MUERTE Y RESURRECCIÓN.
Deambula mi alma penitente entre la bruma,
ofrendada a materiales afanes y deseos carnales,
avaras codicias son del pecado sus negras espumas
que inundan al corazón de turbios manantiales.
Ciegos los ojos y oídos sordos a tu llamado de amor,
desprecio a la ternura que inagotable nos prodigas.
Indiferentes al sufrimiento del prójimo y su dolor,
que languidece en abandono sin importar sus heridas.
Tu persistente llamado enmudece en la indiferencia,
Perdida y embriagada en fatuos afanes terrenales.
Este corazón palpita poder sin amor ni conciencia
vagando solitario en camino de espinas y pedregales.
Tu inmortal sacrificio por amar tanto al mundo,
tórnase vano entre persistente maldad e incono.
Más tu misericordia es grande y tu amor tan profundo,
que a pesar de los desprecios, no nos dejas en abandono.
El verte colgado y sangrante en tan inclemente tortura,
conmovió mis adentros estremeciendo mi funesta alma.
Desfilaron iniquidades llenando el corazón de amargura
y el remordimiento de mis culpas con gran dolor encarna.
Vi en tu gloriosa muerte languidecer mi esperanza,
abrazado a esa cruz que mis odios te hicieron cargar.
Tan vil como el romano que hundió en tu pecho la lanza,
esta lengua corrupta te hizo en el Pretorio condenar.
Ahora custodiando el Santo Sepulcro sepulto mis penas,
quebrantada mi alma implora tu inmerecido perdón.
Se agita la tierra, se mueve la piedra se rompen las cadenas,
Es Cristo luz y vida que ha resucitado en mi corazón.
Yo te crucifiqué Señor y mi maldad has perdonado,
Derramaste preciosa Sangre en Pacto de Vida Eterna.
Manso y obediente cordero que sin culpa fue inmolado.
Ejemplo de mansedumbre y humildad suprema.
Y con el sentimiento de culpa prendido en la memoria,
consolado por esa dulce mirada que fustiga la razón.
Confieso Señor que eres fe, vida y no simple historia,
gozándose mi alma en tu gloriosa resurrección.
Autor: Víctor A. Arana,
(VÍCTOR SANTA ROSA),
Cincinnati, Ohio 15 abril 2009.
Deambula mi alma penitente entre la bruma,
ofrendada a materiales afanes y deseos carnales,
avaras codicias son del pecado sus negras espumas
que inundan al corazón de turbios manantiales.
Ciegos los ojos y oídos sordos a tu llamado de amor,
desprecio a la ternura que inagotable nos prodigas.
Indiferentes al sufrimiento del prójimo y su dolor,
que languidece en abandono sin importar sus heridas.
Tu persistente llamado enmudece en la indiferencia,
Perdida y embriagada en fatuos afanes terrenales.
Este corazón palpita poder sin amor ni conciencia
vagando solitario en camino de espinas y pedregales.
Tu inmortal sacrificio por amar tanto al mundo,
tórnase vano entre persistente maldad e incono.
Más tu misericordia es grande y tu amor tan profundo,
que a pesar de los desprecios, no nos dejas en abandono.
El verte colgado y sangrante en tan inclemente tortura,
conmovió mis adentros estremeciendo mi funesta alma.
Desfilaron iniquidades llenando el corazón de amargura
y el remordimiento de mis culpas con gran dolor encarna.
Vi en tu gloriosa muerte languidecer mi esperanza,
abrazado a esa cruz que mis odios te hicieron cargar.
Tan vil como el romano que hundió en tu pecho la lanza,
esta lengua corrupta te hizo en el Pretorio condenar.
Ahora custodiando el Santo Sepulcro sepulto mis penas,
quebrantada mi alma implora tu inmerecido perdón.
Se agita la tierra, se mueve la piedra se rompen las cadenas,
Es Cristo luz y vida que ha resucitado en mi corazón.
Yo te crucifiqué Señor y mi maldad has perdonado,
Derramaste preciosa Sangre en Pacto de Vida Eterna.
Manso y obediente cordero que sin culpa fue inmolado.
Ejemplo de mansedumbre y humildad suprema.
Y con el sentimiento de culpa prendido en la memoria,
consolado por esa dulce mirada que fustiga la razón.
Confieso Señor que eres fe, vida y no simple historia,
gozándose mi alma en tu gloriosa resurrección.
Autor: Víctor A. Arana,
(VÍCTOR SANTA ROSA),
Cincinnati, Ohio 15 abril 2009.
