LA MUJER SAMARITANA ................

Re: LA MUJER SAMARITANA ................

Estimados hermanos

Reconozco que mi aporte no estará a la altura del de mi hermano Ricardo; muy bueno por lo demás; excelente al estílo propio y peculiar de Ricardo…

Pero… igual, humildemente deseo aportar.

Creo que hay algunas cosas dignas de resaltar en éste pasaje de la mujer Samaritana…

Seguramente lo más impresionante de éste pasaje, es la empatía de Jesús con todos sus semejantes. Jesús se interesó en ésta mujer, aún a pesar de que él mismo se encontraba cansado, sediento y con hambre. Para él, un alma, vale más que todo lo de ésta tierra.

Esta mujer samaritana (Samaria) vivía en Sichar, la misma Siquem de Abraham (Gen. 12:6) y donde Jacob también compró una parte de aquella heredad... (el pozo de Jacob)

Los samaritanos eran enemigos perennes de los judíos, aun cuando paradójicamente reconocían ser de la misma descendencia. Sin embargo, los samaritanos eran una mezcla de varias razas que habían sido trasladadas a Israel por los reyes de Asiria (2 Rey. 17:24-34) en el cautiverio de las diez tribus de Israel.

Con estos antecedentes, podemos entender la dimensión de la actitud de nuestro Señor al entablar conversación con la mujer samaritana; y de la sorpresa de aquella mujer cuando un judío osaba hablarle.

Su extrañeza fue aún mayor, cuando Jesús le pide agua para beber, y aún más todavía, cuando Jesús le ofrece a ella "agua viva".
Esto iba más allá de la comprensión de aquella mujer, quien, en su ignorancia percibía un impedimento dificil para Jesús:… “no tienes con que sacar el agua del pozo, y éste es hondo, ¿Cómo puedes darme a beber agua viva?”…

Pero Jesús tenía la solución, aunque lejos estaba esta mujer de entenderlo: “El agua que yo le daré es una fuente que salta para vida eterna”… Si, aquella agua que Jesús ofrecia, pasa a ser una fuente de agua que salta hacia afuera de todo aquel que la bebe, y salta “para vida eterna”… no era necesario sacarla con cordel como el agua del pozo de Jacob.

Quien tomare del agua de aquella mujer, volvería a tener sed; … lo que aquella mujer podía dar, figurando los placeres de éste mundo, es lo que cautivan una y otra vez a quienes se sirven de ellos… Pero cuando alguno toma de lo que Jesús ofrece; “no volverá a tener sed jamás

En la misma medida que comienza a gestarse aquella conversación de Jesús con la mujer samaritana, … comienza a crecer a los ojos de la mujer samaritana, la opinión, y el concepto que aquella mujer tiene de Jesús… sus palabras, van tocando y transformando el corazón de ella; y paulatinamente va creciendo la imagen de Jesús en su estrecho entendimiento, y comienzan a caer las barreras, los prejuicios religiosos, las diferencias…… Primero era un judío más de los tantos que vivían cerca de ellos… “¿Cómo tu siendo judío, me pides a mí de beber?”…. Luego, le llama Señor… “Señor, no tienes con que sacar el agua del pozo”…
Sin embargo, a pesar de los prejuicios religiosos de aquella mujer, y el evidente esfuerzo de ella por esquivar las palabras de Jesús, hablando del pozo, de las religiones, de la profecía… lo cual nada de esto discutió ni debatió Jesús… siguió creciendo aquel hombre ante los ojos de ésta necesitada mujer … y luego de ser un judío, ahora Señor, luego lo percibe como un profeta: … “Señor, paréceme que eres profeta”… para por último llegar a reconocerlo como Cristo el Mesías prometido… “Se que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo”. La revelación de Jesús no se deja esperar: “Yo soy, que hablo contigo”.

Impresiona la delicadeza de Jesús, su caballerosidad en el trato hacia esta mujer pecadora: contaba ya con varios matrimonios y los mismos divorcios… y para peor, ahora último, con un concubino… Jesús lo sabía… aquella mujer se confieza ante éste hombre maravilloso, que le escudriñaba en su interior y en su vida; y ante la caballerosa y delicada invitación de Jesús, de traer a su marido también a beber de aquella agua viva;… responde. “no tengo marido…” ¿Se había equivocado Jesús al decirle “llama a tu marido”?… ¡No!... había sido su respetuoso trato a una mujer en pecado; … pudo bien decirle “llama a tu pareja”.. “a tu concubino”… pero no;… Jesús le dice: “llama a tu marido”… ¡que delicadeza!... ¡qué amor por una oveja perdida!... ¡que honra, para quien no la merecía!

Jesús sabía toda la verdad: “Bien has dicho: no tengo marido… porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes, no es tu marido, … has dicho verdad” … ¡que historia!

Cuando aquella mujer dejó su cántaro,… dejó también aquella vida de pecado, ¡había tenido un encuentro con el Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!

Esta mujer samaritana que comenzó dudando de que aquel hombre judío pudiese tener algo para una mujer impía como ella;… ahora corre y pregona a voz en cuello: “creo que he hallado al Cristo, al Salvador del mundo”… Lo que fue reconocido por aquellos hombres: “Ya no creemos solamente por tu dicho;… nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que éste es el Salvador del mundo, el Cristo”….

Jesús amplió el horizonte para la samaritana y para aquellos rechazados samaritanos: “Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad”… Es ésta la primera oportunidad en que Jesús revela el establecimiento del Santuario divino, celestial, entre los hombres.


Dios les bendiga
 
Ùltima Parte

Ùltima Parte

Escena quinta
Por el camino de siempre una renovada caminante

La llegada de los discípulos la saca de su abstracción. Aprovecha la interrupción, y olvidada del cántaro y del agua, sale apresuradamente hacia la ciudad. Sus pies vuelan.
A veces corre un poco, y cuando se cansa, camina. De repente se le ocurre que ha vuelto a ser doncella. Suelta la risa por tan loca ocurrencia, pero lo cierto es que parece como si hubiera rejuvenecido. Esta vez se enfrenta con valor al monte Ebal, y se le ocurre como que las mismas piedras se deshacen bajo su chispeante mirada. Vuelve su cabeza atrás para echarle una mirada al Gerizim, y parece como que la brisa se ha convertido en viento que agita los árboles de la ladera saludándola con su follaje.
Una extraña sensación llena su corazón. Por un lado, es algo muy fresco. Por otro, es como un ardor desconocido pero grato, algo similar a que si hubiera bebido algo de vino.
No sabe como se las arreglará para convencer a los hombres de la ciudad para que por sí mismos comprueben si este maestro es el Mesías. Principalmente, imagina la sorpresa del hombre con quien vive, no bien ella le cuente y lo entusiasme para que vaya a conocerlo. Tras la vergüenza que acaba de pasar al ocultar que tuviera marido, ahora se da cuenta que sin embargo ha aprendido a quererlo y que él la considera y respeta.
Quizás desde ahora las cosas puedan cambiar.
Jubilosa, entra en la ciudad. Las mujeres la reciben con la desconfianza de siempre:
-Y ahora, ¿qué le habrá pasado a esta loca?
Los hombres, en cambio, intrigados por su actitud, se le acercan para oírle.
Sabiendo como ellos piensan y reaccionan, decide no confesarles directamente lo que ya está creyendo, sino plantearles la inquietud para que ellos decidan por sí mismos.
Recién acabados de almorzar, acuerdan que antes de echarse la siesta, bien estará caminar un poco hasta la fuente de Jacob y ver qué es lo que esta mujer les ha contado.

Escena sexta
Jesús y sus discípulos

Al llegar los doce al pozo de Jacob, la extrañeza de los discípulos al encontrar a Jesús acompañado y conversando, no estaba motivada tanto por motivos étnicos sino de género. Que lo hiciera a solas con una mujer, no era nada habitual en Él, como tampoco lo era en la sociedad judía. Pero tal conducta no exigía explicación alguna. En todo caso, mejor que fuera el Maestro quien les contase.
Como mejor pudieron se fueron acomodando junto al brocal de la fuente, sentados unos, y recostados otros. Queriendo sentarse junto a Jesús, Juan bajó al suelo el cántaro que la mujer había dejado. Aquello no había sido un olvido casual sino providencial, ya que tomándolo Jacobo, hermano de Juan, y haciéndolo bajar hasta lo profundo del pozo proveyó de agua fresca para todos.
Tras dar las gracias a Dios por los alimentos comprados en la ciudad, los distribuyeron entre ellos. El “discípulo amado” ofreció a Jesús pan y queso, pero éste se rehusó. Mientras ellos comían, conversaban y discutían, aprovechó Jesús a contar a Juan lo que había conversado con la mujer samaritana, episodio que hacia el final de su vida dejara luego registrado el discípulo al escribir el relato de los hechos del Maestro.
Lo que sorprendió a Juan, y que por su misma juventud le era difícil entonces entender, es cómo Jesús podía haber expuesto a aquella mujer un asunto tan profundo y delicado que todavía no lo había hablado con ellos: ¡adorar a Dios en espíritu y en verdad! Sin necesidad de Templo, altar, sacrificios, sacerdote ni culto litúrgico. A la mentalidad de cualquier judío, aquello resultaba inconcebible. ¡Y a la de un pagano también! Décadas después, esta misma noción de Dios y la adoración a Él, condujo a que los idólatras súbditos del César romano tuvieran a los cristianos por ateos.
Advirtiendo los discípulos que el Maestro aún no había comido, le insistieron con que lo hiciera. Por toda respuesta, tuvieron que escuchar un sermón sobre la voluntad de Dios y su obra. Ciertamente, Él tenía sus prioridades, y ellos debían también aprender a aprovechar el tiempo de la mejor manera. ¡Nunca se les hubiera ocurrido pensar que pudieran saciar el hambre con otra cosa que no fuera comida! Ni tampoco que otro tipo de apetencia aplacara la necesidad de atender a la física y natural.
Sin embargo, en nuestra experiencia nos ha sucedido que estando enfrascados con hermanos en alguna edificante conversación de las cosas del Señor, se nos pasara el tiempo del almuerzo o de la cena sin que nos diéramos cuenta.

Escena séptima
Jesús y los hombres de la ciudad

Por el v.30 vemos que aquellos hombres “salieron de la ciudad, y vinieron a él”. Así que este primer encuentro con Jesús debe haber ocurrido en el mismo lugar, junto al pozo de Jacob.
No todos vinieron, sino los más interesados y que bien podían sacrificar una siesta por lo que prometía ser algo totalmente fuera de su monótona rutina.
No fueron defraudados. Y su entusiasmo no paró hasta que Jesús aceptó la invitación a acompañarles a la ciudad con sus discípulos. Así tuvieron oportunidad de conocerlo y escucharlo por un par de días.
Si aquella mujer ahora parecía una máquina de testificar de Jesús con la evidencia de haberle dejado su vida al descubierto, estos hombres tampoco se le quedaban atrás; pero procurando que cada cual lo conociese personalmente por sí mismo.
¡Cuántas veces al evangelizar nos olvidamos que “la salvación es del Señor” y que sólo Él puede salvar! En vez de conducir las almas a los pies de Cristo para que allí se entiendan –pecador y Salvador-, nos ponemos de intermediarios pensando que facilitamos las cosas cuando realmente las embrollamos. ¡Tan poca confianza le tenemos al Espíritu Santo!
Es cierto que como dice el v.39 “muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer”. Pero también es cierto lo de los vs. 41,42: “Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”.
¡Esto es maravilloso! Es ya un buen comienzo creer al testimonio fiel de un siervo de Dios; pero nada es mejor que acabar por creer al Hijo de Dios, hasta que su mismo Espíritu da testimonio al nuestro de que efectivamente somos hijos de Dios.
Así también tiempo después Pablo diría a los tesalonicenses que ellos habían recibido la palabra, no como de hombres, sino de Dios. La evidencia estaba en que ella actuaba en ellos (1Ts.2:13).

Fin
Ricardo
 
Re: Ùltima Parte

Re: Ùltima Parte

Escena quinta
Por el camino de siempre una renovada caminante

La llegada de los discípulos la saca de su abstracción. Aprovecha la interrupción, y olvidada del cántaro y del agua, sale apresuradamente hacia la ciudad. Sus pies vuelan.
A veces corre un poco, y cuando se cansa, camina. De repente se le ocurre que ha vuelto a ser doncella. Suelta la risa por tan loca ocurrencia, pero lo cierto es que parece como si hubiera rejuvenecido. Esta vez se enfrenta con valor al monte Ebal, y se le ocurre como que las mismas piedras se deshacen bajo su chispeante mirada. Vuelve su cabeza atrás para echarle una mirada al Gerizim, y parece como que la brisa se ha convertido en viento que agita los árboles de la ladera saludándola con su follaje.
Una extraña sensación llena su corazón. Por un lado, es algo muy fresco. Por otro, es como un ardor desconocido pero grato, algo similar a que si hubiera bebido algo de vino.
No sabe como se las arreglará para convencer a los hombres de la ciudad para que por sí mismos comprueben si este maestro es el Mesías. Principalmente, imagina la sorpresa del hombre con quien vive, no bien ella le cuente y lo entusiasme para que vaya a conocerlo. Tras la vergüenza que acaba de pasar al ocultar que tuviera marido, ahora se da cuenta que sin embargo ha aprendido a quererlo y que él la considera y respeta.
Quizás desde ahora las cosas puedan cambiar.
Jubilosa, entra en la ciudad. Las mujeres la reciben con la desconfianza de siempre:
-Y ahora, ¿qué le habrá pasado a esta loca?
Los hombres, en cambio, intrigados por su actitud, se le acercan para oírle.
Sabiendo como ellos piensan y reaccionan, decide no confesarles directamente lo que ya está creyendo, sino plantearles la inquietud para que ellos decidan por sí mismos.
Recién acabados de almorzar, acuerdan que antes de echarse la siesta, bien estará caminar un poco hasta la fuente de Jacob y ver qué es lo que esta mujer les ha contado.

Escena sexta
Jesús y sus discípulos

Al llegar los doce al pozo de Jacob, la extrañeza de los discípulos al encontrar a Jesús acompañado y conversando, no estaba motivada tanto por motivos étnicos sino de género. Que lo hiciera a solas con una mujer, no era nada habitual en Él, como tampoco lo era en la sociedad judía. Pero tal conducta no exigía explicación alguna. En todo caso, mejor que fuera el Maestro quien les contase.
Como mejor pudieron se fueron acomodando junto al brocal de la fuente, sentados unos, y recostados otros. Queriendo sentarse junto a Jesús, Juan bajó al suelo el cántaro que la mujer había dejado. Aquello no había sido un olvido casual sino providencial, ya que tomándolo Jacobo, hermano de Juan, y haciéndolo bajar hasta lo profundo del pozo proveyó de agua fresca para todos.
Tras dar las gracias a Dios por los alimentos comprados en la ciudad, los distribuyeron entre ellos. El “discípulo amado” ofreció a Jesús pan y queso, pero éste se rehusó. Mientras ellos comían, conversaban y discutían, aprovechó Jesús a contar a Juan lo que había conversado con la mujer samaritana, episodio que hacia el final de su vida dejara luego registrado el discípulo al escribir el relato de los hechos del Maestro.
Lo que sorprendió a Juan, y que por su misma juventud le era difícil entonces entender, es cómo Jesús podía haber expuesto a aquella mujer un asunto tan profundo y delicado que todavía no lo había hablado con ellos: ¡adorar a Dios en espíritu y en verdad! Sin necesidad de Templo, altar, sacrificios, sacerdote ni culto litúrgico. A la mentalidad de cualquier judío, aquello resultaba inconcebible. ¡Y a la de un pagano también! Décadas después, esta misma noción de Dios y la adoración a Él, condujo a que los idólatras súbditos del César romano tuvieran a los cristianos por ateos.
Advirtiendo los discípulos que el Maestro aún no había comido, le insistieron con que lo hiciera. Por toda respuesta, tuvieron que escuchar un sermón sobre la voluntad de Dios y su obra. Ciertamente, Él tenía sus prioridades, y ellos debían también aprender a aprovechar el tiempo de la mejor manera. ¡Nunca se les hubiera ocurrido pensar que pudieran saciar el hambre con otra cosa que no fuera comida! Ni tampoco que otro tipo de apetencia aplacara la necesidad de atender a la física y natural.
Sin embargo, en nuestra experiencia nos ha sucedido que estando enfrascados con hermanos en alguna edificante conversación de las cosas del Señor, se nos pasara el tiempo del almuerzo o de la cena sin que nos diéramos cuenta.

Escena séptima
Jesús y los hombres de la ciudad

Por el v.30 vemos que aquellos hombres “salieron de la ciudad, y vinieron a él”. Así que este primer encuentro con Jesús debe haber ocurrido en el mismo lugar, junto al pozo de Jacob.
No todos vinieron, sino los más interesados y que bien podían sacrificar una siesta por lo que prometía ser algo totalmente fuera de su monótona rutina.
No fueron defraudados. Y su entusiasmo no paró hasta que Jesús aceptó la invitación a acompañarles a la ciudad con sus discípulos. Así tuvieron oportunidad de conocerlo y escucharlo por un par de días.
Si aquella mujer ahora parecía una máquina de testificar de Jesús con la evidencia de haberle dejado su vida al descubierto, estos hombres tampoco se le quedaban atrás; pero procurando que cada cual lo conociese personalmente por sí mismo.
¡Cuántas veces al evangelizar nos olvidamos que “la salvación es del Señor” y que sólo Él puede salvar! En vez de conducir las almas a los pies de Cristo para que allí se entiendan –pecador y Salvador-, nos ponemos de intermediarios pensando que facilitamos las cosas cuando realmente las embrollamos. ¡Tan poca confianza le tenemos al Espíritu Santo!
Es cierto que como dice el v.39 “muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer”. Pero también es cierto lo de los vs. 41,42: “Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”.
¡Esto es maravilloso! Es ya un buen comienzo creer al testimonio fiel de un siervo de Dios; pero nada es mejor que acabar por creer al Hijo de Dios, hasta que su mismo Espíritu da testimonio al nuestro de que efectivamente somos hijos de Dios.
Así también tiempo después Pablo diría a los tesalonicenses que ellos habían recibido la palabra, no como de hombres, sino de Dios. La evidencia estaba en que ella actuaba en ellos (1Ts.2:13).

Fin
Ricardo

cuan edificante es este pasaje para todos los que esten leyendolo muchas gracias hermano DIOS LO BENDIGA.
 
Re: Ùltima Parte

Re: Ùltima Parte

Querida Nube:
Tan rápido no puedes haberlo leído. ¿Còmo puedes saber que es edificante?
Cariñosos saludos.
Ricardo.
 
Re: Ùltima Parte

Re: Ùltima Parte

Nube: ¡Vaya que eres rápida! Disculpa mi incredulidad.
Dagoberto: Muchas gracias por la excelente y amplia información que brindas.
Saludos a todos los corazones buenos y samaritanos.
Ricardo
 
Re: Ùltima Parte

Re: Ùltima Parte

Nube: ¡Vaya que eres rápida! Disculpa mi incredulidad.
Dagoberto: Muchas gracias por la excelente y amplia información que brindas.
Saludos a todos los corazones buenos y samaritanos.
Ricardo

si yo soy muy rapida ,soy como bily el niño ,jeje ,bendiciones amigo y DIOS LO BENDIGA.
 
Re: LA MUJER SAMARITANA ................

asin es , esta es la diferencia de como JESUS nos acepta tal y como somos .......DIOS TE BENDIGA amiga
Estos detalles de Jesús como el declararle a una mujer que él es el Mesías o el papel especial de Maria magdalena y que fuese a ella a quien se le aparecio primeramente constatan que el cristianismo en sus origenes se parecía bien poco al crsitianismo que nos ha llegado de marcado corte machista
 
Re: LA MUJER SAMARITANA ................

Estos detalles de Jesús como el declararle a una mujer que él es el Mesías o el papel especial de Maria magdalena y que fuese a ella a quien se le aparecio primeramente constatan que el cristianismo en sus origenes se parecía bien poco al crsitianismo que nos ha llegado de marcado corte machista

pues creo ke no ha cambiado el de aquellos tiempo de los de ahora , siempre ha habido y habra machismo ,pero a veces somos las mujeres que por orgullo ,juzgamos a los hombres de machismo , y tal para no reconocer que estamos en el error y no aceptamos que otro venga y nos lo diga y si es hombre menos ,ya de entrada lo tachamos de machista, aunke tampoco niego ke los hay , pero no nos hagamos las mujeres las victimas siempre, ........un saludo amiga DIOS TE BENDIGA
 
Re: LA MUJER SAMARITANA ................

pues creo ke no ha cambiado el de aquellos tiempo de los de ahora , siempre ha habido y habra machismo ,pero a veces somos las mujeres que por orgullo ,juzgamos a los hombres de machismo , y tal para no reconocer que estamos en el error y no aceptamos que otro venga y nos lo diga y si es hombre menos ,ya de entrada lo tachamos de machista, aunke tampoco niego ke los hay , pero no nos hagamos las mujeres las victimas siempre, ........un saludo amiga DIOS TE BENDIGA

Bueno esto si es cierto , pero personalmente el mensaje de la mujer samaritana es mucho mas importante...
 
Re: LA MUJER SAMARITANA ................

pues creo ke no ha cambiado el de aquellos tiempo de los de ahora , siempre ha habido y habra machismo ,pero a veces somos las mujeres que por orgullo ,juzgamos a los hombres de machismo , y tal para no reconocer que estamos en el error y no aceptamos que otro venga y nos lo diga y si es hombre menos ,ya de entrada lo tachamos de machista, aunke tampoco niego ke los hay , pero no nos hagamos las mujeres las victimas siempre, ........un saludo amiga DIOS TE BENDIGA
Amiga Nube si nosotras mismas no nos hacemos valer ¿Quien lo hará?.
Cristo nuestro señor tuvo entre sus discipulos mas importantes a mujeres y Maria de magdala fue especialmente importante y fueron los hombres los que, a pesar del ejemplo de Cristo nuestro señor, volvieron a relegar a la mujer a la nada. Ha habido machismo, lo hay, pero ¿Porque tiene que seguir habiendolo? ¿Es eso lo que Dios espera de nosotras? yo creo que no y que no es ese el ejemplo de Jesús, y la mejor prueba es Maria que estuvo a su lado en los momentos ms importantes (los hombres salieron corriendo y se escondieron durante dias) y fue el primer cristiano de la historia y la primera evangelizadora y predicadora