Tengo que reconocer que soy un tanto duro en mi trato con algunos foristas, y debo reconocer que sí, suelo ser un tanto tozudo si hay algo que no me gusta de algún tema que alguien pone como una provocación o como una invitación al flameo intenso... y no me puedo callar si hay algo que me parece más un cuadrilátero de boxeo, que un tema de debate. De hecho, ya alguien me insinuó que soy del diablo, nomás porque a ese alguien le dije sus verdades, jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Quiero que sepan algo, aquí entre nos, la borriquita no era arisca; yo no soy tan duro ni tan grosero como para que me tomen de intransigente o tirano. Soy, ante todo, una persona como cualquier otra, y trato de aprender de todos. Si he sido injusto con alguien, o si he tratado con dureza excesiva a algún compañero, éste es un muy buen momento para que me lo digan, y para que también ofrezca una disculpa. Lo digo en serio.
Luego me pongo a pensar si Dios, que nos hizo a Su imagen y semejanza, nos hizo tan enojones a algunos, o a algunos más que a otros... Y es que, efectivamente, Dios también sabe enojarse. Se acordarán ustedes de las dos veces que ya se quería cargar al pueblo de Israel, nomás porque una vez se les salió lo idólatras, y luego cuando el miedo los acobardó. Y claro, no es cosa de risa -si es que a alguien le ha causado alguna gracia mi lenguaje pintoresco- porque ciertamente Dios no estaba jugando cuando tuvo que detenerlo el patriarca moisés dos veces. Yo no sé si es que Dios estaba probándolo o no. Lo que me queda claro, es que Dios puede enojarse y controlar Su furor.
¿O qué decir de las dos veces en que Cristo también se enojó porque el templo de Jerusalén fue convertido, primero ,en casa de mercado, y luego, como cueva de ladrones. Nos gusta más la imagen del Cristo mansito, buenito, que iba de aquí para allá prodigando amor a los probes... pero nos cuesta trabajo aceptar al Cristo que denunció a los fariseos, calificándolos -con buena razón- como hipócritas, serpientes y raza de víboras, entre otras florituras bien puestas que se merecían. Pero tenemos que aprender a ver que así es Dios, generoso al amar, pero rígido cuando nos exige serle fieles a Él.
Quiero que sepan algo, aquí entre nos, la borriquita no era arisca; yo no soy tan duro ni tan grosero como para que me tomen de intransigente o tirano. Soy, ante todo, una persona como cualquier otra, y trato de aprender de todos. Si he sido injusto con alguien, o si he tratado con dureza excesiva a algún compañero, éste es un muy buen momento para que me lo digan, y para que también ofrezca una disculpa. Lo digo en serio.
Luego me pongo a pensar si Dios, que nos hizo a Su imagen y semejanza, nos hizo tan enojones a algunos, o a algunos más que a otros... Y es que, efectivamente, Dios también sabe enojarse. Se acordarán ustedes de las dos veces que ya se quería cargar al pueblo de Israel, nomás porque una vez se les salió lo idólatras, y luego cuando el miedo los acobardó. Y claro, no es cosa de risa -si es que a alguien le ha causado alguna gracia mi lenguaje pintoresco- porque ciertamente Dios no estaba jugando cuando tuvo que detenerlo el patriarca moisés dos veces. Yo no sé si es que Dios estaba probándolo o no. Lo que me queda claro, es que Dios puede enojarse y controlar Su furor.
¿O qué decir de las dos veces en que Cristo también se enojó porque el templo de Jerusalén fue convertido, primero ,en casa de mercado, y luego, como cueva de ladrones. Nos gusta más la imagen del Cristo mansito, buenito, que iba de aquí para allá prodigando amor a los probes... pero nos cuesta trabajo aceptar al Cristo que denunció a los fariseos, calificándolos -con buena razón- como hipócritas, serpientes y raza de víboras, entre otras florituras bien puestas que se merecían. Pero tenemos que aprender a ver que así es Dios, generoso al amar, pero rígido cuando nos exige serle fieles a Él.