El riesgo de una Autoridad Política Mundial.
Sin duda, en el caso de que surja esa Autoridad Mundial que quiere Benedicto XVI, a través de unas Naciones Unidas verdaderamente eficaces, los estados particulares podrían desarmarse sin problemas, como se desarmaron los ejércitos de los nobles y las mesnadas de las ciudades cuando llegaron los Estados Nacionales, entre los siglo XVI y XIX. Con el surgimiento de ese Super-Estado Mundial desaparecerían los ejércitos nacionales (convertidos en meras policías regionales), pero no habría llegado el verdadero desarme, sino que podría surgir un tipo de imposición y dictadura político-militar más alta (como pudo haber sucedido en el Imperio Romano, cuando la el Ejército/Policía pretoriana tomó de hecho el poder).
En esa línea, sin el cambio radical de personas y grupos menores, el fortalecimiento de un Estado/Economía mundial podría convertirse en la mayor de todas las dictaduras, como la Biblia ha puesto de relieve al hablar de unos imperios mundiales en los que se unifica todo el poder económico/militar pero que, en vez de convertirse en “aliados de Dios” (como quiere Benedicto XVI) se convierten en antidivinos (las bestias de Dan 7 y de Ap 13-14). Ciertamente, reconozco el valor de la propuesta admirable del Papa, con su esfuerzo por regular el poder/economía, poniéndolo al servicio del despliegue de la humanidad. Pero en este momento de la historia, tengo miedo de los “poderes únicos”, vinculados al único ejército/mercado, pues en esa línea quisieran avanzar, de manera fatídica, el imperio nazi y el comunismo soviético.
Desde ese fondo, dentro de la lógica cristiana, que está presente en el judaísmo del libro de Daniel y en el judeo-cristianismo del Apocalipsis, quiero poner de relieve la exigencia de una insumisión creadora, al servicio de unas formas inmediatas (personales) de comunicación y de libertad. En esa línea, sin rechazar la dinámica que lleva a la creación de un gran Estado/Economía Mundial, con el desarme de los ejércitos menores (en una perspectiva que podría compararse a la del Imperio Romano en el Apocalipsis), quisiera que Benedicto XVI hubiera destacado mucho más el ideal y las implicaciones de una verdadera “desobediencia civil y militar”, en el plano de la insumisión y de la objeción de conciencia (en la línea abierta por el Vaticano II en la Gaudium et Spes), desde la raíz del cristianismo, como puso de relieve con lucidez extraordinaria el Apocalipsis, al proponer una desobediencia masiva de los cristianos, frente al sistema económico/militar de Roma.
Da la impresión de que Benedicto XVI (con una parte considerable de la jerarquía católica) sigue más en la línea de una “cristianización del Imperio Romano”, que se expresaría en forma de “mejora” del Sistema) que en la línea de la conversión radical y del rechazo mesiánico, es decir, de la “gran desobediencia” de Jesús (cf. Mc 1, 14-15) y del Apocalipsis, (cf. 13, 9-10), no para destruir con armas al imperio, sino para construir sin armas un tipo de humanidad y economía alternativa. Quizá tienen miedo a la desobediencia y al rechazo del orden establecido, por lo que eso puede implicar en un plano civil y religioso.
Ese miedo al rechazo del “orden establecido” (aunque sea violento e injusto) está en la línea del temor que paralizó a muchos alemanes ante el crimen abismal del nazismo y que nos sigue paralizando a nosotros ante la injusticia del gran sistema mundial (con miles y miles de muertos de hambre cada día). Un miedo menor, pero ciertamente grande, paraliza a muchos católicos actuales, que no se atreven a tomar una opción responsable en un línea de libertad, buscando formas de convivencia/economía alternativa ante el riesgo de un sistema total como el que parece defender todavía Benedicto XVI, cuando la reforma de las Naciones Unidas de los representantes del Mercado mundial, con pleno poder económico/militar para realizar así, desde arriba (desde el poder) las reformas necesarias.
Fuente:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2009/11/15/p254938#more254938
Sin duda, en el caso de que surja esa Autoridad Mundial que quiere Benedicto XVI, a través de unas Naciones Unidas verdaderamente eficaces, los estados particulares podrían desarmarse sin problemas, como se desarmaron los ejércitos de los nobles y las mesnadas de las ciudades cuando llegaron los Estados Nacionales, entre los siglo XVI y XIX. Con el surgimiento de ese Super-Estado Mundial desaparecerían los ejércitos nacionales (convertidos en meras policías regionales), pero no habría llegado el verdadero desarme, sino que podría surgir un tipo de imposición y dictadura político-militar más alta (como pudo haber sucedido en el Imperio Romano, cuando la el Ejército/Policía pretoriana tomó de hecho el poder).
En esa línea, sin el cambio radical de personas y grupos menores, el fortalecimiento de un Estado/Economía mundial podría convertirse en la mayor de todas las dictaduras, como la Biblia ha puesto de relieve al hablar de unos imperios mundiales en los que se unifica todo el poder económico/militar pero que, en vez de convertirse en “aliados de Dios” (como quiere Benedicto XVI) se convierten en antidivinos (las bestias de Dan 7 y de Ap 13-14). Ciertamente, reconozco el valor de la propuesta admirable del Papa, con su esfuerzo por regular el poder/economía, poniéndolo al servicio del despliegue de la humanidad. Pero en este momento de la historia, tengo miedo de los “poderes únicos”, vinculados al único ejército/mercado, pues en esa línea quisieran avanzar, de manera fatídica, el imperio nazi y el comunismo soviético.
Desde ese fondo, dentro de la lógica cristiana, que está presente en el judaísmo del libro de Daniel y en el judeo-cristianismo del Apocalipsis, quiero poner de relieve la exigencia de una insumisión creadora, al servicio de unas formas inmediatas (personales) de comunicación y de libertad. En esa línea, sin rechazar la dinámica que lleva a la creación de un gran Estado/Economía Mundial, con el desarme de los ejércitos menores (en una perspectiva que podría compararse a la del Imperio Romano en el Apocalipsis), quisiera que Benedicto XVI hubiera destacado mucho más el ideal y las implicaciones de una verdadera “desobediencia civil y militar”, en el plano de la insumisión y de la objeción de conciencia (en la línea abierta por el Vaticano II en la Gaudium et Spes), desde la raíz del cristianismo, como puso de relieve con lucidez extraordinaria el Apocalipsis, al proponer una desobediencia masiva de los cristianos, frente al sistema económico/militar de Roma.
Da la impresión de que Benedicto XVI (con una parte considerable de la jerarquía católica) sigue más en la línea de una “cristianización del Imperio Romano”, que se expresaría en forma de “mejora” del Sistema) que en la línea de la conversión radical y del rechazo mesiánico, es decir, de la “gran desobediencia” de Jesús (cf. Mc 1, 14-15) y del Apocalipsis, (cf. 13, 9-10), no para destruir con armas al imperio, sino para construir sin armas un tipo de humanidad y economía alternativa. Quizá tienen miedo a la desobediencia y al rechazo del orden establecido, por lo que eso puede implicar en un plano civil y religioso.
Ese miedo al rechazo del “orden establecido” (aunque sea violento e injusto) está en la línea del temor que paralizó a muchos alemanes ante el crimen abismal del nazismo y que nos sigue paralizando a nosotros ante la injusticia del gran sistema mundial (con miles y miles de muertos de hambre cada día). Un miedo menor, pero ciertamente grande, paraliza a muchos católicos actuales, que no se atreven a tomar una opción responsable en un línea de libertad, buscando formas de convivencia/economía alternativa ante el riesgo de un sistema total como el que parece defender todavía Benedicto XVI, cuando la reforma de las Naciones Unidas de los representantes del Mercado mundial, con pleno poder económico/militar para realizar así, desde arriba (desde el poder) las reformas necesarias.
Fuente:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2009/11/15/p254938#more254938