Esta vez no quiero tocar el asunto de las religiones "cristianas" que ya conocemos. Mi reflexión en este momento se concentrará en las denominaciones evangélicas o pentecostales, aunque algunas otras denominaciones cristianas (bautistas, metodistas, interdenominacionales, ejército de salvación ,etc.) podrían muy bien encajar en mi tema.
Hay quienes -tristemente- tienen una congregación o una iglesia como un club religioso. La membresía está sujeta a las disposiciones de una administración que pretende tener sus bases y asiento doctrinal y moral en la Biblia. Más toda administración, al ser pasada por el divino tamiz, deja patente sus fallas y defectos, y es entonces que una persona sincera en su búsqueda de Dios, es capaz de mirar y concluir que la seguridad de la conciencia y de la salvación no están sujetas a las políticas convenencieras de tal administración.
Cristo nos dejó claramente dicho que Su yugo es fácil y ligera es Su carga. Y es aquí donde muchos amigos sinceros que lo único que quieren es servir y adorar al Señor, se hallan de pronto atrapados en una descorazonadora burocratización de la fe. Si quieres trabajar con nosotros, tienes que llenar algunos requisitos, participar en estudios bíblicos, acudir a las reuniones de culto, tener el Vo. Bo. del pastor o dirigente, cumplir ciertos ritos introductorios, darnos tus datos personales, colaborar económicamente con una "siembra" o con el diezmo, y cuando hayas llenado el perfil, entonces ya se te podrá asignar un trabajo en la congregación. Podrás estar en el grupo de alabanza, o quizás también tendrás la oportunidad de predicar en algún as reuniones entre semana... pero no el domingo porque al pastor le toca eso.
Muy bien, pues pese al cúmulo de preceptos y yugos que el hijo de Dios tiene que llevar para servir en la obra de N congregación, el tal se llena de buen ánimo creyendo que al final será el Señor quien respalde su trabajo. Más una vocecita nos dice que nuestra intención no es un deseo genuino de servir al Señor, sino por levantar nuestro ego: al fin podremos ser alguien en la vida...
Okay, pasa el tiempo, el futuro predicador o salmista comienza a llenar el perfil, y después de algunos años de esfuerzo y paciencia, por fin se le concede el privilegio de estar en el púlpito, el auditorio o el estrado... Al fin está donde quiere estar. Más en todo este tiempo, hubo una vocecita escondida, silenciada por la creencia de que se están haciendo las cosas bien, y esa vocecita le dice al servidor que algo anda mal...
Luego, sin previo aviso, el servidor cristiano se topa con una serie de acontecimientos que parecen negros nubarrones en su labor en la congregación. Primero se presentan como rumores, luego el servidor se entera de la caída en pecado del ministro de alabanza... El servidor es removido de su puesto por causas misteriosas, y su frustración es un golpe a su deseo de servir y adorar al Señor.
Pero ahí no acaba la cosa. Con el tiempo, se da una noticia espantosa: el pastor o anciano de la congregación es sorprendido en una acción deshonesta -llámese adulterio, malversación de fondos, rencillas irreconciliables entre el pastor y los ancianos-, y el escándalo produce una seria ruptura en el grupo de ministros. Algunos permanecen firmes en la obra, aún viendo que el pastor se halla inmerso en un escándalo con fundamento. Otros se sienten agraviados por no habérseles informado de tal noticia. Algunos más, ante la ruptura del ministerio, simplemente se van de la congregación con el corazón desecho: el amor fraterno se quiebra y resuelven NO VOLVER A CONGREGARSE EN NINGUNA PARTE.
De tal suerte, algunos evangélicos retirados aún conservan gratos recuerdos de aquellos tiempos en que se compartía la comunión y el amor fraterno y sincero entre los servidores... y, asidos de estos recuerdos, todavía se aferran a la idea de volver a congregarse, más ya no con la idea de que se están adhiriendo a un club religioso; su ego ya no tiene la necesidad de ser visto por otros ojos, su necesidad de recibir reconocimiento ya no es el impulso de antes, y se plantean volver a un lugar pequeño donde haya un puñado de fieles hijos del Señor, solo unos pocos que, sin el antiguo afán de recibir la bendición del pastor, tienen el único propósito de adorar al Señor con una pequeña oración, cantando quizá unos dos que tres coritos -aunque desafinados- pero con sinceridad y humildad genuinos. Entonces, desde este nuevo derrotero, el pequeño pastor de esta diminuta congregación, libre de la ambición de pertenecer a una asociación religiosa multitudinaria, se ceñirá el yugo ligero de Cristo, y tomará la carga ligera del Maestro, se sentará y comenzará a compartir las vivencias humanas, llenas de imperfecciones y sinsabores, pero con una forma diferente de ver el Camino... pues, siendo nosotros como torpes cachorrillos, todavía el Señor nos da la oportunidad de abrir los ojos cada mañana, y tenemos la oportunidad de ver la luz del sol, de sonreír un poco y ser felices enmedio de este valle de sombra y muerte en que nos movemos.
Si quizá el Señor, a estas alturas del partido, quisiera usarnos para mover las masas hacia el trono de gloria, pues no será por nuestras bondades o por nuestras credenciales de "ministros de alabanza" o "elocuentes predicadores", sino por el simple y sencillo hecho de que nosotros, siendo débiles pero fieles, estaremos dispuestos a administrar algo pequeño para la gloria del Señor... y quizá después se nos encomiende algo más ambicioso y potencialmente grande, algo que mueva nuestro municipio hacia el Señor que tanto nos ama.
Hay quienes -tristemente- tienen una congregación o una iglesia como un club religioso. La membresía está sujeta a las disposiciones de una administración que pretende tener sus bases y asiento doctrinal y moral en la Biblia. Más toda administración, al ser pasada por el divino tamiz, deja patente sus fallas y defectos, y es entonces que una persona sincera en su búsqueda de Dios, es capaz de mirar y concluir que la seguridad de la conciencia y de la salvación no están sujetas a las políticas convenencieras de tal administración.
Cristo nos dejó claramente dicho que Su yugo es fácil y ligera es Su carga. Y es aquí donde muchos amigos sinceros que lo único que quieren es servir y adorar al Señor, se hallan de pronto atrapados en una descorazonadora burocratización de la fe. Si quieres trabajar con nosotros, tienes que llenar algunos requisitos, participar en estudios bíblicos, acudir a las reuniones de culto, tener el Vo. Bo. del pastor o dirigente, cumplir ciertos ritos introductorios, darnos tus datos personales, colaborar económicamente con una "siembra" o con el diezmo, y cuando hayas llenado el perfil, entonces ya se te podrá asignar un trabajo en la congregación. Podrás estar en el grupo de alabanza, o quizás también tendrás la oportunidad de predicar en algún as reuniones entre semana... pero no el domingo porque al pastor le toca eso.
Muy bien, pues pese al cúmulo de preceptos y yugos que el hijo de Dios tiene que llevar para servir en la obra de N congregación, el tal se llena de buen ánimo creyendo que al final será el Señor quien respalde su trabajo. Más una vocecita nos dice que nuestra intención no es un deseo genuino de servir al Señor, sino por levantar nuestro ego: al fin podremos ser alguien en la vida...
Okay, pasa el tiempo, el futuro predicador o salmista comienza a llenar el perfil, y después de algunos años de esfuerzo y paciencia, por fin se le concede el privilegio de estar en el púlpito, el auditorio o el estrado... Al fin está donde quiere estar. Más en todo este tiempo, hubo una vocecita escondida, silenciada por la creencia de que se están haciendo las cosas bien, y esa vocecita le dice al servidor que algo anda mal...
Luego, sin previo aviso, el servidor cristiano se topa con una serie de acontecimientos que parecen negros nubarrones en su labor en la congregación. Primero se presentan como rumores, luego el servidor se entera de la caída en pecado del ministro de alabanza... El servidor es removido de su puesto por causas misteriosas, y su frustración es un golpe a su deseo de servir y adorar al Señor.
Pero ahí no acaba la cosa. Con el tiempo, se da una noticia espantosa: el pastor o anciano de la congregación es sorprendido en una acción deshonesta -llámese adulterio, malversación de fondos, rencillas irreconciliables entre el pastor y los ancianos-, y el escándalo produce una seria ruptura en el grupo de ministros. Algunos permanecen firmes en la obra, aún viendo que el pastor se halla inmerso en un escándalo con fundamento. Otros se sienten agraviados por no habérseles informado de tal noticia. Algunos más, ante la ruptura del ministerio, simplemente se van de la congregación con el corazón desecho: el amor fraterno se quiebra y resuelven NO VOLVER A CONGREGARSE EN NINGUNA PARTE.
De tal suerte, algunos evangélicos retirados aún conservan gratos recuerdos de aquellos tiempos en que se compartía la comunión y el amor fraterno y sincero entre los servidores... y, asidos de estos recuerdos, todavía se aferran a la idea de volver a congregarse, más ya no con la idea de que se están adhiriendo a un club religioso; su ego ya no tiene la necesidad de ser visto por otros ojos, su necesidad de recibir reconocimiento ya no es el impulso de antes, y se plantean volver a un lugar pequeño donde haya un puñado de fieles hijos del Señor, solo unos pocos que, sin el antiguo afán de recibir la bendición del pastor, tienen el único propósito de adorar al Señor con una pequeña oración, cantando quizá unos dos que tres coritos -aunque desafinados- pero con sinceridad y humildad genuinos. Entonces, desde este nuevo derrotero, el pequeño pastor de esta diminuta congregación, libre de la ambición de pertenecer a una asociación religiosa multitudinaria, se ceñirá el yugo ligero de Cristo, y tomará la carga ligera del Maestro, se sentará y comenzará a compartir las vivencias humanas, llenas de imperfecciones y sinsabores, pero con una forma diferente de ver el Camino... pues, siendo nosotros como torpes cachorrillos, todavía el Señor nos da la oportunidad de abrir los ojos cada mañana, y tenemos la oportunidad de ver la luz del sol, de sonreír un poco y ser felices enmedio de este valle de sombra y muerte en que nos movemos.
Si quizá el Señor, a estas alturas del partido, quisiera usarnos para mover las masas hacia el trono de gloria, pues no será por nuestras bondades o por nuestras credenciales de "ministros de alabanza" o "elocuentes predicadores", sino por el simple y sencillo hecho de que nosotros, siendo débiles pero fieles, estaremos dispuestos a administrar algo pequeño para la gloria del Señor... y quizá después se nos encomiende algo más ambicioso y potencialmente grande, algo que mueva nuestro municipio hacia el Señor que tanto nos ama.
