Cuando “uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su
hermana” estaba mortalmente enfermo, las hermanas le mandaron a Jesús un mensaje. Aunque
lo lógico habría sido que hubiesen dicho algo tan escueto como “Maestro, Lázaro está enfermo”,
el evangelista escogió ponerlo de esta manera: “Señor, mira, el que amas está enfermo” (11:1-3),
y en el versículo 5 insiste: “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro”. Unos días más
tarde, después de la muerte de su amigo, ese amor se manifestó con tanta intensidad y emoción
que hasta “los judíos”14, esos dirigentes que muy poco después iban a planear minuciosamente
la muerte del Maestro y de su discípulo amado, dijeron “Mirad como le amaba” (11:36).