiones de la Iglesia Católica de ser una fundación apostólica con una pureza de fe.
Según sus promotores, Ignacio, después de 40 años de servicio pastoral, sin ningún suspiro de preeminencia episcopal, es catapultado a la gloria, emanando sus rayos de sabiduría a través del imperio romano oriental. Impresionantemente, en el interludio entre la condenación y la ejecución, Ignacio fue capaz de preservar para la posteridad TODOS LOS DOGMAS ESENCIALES DEL CATOLICISMO, HASTA SU EL NOMBRE DE ESA IGLESIA. En efecto, en un tiempo cuando las mismas epístolas de Pablo no eran conocidas ampliamente en el mundo de entonces, la colección de las cartas de Ignacio eran algo muy preciado (Carta a los Filpenses, 13), aún antes de que ese obispo “se ganara” su apreciada corona de mártir.
Ignacio no dice nada con respecto a otros miembros de su iglesia de Antioquía, a diferencia de Pablo, quien siempre mencionaba sus hermanos en sus cartas. ¿Es que nadie más sufrió sino él?. Tampoco dice nada de las circunstancias de su juicio, a diferencia de Pablo, que sí lo hace. Lo curioso que en sus cartas el tópico principal es la herejía, y no la persecución, evidenciando un fiero reto doctrinal.
Para exaltar a Roma, perversamente la congratula por haber erradicado toda mancha de herejía, cuando de Roma salió la mayoría de las inmundicias doctrinales de la Gran Babilonia Ahora, ¿cómo un obispo de Antioquía podía estar seguro de eso?
El santo inventado, Ignacio, “teme” de no ser digno del martirio, describiéndose él como “el último y el menor” de la iflesia de Siria . Sin embargo, habla con la “voz de Dios” ???. Aunque Ignacio afirma su “inferioridad” a las congrgaciones a quien él escribe, resiste el dáselas de tener una “habilidad superior de comprender los secretos celestiales, de las jerarquías celestiales, de la disposición de las potencias celestiales, y mucho de lo que no se ve.
Pero, ¿qué realmente se sabe de ese superman católico? La historia SECULAR no dice nada, porque no hay NADA. Sorpresa, sorpresa
CONCLUSIÓN: es todo un MITO, el Hércules de los católicos.
1. DOCUMENTOS FALSOS
A lo largo de su historia, la iglesia católica ha recurrido persistentemente a falsos documentos con el fin hacer creer y perpetuar sus impías mentiras. Entre muchos ejemplos, estos ilustran suficientemente tal actitud de los líderes católicos:
1. La Donación de Constantino es un decreto imperial apócrifo atribuido a Constantino I según el cual, al tiempo que se reconocía al Papa Silvestre I como soberano, se le donaba la ciudad de Roma, así como las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente. La autenticidad del documento fue puesta en duda ya durante la Edad Media. Pero fue el humanista Lorenzo Valla quien en 1440 pudo demostrar definitivamente que se trataba de un fraude de la curia romana.
2. Cuando se trató de imponer el domingo vía decretos eclesiásticos e imperiales, empezaron a circular falsos rumores o cuentos de falsos milagros milagros. Entre otros casos maravillosos, se refería que un campesino que iba a labrar su campo en día domingo limpió su arado con un hierro que le penetró en la mano, y por dos años enteros no lo pudo sacar, "sufriendo con ello mucho dolor y vergüenza." -Francisco West, Historical and Practical Discourse on the Lord's Day, pág. 174.
3. Cuando el catolicismo quiso implantar el domingo en Escocia e Inglaterra, viendo que los cristianos ya establecidos adoraban en sábado, hicieron lo siguiente: Un celoso defensor del domingo que visitó a fines del siglo XII las iglesias de Inglaterra, encontró resistencia por parte de testigos fieles de la verdad; sus esfuerzos resultaron tan inútiles que abandonó el país por algún tiempo en busca de medios que le permitiesen apoyar sus enseñanzas. Cuando regresó, la falta había sido suplida y entonces tuvo mayor éxito. Había traído consigo un rollo que presentaba como del mismo Dios, y que contenía el mandamiento que se necesitaba para la observancia del domingo, con terribles amenazas para aterrar a los desobedientes. Se afirmaba que ese precioso documento, fraude tan vil como la institución misma que pretendía afianzar, había caído del cielo y había sido encontrado en Jerusalén sobre el altar de San Simeón, en el Gólgota. Pero en realidad, de donde procedía era del palacio pontifical de Roma. La jerarquía papal consideró siempre como legítimos los fraudes y las adulteraciones que favoreciesen el poder y la prosperidad de la iglesia. El rollo prohibía trabajar desde la hora novena (3 de la tarde) del sábado hasta la salida del sol el lunes; y su autoridad se declaraba confirmada por muchos milagros. Se decía que personas que habían trabajado más allá de la hora señalada habían sufrido ataques de parálisis. Un molinero que intentó moler su trigo vio salir en vez de harina un chorro de sangre y la rueda del molino se paró a pesar del buen caudal de agua. Una mujer que había puesto masa en el horno la encontró cruda al sacarla, no obstante haber estado el horno muy caliente. Otra que había preparado su masa para cocer el pan a la hora novena, pero resolvió ponerla a un lado hasta el lunes, la encontró convertida en panes y cocida por el poder divino. Un hombre que coció pan después de la novena hora del sábado, encontró, al partirlo por la mañana siguiente, que salía sangre de él. Mediante tales invenciones absurdas y supersticiosas fue cómo los abogados del domingo trataron de hacerlo sagrado. (Véase Rogelio de Hoveden, Annals, tomo 2, págs. 528-530.)
LA “ESTRELLA” DE LOS TESTIGOS
En la Apologética católica, el “testigo de testigos” es el fantasma de San Ignacio de Antiquia. Según sus promotores, Ignacio o conoció personalmente a los apóstoles, o estaba estrechamente vinculado con sus asociados. Según escribió 7 cartas, que por lo visto, eran más conocidas que el mismo evangelio de los apóstoles.
A lo sumo, Ignacio sólo pudo ser un testigo de las creencias de OTROS. Si acaso, conoció al apóstol Juan cuando casi estaba muerto.
Pero qué si el personaje de Ignacio es toda una fabricación del segundo siglo de ciertos personajes que se habían introducido en la iglesia primitiva, tal como lo habían advertido los apóstoles, entre llos Simón el Mago, quien sería uno de los líderes de la impostura católica.
“ Somos totalmente ignorantes de los eventos que condujeron a su juicio y condenación [de Igancio de Antioquía]” Foakes Jackson, History of the Christian Church: From the earliest times to 461 AC
“De su origen, nacimiento y vida temprana, no sabemos absolutamente nada . . . . una tradición dice que fue un discípulo de los Apóstoles; pero no hay más iformación adicional sobre su carrera . . . un impenetrable silencio caes sobre los cuarenta años de su pastorado” Early Christians, p63-p64.
No es de extrañar que todo fue un cuento fabricado para darle piso cuasi-bíblico a la iglesia católica que se estaba formando hasta llegar a ser la gran apostasía, de la que escribió el apóstol Pablo:
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá
sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” 2ª Tesalonicenses 2:3
Este es el Hijo de Perdición, todo representante del Papado.
Canción dedicada a él:
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La “vida” de Ignacio nos enfrenta a una gran paradoja: la eminencia de un obispo desconocido. Sólo un supuesto martirio y una colección de cartas escritas en su viaje final sacan a Ignacio del vació histórico y existencial.
Las cartas de Ignacio, sin embargo, estaban fielmente preservadas, -algo raro en si mismo si realmente pertenecían a un tiempo de anticipación apocalíptica y de un mundo que se terminaba. De esas cartas la iglesia en camino de apostasía construyó el “viaje final” del mártir, y añadió un grandioso final en el Coliseo romano. Pero lo más importante, es que las cartas de Ignacio se levantan como los testigos más importantes de las pretensiones de la Iglesia Católica de ser una fundación apostólica con una pureza de fe.
Según sus promotores, Ignacio, después de 40 años de servicio pastoral, sin ningún suspiro de preeminencia episcopal, es catapultado a la gloria, emanando sus rayos de sabiduría a través del imperio romano oriental. Impresionantemente, en el interludio entre la condenación y la ejecución, Ignacio fue capaz de preservar para la posteridad TODOS LOS DOGMAS ESENCIALES DEL CATOLICISMO, HASTA SU EL NOMBRE DE ESA IGLESIA. En efecto, en un tiempo cuando las mismas epístolas de Pablo no eran conocidas ampliamente en el mundo de entonces, la colección de las cartas de Ignacio eran algo muy preciado (Carta a los Filpenses, 13), aún antes de que ese obispo “se ganara” su apreciada corona de mártir.
Ignacio no dice nada con respecto a otros miembros de su iglesia de Antioquía, a diferencia de Pablo, quien siempre mencionaba sus hermanos en sus cartas. ¿Es que nadie más sufrió sino él?. Tampoco dice nada de las circunstancias de su juicio, a diferencia de Pablo, que sí lo hace. Lo curioso que en sus cartas el tópico principal es la herejía, y no la persecución, evidenciando un fiero reto doctrinal.
Para exaltar a Roma, perversamente la congratula por haber erradicado toda mancha de herejía, cuando de Roma salió la mayoría de las inmundicias doctrinales de la Gran Babilonia Ahora, ¿cómo un obispo de Antioquía podía estar seguro de eso?
El santo inventado, Ignacio, “teme” de no ser digno del martirio, describiéndose él como “el último y el menor” de la iflesia de Siria . Sin embargo, habla con la “voz de Dios” ???. Aunque Ignacio afirma su “inferioridad” a las congrgaciones a quien él escribe, resiste el dáselas de tener una “habilidad superior de comprender los secretos celestiales, de las jerarquías celestiales, de la disposición de las potencias celestiales, y mucho de lo que no se ve.
Pero, ¿qué realmente se sabe de ese superman católico? La historia SECULAR no dice nada, porque no hay NADA. Sorpresa, sorpresa
CONCLUSIÓN: es todo un MITO, el Hércules de los católicos.