sin duda ya habrá visto o escuchado predicar a damas que desempeñan el cargo de “Pastoras y Reverendas” sin que nadie en la iglesia lo cuestione. ¿Es que acaso ahora podemos cambiar los principios bíblicos delineados en la Escritura sobre el pastorado? ¿O será que necesitábamos más de 1.900 años para descubrir que las mujeres también tienen derecho al pastorado? Si es así, ¡qué descubrimiento! ¡Cuántas mujeres piadosas a lo largo de los siglos perdieron esta oportunidad por causa del machismo del varón! ¡Y qué injusticia de la que han sido víctimas tantas hermanas! Muchas iglesias se han dividido a raíz de este serio problema. Mientras que otros hermanos junto con sus familias se han alejado de la comunión porque no pueden encontrar una iglesia que se ajuste a los principios bíblicos. La cruzada “pro mujeres pastoras” comenzó hace algunos años, principalmente entre los carismáticos, algunas iglesias de tipo pentecostal o abiertamente liberal. Sin embargo, hoy en día, hay también iglesias bautistas que se enorgullecen “por haber superado esta discriminación injusta contra las mujeres”. Lo que se alega es… “Que si Dios la llamó, nadie le puede impedir este cargo…” Para poder aclarar esta situación debemos volver a la Biblia la cual ha sido descuidada por todos aquellos que abogan por el pastorado de las mujeres. Ellos tienen sus argumentos, que de acuerdo con el punto de vista humano, hasta parecen razonables, tal como que… “Dios no discrimina a nadie porque para él todos somos iguales” o “Que si Dios llamó a tal o cual hermana, nuestro deber es aceptar lo que él decide” o “… Que si no hay varones suficientes en la iglesia o los que hay no hacen nada y por eso la hermana tuvo que tomar las riendas de la iglesia”, etc. Los Requisitos Pastorales
El Apóstol Pablo no era pastor, era misionero. La diferencia entre ambos es que el misionero entra en un campo nuevo, donde no existe una sola iglesia cristiana y comienza a ganar almas hasta que Dios le concede algunas familias. Es probable que al comienzo desempeñe actividades pastorales, porque no hay quien lo haga, pero una vez que llega un pastor o alguien entre los hermanos se constituye como líder, el misionero toma sus cosas y busca otro campo nuevo. Mientras, la iglesia sigue trabajando con el pastor al frente.
El Espíritu Santo usó al Apóstol Pablo para que nos diera todos los requisitos del pastorado y qué tipo de persona podía desempeñar este cargo. Tengamos bien presente que no son las ideas de Pablo, sino que tal como ocurre con toda la Escritura, fue el Espíritu Santo quien le reveló al apóstol lo que debía escribir respecto al carácter y funciones del pastor. “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti. 3:1-7). En la Epístola de Pablo a Tito, encontramos otra lista muy parecida. Dice: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:5-9).
Estos dos pasajes bíblicos nos hacen ver que el pastorado no es asunto de decisión arbitraria de alguna iglesia en particular, de alguien que se postula con autoridad eclesiástica. De un grupo, un cónclave de individuos quienes deciden cómo será la iglesia o quién o qué clase de persona estará al frente. No hay nada que adivinar en cuanto al pastor – sus cualidades, testimonio, familia, carácter, su vida conyugal, su reputación ante los incrédulos, su capacidad para enseñar, su personalidad – si no es pusilánime o timorato, la forma cómo maneja su hogar, su actitud hacia el dinero, su inclinación a la hospitalidad, ambiciones, amor por las almas y vida de oración.
Si Pablo cubre tantas facetas sobre los requisitos del pastor ¿cómo es posible que no diga una sola palabra en cuanto a la mujer pastora? Hay varias exigencias que el apóstol enumera, que de ninguna manera podrían aplicarse a una mujer, como por ejemplo que debe ser “marido de una sola mujer”. Ninguna hermana podría satisfacer este requisito. Es sólo natural que si el pastorado también fuera para la mujer, Pablo hubiera dicho, “Sea la obispa esposa de un solo marido” o algo por el estilo. Es fácil ver a través de la Biblia cómo Dios siempre trató sus asuntos con el varón y no con la mujer. Como primero, creó a Adán primero que a Eva. Sobre esto el apóstol dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:11-14). Mientras que a la mujer le dice, “no permito a la mujer enseñar”, al hombre le indica que debe ser “apto para enseñar”.
El pastorado exige mucha enseñanza, por lo tanto un pastor nunca puede estar en silencio, porque es muy poco lo que puede enseñar si está callado. Quiera o no tiene que hablar, en cambio la mujer sí puede darse el lujo de permanecer en silencio en el templo y con esta actitud “enseñ[ar] a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tit. 2:4,5).
Las hermanas verdaderamente santas son aquellas que instruyen a las recién casadas, carentes de experiencia, a que sean buenas esposas; a que aprendan a preparar los alimentos; a cuidar su casa y mantener bien alimentados y sanos a sus hijos; a que sean ahorrativas; a que aprendan a conducirse con sus esposos. ¡Este debe ser parte del pastorado de nuestras hermanas en la iglesia! Cuando Dios anunció el nacimiento de Isaac, primero se lo comunicó a Abraham y luego a Sara. Asimismo, cuando el nacimiento de Jesús. A María sólo le notificó la parte que correspondía, “que iba a concebir milagrosamente”, pero a José le dijo “qué nombre debían ponerle al niño”. Más tarde vemos que también le dijo a José que “debían huir a Egipto”. Y cuando estaban en Egipto le notificó “que era el momento de regresar a su tierra”. ¡Así era y es Dios, porque es inmutable!
Cada vez que la mujer se le adelantó al hombre fue para mal, porque no era la voluntad Divina, sino su propio albedrío. ¿Recuerda lo ocurrido en el Edén, con Eva, la serpiente y el fruto prohibido? En cierto modo, Adán aceptó “el ministerio de la mujer” cuando obedeció a Eva. Es probable que Eva le dijera que Dios le había hablado. Adán tal vez no había aceptado el hecho de que Dios le habla directamente al varón y que éste a su vez le transmite el mensaje a su esposa e hijos. A esto se refiere Pablo cuando dice: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:13,14). Pero si es así, ¿porqué las mujeres asumen el pastorado? Aunque por falta de tiempo y espacio no puedo profundizar demasiado en este breve estudio, voy a compartir con usted algunas cosas.
La Rebelión en contra de Dios
En estos últimos años hemos visto los llamados movimientos “feministas” con sus demandas de salarios iguales y por desempeñar puestos en las fuerzas militares, donde después de probar por un tiempo, algunas mujeres han desistido por no poder soportar físicamente sus exigencias. Pese a todo, este espíritu de que… “somos iguales”, “de que tenemos los mismos derechos”, sigue en pie. La iglesia tampoco ha podido escapar de esta modalidad moderna de rebelión. ¿Pero es realmente moderna? Si comenzó con Eva no es para nada reciente. Esta “cruzada pro mujeres pastoras” no es algo aislado del resto de los acontecimientos reservados para los últimos días. No debemos extrañarnos porque vendrán incluso otras modalidades peores como producto de la rebelión contra Dios, contra la Bibliay la iglesia. ¡Y todo dentro de la propia iglesia que se llama cristiana!