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> Èl le respondio: Pero hombre, ¿ quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros<o
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Entre todos los enemigos del progreso y desarrollo, probablemente de los más perniciosos (y los mejor intencionados) sean algunos miembros de la estructura religiosa católica. Y la razón de esta dañina potencialidad radica en la capacidad que tienen como maestros de jóvenes y como orientadores de la opinión pública; todo ello, además, legitimado por los propósitos que los animan: suelen ser hombres y mujeres bondadosos que buscan el bien común. Están llenos de buenos deseos. Gozan de un admirable espíritu de servicio. Aman a los seres humanos y quieren su bienestar.<o
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Pero, simultaneamente, sostienen ideas equivocadas y las enarbolan con la pasión de quienes se creen poseedores de la verdad final. Son capaces de identificar correctamente los problemas, pero proponen modos contraproducentes de afrontarlos. No es una cuestión de maldad sino de ignorancia.<o
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En América Latina esto es especialmente grave, porque <st1
ersonname productid="la Iglesia Católica" w:st="on">la Iglesia Católica</st1
ersonname> posee una indudable autoridad moral reflejada en acciones como evitar la guerra entre Argentina y Chile o en la estabilización de Argentina tras la guerra de las Malvinas. Cuando hablan los curas, los obispos, o las conferencias episcopales, y cuanto dicen sobre cualquier cosa, suele ser tomado muy en serio, pues siempre se les atribuye buena fe, que suelen poseer, y peso intelectual, tal vez menos abundante. No obstante, hay que aclarar que el catolicismo latinoamericano no tiene una sola voz en materia de análisis social o económico. Una cosa es lo que opinan los jesuitas (populistas o cuasimarxistas en Centroamérica, especialmente en El Salvador y Nicaragua), y otra muy distinta lo que sostiene el Opus Dei (elitista, defensor del mercado y de la libre empresa) o, los anticomunistas Legionarios de Cristo. No es lo mismo lo que aseguran las teresianas que las Hijas de <st1
ersonname productid="la Caridad. Incluso" w:st="on">la Caridad. Incluso</st1
ersonname>, a veces dentro de las mismas órdenes suelen existir discrepancias de fondo.<o
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Entre los jesuitas de <st1
ersonname productid="la Universidad Centroamericana" w:st="on">la Universidad Centroamericana</st1
ersonname> (UCA) predomina un discurso bastante más radical que en <st1
ersonname productid="la Javeriana" w:st="on">la Javeriana</st1
ersonname> de Colombia o que en <st1
ersonname productid="la Universidad Católica" w:st="on">la Universidad Católica</st1
ersonname> Andres Bello que dirige en Venezuela el padre Ugalde. En <st1
ersonname productid="la Argentina" w:st="on">la Argentina</st1
ersonname> de la dictadura militar de los setenta la jerarquía eclesiástica apoyó la represión, mientras en Chile se opuso a ella.<o
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También es importante aclarar que cuando los sacerdotes, obispos y hasta el Santo Padre, hablan de problemas sociales y económicos, no lo hacen con caracter dogmático. Sólo son opiniones que en ningún modo obligan a los católicos. Es posible, por ejemplo, ser un católico ejemplar y pensar que <st1
ersonname productid="la Doctrina Social" w:st="on">la Doctrina Social</st1
ersonname> de <st1
ersonname productid="la Iglesia" w:st="on">la Iglesia</st1
ersonname> está llena de errores e incoherencias y hasta pensar que se trata de un completo disparate teórico. La infalibilidad que se le supone al Papa no se refiere a estas cuestiones mundanas. En este terreno el inquilino del Vaticano es tan falible como cualquier ser humano.<o
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Lucas 12: 13-14<o
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Pero, simultaneamente, sostienen ideas equivocadas y las enarbolan con la pasión de quienes se creen poseedores de la verdad final. Son capaces de identificar correctamente los problemas, pero proponen modos contraproducentes de afrontarlos. No es una cuestión de maldad sino de ignorancia.<o
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En América Latina esto es especialmente grave, porque <st1
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Entre los jesuitas de <st1
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También es importante aclarar que cuando los sacerdotes, obispos y hasta el Santo Padre, hablan de problemas sociales y económicos, no lo hacen con caracter dogmático. Sólo son opiniones que en ningún modo obligan a los católicos. Es posible, por ejemplo, ser un católico ejemplar y pensar que <st1
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(CONTINUARÀ...)<o
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