Mi apreciado hermano Roman: Paso pues a exponer mi convicción de que
se puede ser fundamentalista (en el mejor sentido del término), creyendo en
la plena vigencia de los dones espirituales, mientras que no me convence el
grado de fundamentalismo de quienes han pasado a retiro algunos de ellos.
La primer pregunta que hemos de hacernos es:
1 - Siendo que el tiempo de los verbos en 1Cor.13:8 están en el futuro,
¿quién es el mortal que tiene el reloj de Dios para decidir que tal
caducidad ya se produjo? ¿Qué tan antiguo y exacto es ese reloj que
marca con admirable precisión que algunos dones cesaron hacia el final
del primer siglo? Aunque yo también soy dispensacionalista, me fascina
el portentoso viaje de los viajeros del tiempo que osan poner en el
pasado lo que Pablo puso en el futuro. Sus razones tendrán.
La segunda pregunta es la que hemos de responder inmediatamente:
2 - ¿Por qué se escogen solamente algunos dones como ya extinguidos?
Bueno, hasta las ciencias naturales a veces nos sorprenden: recuerdo
haber visto un documental que mostraba una animalito que se creía era
especie extinguida, y que apareció vivito y coleando en África. Lo
mismo con cierto pez en el Océano Índico.
Me temo que en "iglesias" más muertas que mausoleos se debe haber
gestado tal idea. La fría formalidad de sus miembros habría apagado
el Espíritu de tal forma, que seguramente no se podría ofrecer otra
manifestación suya que no fuese la intelectualidad de sus ministros.
Aquellas iglesias que pese a sus múltiples problemas son enriquecidas
con todos los dones espirituales, "de tal manera que nada les falta en
ningún don", como la de Corinto (I- 1:7), constituyen un serio mentís
a lo que otras han decretado. ¿Qué hacer entonces? Pues no queda
otra alternativa, si ha de preservarse dicha posición, que dar un paso
más de audacia y decir que habiendo desaparecido hace tanto tiempo
esos dones, lo que ahora se manifiesta en algunas congregaciones son
simplemente los talentos exaltados de algunos ministros ingeniosos
que con algunas habilidades adquiridas impresionan a sus miembros.
Ahora bien, de la realidad circundante de la que todos somos testigos,
pasemos a las Escrituras.
El pasaje selecto de 1Cor.13: 8-12 conviene estudiarlo a la luz de toda la
epístola, pues como todos sabemos originalmente fue una carta, a la que
Pablo no imaginó, que siglos después y para facilitar su estudio, otros la
dividirían en capítulos y versículos, y hasta acompañándola al pie o al
margen con referencias y notas aclaratorias.
Nuestro tema general comprende los tres capítulos que van del 12 al 14.
En el capítulo 12 tenemos expuesta la doctrina de los dones; en el 13 el
camino más excelente con el motor que los valida y mueve; y en el 14 la
práctica de los dones, con el orden, uso y abuso de los mismos en la
iglesia.
La doctrina del capítulo 12 debe de acompañarse con lo enseñado en los
pasajes paralelos de Romanos 12 y Efesios 4.
Si observamos bien las listas de dones al comienzo y final del capítulo 12,
vemos que no son totalmente coincidentes: al principio se enumeran 9; al
final 8 y seguidamente 7. Hay diferencias también con Romanos 12 y Ef.4.
Esto tendría que servir para que entendiésmos que no son estas listas
exhaustivas, como si todos los dones fuesen exclusivamente esos y ningún
otro más. En realidad, estos son apenas muestrarios de lo que "hace uno y
el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere" .
Ahora bien, luego de haber expuesto en el cap.12 la diversidad de dones,
que con la de ministerios y operaciones, manifestan que es el mismo Dios
que hace todas las cosas en todos, en el capítulo 13, los mismos dones con
los que los corintios se sentían tan agraciados, son contrastados en su
temporalidad, con la permanencia eterna de las gracias de la fe, la esperanza
y el amor, destacándose de entre ellas la preeminencia del amor. Este es el
"camino más excelente" del que hablaba Pablo al finalizar el capítulo 12 e
introducir lo que sigue. Este énfasis de Pablo en el amor, nos recuerda al de
Juan en todos sus escritos. Es así que de todos aquellos dones de los que
Pablo viene hablando, escoge a tres en el versículo 8: profecías, lenguas y
ciencias, pudiendo nosotros también discurrir largamente del por qué de
esta selección. Que no son solamente estos dones los que habrían de
cesar o acabar, se puede demostrar fácilmente: en primer lugar, si han de
ser consecuentes consigo mismos los partidarios de la caducidad de las
profecías, lenguas y ciencia (V.8), tendrían que admitir entonces la vigencia de los que no se incluyen en dicho cese; o sea: "palabra de sabiduría", "dones de sanidades", "hacer milagros", "discernimiento de espíritus", "apóstoles", etc. Difícilmente este criterio les sea aceptable.
Pero la mayor evidencia de que los dones que han de cesar no son los
tres del v.8 sino todos los del capítulo anterior, es que no es posible
admitir el cese del don de lenguas y a su vez el mantenimiento de la vigencia del don de interpretación de lenguas, por la obvia razón de que éste está al servicio de aquel.
De esta manera finalizo la consideración de mi primer punto: todos los
dones cesarán y no solamente los tres de muestra. La fe, la esperanza y
el amor deben atraernos por su permanencia eterna, frente a la atracción
de todos los dones que sólo tienen vigencia temporal. El amor es lo
prioritario y lo máximo con lo que los creyentes han de llenar sus vidas
y corazones, porque no llama la atención sobre el que lo posee, sino que
se prodiga en quien lo recibe.
Dios os bendiga a todos.
Ricardo.