UNA FÓRMULA APOLOGÉTICA SIMPLE, PERO DESTRUCTIVA
Por Vincent Cheung
Traducido al español por Claudio González (Kimeradrummer)
Por Vincent Cheung
Traducido al español por Claudio González (Kimeradrummer)
Después de la anterior advertencia y explicación*, podría parecer irónico que ahora yo vaya a presentar una fórmula de uso limitado en apologética. Sin embargo, es precisamente porque voy a presentar esta fórmula que los comentarios precedentes son necesarios, debido a que mucha gente ya es demasiado propensa a ser mecánica en conversaciones y debates acerca de la fe.
Aunque las fórmulas no deberían ser nunca necesarias, hay por lo menos dos usos aceptables para ellas.
Primero, las fórmulas pueden ayudar al apologista principiante o al menos consumado. La fórmula que estoy a punto de darles debería ayudarles a comenzar y sostener un análisis lógico de sus oponentes en debate. Ésta les dará algo confiable a qué recurrir, y, por lo tanto, les aumentará la confianza. Pero tengan en mente que en el largo plazo, la dependencia en cualquier fórmula dificultará el desarrollo de la persona, por lo tanto es mejor quitarnos la costumbre de su uso.
Segundo, el uso deliberado de una fórmula en debate puede servirnos para humillar a nuestro oponente. Esto es, una manera de exponer la necedad de una filosofía No Cristiana y la facilidad con la que un Cristiano puede refutarla es derrotarla a través del repetido y obvio uso de una simple fórmula. Esto demuestra que sus creencias no pueden resistir cualquier análisis racional, y que no pueden responder incluso las preguntas más básicas, cosas que incluso un niño pequeño puede preguntar. Ésta práctica facilita al observador a percibir la inferioridad de la posición del no creyente.
Luego, otra razón por la que quiero presentar una fórmula aquí es mostrarles como es que debería verse una buena fórmula. Dado que con frecuencia ya es un error usar fórmulas en un debate, el problema se agrava más cuando estas fórmulas son largas, complicadas e inflexibles. Hay argumentos que requieren un conjunto de circunstancias perfectas - un oponente atento que no interrumpe, un punto de comienzo apropiado para la conversación, y un proceso paso a paso desde un punto a otro en el orden prescrito. Si el argumento tiene algún avance de todas formas, este es neutralizado cuando el oponente objeta a una premisa a la mitad de la presentación, de manera que el debate se desvía a otros lados.
En contraste, la fórmula que les voy a introducir más abajo es simple, flexible y robusta. De hecho, ésta puede funcionar en medio del caos total. Además, excepto por la fórmula misma, no hay información que memorizar. Dicho esto, la fórmula tiene limitaciones mayores, pero las discutiremos más adelante.
Y aquí está la fórmula: ‘¿Y? ¿Por qué? ¿En serio?’ Allí esta. Esta es la fórmula completa. Es simple, pero poderosa. Aunque solo contenga tres preguntas en ella, usando nada sino solo estas tres preguntas, cualquier creyente con cualquier nivel de capacidad puede aplastar a cualquier estudiante, cualquier profesor y cualquier variedad o combinación de no Cristianos.
La pregunta ‘¿Y?’ se refiere a la relevancia. Si te detuvieras a considerar todas las objeciones en contra del Cristianismo con las que te has encontrado, podrías sorprenderte al darte cuenta que muchas de ellas son irrelevantes al debate. E incluso cuando el tema podría ser relevante, el no creyente generalmente falla en mostrar su relevancia. El mismo problema de irrelevancia ocurre cuando ellos presentan el caso para sus propias posiciones. Por lo tanto, una forma de neutralizar sus argumentos y objeciones es cuestionar la relevancia de lo que ha sido dicho, y demandar al oponente que muestre su relevancia.
La pregunta ‘¿Por qué?’ se refiere a la justificación. Muchas declaraciones presentadas como argumentos son de hecho solo afirmaciones. Deberías preguntarle a tu oponente porqué sus afirmaciones son verdaderas. En respuesta, es probable que te de otro grupo de afirmaciones injustificadas, por lo tanto necesitarás preguntar ‘Por qué’ de nuevo. Pero debes tener en cuenta que las otras dos preguntas también están disponibles para ti. Podrías preguntar ‘¿Y?’ - esto es, puedes cuestionar la relevancia entre las dos afirmaciones o grupos de afirmaciones, y demandar que tu oponente muestre su relevancia. Solamente con estas dos preguntas, puedes exponer el hecho de que la posición de tu oponente carece de cualquier clase de justificación, y que no solo sus objeciones son irrelevantes, sino que incluso las proposiciones dentro de su propia cosmovisión son irrelevantes las unas a las otras.
La pregunta ‘¿En serio?’ se refiere a la validez. En este contexto, la validez no se refiere a la veracidad de una posición, sino a la forma correcta de un argumento. Un argumento ‘válido’ es uno en que la conclusión se sigue de las premisas por inferencia necesaria - esto es, las premisas deben producir de manera lógica aquella conclusión, y ésta debe ser la única conclusión dadas las premisas. La pregunta ‘¿En serio?’ es, por lo tanto, puesta en contra de la relación entre las premisas y la conclusión. Entonces, cuando preguntas por la justificación de una afirmación hecha por un no creyente, y él te da un argumento para apoyar esta afirmación, entonces, junto con cuestionar la relevancia del argumento, deberías también cuestionar si éste es lógicamente valido. Razonar desde la intuición, los sentidos, la inducción y el método científico es lógicamente inválido, debido a que todos proceden a partir de saltos lógicos, y ninguna de sus conclusiones alcanza la necesidad lógica.
Estas tres preguntas son aplicables a todos los argumentos No Cristianos, sea que estos ataquen la fe Cristiana o defiendan la posición No Cristiana. Como tal, la fórmula sirve para propósitos ofensivos y defensivos en apologética. Debido a que los argumentos y objeciones de los No Cristianos nunca son consistentemente relevantes, justificados y válidos, cualquier cosa que ellos digan en una conversación o debate rápidamente se derrumbará bajo estas tres preguntas. De hecho, incluso una de estas tres preguntas puede destruir todos los sistemas de creencias No Cristianos. Ninguno de ellos puede continuar resistiéndose a la presión persistente de mostrar relevancia, justificación o validez.
Ahora, con todo lo que he dicho en contra de las fórmulas, si ésta puede derrotar todos los argumentos y objeciones No Cristianos, entonces ¿Acaso no es una buena formula? ¿No deberíamos hacerla una parte regular de nuestra apologética? La respuesta es que casi cualquier cosa puede derrotar los argumentos y objeciones No Cristianos, y el hecho de que algo funcione no lo hace una solución buena o completa. En vez de apuntar a lo mínimo, deberíamos esforzarnos en ser rigurosos en nuestras refutaciones de los sistemas de creencia No Cristianos, destruyendo completamente cualquier cosa en la que ellos crean, y entonces deberíamos presentar fielmente la cosmovisión Cristiana en su totalidad.
Las tres preguntas en esta simple fórmula nos recuerdan las cosas que deberíamos preguntar en una conversación o debate. A veces, cuando los Cristianos se cruzan con argumentos anti-bíblicos, tienden a juzgar si se ‘sienten’ bien con ellos. Si no sienten nada malo, entonces no saben como responder. Esto sucede frecuentemente con aquellos creyentes cuyas mentes no han sido renovadas por teología sólida. La fórmula les recuerda que tienen que ser deliberados al examinar un argumento por su relevancia, justificación y validez.
Por otra parte, el apologista bíblico calificado posee unos reflejos intelectuales superiores. Debido a que su pensamiento ha sido entrenado para seguir caminos Bíblicos y racionales profundamente arraigados, su percepción es rápida y clara, y de manera natural surge con poderosos argumentos y contraataques. Él hace como por instinto aquello que el principiante debiera de manera deliberada buscar. Esta es la razón de porqué en vez de estar satisfechos con una fórmula decente, el apologista bíblico debería esforzarse en hacer de su oficio un reflejo natural.
Además, la fórmula entregada en este capítulo realmente no incluye ninguna información, como la visión Bíblica sobre la metafísica, la epistemología, la ética, la soteriología, o cualquier otra doctrina. Es posible idear una fórmula más compleja que incluya algo de esta información, pero ciertamente el completo alcance y profundidad del racionalismo Bíblico no puede ser reducido a una fórmula manejable. La fórmula de este capítulo no es más que una manera conveniente de recordar un pequeño aspecto de la apologética Bíblica.
Por supuesto, incluso al usar esta fórmula, el creyente debería variar sus expresiones. Él podría seguir diciendo ‘¿Y? ¿Y? ¿Y?’ Pero a menos que esté tratando de humillar a su oponente mediante el uso obvio de una línea rígida de preguntas, debería demandar pruebas por relevancia de otras maneras. Por ejemplo, podría decir ‘¿De qué manera esto es relevante al debate?’ O, ‘Incluso si este punto es correcto ¿De qué manera esto refuta al Cristianismo?’ O, con la pregunta sobre validez, podría decir ‘Te he pedido que me justifiques tu afirmación y me has dado un argumento, pero tu conclusión realmente no se sigue de tus premisas. No porque A y B sean verdad significa que C también lo sea’.
No puedo enfatizar de manera suficiente la necesidad de sacarnos la costumbre de usar fórmulas y tácticas rígidas en apologética. La fortaleza y belleza del enfoque Bíblico es desatado solo cuando nos movemos desde las viñetas y respuestas memorizadas hacia donde podamos mantener una interacción natural con los incrédulos usando una forma Bíblica de pensar. Lo que llamamos racionalismo Bíblico es solo otro nombre para la mente de Cristo, y cuando interactuamos con los incrédulos desde la mente de Cristo, nuestros encuentros con ellos tendrán menos que ver con métodos y técnicas, pero para ellos se convertirá más y más en algo como una real conversación con el Señor Resucitado. El apologista Bíblico es uno que piensa como Cristo, no solamente uno que ha memorizado tácticas y respuestas. (AQUÍ)
* Aquello que Cheung menciona en este punto puede ser encontrado AQUÍ.
Dios les bendiga...