Re: El Remanente y el espiritu de Profecia según apoc.12
Estimado gatomarco. Saludos cordiales.
Respondo: Se ve que la paciencia no es una de tus virtudes.
Veamos la importancia del "Don de Profecía"
"Y cuando se levantaron por la mañana, salieron por el desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat estando en pie, dijo: Oidme, Judá y moradores de Jerusalén . Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados." 2 Crón. 20:20
"Sin profecía el pueblo se desenfrena;
Mas el que guarda la ley es bienaventurado." Proverbios 29:18
"Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas." Amós 3:7.
"A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas." 1 Cor. 12:10.
"Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas." 1 Cor. 12: 28.
Dios da dones, no dones ordinarios, sino “buenos y perfectos”:
En 1Corintios 12:1 el apóstol Pablo escribió: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales”, luego en el versículo 11 dice: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”.
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros. Evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Efesios 4:11) El propósito de los dones fue “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (vers. 12).
En el mismo capítulo, el apóstol compara a la Iglesia con el cuerpo. Él declara que la iglesia es el cuerpo de Cristo (vers. 12, 27) y que cada persona en la iglesia es importante, así como cada parte del cuerpo humano es esencial. Él declara que Cristo es la cabeza (Efesios 4:15) y que cada miembro cumple un papel esencial en hacer que el cuerpo funcione exitosamente. El trabajo que cada miembro debe hacer es determinado por el Espíritu Santo. “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. (1 Cor. 12:11).
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas” (vers. 4-10).
1) Esos dones espirituales no son talentos meramente naturales que vienen por herencia física, y
2) el Espíritu Santo decide quién es el que va a recibir ellos. El Espíritu puede tomar en cuenta las aptitudes o habilidades naturales de la persona a quién se le es concedido el don espiritual, pero no siempre es necesario. El Espíritu conoce todas las necesidades del cuerpo, la iglesia de Cristo y hace la elección basado en esa necesidad. Podría resultar un caos si los dones espirituales fueran distribuidos al azar o en respuesta a pedidos personales. El cuerpo humano no es solo los ojos, orejas, brazos y piernas, por lo tanto en el cuerpo de la iglesia no pueden ser todos pastores, administradores, doctores o profetas.
El don de profecía
Como ya hemos notado, el don de profecía está entre los dones otorgados por el Espíritu Santo (1 Cor. 12:10, 28; Efesios 4:11). La importancia de este don llega a ser claro cuando recordamos que en los tiempos del Antiguo Testamento los profetas eran llamados “videntes”. Esto se menciona en 1 Samuel 9:9 “(Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía así: Venid y vamos al vidente; porque al que hoy se le llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)” Usando la ilustración de Pablo, podemos decir que los profetas son los ojos de la iglesia, lo cual es el cuerpo de Cristo. Ellos ven lo que otros no ven. Ellos ven por detrás de las escenas la gran controversia entre Cristo y Satanás. Ellos ven los peligros de las falsas doctrinas y los falsos maestros y al revelarse los planes de Satanás, capacitan a la iglesia para evitar sea replegada y derrotada. No se admire que los escritos de los profetas a menudo contengan la expresión, “Yo vi”. Cuando el profeta Amós escribió: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).
En las Escrituras hay abundantes incidentes que revelan cómo Dios ha dado a sus profetas “ojos” especiales y ha trabajado a través de esos mensajeros inspirados por el beneficio de su pueblo. En los días de Eliseo el rey de Siria estaba conduciendo una guerra contra Israel. Esperando emboscar al rey de Israel, “él consultó con sus siervos diciendo, ‘En tal y tal lugar estará mi campamento’ (2 Reyes 6:8). Pero el profeta envió un profeta al rey, ‘Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí’ (2 Reyes 6:9).
Varias veces, los planes malos secretos del rey de Siria fueron frustrados de esta forma por Eliseo. “Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta”. (Vers. 11,12). ¡Qué bendición era para el pueblo de Dios tener un vidente! Y entre los dones espirituales prometidos a la iglesia, el don de profecía es uno de los más apreciados.
El testimonio profético llega a ser cada vez más importante cuando la iglesia se aproxima a la crisis final del mundo. Juan el revelador describe el ataque de Satanás contra la iglesia al decir, “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. (Apoc. 12:17). Para este tiempo Jesús dice, “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24).
“Se hará oposición y se ridiculizará a los que traten de obedecer a todos los mandamientos de Dios. Ellos no podrán subsistir sino en Dios. Para poder soportar la prueba que les espera deben comprender la voluntad de Dios tal cual está revelada en su Palabra, pues no pueden honrarle sino en la medida del conocimiento que tengan de su carácter, gobierno y propósitos divinos y en la medida en que obren conforme a las luces que les hayan sido concedidas. Sólo los que hayan fortalecido su espíritu con las verdades de la Biblia podrán resistir en el último gran conflicto” (El Conflicto de los Siglos, pag. 651).
En un sentido muy real, las Sagradas Escrituras en su totalidad son el testimonio de Jesús y son un producto del Espíritu de Profecía. Esto es claro en Apocalipsis 19:10 donde se registra la respuesta del ángel cuando Juan cayó a sus pies para adorarlo. El ángel protestó diciendo, “Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”.
Como algo adicional a la Palabra escrita, durante todas las edades cuando el pueblo de Dios enfrentaba nuevos desafíos, pruebas o peligros, el Espíritu Santo inspiró a hombres y mujeres y les dio el “testimonio de Jesús” para enfrentar las necesidades únicas del momento. Urías Smith, un bien conocido pionero del movimiento adventista, asemejó el papel de estos profetas a los de un piloto que aborda una embarcación que se aproxima al puerto de su destino. Mientras en alta mar el capitán, con su experiencia y habilidad general, es capaz de guiar a la embarcación de manera segura, más cuando el barco entra por el canal estrecho de un puerto extranjero, donde posiblemente hay enormes rocas ocultas bajo la superficie del mar, el capitán retarda la nave y da la bienvenida a otro piloto a bordo. Él reconoce que tal situación especial requiere de alguien con más práctica y un conocimiento más completo de los peligros y desafíos que están adelante. Al aceptar el piloto, el capitán está cooperando con el dueño del barco quién ya estaba dispuesto para esta ayuda especial desde antes que el barco comenzara su viaje. (Editorial de la Review and Herald, Jan. 13, 1863).
Así, cuando la iglesia de Dios de los últimos días necesitó de ayuda especial para enfrentar los ataques finales de Satanás exitosamente, Dios dio visiones a una joven llamada Elena Harmon. Inmediatamente después del gran desengaño de 1844, Jesús inspiró a la joven Elena para que ayude a su pueblo a recobrar confianza en el camino que el Señor los había guiado. Ella se unió al pueblo de Dios en un estudio cuidadoso de la Biblia, el “testimonio de Jesús” que Dios les había proveído a los buscadores de la verdad. Con frecuencia ellos pasaron noches enteras en estudio y oración, intentando entender la voluntad de Dios como están establecidas en las Escrituras. Y Dios los recompensó a ellos con la luz adicional y el sentido maravilloso de su presencia.
Sin embargo, en momentos cuando el grupo no concordaba en el significado de un pasaje bíblico, Dios usó a Elena para definir lo que era error y lo que era verdad. El resultado final generalmente siempre era la unidad. En 1846 Elena se casó con Jaime White, un joven que había estado envuelto en proclamar el pronto regreso de Cristo. Paulatinamente, bajo el impulso del Espíritu Santo, Elena de White escribió los mensajes y consejos que ella recibió del Señor. Estos mensajes ayudaron a los primeros adventistas a evitar el fanatismo, unificándose en la doctrina y la organización e intentando alcanzar al mundo entero con el mensaje de Apocalipsis 14.
De su experiencia ella testificó: “El Espíritu de Dios descansa en mí con poder y no puedo sino hablar las palabras que me son dadas. No me atrevo a retener ninguna palabra declarada... Yo hablo las palabras que me son dadas por un poder más alto que el poder humano y no podría revocar ninguna oración. En las noches el Señor me da instrucción en símbolos y luego me explica sus significados. Él me da la palabra y no me atrevo a rehusar dar esto a la gente” (The 1888 Materials, pp. 578, 579.)
Como tú señalas en muchos post que fuiste adventista, deberías saber esto:
Dones especiales – dones espirituales.
A. Los miembros de la Iglesia deberían ser conocedores de esos dones que son proporcionados por el Espíritu Santo. 1 Corintios 12:1, 11
1. Algunos de estos dones listados. Efesios 4:11
2. El propósito de los dones. Efesios 4:12
3. La iglesia es el cuerpo de Cristo, con Cristo como cabeza. Efesios 4:15. El Espíritu proporciona dones variados para encontrar las necesidades del cuerpo.
El don de profecía. 1 Corintios 12:10, 28; Efesios 4:11
A. Los profetas o videntes son los ojos de la iglesia. 1 Samuel 9:9; Amos 3:7
1. La experiencia de Eliseo. 2 Reyes 6:8-12
2. La importancia en la crisis final. Apoc. 12:17; Mateo 24:24; El Conflicto de los Siglos, Pag. 651
a. La Biblia como el “Testimonio de Jesús” Apoc. 19:10
b. El tiempo final profético comparado con un piloto con un barco que entra peligrosamente al puerto.
B. El don de Dios de un profeta para la iglesia remanente – Elena de White
1. El alcance y los beneficios de su ministerio
2. El tema general de sus escritos
3. Su testimonio de su experiencia. The 1888 Materials, pág. 578, 579.
4. El éxodo bíblico comparado con el movimiento adventista. Oseas 12:13
La iglesia remanente, como la iglesia en Corinto, ha sido ricamente bendecida con los dones espirituales, incluyendo el don de profecía.
El libro “El Deseado de todas las Gentes” ha sido criticado por ustedes, ya que Ellen White expone con tal claridad lo que el Señor le ha revelado, que ahora para menoscabar esta interesantísima obra dicen que es un plagio.
Veamos el contexto de la cita: “Cuando la voz del poderoso ángel fue oída junto a la tumba de Cristo, diciendo: "Tu Padre te llama," el Salvador salió de la tumba por la vida que había en él. Quedó probada la verdad de sus palabras: "Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. ... Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar." Entonces se cumplió la profecía que había hecho a los sacerdotes y príncipes: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré." Juan 10: 17, 18; 2: 19.
Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: "Yo soy la resurrección y la vida." Únicamente la Divinidad podía pronunciar estas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más humilde, todos son renovados por la Fuente de la vida. Únicamente el que es uno con Dios podía decir: Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tornarla de nuevo. En su divinidad, Cristo poseía el poder de quebrar las ligaduras de la muerte.
Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de aquellos que dormían. Estaba representado por la gavilla agitada, y su resurrección se realizó en el mismo día en que esa gavilla era presentada delante del Señor. Durante más de mil años, se había realizado esa ceremonia simbólica. Se juntaban las primeras espigas de grano maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a Jerusalén para la Pascua, se agitaba la gavilla de primicias como ofrenda de agradecimiento delante de Jehová. No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda fuese presentada. La gavilla dedicada a Dios representaba la mies. Así también Cristo, las primicias, representaba la gran mies espiritual que ha de ser juntada para el reino de Dios. Su resurrección es símbolo y garantía de la resurrección de todos los justos muertos. "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús." 1 Tes.4: 14
Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado.
Durante su ministerio, Jesús había dado la vida a algunos muertos. Había resucitado al hijo de la viuda de Naín, a la hija del príncipe y a Lázaro. Pero éstos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte. Pero los que salieron de la tumba en ocasión de la resurrección de Cristo fueron resucitados para vida eterna. Ascendieron con él como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro. Estos, dijo Cristo, no son ya cautivos de Satanás; los he redimido. Los he traído de la tumba como primicias de mi poder, para que estén conmigo donde yo esté y no vean nunca más la muerte ni experimenten dolor.
Estos entraron en la ciudad y aparecieron a muchos declarando: Cristo ha resucitado de los muertos, y nosotros hemos resucitado con él. Así fue inmortalizada la sagrada verdad de la resurrección. Los santos resucitados atestiguaron la verdad de las palabras: "Tus muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitarán." Su resurrección ilustró el cumplimiento de la profecía: "¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío, cual rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos." Isaías 26: 19
Para el creyente, Cristo es la resurrección y la vida. En nuestro Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada; porque él tiene vida en sí mismo para vivificar a quienes él quiera. Está investido con el derecho de dar la inmortalidad. La vida que él depuso en la humanidad, la vuelve a tomar y la da a la humanidad. "Yo he venido -dijo- para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." "El que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero." Juan 10: 10; 4: 14; 6: 54.
Para el creyente, la muerte es asunto trivial. Cristo habla de ella como si fuera de poca importancia.
"El que guardaré mi palabra, no verá muerte para siempre," "no gustará muerte para siempre." Para el cristiano, la muerte es tan sólo un sueño, un momento de silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios y "cuando Cristo, vuestra vida, se manifestare, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria." Juan 8: 51, 52; Col. 3: 4.
La voz que clamó desde la cruz: "Consumado es," fue oída entre los muertos. Atravesó las paredes de los sepulcros y ordenó a los que dormían que se levantasen. Así sucederá cuando la voz de Cristo sea oída desde el cielo. Esa voz penetrará en las tumbas y abrirá los sepulcros, y los muertos en Cristo resucitarán. En ocasión de la resurrección de Cristo, unas pocas tumbas fueron abiertas; pero en su segunda venida, todos los preciosos muertos oirán su voz y surgirán a una vida gloriosa e inmortal. El mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos resucitará a su iglesia y la glorificará con él, por encima de todos los principados y potestades, por encima de todo nombre que se nombra, no solamente en este mundo, sino también en el mundo venidero." (Ver Cap. "El Señor ha resucitado" DTG)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.