El Ordinariato Castrense

22 Noviembre 2009
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Cuidado con el ‘ordinariato’1291032Carlos Guevara Mann
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El papa Benedicto XVI expresó su esperanza de que el acuerdo para la creación de un obispado militar u ordinariato castrense, que atienda las necesidades espirituales de los servicios panameños de seguridad, sea “prontamente ratificado” por Panamá (Boletín Diario de la Santa Sede, 30 de octubre). En respuesta, el presidente de la Asamblea Nacional, José Luis Varela, dijo –según El Siglo (9 de noviembre)– “que hará todo lo posible para que el mismo sea ratificado una vez el Ejecutivo lo presente a consideración de este órgano del Estado”.

Un tratamiento ligero o superficial de este tema podría causar grave daño a la reputación del Gobierno Nacional y la Santa Sede. Para evitarlo, sugiero que ambas partes tomen en cuenta las siguientes acotaciones.

El acuerdo, como lo recordó el Papa, fue firmado por el nuncio apostólico Giacomo Ottonello y el canciller Samuel Lewis Navarro el 1 de julio de 2005. El 14 de septiembre de 2006 fue presentado a la Asamblea Nacional por el vicecanciller Ricardo Durán, para su ratificación según el procedimiento constitucional vigente (Art. 159, numeral 2; Art. 184, numeral 9). Allí ha permanecido desde entonces, sin recibir el trámite legislativo, probablemente por la férrea oposición que en el período pasado recibió de parte de algunos diputados evangélicos.

Por las razones que han expuesto el recordado ex presidente Guillermo Endara (q.e.p.d.), Carlos Iván Zúñiga (q.e.p.d.) Roberto Eisenmann, Miguel Antonio Bernal, Alexis Soto, Jorge Gamboa Arosemena y otros analistas, el acuerdo para la creación de un obispado militar en Panamá es inconstitucional. La Asamblea Nacional, por lo tanto, no puede aprobarlo sin violar la Constitución, lo que le está terminantemente vedado según el numeral 2 del Art. 163 de la ley fundamental, que señala: “Es prohibido a la Asamblea Nacional ... Expedir leyes que contraríen la letra o el espíritu de esta Constitución”.

Al menos en una instancia, el convenio en mención contraría la letra de la Constitución. El Art. 45 de la ley fundamental estatuye: “Los ministros de los cultos religiosos, además de las funciones inherentes a su misión, solo podrán ejercer los cargos públicos que se relacionen con la asistencia social, la educación o la investigación científica”.

Pero al disponer que el Estado proveerá “los medios para el sustento material del personal del ordinariato” (Art. 1) y preceptuar que los capellanes son miembros “de la Fuerza Pública y de las entidades conexas” (Art. 6), el acuerdo convierte a dichos ministros de la Iglesia católica en funcionarios públicos de los organismos de seguridad, lo que claramente viola el texto constitucional.

En varios otros aspectos, el acuerdo contraría el espíritu de la Constitución. El Art. 19 establece: “No habrá fueros o privilegios ni discriminación por razón de raza, nacimiento, discapacidad, clase social, sexo, religión o ideas políticas”. El convenio para la creación del ordinariato castrense, sin embargo, establece para la religión católica un acceso privilegiado a los miembros de la fuerza pública, que los otros credos religiosos no poseen.

El Art. 35 de la Constitución estatuye la libertad de cultos, uno de los puntales del sistema democrático. La primera parte señala: “Es libre la profesión de todas las religiones, así como el ejercicios de todos los cultos”.

Según el espíritu de este artículo, la adhesión a un determinado credo religioso (o a ninguno) es decisión privativa de cada ciudadano: un tema que compete exclusivamente a la esfera privada. No es competencia del Estado fomentar ninguna religión, lo cual estaría haciéndose a través del acuerdo para la creación de un ordinariato castrense de la Iglesia católica.

De acuerdo con el Art. 310 de la Constitución, “La República de Panamá no tendrá ejército”. ¿Cómo puede existir un obispado militar en un país que no tiene ejército?

Este punto tiene implicaciones que van más allá de la lógica y la semántica. Como lo explicó el ex presidente Endara en un escrito que circuló en julio de 2005, el ejército y el militarismo causaron en nuestro medio “inmensos sacrificios en vidas, heridos, exilios, carcelazos, golpizas, torturas, y grandes sufrimientos físicos, psicológicos y morales”. La Santa Sede, a través de su Nunciatura en Panamá y su Secretaría de Estado, debe entenderlo.

Cualquier medida para promover el militarismo, por envuelta que venga en consideraciones espirituales, produce alarma y rechazo en la ciudadanía. Ojalá nuestra nueva embajadora en el Vaticano, Delia Cárdenas –persona con firmes convicciones democráticas y civilistas– pueda explicarles esto a los responsables de la política exterior de la Santa Sede, así como a quienes tienen que ver con el asunto en Panamá.
 
Re: El Ordinariato Castrense

Ordinariato: instrumento de poder
Jorge Gamboa Arosemena
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A raíz de la presentación de credenciales de nuestra embajadora ante el gobernante del Estado Vaticano, el papa Benedicto XVI, ejerciendo funciones políticas, con sutileza, le reclama que está pendiente la ratificación por parte de Panamá del concordato negociado con el gobierno anterior.

Días después, el presidente de la Asamblea y el canciller expresan que están dispuestos a impulsar dicha aprobación. Además, en La Estrella de Panamá (15/11/2009), el nuncio apostólico de Panamá, monseñor Andrés Carrascosa, da declaraciones que considero no deben quedar sin respuesta.

El Ordinariato Castrense para mí es la reedición de una polémica pública que tuve con monseñor Laboa (qdDg), en junio de 1987, cuando yo le pedía a la jerarquía de mi Iglesia que no cediera ante el chantaje del dictador Noriega que retenía las visas del clero extranjero, mientras no aceptaran que él escogiera los capellanes, afines a las tropelías que los militares hacían.

Hoy, con una relativa situación diferente, reaparece la figura del ordinariato. Digo relativa, porque cambiadas las circunstancias, el tema “ejercer poder” sigue siendo lo mismo: unos aprovechan y otros padecen. Ya hay voces que han manifestado sobre lo inconveniente de aprobar esta institución.

Carlos Guevara Mann, los integrantes del Comité Ecuménico, Brittmarie Janson Pérez, como también en su momento Guillermo Endara, se han opuesto por ser una incongruencia con nuestro ordenamiento constitucional, un elemento que tiende a revivir el militarismo y sería una discriminación con otras confesiones religiosas.

Usemos las declaraciones, monseñor, para señalar una serie de errores o hasta falsedades ideológicas.

Veamos algunas: Dice monseñor: “Nadie, y mucho menos la Iglesia católica, quiere volver a militarizar el país”. ¿Cómo una persona de esa experiencia puede aseverar que “nadie” quiere militarizar el país? Los absolutos no existen, y sí hay quienes quieren remilitarizar el país.

Dice monseñor: “He leído unos juicios de intenciones, como si se tratara de una búsqueda de poder”. Aquí monseñor reaccionó a la defensiva de algo que la historia confirma que ha sido el proceder del Estado Vaticano, un reino de este mundo, no como nos predicaba nuestro Señor Jesucristo, que su reino no era de este mundo, porque para que la monarquía contemporánea del Vaticano haya celebrado su octogésimo aniversario (concordato con Musolini, 1929) en un mundo de lobos políticos, no puede ser por otro motivo que administrando poder.

Dice monseñor: que en Estados laicos se permite que otras confesiones religiosas accedan a las tropas. “Eso ocurre en un país como EU o como Francia, que son conocidos por la laicidad”. Monseñor, buscó dos ejemplos de Estados con prácticas imperialistas con esos acuerdos, porque sus fuerzas Armadas son considerables y cumplen una de sus premisas expuestas por monseñor, porque tienen tropas acuarteladas, que es de donde viene el término castrense. El querer compararnos falsea la realidad.

Dice monseñor: con toda candidez que lo del pago a los ordinarios es “insignificante”, entonces que el Vaticano corra con los gastos.

En otro orden de ideas, entiendo que el clero, para atender la población, hoy es escaso; si abren otra estructura que requiere personal, ¿de dónde lo van a sacar? ¿Dejarán las diócesis y sus parroquias sin labriegos para recoger la mies? ¿Por qué hay prioridad para los organismos armados y no hacen un Ordinariato Castrense para los acuartelados bomberos? ¿Será porque este cuerpo no trafica poder?

Los miembros de nuestra Fuerza Pública no están acuartelados, a excepción de los nuevos cuerpos militarizados, que son minorías, pero monseñor dice que “la sede del ordinariato para la fuerza pública estará en la capital”. ¿Para qué en la capital, si aquí en la capital los miembros de la Fuerza Pública no están acuartelados?, ellos van y vienen a sus casas todos los días, lo que los hace accesibles en sus comunidades donde hay parroquias que pueden hacerles su labor pastoral.

Cuando monseñor opina sobre nuestra constitucionalidad y sobre nuestros problemas políticos, me recuerda a los embajadores de EU que perennemente intervienen en asuntos internos de nuestra nación, lo que no es correcto. El canciller impulsa este concordato. Él ha confesado ser “colaborador del Opus Dei”. ¿Tendrá algo que ver el Opus Dei en esto? El Estado debe ser laico, porque hay que “dar a Dios lo que es de Dios y a César lo que es de César”.
 
Re: El Ordinariato Castrense

Sería bueno que le pusiéramos atención a este asunto, muchas veces nos elevamos tanto que se nos olvida que vivimos en la tierra.
 
Re: El Ordinariato Castrense

Si el Convenio con la Santa Sede sobre el Ordinariato Castrense es aprobado todos tendremos un poco de culpa.

Si bien nos alegra que haya un mes de la Biblia, por ser cristianos, claro está y porque la mayoría de la población panameña se dice así mismo cristiana, no cabe la menor duda de que violó la constitución al considerar el libro sagrado de la mayoría en detrimento del Corán, por ejemplo, que es el libro sagrado de una minoría del país.

No nos fijamos en lo hacíamos, ahora se nos revierte, porque una mayoría católica quiere aprobar el Ordinariato Castrense.

Deberíamos tomar de todo esto una lección, violar la ley no está bien sólo porque nos conviene y cuando no nos conviene está mal.