Re: ¿Resurrección corporal de Cristo?
Me han escrito algunas personas que no encuentran el artículo ni el blog al que aludo "La religión del espiritu" (lareligiondelespiritu.blogspot.) No comprendo por qué no puedo poner un enlace a los ensayos que ya hemos compuesto cuando se dice explícitamente que sí se puede. En el blog los artículos son más legibles Pongo aquí el artículo completo por si alguien quiere leerlo:
¿Resurrección corporal de Cristo?
Uno se pregunta la razón del interés de las jerarquías eclesiásticas en predicar la ascensión corporal de Jesús a los cielos y, con ella, su segunda venida en cuerpo y nuestra propia resurrección física. Esta opinión se basa en el hecho de la tumba vacía y especialmente en el Evangelio y Hechos de los Apóstoles de Lucas, escritos sobre el año 85. Pero ni la primera justifica la resurrección corporal porque pueden existir otras razones para ella, que en este momento no son pertinentes, ni los textos de Lucas, que, además de sufrir alguna interpolación para contrarrestar el docetismo —cuyos seguidores creían que Jesús no tenía cuerpo real y por lo tanto no sufrió— la corroboran por entrar en contradicción con otros textos importantes y por la falta de plausibilidad.
APARICIONES DE JESÚS
Es evidente que la persona de Jesús tras su resurrección adquirió una forma no física porque podía atravesar las paredes y aparecer y desaparecer a voluntad. Esto ya nos indica que su cuerpo no podía ser material, al menos de alguna materia conocida por nosotros. Juan nos cuenta la aparición de Jesús en Jerusalén, en el Aposento Alto:
“Estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús.” (Juan 20, 26)
Por esta misma razón, Jesús se presentó a los apóstoles y a sus seguidores en una envoltura física diferente, irreconocible:
“Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino al campo.” (Marcos 16, 12)
“15 Y sucedió que, mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. 16 Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no lo reconocieran. (Lucas 20, 15-16)
Ya antes, María Magdalena no le reconoce y cree que es el jardinero:
Jesús le dijo: —Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: —Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré. (Juan 20,15)
Lucas también nos narra que los Apóstoles creen que Jesús es un espíritu:
36 Mientras aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: —¡Paz a vosotros! 37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. 38 Pero él les dijo: —¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? (Lucas 24, 36-38)
La reprimenda de Jesús nos podría hacer pensar que los apóstoles deberían haberlo reconocido si confiaban en su resurrección ya anunciada, pero también que efectivamente el cuerpo de Jesús no se había transformado en un espíritu, sino que se era de otra materia no física como el común de los humanos, de una materia que podía traspasar las paredes: que se había glorificado. Sin embargo, en este mismo capítulo, Lucas da su propia explicación, enfatizando totalmente la corporalidad de Jesús resucitado:
39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. 40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 Pero como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo: —¿Tenéis aquí algo de comer? 42 Entonces le dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel. 43 Él lo tomó y comió delante de ellos. … 46 y les dijo: —Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; 47 y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (Lucas 24, 36-47)
Tal como observamos, de acuerdo con Lucas, Jesús pide que le palpen sus manos y pies (24,40) —versículo que no está en algunos manuscritos— e incluso extrañamente pide algo para comer, como en efecto hace. No obstante, no parece tener mucho sentido que Jesús tenga que probar a los Apóstoles que es de carne y hueso.
Lucas, como se sabe, había leído el evangelio el de Marcos, escrito entre el año 68 y 73, que describe esta misma escena de la siguiente manera:
14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. 15 Y les dijo: —Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Marcos 16.14-18)
Si contrastamos ambas escenas, nos damos cuenta de que Lucas ha añadido todo el material pertinente a la corporalidad de Jesús. Tampoco es directo en su admonición a los apóstoles que se predique el evangelio. Sin duda Lucas añade palabras de alguna tradición oral aumentada a través de los años o intencionadamente cambiada por los escribas con posterioridad para contrarrestar, como he comentado, el docetismo. Jesús se aparece para comisionar a los apóstoles, y no para probar que tenía un cuerpo humano.
Juan, cuyo evangelio se escribió entre el año 80 y el 110, narra el mismo momento, también sin enfatizar la fisicalidad de Jesus. Es cierto que este evangelista, en lugar de a la carne y a los huesos, hace referencia a las manos y al costado, donde estaban las heridas de los clavos y la lanza. Además, aquí los Apóstoles no sienten miedo a ver a Jesús como en Lucas:
19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo: —¡Paz a vosotros! 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez: —¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío. (Juan 20, 19-21)
Juan sí concuerda con Marcos en la comisión directa de Jesús a sus discípulos para que prediquen. Por otro lado, Juan también describe la segunda aparición de Jesús a los apóstoles y las dudas de Tomás:
26 Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo: –¡Paz a vosotros! 27 Luego dijo a Tomás: —Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree! 28 Tomás exclamó entonces: —¡Mi Señor y mi Dios! (Juan 20, 26-27)
Tanto en esta manifestación como en la anterior, teniendo en cuenta el cuerpo transformado de Jesús que podía atravesar las paredes y aparecer y desaparecer a voluntad, y cuyo fin es comisionar a los apóstoles, resulta difícil de creer que Jesús mostrase sus manos y su costado para que él metiese su dedo y su mano. Aunque es cierto que nadie le llega a tocar, esa invitación se contradice con las palabras que el mismo Juan hace a María Magdalena el día de su resurrección:
17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (Juan 20, 17)
Por otro lado, en 1 Pedro 3 (18-19), leemos que Cristo predicó a los espíritus encadenados “en espíritu”:
18 Asimismo, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19 y en espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados (…).
El cuerpo de Jesús no era físico o al menos de la materia de la que estamos nosotros hechos, sino más bien de la que todos seremos al morir.
San Gregorio Magno en una de sus homilías dice: “Es necesario que se corrompa lo que se palpa, y no puede palparse lo que no se corrompe. Luego el cuerpo de Cristo no fue glorioso.” Y tiene razón porque si el cuerpo de Jesús se palpó, entonces no hubiese sido glorificado. Por esa misma razón tampoco pudo ingerir alimentos que se corrompen. Pablo nos dice:
48 Conforme al terrenal, así serán los terrenales; y conforme al celestial, así serán los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. 50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. (1 Corintios 15)
El cuerpo de Jesús tras su resurrección era de una materia incorruptible. Estaba transformado como sugiere este apóstol:
51 Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, 53 pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad. (1 Corintios 15, 48-53)
LA ÚLTIMA APARICIÓN Y LA ASCENSIÓN DE JESÚS
Siguiendo su línea —y la adición de los escribas para contrarrestar el docetismo—, Lucas (24, 51) describe la “última” aparición de Jesús a los once en Betania así como su ascensión a los cielos:
50 Después los sacó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo. 51 Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. 52 Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
En estos versículos se ha querido ver una ascensión progresiva de Jesús a los cielos en cuerpo, especialmente por la acción paulatina que puede representar la oración “fue llevado al cielo”. Aunque si hubiese desaparecido de repente, la propia retórica de la lengua, el respeto al Hijo de Dios y la transformación del relato oral, a través de los años —habían transcurrido casi cuarenta años del suceso—, se hubiesen encargado de describir los hechos tal cual se presentan. No obstante hay partes de estos versículos —“y fue llevado arriba al cielo” y “después de haberlo adorado”— que no están en muchos manuscritos importantes como el Codex Bezae (D).
También, respecto a esos mismos versículos, en la Biblia NRSV (Nueva Versión Revisada Estándar) se dice: “Otras antiguas autoridades omiten ‘Y fue llevado arriba al Cielo’” y “Otras antiguas autoridades omiten ‘y lo adoraron’”. Se trata sin duda de una interpolación de los escribas por las razones ya explicadas. Vemos por tanto que en su forma original, esos versículos dirían lo siguiente:
51 Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos. 52 Después volvieron a Jerusalén con gran gozo;
Con ello la corporalidad de la ascensión se diluye, y Jesús se separó de ellos temporalmente. Es decir el cuerpo de Jesús desapareció tal como solía hacer, en un instante, como lo hizo con sus seguidores de Emaús:
30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. (Lucas 24, 30-31)
Además, la aparición en Betania, la aldea de Lazaro, Marta y María, no es la última que Jesús realiza. Betania estaba, cerca del Monte de los Olivos, a pocos kilómetros de Jerusalén.
Marcos, que no especifica ni dónde ni cuándo tiene lugar esta última aparición, narra este momento de forma diferente:
19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios. 20 Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándolos el Señor y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban. Amén. (16.19-20)
Marcos no describe esa supuesta “progresiva” ascensión porque, sencillamente, Jesús desapareció de súbito. No obstante, la frase “se sentó a la derecha de Dios” ha sido frecuentemente usada, obviando su sentido simbólico, para confirmar la corporalidad de Jesús: El Maestro está sentado materialmente a la derecha del Padre. Marcos y Lucas coinciden en ese ascenso “arriba”, pero, ¿está el cielo realmente arriba?. Esta idea corresponde a la visión limitada de personas del siglo primero. No encontramos en los evangelios otras descripciones de este momento, porque ni Mateo y Juan lo describen.
Hemos observado que Marcos no da elementos temporales exactos para decidir cuánto tiempo estuvo Jesús en la tierra tras su resurrección. Sin embargo, para Lucas, si nos atenemos a la versión larga —con las interpolaciones de los escribas— Cristo ascendió a los cielos el mismo día que resucitó. No obstante, el mismo Lucas, en Hechos de los Apóstoles (1, 1-11) relata que la ascensión no se realizó inmediatamente sino al cabo de los cuarenta días:
3 A ellos también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. … 9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos. 10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11 los cuales les dijeron: —Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo. 12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado.
Esto nos indica, una vez más, corroborando las omisiones de los originales griegos de las expresiones citadas, que la aparición en Betania no es la última que Jesús realizó, sino ésta, que ocurre en el Monte de los Olivos, y no en Betania. Y Betania, aunque cerca del Monte de los Olivos, no es el Monte de los Olivos:
La entrada triunfal en Jerusalén Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos… (Marcos 11,1)
Al acercarse a Betfagé y a Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos… (Lucas 19,29
Quizás en las laderas de este monte tuvo lugar su “ascensión” definitiva a los cielos.
Este cambio de escenario también lo confirma el hecho de que esta descripción tiene pocos elementos en común con la anterior: Cristo fue alzado de forma ciertamente progresiva y recibido por una nube hasta que se ocultó de sus ojos. Además se añade la aparición de dos varones con unas vestiduras blancas, quizás dos ángeles. Lucas es propenso a esto. También menciona a dos varones en la resurrección de Jesús —Marcos ve a un joven y Mateo a un solo ángel—:
Hallaron removida la piedra del sepulcro 3 y, entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes. (Lc 24 2-4)
Es decir, si uno lee esta descripción con detenimiento, vemos que esta ascensión se nutre de elementos folclóricos fantásticos de la religiosidad popular. La realidad se ha metamorfoseado. La simple ascensión de Jesús, su desaparición súbita, se rellena con una nube, con ángeles, con testigos que levantan sus ojos. ¿Está el cielo arriba? ¿Que función tienen esos ángeles? ¿Repetir lo que Jesús ya había dicho?
Así pues, el dogma de fe, “Jesús subió en cuerpo y alma a los cielos”, se podría reescribir diciendo: “Jesús ascendió en alma”. Pero si su resurrección y ascensión fue solo el alma, ¿qué pasó con el cuerpo de Jesús? Su tumba estaba vacía. El hecho de la tumba vacía solo prueba que estaba vacía, nada más. Lo demás son conjeturas. El cuerpo de Jesús, el cuerpo mortal que adquirió para cumplir con su misión de hablarnos del Padre, estaría sometido a la corrupción como el de los demás mortales. Pablo nos dice en la cita anterior: “y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados.”
Pero quizás, otra conjetura más, tan válida como la anterior, podría ser que seres celestiales aceleraran el proceso de corrupción y el cuerpo se desvaneció en un segundo. Nadie en todo el cielo de los cielos querría ver que el cuerpo de Hijo de Dios e Hijo del Hombre, hacedor del universo, sufriera dicha corrupción. ¿Y si la impresión del cuerpo inerte de Jesús de la sábana santa fuese por ese motivo?
Y si el cuerpo celestial de Jesús desapareció en el resplandor de la luz viva del sol, el cuerpo terrenal se desvaneció con la luz de la luna
40 Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, y cada uno tiene su propio resplandor: 41 uno es el resplandor del sol, otro el de la luna … (1 Corintios 15, 40-41)
Y del cuerpo corruptible, humillado, natural y débil de Jesús brotó un cuerpo incorruptible, glorioso, lleno de fuerzas, espiritual…
42 Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles; 43 se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; 44se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual.
Al menos eso nos lo sugiere Pablo, el gran y único teólogo de la Resurrección.