Saludos a mis amigos, mis hermanos... y mis enemigos.
En el escenario del mundo, aquí donde la maldad parece haber tomado control de los hombres, y donde el amor parece haber llegado a su fin por momentos, hoy me detengo en los debates de sordos y ciegos para hacerme una pregunta, tal y como lo he puesto al principio de este hilo...
La religión... ¿Sirve REALMENTE de algo?
En nuestro trato diario con la gente nos encontramos que las almas persiguen un mismo fin: la felicidad y la paz. Es lo que todos queremos.
Se echa mano de muchas cosas para lograr este objetivo, y hay tantos placebos, tantos paliativos que parecen funcionar: el sexo, las drogas, el dinero, una casa, un coche, una posición importante en un puesto laboral... Una ideología, una fantasía del corazón, un mantra, un rezo, una ilusión real o falsa, una religión extravagante...
Muchos de nosotros hemos puesto nuestra inversión de felicidad y paz en Dios, más que en una religión, y eso parece ser bueno. De hecho, he visto que Dios nos da una esperanza que contrarresta muchas de las desgracias que a diario enfrentamos en nuestra existencia.
¿Cuantos de nosotros hemos hablado a otros con entusiasmo de esta esperanza que hay en nuestro corazón? ¿Cuantos de nosotros tratamos muchas veces de que la gente más allegada a nosotros, la cual no prfesa nuestras mismas creencias, pueda ver como nosotros vemos las cosas? No parece haber mal en esto...
El problema viene cuando nos enfrentamos a situaciones en las que nuestra ideología religiiosa es puesta a prueba. Un malentendido que desemboca en una gresca... Una mala palabra salida de nuestros labios... Una mala ocasión de tomar algo que no es nuestro... Un mal deseo al ver algo codiciable... Una oferta deshonesta que nos hace caer en la injusticia...
Como seres humanos, hay que admitir que muchas veces hemos hecho cosas que sabemos no están bien, cosas injustas, pecamos contra Dios y contra el prójimo que cree en nuestra religiosidad... y el precio de un error es muy alto. Ciertamente se ve que quien está firme en Dios puede superar estas cosas que podrían hacernos quedar mal delante de los demás, pero no es fácil lograrlo.
Dios ha dejado bien claro que somos nosotros quienes salimos afectados en cada una de nuestras acciones, sean buenas o malas, sean justas o injustas. El Señor está en el cielo y nosotros estamos en este mundo. Así que ¿de quien sería el beneficio de tener "un buen comportamiento"? ¿A quién dañamos si "nos portamos mal"? ¿A Dios?
Hay ocasiones que hacemos algo que sabemos es injusto cuando estamos seguros que nadie notará la falta, pero -como lo decía mi papá- somos nosotros quienes nos engañamos solos. Tarde o temprano, todas las cosas que hacemos en secreto son expuestas a la vista de todos porque Dios odia las cosas que se hacen a escondidas.
En el plano espiritual, muchos de nosotros somos como los pequeñines que, al dar los primeros pasos, tropiezan y caen al suelo. Es algo natural, no deberíamos avergonzarnos si Dios nos prueba y nos hace ver que no somos lo firmes que decimos ser... y así podemos tomar la mano del Señor, levantarnos de nuevo y volver a caminar en la fe; seguramente volveríamos a tropezar y caer. Conforme pase el tiempo, nuestro ser espiritual adquirirá más fortaleza, y llegará el día en que, una vez aprendiendo a estar derechos sobre nuestros pies, podamos ser verdaderamente los cristianos que tanto necesita el mundo, un mundo enfermo de amor y de cariño...
Cristianos, nuestra fe no debe ser solo una religión como tantas otras hay en el mundo, y ya sabemos que la caridad y la consagración son los ejercicios religiosos que debemos realizar si queremos llegar a ser los mensajeros que lleven a los pies de Cristo a las almas que necesitan ser salvadas. Una vida de objetivos claros, una vida de integridad y de firmeza, una vida de respeto por la vida y la creación de Dios, esto es lo que respalda la religiosidad del creyente, del seguidor de Cristo.
Quedo de ustedes.
En el escenario del mundo, aquí donde la maldad parece haber tomado control de los hombres, y donde el amor parece haber llegado a su fin por momentos, hoy me detengo en los debates de sordos y ciegos para hacerme una pregunta, tal y como lo he puesto al principio de este hilo...
La religión... ¿Sirve REALMENTE de algo?
En nuestro trato diario con la gente nos encontramos que las almas persiguen un mismo fin: la felicidad y la paz. Es lo que todos queremos.
Se echa mano de muchas cosas para lograr este objetivo, y hay tantos placebos, tantos paliativos que parecen funcionar: el sexo, las drogas, el dinero, una casa, un coche, una posición importante en un puesto laboral... Una ideología, una fantasía del corazón, un mantra, un rezo, una ilusión real o falsa, una religión extravagante...
Muchos de nosotros hemos puesto nuestra inversión de felicidad y paz en Dios, más que en una religión, y eso parece ser bueno. De hecho, he visto que Dios nos da una esperanza que contrarresta muchas de las desgracias que a diario enfrentamos en nuestra existencia.
¿Cuantos de nosotros hemos hablado a otros con entusiasmo de esta esperanza que hay en nuestro corazón? ¿Cuantos de nosotros tratamos muchas veces de que la gente más allegada a nosotros, la cual no prfesa nuestras mismas creencias, pueda ver como nosotros vemos las cosas? No parece haber mal en esto...
El problema viene cuando nos enfrentamos a situaciones en las que nuestra ideología religiiosa es puesta a prueba. Un malentendido que desemboca en una gresca... Una mala palabra salida de nuestros labios... Una mala ocasión de tomar algo que no es nuestro... Un mal deseo al ver algo codiciable... Una oferta deshonesta que nos hace caer en la injusticia...
Como seres humanos, hay que admitir que muchas veces hemos hecho cosas que sabemos no están bien, cosas injustas, pecamos contra Dios y contra el prójimo que cree en nuestra religiosidad... y el precio de un error es muy alto. Ciertamente se ve que quien está firme en Dios puede superar estas cosas que podrían hacernos quedar mal delante de los demás, pero no es fácil lograrlo.
Dios ha dejado bien claro que somos nosotros quienes salimos afectados en cada una de nuestras acciones, sean buenas o malas, sean justas o injustas. El Señor está en el cielo y nosotros estamos en este mundo. Así que ¿de quien sería el beneficio de tener "un buen comportamiento"? ¿A quién dañamos si "nos portamos mal"? ¿A Dios?
Hay ocasiones que hacemos algo que sabemos es injusto cuando estamos seguros que nadie notará la falta, pero -como lo decía mi papá- somos nosotros quienes nos engañamos solos. Tarde o temprano, todas las cosas que hacemos en secreto son expuestas a la vista de todos porque Dios odia las cosas que se hacen a escondidas.
En el plano espiritual, muchos de nosotros somos como los pequeñines que, al dar los primeros pasos, tropiezan y caen al suelo. Es algo natural, no deberíamos avergonzarnos si Dios nos prueba y nos hace ver que no somos lo firmes que decimos ser... y así podemos tomar la mano del Señor, levantarnos de nuevo y volver a caminar en la fe; seguramente volveríamos a tropezar y caer. Conforme pase el tiempo, nuestro ser espiritual adquirirá más fortaleza, y llegará el día en que, una vez aprendiendo a estar derechos sobre nuestros pies, podamos ser verdaderamente los cristianos que tanto necesita el mundo, un mundo enfermo de amor y de cariño...
Cristianos, nuestra fe no debe ser solo una religión como tantas otras hay en el mundo, y ya sabemos que la caridad y la consagración son los ejercicios religiosos que debemos realizar si queremos llegar a ser los mensajeros que lleven a los pies de Cristo a las almas que necesitan ser salvadas. Una vida de objetivos claros, una vida de integridad y de firmeza, una vida de respeto por la vida y la creación de Dios, esto es lo que respalda la religiosidad del creyente, del seguidor de Cristo.
Quedo de ustedes.